Un misionero camerunés con los afectados por riadas en Perú
El padre Kameni, misionero camerunés en Perú, con un niño de Santa Eulalia, zona dañada por graves riadas la pasada primavera |
Renzo Gómez Vega / LaRepublica.pe 21 noviembre 2015
|
(Este artículo, publicado en marzo
de 2015 en el dominical del diario peruano La República con el título
´Un pastor venido del África´, ha sido recientemente galardonado con
el Premio Nacional de Periodismo ´Cardenal Juan Landázuri Ricketts´, que
la Conferencia Episcopal Peruana concede cada año a periodistas y
estudiantes que a través de sus producciones y trabajos resalten la
labor de la Iglesia y los valores y dignidad de la persona).
Una larguísima fila de gente, a la espera de víveres, acaba de deshacerse ante la presencia de un hombre. Muchas madres, con sus hijos en brazos o amarrados a sus espaldas, se le acercan.
-Padrecito, cargue a mi hijito, por favor.
-Al mío también, bendígamelo que está decaído.
Las voces se multiplican. Todas piden lo mismo: que aquel hombre negro y macizo, de cabello al ras y lentes gruesos, sujete por unos instantes a sus bebés y, de paso, les dibuje una cruz imaginaria en la frente.
“Existe la creencia de que cuando alguien de raza negra carga a un bebé se cura o ya no se vuelve a enfermar”, me dice Paulin Joachin Kameni (40), el tipo del aura bendita, el sacerdote de la Parroquia Santa Eulalia, una de las más grandes de la sierra limeña, que agrupa a 22 comunidades.
El sol tirano ejerce dominio sobre Cashahuacra, un pueblo asentado sobre las laderas de un cerro, ubicado en la margen derecha del río Santa Eulalia. Esta fue una de las 13 quebradas que se activaron el lunes 23, y desde donde descendió una avalancha de piedras y lodo, que dejó 600 viviendas afectadas en Chosica y Santa Eulalia.
De eso, hace ya diez días. Debido a los trabajos de remoción de escombros, el paso del huaico solo es notorio en algunas zonas, como el profundo surco de rocones acumulados debajo del puente, donde no hay rastros de agua.
Es jueves, Jueves Santo, el día de la celebración de la Última Cena en la que, según las enseñanzas bíblicas, Jesús le lavó los pies a sus doce discípulos.
“Es un mensaje de caridad. Con esa acción, Jesús les quiso decir: hagan con los demás lo que hice con ustedes”, explica el padre, cuyos fieles han castellanizado su nombre y lo llaman Joaquín.
Mientras tanto, un par de camionetas, autos y mototaxis se estacionan, levantando una polvareda. Todos cargando enlatados, ropa y botellones de agua que personas con mascarillas se alistan a repartir. “Eso es caridad", anota el cura.
Llamado de Perú
Hasta los 20 años, Paulin Joachin Kameni quería ser periodista. Le emocionaba la idea de aparecer en las pantallas, de verse narrando noticias en esos bodoques de madera llamados televisores que llegaron a Camerún, su país natal, recién en la segunda mitad de los ochenta.
Kameni es de Bafang, una ciudad de 30 mil habitantes al oeste de Camerún, uno de los países con menor desarrollo en el mundo. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 50.6% de la población vive con menos de dos dólares al día. Una calamidad.
No era el caso de Kameni, mayor de siete hermanos, pues su familia pertenece a la etnia Bamileke conocidos como los ´chinos de África´ por su habilidad para los negocios y el comercio.
De alguna manera, estaba forzado a continuar el legado familiar. Pero su fe lo llevaría por caminos opuestos.
A Kameni le es difícil explicar su vocación. No era de ir a misa ni rezar. Tampoco recuerda una gran crisis existencial. Lo que sí recuerda es un ligero temor a desaprobar el bachillerato que lo hizo ingresar a un grupo vocacional y, posteriormente, conocer a los hermanos de la Congregación de los Hijos de la Inmaculada Concepción.
De pronto, sin darse cuenta, rezaba a diario, comulgaba, leía la Biblia y se puso a reflexionar sobre su vida. A sus padres no les dijo directamente que quería ser sacerdote sino que iba a formarse en el seminario. Allí se convencería si era lo suyo. Solo debía esperar una señal, un llamado.
El llamado sería a un país desconocido de América del Sur en el cual se abriría una nueva sede de la Congregación. Era marzo de 2002, y Kameni pisaba el Perú.
"Camerún-Perú, España 82, buen equipo"
Lo primero que le dijeron los pobladores en sus primeros días, en Santa Eulalia, Huarochirí, al enterarse de que era camerunés le causó mucha gracia. “Ah, Camerún, claro. Camerún-Perú, España 82, buen equipo, eh”, le repetían.
España 82 es el último Mundial de Fútbol al que Perú ha asistido. Camerún fue nuestro primer rival. El partido, discreto, quedó empatado a cero, y ambos, luego, serían eliminados en primera fase.
Seguramente para él, que después vio a su país en seis mundiales, no significa nada. Sin embargo, aquí, por lo que cuenta, el recuerdo quedó fijo. Como los detalles que solo guardan las memorias de contadas victorias.
Durante cinco años, Kameni vivió en una casa prefabricada, en cuartos divididos por tabladillos de madera. Había que empezar de cero. Se ordenó como sacerdote en el Seminario Mayor ´San Martín de Porres´ de la Diócesis de Chosica, y desde febrero de 2008 está a cargo de la Parroquia Santa Eulalia, situada en la Plaza de Armas. Además está al frente de una de las cuatro Vicarías de Chosica.
“Esta Iglesia no era nada de lo que es hoy”, indica Kameni al ingresar al templo. En el 2009, con ayuda de Jerome Mi, compatriota suyo, remodelaron la Iglesia. Rellenaron y pintaron las paredes picadas, cambiaron el techo de calamina, refaccionaron el altar, instalaron otras bancas.
Con el tiempo, además, construyeron una casa para los hermanos de su congregación, un pequeño colegio en Cashahuacra, y una escuela técnica donde en dos años, a un costo mínimo, la juventud del valle puede recibirse como técnicos en costura, soldadura, informática o joyería.
“Él me trajo al Perú. Sin él nunca hubiera sabido qué es América Latina. Fue él y su carisma”. Kameni toca con su palma derecha la imagen de un hombre delgado y canoso, de túnica azul. Se trata del beato italiano Luigi María Monti, fundador de los Hijos de la Inmaculada Concepción en 1857. A Monti, huérfano de padre a los doce años, se le conoce como el Beato de la Caridad.
En la debilidad, fuerza
Kameni asegura que el huaico no lo sorprendió. Que la lluvia abundante, parecida a la del 2008 y el 2012, años donde hubo desastres de similares proporciones, era una clara señal.
Cuando finalmente la corriente de aguas marrones llegó, violenta, por la carretera, Kameni abrió la parroquia, que acabó convirtiéndose en un refugio, y después se fue a la plaza, donde intentó consolar a muchos que lo habían perdido todo.
“El Señor nos dice que en la debilidad está la fortaleza. Hay que aceptar la realidad y superarla. Llorar no va a regresarte tus cosas”, les decía.
En los días subsiguientes, montado en una camioneta, junto con su equipo, se ha encargado del acopio, recojo y distribución de las donaciones. Visita a los damnificados, de los que ha recibido extensas listas de peticiones, como la de Walter Aguirre (45), un carpintero que perdió su taller. Más que latas de atún, pide martillos, compresoras y serruchos para comenzar de nuevo. Kameni está haciendo las gestiones.
“Esta Semana Santa la pasaremos en comunidad. Por esta época, la gente se la pasaba en los clubes o de viaje. El desastre ha despertado fervor, compromiso y espíritu de caridad en el pueblo”.
El Domingo de Ramos, hace una semana, seis días luego de la catástrofe, la Iglesia estuvo repleta. Hoy, Domingo de Resurrección, espera lo mismo. “Oraré para que también se acuerden de Dios cuando todo marche bien”.
Una larguísima fila de gente, a la espera de víveres, acaba de deshacerse ante la presencia de un hombre. Muchas madres, con sus hijos en brazos o amarrados a sus espaldas, se le acercan.
-Padrecito, cargue a mi hijito, por favor.
-Al mío también, bendígamelo que está decaído.
Las voces se multiplican. Todas piden lo mismo: que aquel hombre negro y macizo, de cabello al ras y lentes gruesos, sujete por unos instantes a sus bebés y, de paso, les dibuje una cruz imaginaria en la frente.
“Existe la creencia de que cuando alguien de raza negra carga a un bebé se cura o ya no se vuelve a enfermar”, me dice Paulin Joachin Kameni (40), el tipo del aura bendita, el sacerdote de la Parroquia Santa Eulalia, una de las más grandes de la sierra limeña, que agrupa a 22 comunidades.
El sol tirano ejerce dominio sobre Cashahuacra, un pueblo asentado sobre las laderas de un cerro, ubicado en la margen derecha del río Santa Eulalia. Esta fue una de las 13 quebradas que se activaron el lunes 23, y desde donde descendió una avalancha de piedras y lodo, que dejó 600 viviendas afectadas en Chosica y Santa Eulalia.
De eso, hace ya diez días. Debido a los trabajos de remoción de escombros, el paso del huaico solo es notorio en algunas zonas, como el profundo surco de rocones acumulados debajo del puente, donde no hay rastros de agua.
Es jueves, Jueves Santo, el día de la celebración de la Última Cena en la que, según las enseñanzas bíblicas, Jesús le lavó los pies a sus doce discípulos.
“Es un mensaje de caridad. Con esa acción, Jesús les quiso decir: hagan con los demás lo que hice con ustedes”, explica el padre, cuyos fieles han castellanizado su nombre y lo llaman Joaquín.
Mientras tanto, un par de camionetas, autos y mototaxis se estacionan, levantando una polvareda. Todos cargando enlatados, ropa y botellones de agua que personas con mascarillas se alistan a repartir. “Eso es caridad", anota el cura.
Llamado de Perú
Hasta los 20 años, Paulin Joachin Kameni quería ser periodista. Le emocionaba la idea de aparecer en las pantallas, de verse narrando noticias en esos bodoques de madera llamados televisores que llegaron a Camerún, su país natal, recién en la segunda mitad de los ochenta.
Kameni es de Bafang, una ciudad de 30 mil habitantes al oeste de Camerún, uno de los países con menor desarrollo en el mundo. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el 50.6% de la población vive con menos de dos dólares al día. Una calamidad.
No era el caso de Kameni, mayor de siete hermanos, pues su familia pertenece a la etnia Bamileke conocidos como los ´chinos de África´ por su habilidad para los negocios y el comercio.
De alguna manera, estaba forzado a continuar el legado familiar. Pero su fe lo llevaría por caminos opuestos.
A Kameni le es difícil explicar su vocación. No era de ir a misa ni rezar. Tampoco recuerda una gran crisis existencial. Lo que sí recuerda es un ligero temor a desaprobar el bachillerato que lo hizo ingresar a un grupo vocacional y, posteriormente, conocer a los hermanos de la Congregación de los Hijos de la Inmaculada Concepción.
De pronto, sin darse cuenta, rezaba a diario, comulgaba, leía la Biblia y se puso a reflexionar sobre su vida. A sus padres no les dijo directamente que quería ser sacerdote sino que iba a formarse en el seminario. Allí se convencería si era lo suyo. Solo debía esperar una señal, un llamado.
El llamado sería a un país desconocido de América del Sur en el cual se abriría una nueva sede de la Congregación. Era marzo de 2002, y Kameni pisaba el Perú.
"Camerún-Perú, España 82, buen equipo"
Lo primero que le dijeron los pobladores en sus primeros días, en Santa Eulalia, Huarochirí, al enterarse de que era camerunés le causó mucha gracia. “Ah, Camerún, claro. Camerún-Perú, España 82, buen equipo, eh”, le repetían.
España 82 es el último Mundial de Fútbol al que Perú ha asistido. Camerún fue nuestro primer rival. El partido, discreto, quedó empatado a cero, y ambos, luego, serían eliminados en primera fase.
Seguramente para él, que después vio a su país en seis mundiales, no significa nada. Sin embargo, aquí, por lo que cuenta, el recuerdo quedó fijo. Como los detalles que solo guardan las memorias de contadas victorias.
Durante cinco años, Kameni vivió en una casa prefabricada, en cuartos divididos por tabladillos de madera. Había que empezar de cero. Se ordenó como sacerdote en el Seminario Mayor ´San Martín de Porres´ de la Diócesis de Chosica, y desde febrero de 2008 está a cargo de la Parroquia Santa Eulalia, situada en la Plaza de Armas. Además está al frente de una de las cuatro Vicarías de Chosica.
“Esta Iglesia no era nada de lo que es hoy”, indica Kameni al ingresar al templo. En el 2009, con ayuda de Jerome Mi, compatriota suyo, remodelaron la Iglesia. Rellenaron y pintaron las paredes picadas, cambiaron el techo de calamina, refaccionaron el altar, instalaron otras bancas.
Con el tiempo, además, construyeron una casa para los hermanos de su congregación, un pequeño colegio en Cashahuacra, y una escuela técnica donde en dos años, a un costo mínimo, la juventud del valle puede recibirse como técnicos en costura, soldadura, informática o joyería.
“Él me trajo al Perú. Sin él nunca hubiera sabido qué es América Latina. Fue él y su carisma”. Kameni toca con su palma derecha la imagen de un hombre delgado y canoso, de túnica azul. Se trata del beato italiano Luigi María Monti, fundador de los Hijos de la Inmaculada Concepción en 1857. A Monti, huérfano de padre a los doce años, se le conoce como el Beato de la Caridad.
En la debilidad, fuerza
Kameni asegura que el huaico no lo sorprendió. Que la lluvia abundante, parecida a la del 2008 y el 2012, años donde hubo desastres de similares proporciones, era una clara señal.
Cuando finalmente la corriente de aguas marrones llegó, violenta, por la carretera, Kameni abrió la parroquia, que acabó convirtiéndose en un refugio, y después se fue a la plaza, donde intentó consolar a muchos que lo habían perdido todo.
“El Señor nos dice que en la debilidad está la fortaleza. Hay que aceptar la realidad y superarla. Llorar no va a regresarte tus cosas”, les decía.
En los días subsiguientes, montado en una camioneta, junto con su equipo, se ha encargado del acopio, recojo y distribución de las donaciones. Visita a los damnificados, de los que ha recibido extensas listas de peticiones, como la de Walter Aguirre (45), un carpintero que perdió su taller. Más que latas de atún, pide martillos, compresoras y serruchos para comenzar de nuevo. Kameni está haciendo las gestiones.
“Esta Semana Santa la pasaremos en comunidad. Por esta época, la gente se la pasaba en los clubes o de viaje. El desastre ha despertado fervor, compromiso y espíritu de caridad en el pueblo”.
El Domingo de Ramos, hace una semana, seis días luego de la catástrofe, la Iglesia estuvo repleta. Hoy, Domingo de Resurrección, espera lo mismo. “Oraré para que también se acuerden de Dios cuando todo marche bien”.
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