La táctica woke es asustar y amenazar, pero en tribunales suelen perder
La cultura de la cancelación, la técnica "woke" para acallar a los que disienten, se basa en asustar y amenazar, por ejemplo, a los cristianos que dicen cosas impopulares (y a otras voces disonantes), para lograr acallarlos o invisibilizarlos.
A menudo, basta con organizar un griterío online, en redes sociales, especialmente eficaz contra personas que dependen de su fama para vivir, como socialités, artistas, negocios online y a veces académicos y universitarios. Ese griterío tergiversa, manipula y señala a la víctima de la campaña woke como "lo peor", alguien que "odia" y al que no se le debe dejar expresarse porque "el odio no tiene derechos".
En todos estos casos se aplica -en versión digital- lo que decía Paul Johnson sobre las universidades alemanas de los años 30 en su libro Historia de los Judíos: "No es que los profesores fuesen pronazis, pero eran enemigos de Weimar y la democracia, y sobre todo se mostraban cobardes frente a actos estudiantiles que ellos sabían que eran condenables, un presagio de la cobardía más general que la nación demostraría después. En consecuencia, los nazis controlaron de modo efectivo los claustros dos o tres años antes de apoderarse del país".
Lo que en esa época eran actos groseros o violentos en ámbitos estudiantiles, hoy son griterío woke en redes sociales.
Hay un paso más: cuando el que cancela no es un griterío, sino una entidad pública, o privada, o semiprivada. Y causa perjuicios al cancelado.
El woke grita indignado y haciéndose la víctima busca acallar a los demás, amedrentando y amenazando - foto de Yogendra Singh en Unsplash.
La realidad es que en las democracias occidentales, y en España quizá algo más, las leyes aún garantizan un amplio espacio de libertad de expresión y reunión y cuando una víctima de presión woke acude a los tribunales con abogados, éstos le suelen dar la razón. Vamos a ver 4 casos recientes:
1. Cancelaron la predicación de Franklin Graham: ahora deben pagarle 97.000 libras
Franklin Graham, de 70 años, hijo del famosísimo Billy Graham, es un predicador evangélico conservador, provida y profamilia, que recuerda, entre otras cosas, que los actos homosexuales son pecaminosos. También defiende el derecho de las personas con sentimientos homosexuales a buscar ayuda para reorientar esos sentimientos y explorar su potencial heterosexual.
Desde Estados Unidos tenía que volar a Reino Unido y predicar el Evangelio en el estadio Hydro de Glasgow, Escocia, que había alquilado ya a la empresa SEC, que tiene al Ayuntamiento como accionista mayoritario. Era parte de su gira por la isla. Debía suceder en mayo de 2020, pero en enero el acto fue cancelado por parte de SEC declarando "riesgos de seguridad" (se entiende: miedo a violencia por parte de wokistas y anticristianos). La empresa SEC fue quien pidió al ayuntamiento de Glasgow que cancelara el acto, y así el ayuntamiento lo prohibió.
Franklin Graham (y su asociación BGEA) enseguida denunció que era un ataque contra la libertad religiosa y de libre expresión. De hecho, invocaron la misma ley que mucho usan contra discursos "de odio", la Equality Act.
Franklin Graham, el predicador hijo de Billy Graham, llevó a los tribunales al ayuntamiento de Glasgow y ganó: fue injusto cancelarle el acto acordado y le pagarán compensación.
Ahora un juez ha dictaminado que SEC fue injusta al cancelar el evento, y que el ayuntamiento ni siquiera pudo justificarlo por motivos de seguridad, sin informes policiales ni de otro tipo que avalaran ningún riesgo especial. De hecho, hay cartas del ayuntamiento que basan la prohibición en la "publicidad adversa", es decir, miedo a la mala imagen de una campaña woke.
Graham reclamó 200.000 libras en compensación, pero la justicia ordena a SEC pagar sólo las 97.325 libras que se han demostrado que fueron una pérdida clara para la organización cristiana.
2. El Gobierno escocés ha de pagar 150.000 libras y no ha de contar a las mujeres como hombres
El Gobierno escocés estaba preparando una ley para impulsar una mayor cantidad de mujeres en los órganos directivos de entidades públicas, pero esa ley especificaba que a la hora de cuantificarlo, los hombres que se identificasen como mujeres debían ser contados como mujeres.
Una asociación, For Women Scotland (FWS), llevó el asunto (y al Gobierno escocés) a los tribunales. Al principio no les iba muy bien, pero en septiembre de 2022 salieron las sentencias. El Gobierno no conseguía justificar legalmente su normativa y se veía obligado a a pagar 147.500 libras a la asociación. Usarán ese dinero para insistir en tribunales y que se revisen esas normas escocesas.
La norma tal como está dice que el sexo de una persona es el que asegura un papel llamado Gender Recognition Certificates (GRC) que no tiene nada que ver con la realidad biológica. Es decir, crean un "sexo legal" distinto del "sexo real", un absurdo que la asociación espera que cambie en los tribunales en noviembre.
Algunas estadísticas muestras más conciencia crítica contra el cambio de sexo legal, al menos por mera declaración de la persona implicada: el sondeo 2021 British Social Attitudes, a partir de 6.250 entrevistados, detectó que el cambio de sexo legal en los certificados de nacimiento, que en 2019 apoyaban un 53% de encuestados, en 2021 ya solo lo apoyaban un 32%.
3. La cristiana ex-musulmana que critica el Islam gana un juicio a la policía de Londres
Hatun Tash es una mujer ex-musulmana, hoy predicadora evangélica callejera, que en la esquina de los oradores en Hyde Park, Londres, donde todo tipo de personas acude a proclamar todo tipo de temas, suele criticar los errores del Islam. Critica con argumentos la fiabilidad del Corán, que sea algún tipo de revelación divina y que la religión islámica tenga fundamentos en la verdad. Eso enfurece a fundamentalistas que ya la han agredido varias veces.
Pero en dos ocasiones, en 2020 y 2021, cuando acudió a la Policía, los agentes, en vez de protegerla, la encarcelaron acusándola de "romper la paz y el orden público".
La mujer los llevó a juicio, y ha ganado: ella no rompía la paz ni el orden, tenía derecho a predicar, los policías no tenían derecho a encerrarla y Scotland Yard ha de pagarle 10.000 libras por perjuicios y ha de pedirle perdón.
En 2021 esta mujer valiente sobrevivió al ataque de un individuo que la agredió allí mismo con un cuchillo, que ella pudo desviar con las ropas gruesas que llevaba, aunque quedándole una herida en la mano. Antes, en mayo, una muchedumbre de islamistas la rodeó con gritos amenazantes. En octubre de 2020 le dieron un puñetazo en la cara. En julio de ese año la tiraron al suelo. En la calle o en tribunales es un ejemplo de valentía.
4. Una pastelera gana el juicio por negarse a hacer un pastel de boda lésbica
Cathy Miller es la dueña de Tastries Bakery, una pastelería en Bakersfield, California. Es una cristiana convencida y devota.
Ahora un juez ha dictaminado y confirmado que tenía derecho a no hornear ese pastel de boda al ir contra sus creencias cristianas, como parte de su libertad religiosa y su libertad de expresión. Hay detalles a profundizar. Un juez en 2018 decía que no es lo mismo negarse a crear un pastel que aún no está hecho (porque la pastelera es una artista que se niega a hacer tal obra de arte) que negarse a vender un pastel que ya está hecho. También eso dio origen a muchos debates.
En el caso de California, los lobbies gays han declarado que piensan insistir y seguir apelando, pero también los abogados cristianos van a perseverar, y cuentan con algunas victorias ya al respecto en otros estados.
La moraleja de todos estos casos es: los cristianos van a necesitar abogados y valentía para poder expresarse con libertad, pero deben hacerlo, para proteger esos espacios, sin dejarse achantar con amenazas.
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