Isabel la Católica fue clave en su conversión
Padre José Luis Rubio Willen |
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo/ Alfa y Omega 30 enero 2016
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José Luis Rubio Willen, párroco de El Carpio (Valladolid), tiene 69 años y los últimos nueve los ha vivido como sacerdote. Antes tuvo otra vida: fue locutor de radio, cantante de un grupo de música, director de documentales, modelo y fotógrafo en la Pasarela Cibeles, dueño de varias discotecas y tiendas de surf, pionero del tecno en Castilla León…
“Este ha probado de todo, pero ya se cansará…”,
decían de él cuando se ordenó sacerdote, pero José Luis Rubio hoy
afirma: “Dios tenía guardado para mí este final. Moriré sacerdote”.
Oriundo de Granada, la familia de José Luis llegó a Valladolid
cuando él era pequeño, y ya de joven empezaron a despuntar en él las
inquietudes artísticas. “En 1967 se inauguró la emisora Cope en
Valladolid, y me avisaron para llevar la parte juvenil, lo que después
fue cadena 100, entrevistando a los grupos de entonces, Los Brincos, el Dúo Dinámico, Los Bravos…”.
Isabel la Católica, clave en su conversión
Después tuvo varias discotecas, introduciendo el tecno en Castilla León;
más tarde trabajó como modelo y fotógrafo en el embrión de la pasarela
Cibeles; fue cantante en un grupo de música en el que grabó varios
discos; dirigió varios documentales para una productora en la que fue
compañero de Pedro Almodóvar… hasta que llegó a su vida la causa de canonización de Isabel la Católica.
Con ocasión del quinto centenario de la muerte de Isabel de
Castilla, llamaron a José Luis para participar en los actos de homenaje.
“Yo entonces era como cualquier chico normal de ahora, pero mi familia
era muy creyente, y ‘la leche que se mama nunca se derrama’. Al ir relacionándome de nuevo con las cosas de la religión, empecé a notar que me sentía muy a gusto”.
También influyó en su vocación un crimen que se cometió en
Valladolid: “una persona cercana a un chico que había cometido un delito
grave vino a verme para que hablara con él. Ese chico estaba pagando
cárcel y le martilleaba la conciencia lo que había hecho; yo entonces le llevé a ver a un sacerdote,
Francisco Cerro, hoy obispo de Cáceres, y se confesó y se quedó
tranquilo. Esto me hizo mucho pensar en lo que es la vida, lo seria que
es la vida”.
La ayuda de un sacerdote que hoy es obispo
Poco después, y con ayuda de monseñor Cerro, entró en el seminario y al cabo de cuatro años recibió la ordenación sacerdotal, al convalidarle los estudios que había realizado de joven. Hoy, José Luis Rubio Willen es párroco en varios pueblos en los que él había sido empresario de pubs y discotecas, y donde “me han recibido con mucha normalidad”. Reconoce también que “si de joven me lo pasé muy bien, de sacerdote sigo pasándomelo muy bien”.
Poco después, y con ayuda de monseñor Cerro, entró en el seminario y al cabo de cuatro años recibió la ordenación sacerdotal, al convalidarle los estudios que había realizado de joven. Hoy, José Luis Rubio Willen es párroco en varios pueblos en los que él había sido empresario de pubs y discotecas, y donde “me han recibido con mucha normalidad”. Reconoce también que “si de joven me lo pasé muy bien, de sacerdote sigo pasándomelo muy bien”.
José Luis afirma también que “para llegar a los jóvenes es importantísimo el carisma, como ha sucedido siempre a lo largo de la historia de la Iglesia. Yo sigo trabajando con los jóvenes, los que hoy salen por la noche, porque Dios también está en la noche. Dios está en el corazón de las personas. Yo he estado en ese mundo, y eso les atrae, me hacen preguntas”.
El cuerpo a cuerpo con los jóvenes
Él ve a los jóvenes de hoy “parecidos a los de antes, porque la juventud siempre ha buscado y corrido riesgos. Por eso para llegar a ellos hace falta el cuerpo a cuerpo,
tener mucha personalidad y corazón, mucho carisma. Para llegar a los
jóvenes es necesario haber sido joven como ellos, haber tenido los
pecados que tienen ellos. Y yo no sé dónde llevará Dios a la Iglesia,
pero el poder de los laicos ha de ser cada vez más importante. Y la
familia es algo clave”.
En cualquier caso, al echar la vista atrás, José Luis reconoce que “yo
duraba poco en las cosas, y he conocido la causa después, ya de
sacerdote: que lo que me tenía guardado Dios en mi vida era este final. Como con San Agustín”.
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