La dignidad de un buen corte de pelo
Elegantemente vestido con pantalones y camisa negra, el reconocido estilista Anthony Muti coge con cuidado un mechón de cabellos y los corta con precisión con sus tijeras. Bridget Burke, de 37 años, está recibiendo un corte especial. Su madre, Peggy, le sujeta la cabeza. "Tenemos una boda en unos días, se casa su hermano pequeño", le dice a Muti, de 60 años.
Bridget, preparándose para la boda de su hermano.
Ese día de verano, en Chicago, cuatro estilistas que trabajan en el lujoso salón de belleza de Mario Tricoci les cortaron el pelo a quince residentes del hogar Misericordia, dirigido por las Hermanas de la Misericordia y que acoge a 600 niños y adultos con discapacidad intelectual y física (de media a profunda). Este salón de belleza, ubicado dentro del hogar, se creó el otoño pasado y los peluqueros que trabajan en él son voluntarios que, habitualmente, trabajan en los salones de belleza de Tricoci o que se están formando en sus escuelas.
Un buen corte de pelo le alegra el día a cualquiera: este es el significado detrás del nombre del salón de belleza del hogar (The Day Maker's [El que alegra el día]) y el impulso que hizo que se pusiera en marcha.
Uno de los estilistas de Tricoci se lo pasa en grande con su cliente.
"Nuestro trabajo tiene que ver con la gratificación personal, verse bien y sentirse bien. Hacemos que los residentes se vean bien y se sientan bien", dice Tricoci, de 77 años, una celebridad, dueño de catorce salones de belleza y spas y que ha organizado y hecho estilismos en Ferias de Salones de Belleza en Europa y Asia.
La hermana Rosemary Connelly, junto con Mario Tricoci, durante una entrevista televisiva.
La hermana Rosemary Connelly, del Sagrado Corazón, durante mucho tiempo directora ejecutiva de Misericordia, dice: "No tenía ni idea de quién era Mario, pero todas las mujeres con las que hablaba sí que lo sabían".
Colleen Doherty, que fue quien tuvo la idea de crear un salón de belleza en Misericordia y cuyo marido forma parte de la junta del hogar, tiene una hija de 13 años con síndrome de Down, Rosalie. A la hija de los Doherty, que vive en casa con sus padres, le cortan el pelo y se lo peinan en uno de los salones de belleza de Tricoci. "La tratan como una reina. Arman un buen revuelo cuando están con ella", dice Doherty, "por lo que me dije a mí misma '¿Por qué los residentes de Misericordia no pueden tener lo mismo?'".
Mario Tricoci atiende personalmente a Rosalie, la hija de Colleen, en el Hogar Misericordia. Mario Tricoci es uno de los peluqueros más importantes de Chicago, donde tiene 14 establecimientos.
Además de darles a los residentes una inyección de autoconfianza, el salón es también un modo de resolver un problema logístico. "Es un problema sacar a nuestros residentes para llevarles a cortar el pelo", dice la hermana Rosemary. "Si están en silla de ruedas, a veces es difícil sentarles en una silla del salón".
Creado en 1921, el hogar Misericordia divide a sus residentes en 13 casas distribuidas en su extenso campus, muy bien cuidado, de 12,5 hectáreas situado en la parte norte de la ciudad, no lejos de la Universidad Loyola y el lago. El hogar se esfuerza por ser una comunidad acogedora. El campus incluye un centro acuático, médicos y dentistas, además de un popular restaurante y una panadería en los que trabajan algunos de los residentes.
El salón abre dos veces al mes y está situado en una habitación de 32,5 metros cuadrados llena de luz, que antes era un despacho. Tiene suelo de madera, cuatro elegantes sillas negras y dos lavabos negros y brillantes para lavar el pelo. Mientras los estilistas cortan y peinan se oye música contemporánea de fondo. "Hacemos el mismo tipo de estilismos en el hogar Misericordia que en el 900 North Michigan Avenue [en la Milla de Oro de Chicago] o en Oak Brook [un barrio]. La misma calidad, el mismo nivel", dice Tricoci.
Según la hermana Rosemary, el valor del corte de pelo es más profundo. "Siempre que a una persona le das dignidad y respeto, es una experiencia espiritual", afirma.
Tricoci proporcionó todo el equipamiento del salón y los estilistas son empleados de sus salones o estudiantes de una de las 16 clases de la Tricoci University of Beauty Culture, las instalaciones de formación de la empresa, con campus en Illinois, Indiana y Wisconsin. Pero Tricoci and Co. no son el único activo valioso entre el personal del hogar. La base de los trabajadores del hogar son voluntarios, incluyendo estudiantes de las escuelas católicas cercanas. "Uno de los dones de Misericordia es que compartimos nuestra actividad con miles de personas. A la gente le gusta mucho venir y ayudar", dice la hermana Rosemary.
Anthony Muti, socio de Mario Tricoci, en plena tarea en el Hogar Misericordia.
Socio de Tricoci y un veterano en la empresa, en la que lleva 40 años, Muti recuerda el día en que le hizo a Burke ese corte de pelo tan especial. Dice que condujo desde el lejano barrio de Naperville, a dos horas de distancia, en la hora punta. El amor y el cuidado que demuestran todos por los residentes y sus a veces desalentadores discapacidades puede ser en ocasiones abrumador, dice Muti, que tiene gemelos de diez años.
"La primera vez que vine, cuando volví a casa y vi a mis hijos, me eché a llorar. Si no crees en Dios, ven aquí", le dice al Register.
Ese día, cuando Muti le acabó de cortar el pelo a Bridget Burke, sacó un secador para peinarla. "¿No es divertido?", le preguntó mientras con el aire le quitaba el pelo que le había caído sobre la bata que llevaba puesta. "Eres tan hermosa", le dijo a Bridget.
Peggy Burke se llevó a su hija en silla de ruedas. "Es hermosa", le dijo a Muti mientras se iban. En la habitación contigua Burke le mostró a su hija una foto que le había hecho con el móvil, sonriendo encantada con su nuevo corte de pelo, como si alguien le hubiera alegrado el día.
Traducido por Elena Faccia Serrano.
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