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domingo, 5 de dezembro de 2021

Eliot, Hemingway, Faulkner, Updike... escritores que mostraron en sus obras el sinsentido del aborto

Lo veían como un acto inhumano y transgresor de principios básicos


Eliot. Hemingway, Faulkner, Updike.
De izquierda a derecha, T.S. Eliot, Ernest Hemingway, William Faulkner y John Updike.

ReL

Los poetas, escritores de relatos y novelistas estadounidenses han gozado a lo largo de los años de una cierta libertad de expresión que les ha permitido llamar a las cosas por su nombre. En general, proporcionan una visión moral más fiable que la que podemos esperar hoy en día de los políticos y las celebridades de los medios de comunicación, que se ven limitados por la corrección política. T. S. Eliot (1888-1965), Ernest Hemingway (1899-1961), William Faulkner (1897-1962) y John Updike (1932-2009) denunciaron firmemente, de distintas maneras, el aborto. Merece la pena revisar sus opiniones negativas sobre este tema, como lo ha hecho Donald DeMarco en Catholic Exchange:

Eliot

En La tierra baldía (1922), un extenso poema que describe una cultura de la muerte, Eliot, sin emplear la palabra "aborto", es sin embargo capaz de presentarlo como una desgracia indecible:

No puedo evitarlo, respondió con cara larga,
es por las píldoras que tomé para echarlo.
(Ya tiene cinco y casi se muere con el pequeño George.)
El médico dijo que todo iría bien, pero no he vuelto a ser la misma.
Eres realmente tonta, le dije.
¿Para qué te casas si no quieres tener hijos?

Hemingway

El relato breve de Ernest Hemingway titulado Colinas como elefantes blancos (1927) también se pronuncia contra el aborto sin utilizar la palabra. Sin embargo, el autor John Beaumont lo ha valorado como "el argumento más persuasivo contra el aborto jamás escrito".  

La historia de Hemingway está ambientada en España. Un estadounidense y su novia toman unas copas en un bar mientras esperan el tren que les llevará a Madrid. La chica comenta que las colinas lejanas parecen elefantes blancos. En el contexto de la historia, los "elefantes blancos" simbolizan la vida, los pechos y la naturaleza. Al mismo tiempo, simbolizan una pesada carga financiera. El estadounidense, al que nunca se nombra, sigue sin comprender. Ni siquiera ha visto nunca un elefante. Incapaz de pronunciar la palabra "aborto", lo considera simplemente "una forma de dejar que entre el aire". Insiste en que es "una operación terriblemente sencilla... ni siquiera es realmente una operación".

Parece haber una distancia insalvable entre los dos personajes. Ella quiere su amor; él quiere su conveniencia. El hecho de que nunca se pronuncie la palabra "aborto" intensifica el dramatismo e imprime en la imaginación del lector la naturaleza inconfesable del acto. La conversación es superficial, pero velada. "Déjalo", le dice él. "Tú has empezado", replica ella. Estas palabras tienen obviamente un doble sentido.

Faulkner

El Premio Nobel de Literatura, William Faulkner, publicó dos novelas en 1939 bajo el título colectivo de Las palmeras salvajes. Se publicaron en forma de contrapunto: un capítulo de Palmeras salvajes seguido de un capítulo de El viejo; luego un segundo capítulo de Palmeras salvajes seguido de un segundo capítulo de El viejo, y así sucesivamente.

En la primera historia, un médico en prácticas se escapa con una mujer casada que es madre de dos hijos. Ella se queda embarazada y le pide que le practique un aborto. En principio él se muestra reacio, pero finalmente consiente. En la segunda historia, un presidiario que cumple cadena perpetua recibe la orden de rescatar a una mujer embarazada víctima de la gran inundación del río Mississippi de 1927. Encuentra a la mujer, la pone a salvo y la asiste en el parto.

La ironía es evidente. El médico, instruido y entrenado para asistir a la vida, realiza un aborto. El presidiario, condenado a cadena perpetua, supuestamente incorregible socialmente, asiste al nacimiento de la vida. La diferencia entre ambos no tiene nada que ver con la educación o la adaptación a la sociedad, sino con la posición de cada uno en relación con la naturaleza. El convicto no ha perdido el respeto por la naturaleza, actitud que le permite ver el valor de la nueva vida. El médico, en cambio, se ha alejado de la naturaleza y, al hacerlo, ha puesto en riesgo su respeto por el matrimonio y por su amante. En consecuencia, como resultado de su aislamiento gradual de la naturaleza, también ha perdido el respeto por su hijo no nacido.

Updike

John Updike, en su novela más vendida, Parejas (1968), utiliza el aborto como acontecimiento y como símbolo. En la historia, Piet Hanema, que está casado con Angel, ha sido promiscuo con otras mujeres y ha dejado embarazada a una de sus conquistas, una mujer llamada Foxy Whitman, que exclama que lo único que sabe es que quiere que esa "cosa deje de crecer dentro de mí".

En esta sórdida novela, para que Foxy pueda abortar Piet debe entregar a su esposa a Freddy, que tiene acceso al abortista. Foxy entra en pánico justo antes del procedimiento e intenta golpear a la enfermera en el momento de la anestesia: ha decidido tener el bebé, pero es demasiado tarde. Una transgresión moral ha llevado a otra hasta que la muerte los ha envuelto a todos. El comentario de Updike atestigua que un desprecio a la vida lleva a otro: "Una vez que se invita a la muerte a entrar, esta deja las huellas de sus botas embarradas por todas partes".

El escritor, a diferencia del filósofo, es capaz de emplear el drama. Mientras que la filosofía apela a la razón, el drama apela a las emociones. Sin embargo, en manos de un buen escritor, la emoción no está totalmente separada de la razón. Así, puede ser persuasivo cuando escribe sobre una cuestión moral que puede no ser vista claramente por quienes se limitan a seguir lo que está de moda.

Las viejas verdades

William Faulkner, en su discurso de aceptación del Premio Nobel, habló de lo que se necesita para que un escritor haga una contribución importante a la sociedad: "Debe enseñarse a sí mismo que lo más básico de todo es tener miedo; y, enseñándose eso, olvidarlo para siempre, sin dejar espacio en su taller para nada más que las viejas verdades y las verdades del corazón, las viejas verdades universales que, si están ausente de cualquier historia, la convierten en efímera, condenándola: el amor, el honor, la piedad, el orgullo, la compasión y el sacrificio. Hasta que no lo haga, trabajará bajo una maldición". Con estas palabras, Faulkner nos ha ayudado a pensar de forma realista sobre el aborto.

Traducido por Elena Faccia Serrano.


































































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