De los cinco millones de personas que habitan Turkmenistán, el 90% profesan la religión islámica. La Iglesia, compuesta únicamente por 250 fieles bautizados, tiene tan solo 23 años de historia oficial. El sacerdote Andrzej Madej, superior de los Oblatos de María Inmaculada en el país, cuenta a Agencia Fides que la Iglesia “es un rebaño pequeño y humilde”, pero que no le limita a la hora de evangelizar, algo que hace incluso en su coche.
Una tierra de primera evangelización: sin iglesias, ex-soviética y con 100 fieles
Cuando la Iglesia fue reconocida en Turkmenistán, la comunidad de fieles no superaba los cien bautizados. Prácticamente no existen iglesias, y Andrzej Madej, el superior de la Missio sui iuris establecida por Juan Pablo II en 1997 está desde el principio.
“Todos los domingos, en nuestra capilla de Ashgabat –uno de los pocos lugares de culto en todo el país–, celebramos la eucaristía para los diplomáticos y trabajadores de otros países”, explica.
En estas condiciones, el plan de Madej para la Iglesia es establecer unas raíces firmes, aunque tarden en verse los resultados.
“También tenemos un catecumenado, que a veces dura tres o cuatro años. Si nos damos cuenta de que la gente no está preparada, preferimos esperar antes de administrar el bautismo”.
Entre sus dedicaciones, organizar reuniones en los hogares de familias católicas, los encuentros para niños, las visitas a hospitales y ancianos o simplemente “hacer amistad” en otros pueblos y ciudades son las actividades pastorales más relevantes.
El sacerdote Andrzej Madej desarrolla pacientemente su plan para cristianizar Turkmenistán: todo comienza con el trato diario, nuevas relaciones de amistad y aprovechar cada oportunidad.
El coche, un arma apostólica en Turkmenistán
Pero de entre todas ellas, Madej destaca el coche como su principal herramienta para transmitir el Evangelio.
“Puede parecer extraño, pero uno de los medios que nos permite hablar de Dios al pueblo es un coche”, explica. “A menudo, la gente nos pide que les llevemos y es una magnífica oportunidad para hablarles de Dios”.
“Aprovechamos la oportunidad, por ejemplo, en las recepciones diplomáticas a las que asisto como ‘agregado’ al Vaticano; o en las entrevistas de televisión que concedemos; o en las bodas y los funerales, cuando se da la palabra a la gente para desear lo mejor a los novios o recordar al difunto”, explica el sacerdote.
En cada momento, observa como “la gente escucha con interés: todo el mundo quiere hablar de fe, conciencia o religión. Se presta mucha atención a lo que dicen los sacerdotes católicos”, observa Madej.
El lugar central de reunión para los pocos católicos de Turkmenistán es la capilla de la Transfiguración del Señor, en la capital, Ashgabat.
“En nuestro patio, en una zona muy cercana a la carretera, hemos construido una gruta dedicada a María Inmaculada y hemos comprobado con gran alegría que incluso los musulmanes se detienen allí para rezar. Además, hemos organizado un espacio en el que los niños y jóvenes pueden circular con sus bicicletas de forma segura o dejarlas a buen recaudo, como un auténtico aparcamiento. De este modo, incluso los no católicos tienen la oportunidad de acercarse y conocernos", concluye el superior.
Una Iglesia joven de tan solo 23 años
La Iglesia católica renació en Turkmenistán en 1997, cuando Juan Pablo II estableció la Missio sui iuris.
Durante años, a los oblatos sólo se les permitió estar presentes como “representantes de la Embajada del Vaticano”. Al principio, se reunían en casas particulares y la misa se celebraba en el territorio diplomático de la Nunciatura Apostólica en Ashgabat. En 2010, el gobierno turcomano reconoció oficialmente la presencia católica.
Aquel año, en la antigua república soviética de Asia Central, vivían tan solo 100 católicos bautizados, unos 30 catecúmenos y un grupo de “simpatizantes de la fe cristiana”. Desde entonces, es una tierra de “primera evangelización”: en el país no hay iglesias católicas, fueron destruidas por los revolucionarios soviéticos a partir del 1920.
Relato de Andrzej Madej, superior de los Oblatos de María Inmaculada en Turkmenistán.
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