El español Alberto Vera, obispo de Nacala, denuncia asesinatos y capillas quemadas
La misionera italiana Maria de Coppi, asesinada en la misión de Chipene, en Mozambique, podría ser declarada mártir y beata. Quizá también otras personas de la región que fueron asesinadas en esos mismos días.
El obispo de Nacala, es misionero mercedario español Alberto Vera Aréjula, visitó el lugar, varias aldeas arrasadas por terroristas, y recabó algunas historias de más asesinatos y destrucción de casas e iglesias. Lo ha contado en un encuentro online con periodistas organizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada.
"Estuve este sábado en Chipene con el párroco, el padre Lorenzo, italiano. Los propios habitantes nos han contado lo que pasó, en un encuentro en el que vinieron a misa unas mil personas, algunos caminando hasta 30 kilómetros. En la misión de Chipene los terroristas lo destruyeron todo a conciencia. Quemaron los dos vehículos Nissan que usan los misioneros, quemaron el hogar para jóvenes, el despacho, todos los documentos parroquiales... Dedicaron más de 4 horas a eso", detalla el obispo.
Vehículo Nissan de los misioneros de Chipene destruido a conciencia por los terroristas.
La iglesia de Chipene no resultó muy dañada por los terroristas, excepto la zona del altar.
"Además de a la hermana Maria de Coppi, mataron a dos hombres de la zona. Después, fueron a otras localidades accesibles por la carretera. En Nantaca, localidad cercana, mataron a un señor. En otro lugar cercano, mataron a 4 personas y quemaron 189 casas, su escuela y su capilla católica. En otra comunidad más, mataron a otras 3 personas y quemaron la capilla", va enumerando.
"El hermano de uno de los asesinados, con quien hablamos, explica que iban vestidos de militares. Reunieron a la población, preguntaron quiénes eran cristianos y quiénes musulmanes y a los cristianos les ataron las manos hacia atrás. A algunos los degollaron. Otros huyeron, que son los que nos cuentan el relato. Esto pasó el 6 y 7 de septiembre. En total, 11 personas asesinadas, y un rastro de destrucción y miedo", enumera.
"Que no quieren [los terroristas] que estemos allí, eso está claro. Sólo dejaron cenizas de los cuartos de las religiosas, los sacerdotes, el internado... Maria de Coppi, a la que asesinaron, era enfermera, atendía a niños desnutridos en una salita, les daba leche y harina para niños. Quemaron totalmente todo eso. Yo hablé con ella varias veces. Mi impresión es que era una madre santa, que hablaba lengua macúa con facilidad y atendía al pueblo con sencillez. Seguramente sí abriremos proceso de canonización", responde a preguntas de ReL. La diócesis, explica, ya abrió un proceso similar con un mártir asesinado en 1989 llamado Cipriano.
La misionera Maria de Coppi, asesinada en Chipene, podría ser declarada mártir.
Una superviviente del ataque a Chipene fue la religiosa comboniana española Ángeles López, veterana con más de 50 años en Mozambique. En un vídeo de Obras Misionales Pontificias explicó que los atacantes le dijeron: "No queremos tu religión aquí, queremos islam-islam". El cuerpo de su hermana de congregación estaba en el suelo mientras se lo decían.
Pero el obispo Vera quiere quitar importancia al factor yihadista, que le parece sólo uno entre otros más.
"Estoy convencido que ese [el factor yihadista] no es el fondo de la cuestión. Estoy convencido de que se mueven muchas cantidades de dinero. Se benefician de mucho dinero y quieren que parezca un asunto de religión. Yo no digo que no pueda haber 50 fanáticos, y que de ellos, 10 dirijan toda la red de terrorismo desde Cabo Delgado. Pero las familias nos dicen: "nuestros hijos están ahí". Creo que ponen una motivación para ocultar las otras", detalla.
¿Qué motivaciones serían esas, además de la yihadista? Da una lista de indicios:
El obispo Vera celebra la Natividad de la Virgen María en su diócesis de Nacala, Mozambique.
Si hay fundamentalistas, serían extranjeros
Según el obispo, "el pueblo musulmán sencillo de esta zona costera recibió el Islam casi en época de Mahoma, en el s.VIII, y se mantuvo 1200 años mezclado con las culturas de aquí. Es un Islam muy simple. El problema es el que viene de fuere, fundamentalistas extranjeros. Crean mezquitas con apoyo, no sabemos de quien, y crean confusión entre los musulmanes de aquí. En las aldeas cristianos y musulmanes conviven y se sienten muy unidos".
"Fui a presidir las celebraciones a San Francisco Javier de Liupo, y allí acudieron a la misa casi tantos musulmanes como cristianos. Es como si tras los ataques nos dijeran "estamos con ustedes". Incluso vinieron jefes de mezquitas, con quienes suelo relacionarme, con los que la relación es buena", detalla.
El obispo explicó a los periodistas que "en 2010 ya había líderes de comunidades musulmanas avisando de que algo cambiaba en su ambiente, que a las mezquitas llegaban jóvenes que habían estudiado en Argelia y Arabia Saudí, con ideas fundamentalistas, condenando a sus padres y familias por su religión sencilla. En 2017 empezó la situación actual de violencia, que creció muy rápido en 2018, con muchos jóvenes reclutados para el terrorismo. Llegaron a controlar 50.000 km2, media provincia de Cabo Delgado" (como la superficie de Aragón y La Rioja juntos).
A mediados de 2022 los terroristas perdieron el control de esa zona y sus bases, y se dispersaron en grupos pequeños que están realizando ahora incursiones en el sur. La de la noche del día 6 en Chipene fue la primera en la que destruyen una misión y además matan a una religiosa.
La pobreza extrema del norte del país
La pobreza y el analfabetismo en el norte del ayudan a los terroristas a reclutar numerosos jóvenes, señala el obispo. Recuerda que desde la independencia el Gobierno ha pertenecido siempre al mismo partido, Frelimo, que el régimen es muy presidencialista y que el presidente está a 3.000 kilómetros, en Maputo, al sur. El Gobierno hace poco por el norte, que es además la zona más pobre y más musulmana.
Mapa de Mozambique con las zonas atacadas en septiembre de 2022.
"Nampula provincia tiene 7 millones de habitantes; mi diócesis tiene 2,5 millones. Cuando me muevo, veo muchos niños sin escolarizar... y muchos jóvenes que no se educaron en los años anteriores", señala.
"Yo viví 13 años en el sur, y luego en Xai Xai. En esos sitios, las familias y los niños querían la escolarización. Ahora llevo 4 años en el norte, y aquí ni padres ni niños desean esa escolarización. Los maestros se desaniman de tener que ir a buscar a los niños para llevarlos a la escuela. A las niñas sus familias las destinan solo a ser madres y trabajar el campo. Los chicos no saben leer ni escribir, pero acaban consiguiendo un móvil y ven ostentación y riqueza. Se dice que muchos de estos jóvenes terroristas han sido captados por dinero. También algún joven cristiano se ha inscrito a estos grupos terroristas por motivos económicos. En estas provincias del norte hay que fomentar más la educación", insiste el obispo.
Un pueblo con fuerza para reconstruir
En la misa del domingo, ante mil personas asustadas por la violencia, y en cualquier otra ocasión, el obispo anima a reconstruir juntos. "Con el padre Lorenzo comentamos que era como si quisieran darnos un abrazo silencioso mil personas al mismo tiempo. No recuerdo bien lo que dije, pero sí que debíamos tener fe, esperanza, caminar unidos musulmanes y cristianos, que sin caminar unidos no acabará la guerra y la miseria. La lectura del profeta Habacuc ese día hablaba de eso: frente a la violencia, responder desde la mansedumbre. Oí a las mujeres allí que decían a las religiosas: 'hermanas, por favor, no nos dejen, si nos dejan, qué vamos a hacer'."
"La misión es el impulso de desarrollo más grande en 40 km a la redonda. Unos jóvenes nos decían: "ahora que ya teníamos un hogar para escuela de estudiantes de secundaria..." Y les he animado a perseverar", añade.
La diócesis no deja de impulsar nuevos proyectos. "Allí hay una parroquia, Masúa, de casi 2.000 km2. Es el tamaño de una diócesis italiana. Allí queríamos construir una casa para establecer a un par de sacerdotes", detalla. Los sacerdotes van siendo cada vez más: "nuestra diócesis en 4 años ha crecido con 12 nuevos sacerdotes, el año que viene serán 4 más", explica el obispo.
Para reconstruir, cuenta con la población local ante todo. "El pueblo macúa es muy característico. Hay 13 millones de mozambiqueños que hablan macúa, es la lengua más hablada. Es una región muy sufrida, por la guerra, ciclones, hambre... Pero no se quedan sentados, enseguida se ponen de pie. Uno escucha realidades tan fuertes que te quedas espantado. El pueblo se levanta y nos enseña que no podemos quedarnos de brazos cruzados. Entendemos el mensaje de los terroristas, que no regresemos ahí, pero algún día ellos desaparecerán... y nosotros queremos seguir caminando con el pueblo. En Memba quemaron sus casas. Allí hay pobres de los más pobres; Cáritas de Nacala les ayudará. Queremos que tengan semillas para sembrar, el kit básico de herramientas, poder seguir con su vida, con ayuda de Manos Unidas, Misereor, Cáritas Inglaterra y Ayuda a la Iglesia Necesitada".
El obispo revela además que tiene 150 niños en su propia casa, desplazados del conflicto.
"En mi casa, en una tienda montada en la sede episcopal, tengo cada día 150 niños desplazados. Vienen a jugar con los niños barrio, para que se integren, superen sus traumas, hagan amigos en el barrio. Están 5 horas, toman algo de comer, juegan a fútbol... Llevamos 6 meses y los niños parecen distintos que cuando llegaron", revela.
En la zona atacada, la mitad de alumnos aún no va a clase. Unas 60.000 personas huyeron. Muchos están volviendo, caminando, con fardos en la cabeza y con miedo. "Pero a las zonas donde quemaron las casas no vuelve nadie, eso queda desierto", explica el obispo.
Casi 100 años de guerra
Alberto Vera quiere destacar que el país lleva casi cien años de guerra: de 1920 a 1940 fue invadido por zulúes, que desplazaron a muchas tribus. En 1964 empezó la guerra de independencia contra los portugueses. En 1976, la guerra civil entre Frelimo (de orientación comunista) y los rebeldes de Renamo (de orientación anticomunista), cada facción con sus apoyos internacionales. Tras 16 años de matanzas y una hambruna terrible, se firmaron unos acuerdos de paz en 1992, reiterados en 2014 y 2019.
La oleada de violencia actual, desde 2017, habría causado unas 4.000 muertes y 950.000 desplazados internos, según cifras de la Unión Europea. Los desastres naturales, ciclones, inundaciones y sequías también han debilitado al país.
La Iglesia y las misiones son un espacio de desarrollo y dignidad. El trabajo de la anciana hermana Maria de Coppi, veterana enfermera, ayudando a la nutrición de niños y bebés, como el de otras religiosas y misioneros, es apreciado por la población.
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