Inventó la pila eléctrica: por él se mide en voltios
El científico italiano Alessandro Volta, hombre de misa y rosario diario en época de Enciclopedismo y Revolución francesa |
Actualizado 18 febrero 2015
El "doodle"
de Google, el dibujo animado que homenajea cada día en el buscador de
Internet una efeméride, se ha fijado este 18 de febrero en el 270º aniversario del nacimiento del científico católico Alessandro Volta, inventor de la pila eléctrica.
Albert Einstein declaró en cierta ocasión que la "base fundamental de toda invención moderna" fue precisamente la creación de la pila eléctrica. Antes de ella, no había forma de almacenar electricidad, y ésta sólo se podía generar poniendo en marcha máquinas enormes con discos que se frotaban creando electricidad estática que se detenía en cuanto se paraban los discos.
Almacenar electricidad, y dominar así la energía eléctrica, fue la gran obra en 1799 del italiano Alessandro Volta, hombre de ciencia práctico y autodidacta, y cristiano fervoroso toda su vida, de misa y rosario diario, enemigo de las corrientes que intentaban mezclar magia y ciencia (cosa frecuente aún en el cambio del siglo XVIII al XIX) e inmune a la presiones anticlericales y anticatólicas del Enciclopedismo y la Revolución francesa.
Le costó empezar a hablar... luego fue genial
Su madre era hija de conde; su padre, de la alta burguesía. Al niño le costó hablar, y hasta los 7 años aún lo hacía con dificultades, pero luego su inteligencia despegó. Estudió con los jesuitas, tenía un genial interés en la investigación de la naturaleza y la física y a los 13 años dominaba el francés.
Su padre murió siendo él niño y con la familia empobrecida. Les apoyaron dos tíos clérigos: un canónigo y dos archidiáconos. Dos de sus hermanas se harían monjas. De sus hermanos, dos serían sacerdotes en la catedral de Como y otro sería dominico.
Los jesuitas vieron que el joven Volta tenía una espiritualidad sincera y profunda y tantearon su posible vocación religiosa, pero parte de la familia presionó para alejarlo de los ambientes jesuitas y acercarlo a estudios de leyes. Cuando acabó su bachillerato, Alessandro empezó su etapa de científico autodidacta.
Electricidad y magnetismo, juntos
En 1769, con 24 años, publicó su primer trabajo sobre electricidad y magnetismo, que veía que eran fuerzas relacionadas: De vi attractiva ignis elettrici ac phaenomenis independentibus. Dos años después diseña una máquina que genera electricidad estática "con discos y aislantes de madera bien tostados".
En 1775 construye una máquina que genera electricidad sin necesidad de fricción, que llamó "electróforo perpetuo" y enseguida se usó en todos los laboratorios físicos de Europa, haciendo famoso a Volta.
Albert Einstein declaró en cierta ocasión que la "base fundamental de toda invención moderna" fue precisamente la creación de la pila eléctrica. Antes de ella, no había forma de almacenar electricidad, y ésta sólo se podía generar poniendo en marcha máquinas enormes con discos que se frotaban creando electricidad estática que se detenía en cuanto se paraban los discos.
Almacenar electricidad, y dominar así la energía eléctrica, fue la gran obra en 1799 del italiano Alessandro Volta, hombre de ciencia práctico y autodidacta, y cristiano fervoroso toda su vida, de misa y rosario diario, enemigo de las corrientes que intentaban mezclar magia y ciencia (cosa frecuente aún en el cambio del siglo XVIII al XIX) e inmune a la presiones anticlericales y anticatólicas del Enciclopedismo y la Revolución francesa.
Le costó empezar a hablar... luego fue genial
Su madre era hija de conde; su padre, de la alta burguesía. Al niño le costó hablar, y hasta los 7 años aún lo hacía con dificultades, pero luego su inteligencia despegó. Estudió con los jesuitas, tenía un genial interés en la investigación de la naturaleza y la física y a los 13 años dominaba el francés.
Su padre murió siendo él niño y con la familia empobrecida. Les apoyaron dos tíos clérigos: un canónigo y dos archidiáconos. Dos de sus hermanas se harían monjas. De sus hermanos, dos serían sacerdotes en la catedral de Como y otro sería dominico.
Los jesuitas vieron que el joven Volta tenía una espiritualidad sincera y profunda y tantearon su posible vocación religiosa, pero parte de la familia presionó para alejarlo de los ambientes jesuitas y acercarlo a estudios de leyes. Cuando acabó su bachillerato, Alessandro empezó su etapa de científico autodidacta.
Electricidad y magnetismo, juntos
En 1769, con 24 años, publicó su primer trabajo sobre electricidad y magnetismo, que veía que eran fuerzas relacionadas: De vi attractiva ignis elettrici ac phaenomenis independentibus. Dos años después diseña una máquina que genera electricidad estática "con discos y aislantes de madera bien tostados".
En 1775 construye una máquina que genera electricidad sin necesidad de fricción, que llamó "electróforo perpetuo" y enseguida se usó en todos los laboratorios físicos de Europa, haciendo famoso a Volta.
En 1799 crea la pila eléctrica, la comunica en 1800 en la Royal Society
de Londres y la presenta en 1801 en el Institut de France, frente a
Napoleón Bonaparte. Parece que Napoléon, en uno de sus gestos
rimbombantes, raspó una inscripción en la biblioteca del Institut en la
que se leía "Al gran Voltaire", quitando las tres últimas letras, para que se leyese "Al gran Volta".
Hombre sencillo y cercano
Alessandro Volta era ágil a la hora de publicar y difundir sus hallazgos y reclamar sus méritos, pero lo hacía sin polémicas gruesas, sin subir la voz y sin recurrir nunca a juicios y tribunales. Le gustaba tratarse con los campesinos de su tierra, comer con ellos y servirse con las manos en una época de nobles rococós y perfumados. Escribió, siendo ya famoso: "De entre las muchas cosas que deberían procurarme placer y que son hasta demasiado lisonjeras, yo no me jacto creyéndome más de lo que soy; a la vida acomodada por una vana gloria prefiero la tranquilidad de la vida doméstica".
Después de amores atormentados de juventud, se casó muy tarde, con 49 años, tuvo tres hijos y fue reconocido como buen padre y marido, volcado en su familia hasta que murió anciano, 33 años después.
El canónigo Gattoni, que lo conocía bien, escribió de él: "Raro carácter el de Volta que nunca se exaltaba; que no miraba de arriba abajo a nadie, como es costumbre de ciertos sabios; que era familiar, afable con todos, conformándose a la capacidad de cada uno sin desprecio; y que era deseado en cada clase social como alma vivificante de la sociedad. Sé quien se hizo su amigo, y traicionó su secreto, pero de él nadie pudo dolerse”.
Cantù, uno de sus biógrafos, escribió: " Escuchándolo conversar con su criada o charlando entre campesinos y con obreros, apenas habrías creído al afamado que era, sí le rebosaban aquellas bromas, que manan a menudo de un ánimo o soso o malvado, pero que de su labio llovían sin ofender a nadie, si no para recrear a un espíritu en los estudios cansado".
No le gustaba el uso de términos mágicos o esotéricos que muchos usaban en ámbitos académicos. En una carta de 1776 escribió: "Me asustó el título de un libro que me vino hacía tiempo de entre las manos: ´Archontologia Cósmica´. Me gustan los términos técnicos, los vocablos científicos, pero querría a veces que tuviesen menos de mágico, por no decir de diabólico". Se quejaba aquí del uso de palabras como "archontes", que son un tipo de ángeles o potestades espirituales, más ligados a libros de gnosticismo y brujería que al cristianismo.
Misa y rosario diarios
En sus cartas queda clara su vida espiritual intensa: Misa cotidiana, confesión y comunión frecuente, rezo cotidiano del rosario, estudios bíblico-teológicos y apologéticos...
Incluso siendo ya famoso dedicó tiempo como catequista para niños en la parroquia de San Donnino en Como.
Cantù lo describió así: "Encariñado con su religión, no sólo por costumbre, sino por sus largas meditaciones, no descuidó la delicia de la oración y las formas exteriores del culto, tampoco cuando la moda impuso que cada hombre no vulgar debiera no nutrir o mostrar desprecio por lo que un tiempo era sagrado a los padres".
Silvio Pellico, que era preceptor de los hijos de los condes Porri y era prácticamente ateo, quedó impresionado por una charla sobre la fe que tuvo con Volta y sembró en él las semillas de la fe, que llevarían a su conversión años después, como contaría Pellico en una carta de 1815.
"Estoy seguro de nunca haber dejado la fe"
Volta mismo escribió al canónigo Ciceri de su ciudad de Como admitiendo que en su vida cometió pecados, pero intentó ser siempre fiel a la fe: "He faltado, es cierto, en las buenas obras de cristiano católico y soy culpable de muchas culpas, pero por gracia especial de Dios no me parece de haber faltado gravemente de fe, y estoy seguro de no haberla abandonado nunca. Si aquellas culpas y desórdenes míos han dado lugar a sospechar en mí también la incredulidad, declaro abiertamente a cada cual y estoy listo a declarar en cada encuentro, y a toda costa, que he tenido siempre y tengo por única verdadera e infalible esta Santa Religión, agradeciendo sin fin al buen Dios de haberme infundido tal fe en que me propongo vivir y morir con firme esperanza de conseguir la vida eterna."
En 1814 murió su hijo mediano, que tenía 18 años y parecía poder ser su heredero intelectual. Se hundía el mundo napoleónico. Fue abandonando el mundo público y sus honores, se centró en intensificar su unión con Dios, apartado en su granja de campo en Camnago desde 1819 y murió allí en 1827.
Hombre sencillo y cercano
Alessandro Volta era ágil a la hora de publicar y difundir sus hallazgos y reclamar sus méritos, pero lo hacía sin polémicas gruesas, sin subir la voz y sin recurrir nunca a juicios y tribunales. Le gustaba tratarse con los campesinos de su tierra, comer con ellos y servirse con las manos en una época de nobles rococós y perfumados. Escribió, siendo ya famoso: "De entre las muchas cosas que deberían procurarme placer y que son hasta demasiado lisonjeras, yo no me jacto creyéndome más de lo que soy; a la vida acomodada por una vana gloria prefiero la tranquilidad de la vida doméstica".
Después de amores atormentados de juventud, se casó muy tarde, con 49 años, tuvo tres hijos y fue reconocido como buen padre y marido, volcado en su familia hasta que murió anciano, 33 años después.
El canónigo Gattoni, que lo conocía bien, escribió de él: "Raro carácter el de Volta que nunca se exaltaba; que no miraba de arriba abajo a nadie, como es costumbre de ciertos sabios; que era familiar, afable con todos, conformándose a la capacidad de cada uno sin desprecio; y que era deseado en cada clase social como alma vivificante de la sociedad. Sé quien se hizo su amigo, y traicionó su secreto, pero de él nadie pudo dolerse”.
Cantù, uno de sus biógrafos, escribió: " Escuchándolo conversar con su criada o charlando entre campesinos y con obreros, apenas habrías creído al afamado que era, sí le rebosaban aquellas bromas, que manan a menudo de un ánimo o soso o malvado, pero que de su labio llovían sin ofender a nadie, si no para recrear a un espíritu en los estudios cansado".
No le gustaba el uso de términos mágicos o esotéricos que muchos usaban en ámbitos académicos. En una carta de 1776 escribió: "Me asustó el título de un libro que me vino hacía tiempo de entre las manos: ´Archontologia Cósmica´. Me gustan los términos técnicos, los vocablos científicos, pero querría a veces que tuviesen menos de mágico, por no decir de diabólico". Se quejaba aquí del uso de palabras como "archontes", que son un tipo de ángeles o potestades espirituales, más ligados a libros de gnosticismo y brujería que al cristianismo.
Misa y rosario diarios
En sus cartas queda clara su vida espiritual intensa: Misa cotidiana, confesión y comunión frecuente, rezo cotidiano del rosario, estudios bíblico-teológicos y apologéticos...
Incluso siendo ya famoso dedicó tiempo como catequista para niños en la parroquia de San Donnino en Como.
Cantù lo describió así: "Encariñado con su religión, no sólo por costumbre, sino por sus largas meditaciones, no descuidó la delicia de la oración y las formas exteriores del culto, tampoco cuando la moda impuso que cada hombre no vulgar debiera no nutrir o mostrar desprecio por lo que un tiempo era sagrado a los padres".
Silvio Pellico, que era preceptor de los hijos de los condes Porri y era prácticamente ateo, quedó impresionado por una charla sobre la fe que tuvo con Volta y sembró en él las semillas de la fe, que llevarían a su conversión años después, como contaría Pellico en una carta de 1815.
"Estoy seguro de nunca haber dejado la fe"
Volta mismo escribió al canónigo Ciceri de su ciudad de Como admitiendo que en su vida cometió pecados, pero intentó ser siempre fiel a la fe: "He faltado, es cierto, en las buenas obras de cristiano católico y soy culpable de muchas culpas, pero por gracia especial de Dios no me parece de haber faltado gravemente de fe, y estoy seguro de no haberla abandonado nunca. Si aquellas culpas y desórdenes míos han dado lugar a sospechar en mí también la incredulidad, declaro abiertamente a cada cual y estoy listo a declarar en cada encuentro, y a toda costa, que he tenido siempre y tengo por única verdadera e infalible esta Santa Religión, agradeciendo sin fin al buen Dios de haberme infundido tal fe en que me propongo vivir y morir con firme esperanza de conseguir la vida eterna."
En 1814 murió su hijo mediano, que tenía 18 años y parecía poder ser su heredero intelectual. Se hundía el mundo napoleónico. Fue abandonando el mundo público y sus honores, se centró en intensificar su unión con Dios, apartado en su granja de campo en Camnago desde 1819 y murió allí en 1827.
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