Conservemos nuestras tradiciones del “día de muertos”, porque nos dan identidad, historia, valores y trascendencia
WIKIMEDIA COMMONS |
VER
Se acerca la memoria de nuestros difuntos. Es lamentable que la moda pagana y comercial del Hallowen
se vaya difundiendo tanto, en vez de nuestras tradiciones tan llenas de
contenido, no sólo sentimental, sino humano, familiar, social,
cultural, religioso y trascendente.
En mi programa semanal de radio Pregúntale al Obispo, me han llegado estas y otras preguntas: ¿Es
pecado celebrar el día los muertos? Nuestros padres están muertos, pero
mis hermanas los visitan cada 8 días y nos han dicho que es malo; ¿es
cierto? ¿Es posible volver a reencarnar en otro cuerpo, al morir? ¿La
Iglesia permite la incineración?
Varias personas optan por conservar en su casa las cenizas de sus
seres queridos difuntos, al menos durante el novenario posterior a su
muerte, o en forma permanente. Aducen el cariño y la gratitud; dicen que
quieren sentirlos muy cercanos y que no los pueden olvidar. En algunas
comunidades indígenas, sepultan a sus muertos en la propia casa, sea en
el patio, o en alguna de las habitaciones.
PENSAR
El Papa Francisco, en Amoris laetitia, dice: “A
veces la vida familiar se ve desafiada por la muerte de un ser querido.
No podemos dejar de ofrecer la luz de la fe para acompañar a las
familias que sufren en esos momentos (253).
El duelo por los difuntos puede llevar bastante
tiempo. En algún momento del duelo hay que ayudar a descubrir que
quienes hemos perdido un ser querido todavía tenemos una misión que
cumplir, y que no nos hace bien querer prolongar el sufrimiento, como si
eso fuera un homenaje. La persona amada no necesita nuestro
sufrimiento, ni le resulta halagador que arruinemos nuestras vidas.
Tampoco es la mejor expresión de amor recordarla y nombrarla a cada
rato, porque es estar pendientes de un pasado que ya no existe, en lugar
de amar a ese ser real que ahora está en el más allá. Su presencia
física ya no es posible, pero si la muerte es algo potente, «es fuerte
el amor como la muerte» (Ct 8,6). El amor tiene una intuición que le
permite escuchar sin sonidos y ver en lo invisible. Eso no es imaginar
al ser querido tal como era, sino poder aceptarlo transformado, como es
ahora. Jesús resucitado, cuando su amiga María quiso abrazarlo con
fuerza, le pidió que no lo tocara (cf. Jn 20,17), para llevarla a un
encuentro diferente (255).
Nos consuela saber que no existe la destrucción
completa de los que mueren y la fe nos asegura que el Resucitado nunca
nos abandonará. Así podemos impedir que la muerte envenene nuestra vida,
que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más
oscuro (256).
Una manera de comunicarnos con los seres queridos
que murieron es orar por ellos. Dice la Biblia que «rogar por los
difuntos» es «santo y piadoso» (2 M 12,44-45). (257).
No desgastemos energías quedándonos años y años en
el pasado. Mientras mejor vivamos en esta tierra, más felicidad
podremos compartir con los seres queridos en el cielo. Mientras más
logremos madurar y crecer, más cosas lindas podremos llevarles para el
banquete celestial” (258).
En cuanto a la cremación y depósito de las
cenizas, la Congregación para la Doctrina de la Fe acaba de indicar:
“Siguiendo la antiquísima tradición cristiana, la Iglesia recomienda
insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los
cementerios u otros lugares sagrados. Cuando razones de tipo higiénicas,
económicas o sociales lleven a optar por la cremación, la Iglesia no ve
razones doctrinales para evitar esta práctica, ya que la cremación del
cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar
el cuerpo. La cremación no está prohibida, a no ser que haya sido
elegida por razones contrarias a la fe cristiana. Las cenizas del
difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es
decir, en el cementerio o en una iglesia. No está permitida la
conservación de las cenizas en el hogar. Para evitar cualquier
malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la
dispersión de cenizas en el aire, en la tierra, en el agua o en
cualquier otra forma” (Ad resurgendum cum Christo).
ACTUAR
Conservemos nuestras tradiciones del “día de muertos”, porque nos dan identidad, historia, valores y trascendencia. Que no nos domine el mercado, con sus ofertas engañosas. Oremos por nuestros difuntos. El altar tradicional en algunos lugares, con sus fotos, velas, flores y ofrendas alimenticias, es un signo de que los experimentamos cercanos, espiritualmente. ¡En Cristo, hay vida y resurrección!
Conservemos nuestras tradiciones del “día de muertos”, porque nos dan identidad, historia, valores y trascendencia. Que no nos domine el mercado, con sus ofertas engañosas. Oremos por nuestros difuntos. El altar tradicional en algunos lugares, con sus fotos, velas, flores y ofrendas alimenticias, es un signo de que los experimentamos cercanos, espiritualmente. ¡En Cristo, hay vida y resurrección!
in
Sem comentários:
Enviar um comentário