El Santo Padre recuerda que “tantas personas están esperando que
salgamos a su encuentro” y “las miremos con esa ternura que hemos
experimentado y recibido de nuestro trato con Dios”
El Santo Padre en audiencia con los Agustinos recoletos (Fto. Osservatore © Romano). |
(ZENIT – Ciudad del
Vaticano).- “Nos sabemos pequeños e indignos; pero en Dios está nuestra
seguridad y alegría; Él jamás defrauda y es quien por caminos
misteriosos nos conduce con amor de Padre”. Así lo ha indicado este
jueves el papa Francisco, en su
discurso a los participantes del Capítulo general de la Orden de los
Agustinos Recoletos que recibió en audiencia en el Vaticano.
Tal
y como ha señalado el Papa en su discurso, para el 55 Capítulo general
han tomado como lema una oración que sale “de lo más íntimo del corazón”
de san Agustín: “Toda nuestra esperanza está en tu gran misericordia.
Danos lo que mandas y manda lo que quieras” (cfr Confesiones, 10,29,40).
Esta invocación –ha indicado
Francisco– nos conduce a ser hombres de esperanza, capaces de poner toda
nuestra confianza en la misericordia de Dios, conscientes de que somos
incapaces de afrontar sólo con nuestras fuerzas los retos que el Señor
nos propone.
En este Capítulo general, ha
observado el Santo Padre, han querido revisar y poner ante Dios la vida
de la Orden, “con sus anhelos y desafíos, para que sea Él quien les dé
luz y esperanza”. Por eso ha recordado que “para buscar la renovación y
un impulso se necesita volver a Dios, y pedirle: Danos lo que mandas”.
Nosotros imploramos a Jesús –ha
reconocido– que nos dé su amor para ser capaces de amar. “Dios nos lo da
de muchas maneras; Dios siempre nos está dando su amor y se hace
presente en nuestra vida”, ha asegurado el Pontífice. De este modo, ha
invitado a mirar al pasado y dar las gracias por tantos dones recibidos.
“El pasado nos ayuda a volver de
nuevo al carisma y a degustarlo en toda su frescura y entereza”, ha
añadido. También “nos da la posibilidad de subrayar las dificultades que
han surgido” y “cómo han sido superadas”, para poder enfrentar “los
retos actuales”. Este camino junto a Jesús –ha indicado Francisco– se
convertirá en oración de acción de gracias y en purificación interior.
Por otro lado, ha observado que “la
memoria agradecida de su amor en nuestro pasado” impulsa a vivir el
presente “con pasión y de manera cada vez más valiente”. “Manda lo que
quieras”. Pedir esto, ha explicado el Papa, implica libertad de espíritu
y disponibilidad. “Dejarse mandar por Dios significa que Él es el
patrón de nuestra vida y no hay otro”, ha añadido. Por eso ha advertido
de que “si Dios no ocupa el lugar que le corresponde, otros lo harán por
Él”. Y ha subrayado que cuando el Señor está en el centro de nuestra
vida todo es posible, “no cuenta ni el fracaso ni algún otro mal, porque
Él es quien está en el centro, y es Él quien nos dirige”.
Por otro lado, Francisco ha
reconocido que “estamos llamados a crear” una sociedad “capaz de
reconocer la dignidad de cada persona y de compartir el don que cada uno
es para el otro”. Con nuestro testimonio de comunidad viva y abierta
“podremos responder a las necesidades de cada persona con el mismo amor
con el que Dios nos ha amado”, ha aseverado.
En esta misma línea, ha precisado que
“tantas personas están esperando que salgamos a su encuentro” y “las
miremos con esa ternura que hemos experimentado y recibido de nuestro
trato con Dios”. Este es el poder que llevamos, “la fuerza de su
misericordia que trasforma y da vida”.
Finalmente, el Santo Padre ha
invitado a los presentes a mantener con espíritu renovado el sueño de
san Agustín, de vivir como hermanos “con un solo corazón y una sola
alma”, que refleje “el ideal de los primeros cristianos” y “sea profecía
viviente de comunión en este mundo” para que no haya división, ni
conflictos ni exclusión, sino que “reine la concordia y se promueva el
diálogo”.
in
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