«Polaca. Fundadora, junto a su hija, de las Hermanas de la
Resurrección; es el primer caso que se da en la Iglesia. Perdió varios
hijos y esposo, viendo en ello la mano de Dios que le permitió ser
religiosa, como siempre anheló»
Celine Chludzińska Borzęcka (Wikicommons pd) |
(ZENIT – Madrid).- La vida de esta beata es una historia de
fidelidad en la espera. Nunca dudó de que la voluntad divina guiaba sus
pasos, aunque durante un tiempo otras personas la condujeron por una
vía distinta a la añorada, que era la consagración religiosa. Al final,
se cumplió su honda impresión, y aunque había dado un gran rodeo, llegó
al destino soñado.
Nació el 29 de octubre de 1833 en Antowil, antigua
ciudad polaca, que pertenece en la actualidad a Bielorrusia, en el seno
de una acomodada familia. Era la pequeña de dos hermanos. Con una
infancia feliz, que calificó como «años de oro», rodeada de afecto y
sintiéndose llamada a ofrendarse por completo a Dios, a los 21 años
contrajo matrimonio con Józef Borzęck en la
catedral de Vilna. No le fue posible oponerse a la voluntad de sus
padres y del prelado, o no lo vio conveniente. Consideraron que lo mejor
que podía hacer era desposarse, y a ellos sometió su criterio, que
siempre se movió con la certeza de que Dios estaba en medio de lo que
iba aconteciéndole.
Se afincó en Obremszczyzna, pero no se olvidó de
su vocación. Sus quehaceres cotidianos no la apartaban de la oración. Su
ascesis estaba impregnada también con el sacrificio. Además, fue
golpeada por el dolor en lo que más afecta a una madre: sus hijos. El
primero de ellos, Casimiro, nacido en 1855, murió ese mismo año. Tras un
periodo de gozo por la llegada al mundo de su hija Celine en 1858,
nuevamente en 1861 pasó por el duro trance de tener que enterrar a otra
hija, María, que no sobrevivió. Finalmente, en 1863 nació Hedwig, que
iba a recorrer junto a ella el sendero religioso al que siempre aspiró.
Ese año Celine se involucró en la lucha para rescatar a los prisioneros
que iban a ser ejecutados en medio de los conflictos bélicos desatados
en una dividida Polonia. Las autoridades rusas la detuvieron y dio con
sus huesos en la cárcel, llevando con ella a la pequeña recién nacida.
En 1869 otro zarpazo recayó sobre la familia. Llevaba
dieciséis años casada cuando Józef sufrió un derrame cerebral y quedó
paralítico. Buscando para él los mejores especialistas, todos partieron a
Viena, confiando en su recuperación. Celine le proporcionó atenciones y
ternura a raudales, pero en 1874, hallándose en su domicilio de Obremszczyzna,
murió. Tomó a sus hijas Celine y Hedwig, y viajó a Roma al año
siguiente segura de que estos dolorosos acontecimientos obedecían a un
plan divino. Aún recorrió Polonia, Viena y Roma junto a ellas,
atendiendo a su educación, pero siempre en un estado de búsqueda, a la
espera de entender la previsión de Dios sobre su vida. En 1879 la joven
Celine contrajo matrimonio con un muchacho polaco, y la beata coincidió
con el cofundador y superior general de la Congregación de la
Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el siervo de Dios padre Piotr
Semenenko, que aspiraba a poner en marcha la rama femenina. En esa
época, 1881, ella y Hedwig se disponían a fundar un convento de
inspiración carmelita. Pero las conversaciones con Semenenko les
hicieron cambiar de plan. En 1882 madre e hija comenzaron a ser parte de
su sueño, preparándose junto a otras cinco aspirantes para acometer la
vida religiosa.
En 1884 se asentaron en una casa que tres años más tarde dio lugar a
una escuela para niñas sin recursos. Se daba la circunstancia de que en
el edificio vivía la familia della Chiesa, hallándose entonces en el
domicilio, monseñor Giacomo della Chiesa, que sería pontífice Benedicto
XV. Y mientras el padre Semenenko auxiliaba a Celine y a su hija
alentándolas en la misión, algo que hizo hasta su muerte en 1886, ellas
también contaban con la admiración del que llegaría a ser Vicario de
Cristo en la tierra, que fue su capellán y catequista. A estas
intrépidas mujeres les enardecía saber que había infinidad de personas a
quienes la esperanza parecía darles la espalda, que nunca habían tenido
la gracia de que alguien les transmitiera la fe, que les hablara del
Dios vivo. La beata conocía muy bien el drama humano plagado de
sufrimiento y de injusticias a mansalva. Estaba convencida de que debían
«llevar la moral y el renacimiento religioso a la sociedad». La
fundación, que por primera vez en la historia de la Iglesia acometían
una madre y una hija al unísono, surgía de la confianza en Dios; sabían
que Él las acompañaría. Contaron con la ayuda del cardenal Parocchi,
entonces vicario de Roma.
El 6 de enero de 1891 ambas emitieron los votos
perpetuos, y otras tres religiosas tomaban el hábito; esa fecha la
consideraron como el día en el que surgía la Congregación de las
resurreccionistas, con el objetivo de proporcionar educación a las niñas
pobres, que se hizo extensivo después al cuidado de los enfermos.
Hedwig fue su primera superiora general. Fueron abriendo casas
rápidamente en países del Este. En Polonia tuvieron que extremar la
prudencia. Aún quedaban restos de la ocupación rusa, y trabajaron
clandestinamente, estableciendo la fundación en Czestochowa, cerca de Jasna Góra, y en Varsovia. Fueron momentos de grandes recuerdos para Celine que había vivido de lleno el inicio de la invasión. Luego
dieron el salto a América, sellándola con la apertura de una casa y una
escuela en Chicago en 1900. En 1905 la fundación recibió el decretum
laudis.
Hedwig, que tiene abierta causa de beatificación,
murió repentinamente en Kety, Polonia, el 27 septiembre de 1906; tenía
43 años. Celine no solo volvió a sufrir la pérdida de otro de sus hijos,
sino la de su fiel compañera y hermana en religión. Fue un durísimo
golpe. En 1911 el primer capítulo general de la Orden la eligió
superiora general, misión que asumió hasta el final de sus días. Entregó
su alma a Dios el 26 de octubre de 1913 en Malopolskie, Cracovia,
cuando iba de camino a Varsovia en visita apostólica; estaba a punto de
cumplir 80 años. Fue beatificada el 27 de octubre de 2007 por el
cardenal Saraiva que actuó como Delegado de Benedicto XVI.
in
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