Melissa Ohden
Melissa Ohden |
Nadie
habría dado un centavo por ella cuando en 1977 fue abortada mediante
solución salina con apenas siete meses de gestación y logró sobrevivir
Actualizado 24 mayo 2015
Nadie habría dado un centavo por ella cuando en 1977 fue abortada mediante solución salina con apenas siete meses de gestación y logró sobrevivir.
Licenciada en trabajo social, Melissa Ohden colabora en campos como la violencia de género y sexual o la salud mental. Pero, sobre todo, es abanderada de la causa pro vida y está muy comprometida en la atención y apoyo a la mujer embarazada.
"Una decisión tomada en un momento puede tener una gran repercusión en mucha gente, en su vida y, también, en su muerte”. Compagina su trabajo con la atención a la familia y a su preciosa hija de cuatro años.
- ¿Cuándo se enteró de que era una superviviente del aborto?
- Tenía 14 años. Mis padres no tenían intención de que lo supiera pero la verdad salió a la luz a raíz del embarazo inesperado de mi hermana mayor. Le estaré siempre agradecida porque, a pesar de su juventud y del trauma que imagino supondría en su vida de adolescente, tuvo el valor de contárselo a nuestros padres, venciendo sus miedos y preocupaciones. Fue entonces cuando decidieron explicarme la verdad sobre mi vida y supervivencia.
Hace veintiún años, en una fría noche de otoño, mi hermana insinuó que había algo que yo no sabía sobre mi vida y mi familia. Esa misma noche, mi madre pronunció las palabras que han cambiado para siempre mi vida y mi mundo: "Tu madre tuvo un aborto durante su embarazo y tú sobreviviste a él".
- ¿Cómo se explica la paradoja de que se practiquen abortos en tempranas etapas del desarrollo fetal y que a los bebés prematuros se les practiquen las mayores atenciones para mantenerlos con vida?
- Suelo decir que yo soy la misma persona ahora, cuando fui abortada sin éxito, y también en el mismo momento de la concepción. Simplemente, me encuentro en una etapa distinta de mi desarrollo como persona. Existe un argumento común según el cual el aborto tardío, como el ocurrido en mi caso, está mal; en cambio es aceptable en un estadio más temprano del embarazo o bajo ciertas condiciones, como la violación o el incesto, el peligro para la salud del niño o de la madre. Lo que he dicho sobre quién soy y el desarrollo de mi persona sirve para constatar la falta de lógica que conlleva la argumentación abortista. ¿Habría sido mejor, o simplemente aceptable, el hecho de haber sido eliminada en las primeras semanas de mi vida?
Como madre que ha perdido a un niño con importantes limitaciones físicas, en un aborto natural a las once semanas de gestación, puedo decir que la vida de este hijo mío es tan importante y preciosa para mí como la de mi hija Olive, de 4 años. El hecho de que muriera en el útero no niega la realidad de su existencia desde la concepción, ni de que fuera ya un nuevo ser humano absolutamente distinto. Sabemos quién creó esa vida y que no nos corresponde a nosotros, seres humanos, ni decidir ni disponer sobre ella.
- Sus padres biológicos intentaron abortarla. ¿Les guarda algún rencor?
- No les guardo ningún rencor, ni siento resentimiento o enfado contra nadie en este mundo que haya realizado o participado en un aborto. No quiero constituirme en juez de nadie. Lo que estoy llamada a hacer es amar a los demás, como yo también he sido amada y perdonar como yo misma he sido perdonada. Exactamente eso es lo que he hecho y continuaré haciendo en mi familia y con todos aquellos que de alguna forma participan en un aborto.
- Dice que los más jóvenes entienden mejor que los adultos la maldad que supone el aborto. ¿Puede contarnos alguna experiencia personal?
- En Estados Unidos y en el mundo en general, vemos que la gente joven se apasiona y se implica enormemente en proteger la vida. No hace mucho estaba dando una conferencia en Chicago, y en la sala había tres mesas llenas de estudiantes de secundaria vinculados a movimientos pro vida, que estaban allí para dar su apoyo. Estos jóvenes, como muchos otros, entienden que toda vida cuenta y merece ser protegida desde el primer momento de la concepción hasta su muerte natural y emplean los talentos y posibilidades que Dios les ha dado en su lucha en favor de la vida.
Más supervivientes
- ¿Conoce alguna otra persona que haya sobrevivido a un aborto?
- Desde que di el primer paso en 2007, he ido conociendo casos similares y la respuesta sorprendente suele ser: "Pensaba que yo era el único". Así me sentí durante bastantes años, hasta que en 1997 supe de la historia de Gianna Jessen. El hecho de saber que había alguien más en mi situación con quien compartir la experiencia de haber sobrevivido a un aborto cambió mi vida por completo y me dio el coraje que necesitaba para dar el paso decisivo.
Sé de un centenar de casos parecidos, la mayoría en Estados Unidos, pero otros también en Canadá, Australia, Europa y África. Algunos con secuelas importantes. Muchos de ellos han vivido sin haber comentado con nadie —salvo en su entorno más inmediato— las peculiaridades de su procedencia. Puedo comprenderlo... De hecho, yo también tuve la tentación de vivir al margen del interés público, pero no podía soportar la idea de presentarme un día ante Dios y decir: "Lo siento, siento no haber sido lo suficientemente fuerte o capaz para hacer aquello para lo que Tú me salvaste".
La intervención de Dios en mi vida fue tan vigorosa que sabía que tenía un cometido particular que llevar a cabo. En www.theabortionsurvivors.com hay detalles sobre muchas de estas historias.
Estuvo 120 horas luchando por vivir
- ¿En qué consiste el método abortivo que practicaron con usted?
- Consiste en la inyección de una solución salina dentro del líquido amniótico con la intención de escaldar al bebé hasta su muerte (de ahí las fotografías que existen de niños ennegrecidos por las quemaduras).
Es un procedimiento terrible para un bebé: ¡ser quemado vivo dentro del vientre de su madre! Del mismo modo, lo considero horroroso e insoportable para la mujer, sintiendo cómo su hijo se agita en el vientre, mientras se está muriendo.
La infusión salina suele durar unas 12 horas pero el proceso en mi madre duró más de lo previsto, cinco días enteros, en los que estuve nadando dentro de la solución letal. Fui abortada al quinto día del procedimiento y el personal sanitario creyó que la intervención había sido un éxito. Sus palabras —según comunicó posteriormente a mis padres adoptivos el asistente social que se encargó de mi adopción— fueron: "La dejamos de lado porque no pensamos que fuera a sobrevivir". Es decir, fui abandonada con el fin de ser eliminada más tarde. Fue un regalo de Dios que ese día yo no sufriera el mismo destino que otros millones de niños que han sido abortados por el método salino.
Aquel día, una enfermera que estaba atendiendo a mi madre biológica después del aborto, oyó los débiles gemidos y leves movimientos que yo estaba haciendo en la fría habitación del hospital; entonces se dio cuenta de que el aborto había resultado fallido. Afortunadamente, se inició una intervención médica de urgencia que me mantuvo con vida. Además de un peso escaso, sufrí graves problemas respiratorios y hepáticos, agarrotamientos... Tuve necesidad de múltiples transfusiones de sangre e incluso era casi incapaz de tragar con el biberón, así que tuvieron que alimentarme por vía intravenosa en la cabeza. Me trasladaron a un hospital mejor equipado y estuve tres meses en la unidad de cuidados intensivos para neonatos. Soy una de las personas más afortunadas en el mundo por haber sobrevivido a un aborto tan cruel, y sin secuelas.
Comprometida con la vida
- Como activista provida, ¿qué actividades realiza?
- Para mí ha supuesto una gran bendición haberme involucrado en esta labor. Aparte de mi trabajo en la Red de Supervivientes del Aborto, doy conferencias por Estados Unidos, Canadá y Australia. Escribo en revistas provida y en distintas organizaciones online, incluyendo el National Right to Life, y en Life News and LifeSiteNews. También me dedico a sensibilizar a la opinión pública y a la acción política, con grupos de EE.UU., Canadá y Australia. Durante las elecciones de 2012 en Estados Unidos, participé en un ambicioso anuncio publicitario con la Lista Susan B. Anthony (una importante organización provida americana) para educar a la gente en cuestiones de aborto, y responder al presidente Obama sobre su apoyo al aborto, incluso en niños que sobreviven a abortos fallidos. Este anuncio resultó ser muy influyente en la campaña y, aunque finalmente Obama fue reelegido, muchas personas quedaron impactadas y se animaron a fomentar la causa de la vida con mayor empeño.
Un cambio social
- ¿Cree usted que la sociedad americana está cambiando en relación al no nacido?
- Hay abundantes estudios que muestran que hoy existen más americanos que nunca que se identifican como partidarios de la vida. Muchos de ellos creen que es necesario que existan mayores restricciones en el acceso al aborto. Personalmente, a raíz de mi experiencia, puedo confirmar lo que estos estudios reflejan y lo que veo es que, cuanto más se eduque a la sociedad en el conocimiento de la realidad del aborto, en mayor medida esa misma gente verá la necesidad de transmitir este conocimiento a otras personas.
- ¿Qué recomendaría a quienes mantienen una actitud apática ante el aborto?
- Estos últimos años se ha hablado mucho sobre la apatía de muchos en relación a este tema, incluso dentro de un ambiente creyente. Me parece que en la raíz de esta actitud, a nivel individual se encuentra la percepción de que el asunto del aborto no les incumbe o no les afecta: que se interesen aquellos a quienes les importe, parecen decir. Sin embargo, en primer lugar, todos nos vemos afectados por la realidad del aborto, nos demos cuenta o no. Un estudio bien documentado indica que cada aborto impacta entre treinta y cuarenta personas.
En mi experiencia particular, he constatado que este número puede ser incluso mucho más elevado, y que esa cifra sigue incrementándose con el tiempo. Un aborto tiene un impacto que puede abarcar generaciones enteras. En segundo lugar, en lo relativo a personas religiosas que no se involucran activamente en la causa de la vida, creo que es uno de los asuntos que deberíamos tener más en cuenta. Las diferentes confesiones religiosas deben dar un paso al frente más decidido y emplearse con mayor energía.
- Los abortistas argumentan que esta cuestión es un tema religioso. ¿Cuál es su opinión?
- Soy una persona religiosa, cierto. Cuando me doy cuenta de que no hay razón médica alguna por la que he sobrevivido y que estoy perfectamente sana, cuando veo todas las cosas que Dios ha obrado en mi vida, le estoy profundamente agradecida y doy gracias a diario por todo lo que me regala continuamente. Aunque la fe es parte fundamental de mi vida, no es la fe la que me dice que aquel aborto al que me sometieron fuera incorrecto: Lo es por sí mismo. Ciertamente, desde una perspectiva religiosa, entendemos que es Dios quien nos da la vida y no somos quiénes para decidir si una vida merece o no ser vivida; aun así, terminar con la vida de un ser humano debería ser un motivo de preocupación para cualquier persona, sea religiosa o no.
Licenciada en trabajo social, Melissa Ohden colabora en campos como la violencia de género y sexual o la salud mental. Pero, sobre todo, es abanderada de la causa pro vida y está muy comprometida en la atención y apoyo a la mujer embarazada.
"Una decisión tomada en un momento puede tener una gran repercusión en mucha gente, en su vida y, también, en su muerte”. Compagina su trabajo con la atención a la familia y a su preciosa hija de cuatro años.
- ¿Cuándo se enteró de que era una superviviente del aborto?
- Tenía 14 años. Mis padres no tenían intención de que lo supiera pero la verdad salió a la luz a raíz del embarazo inesperado de mi hermana mayor. Le estaré siempre agradecida porque, a pesar de su juventud y del trauma que imagino supondría en su vida de adolescente, tuvo el valor de contárselo a nuestros padres, venciendo sus miedos y preocupaciones. Fue entonces cuando decidieron explicarme la verdad sobre mi vida y supervivencia.
Hace veintiún años, en una fría noche de otoño, mi hermana insinuó que había algo que yo no sabía sobre mi vida y mi familia. Esa misma noche, mi madre pronunció las palabras que han cambiado para siempre mi vida y mi mundo: "Tu madre tuvo un aborto durante su embarazo y tú sobreviviste a él".
- ¿Cómo se explica la paradoja de que se practiquen abortos en tempranas etapas del desarrollo fetal y que a los bebés prematuros se les practiquen las mayores atenciones para mantenerlos con vida?
- Suelo decir que yo soy la misma persona ahora, cuando fui abortada sin éxito, y también en el mismo momento de la concepción. Simplemente, me encuentro en una etapa distinta de mi desarrollo como persona. Existe un argumento común según el cual el aborto tardío, como el ocurrido en mi caso, está mal; en cambio es aceptable en un estadio más temprano del embarazo o bajo ciertas condiciones, como la violación o el incesto, el peligro para la salud del niño o de la madre. Lo que he dicho sobre quién soy y el desarrollo de mi persona sirve para constatar la falta de lógica que conlleva la argumentación abortista. ¿Habría sido mejor, o simplemente aceptable, el hecho de haber sido eliminada en las primeras semanas de mi vida?
Como madre que ha perdido a un niño con importantes limitaciones físicas, en un aborto natural a las once semanas de gestación, puedo decir que la vida de este hijo mío es tan importante y preciosa para mí como la de mi hija Olive, de 4 años. El hecho de que muriera en el útero no niega la realidad de su existencia desde la concepción, ni de que fuera ya un nuevo ser humano absolutamente distinto. Sabemos quién creó esa vida y que no nos corresponde a nosotros, seres humanos, ni decidir ni disponer sobre ella.
- Sus padres biológicos intentaron abortarla. ¿Les guarda algún rencor?
- No les guardo ningún rencor, ni siento resentimiento o enfado contra nadie en este mundo que haya realizado o participado en un aborto. No quiero constituirme en juez de nadie. Lo que estoy llamada a hacer es amar a los demás, como yo también he sido amada y perdonar como yo misma he sido perdonada. Exactamente eso es lo que he hecho y continuaré haciendo en mi familia y con todos aquellos que de alguna forma participan en un aborto.
- Dice que los más jóvenes entienden mejor que los adultos la maldad que supone el aborto. ¿Puede contarnos alguna experiencia personal?
- En Estados Unidos y en el mundo en general, vemos que la gente joven se apasiona y se implica enormemente en proteger la vida. No hace mucho estaba dando una conferencia en Chicago, y en la sala había tres mesas llenas de estudiantes de secundaria vinculados a movimientos pro vida, que estaban allí para dar su apoyo. Estos jóvenes, como muchos otros, entienden que toda vida cuenta y merece ser protegida desde el primer momento de la concepción hasta su muerte natural y emplean los talentos y posibilidades que Dios les ha dado en su lucha en favor de la vida.
Más supervivientes
- ¿Conoce alguna otra persona que haya sobrevivido a un aborto?
- Desde que di el primer paso en 2007, he ido conociendo casos similares y la respuesta sorprendente suele ser: "Pensaba que yo era el único". Así me sentí durante bastantes años, hasta que en 1997 supe de la historia de Gianna Jessen. El hecho de saber que había alguien más en mi situación con quien compartir la experiencia de haber sobrevivido a un aborto cambió mi vida por completo y me dio el coraje que necesitaba para dar el paso decisivo.
Sé de un centenar de casos parecidos, la mayoría en Estados Unidos, pero otros también en Canadá, Australia, Europa y África. Algunos con secuelas importantes. Muchos de ellos han vivido sin haber comentado con nadie —salvo en su entorno más inmediato— las peculiaridades de su procedencia. Puedo comprenderlo... De hecho, yo también tuve la tentación de vivir al margen del interés público, pero no podía soportar la idea de presentarme un día ante Dios y decir: "Lo siento, siento no haber sido lo suficientemente fuerte o capaz para hacer aquello para lo que Tú me salvaste".
La intervención de Dios en mi vida fue tan vigorosa que sabía que tenía un cometido particular que llevar a cabo. En www.theabortionsurvivors.com hay detalles sobre muchas de estas historias.
Estuvo 120 horas luchando por vivir
- ¿En qué consiste el método abortivo que practicaron con usted?
- Consiste en la inyección de una solución salina dentro del líquido amniótico con la intención de escaldar al bebé hasta su muerte (de ahí las fotografías que existen de niños ennegrecidos por las quemaduras).
Es un procedimiento terrible para un bebé: ¡ser quemado vivo dentro del vientre de su madre! Del mismo modo, lo considero horroroso e insoportable para la mujer, sintiendo cómo su hijo se agita en el vientre, mientras se está muriendo.
La infusión salina suele durar unas 12 horas pero el proceso en mi madre duró más de lo previsto, cinco días enteros, en los que estuve nadando dentro de la solución letal. Fui abortada al quinto día del procedimiento y el personal sanitario creyó que la intervención había sido un éxito. Sus palabras —según comunicó posteriormente a mis padres adoptivos el asistente social que se encargó de mi adopción— fueron: "La dejamos de lado porque no pensamos que fuera a sobrevivir". Es decir, fui abandonada con el fin de ser eliminada más tarde. Fue un regalo de Dios que ese día yo no sufriera el mismo destino que otros millones de niños que han sido abortados por el método salino.
Aquel día, una enfermera que estaba atendiendo a mi madre biológica después del aborto, oyó los débiles gemidos y leves movimientos que yo estaba haciendo en la fría habitación del hospital; entonces se dio cuenta de que el aborto había resultado fallido. Afortunadamente, se inició una intervención médica de urgencia que me mantuvo con vida. Además de un peso escaso, sufrí graves problemas respiratorios y hepáticos, agarrotamientos... Tuve necesidad de múltiples transfusiones de sangre e incluso era casi incapaz de tragar con el biberón, así que tuvieron que alimentarme por vía intravenosa en la cabeza. Me trasladaron a un hospital mejor equipado y estuve tres meses en la unidad de cuidados intensivos para neonatos. Soy una de las personas más afortunadas en el mundo por haber sobrevivido a un aborto tan cruel, y sin secuelas.
Comprometida con la vida
- Como activista provida, ¿qué actividades realiza?
- Para mí ha supuesto una gran bendición haberme involucrado en esta labor. Aparte de mi trabajo en la Red de Supervivientes del Aborto, doy conferencias por Estados Unidos, Canadá y Australia. Escribo en revistas provida y en distintas organizaciones online, incluyendo el National Right to Life, y en Life News and LifeSiteNews. También me dedico a sensibilizar a la opinión pública y a la acción política, con grupos de EE.UU., Canadá y Australia. Durante las elecciones de 2012 en Estados Unidos, participé en un ambicioso anuncio publicitario con la Lista Susan B. Anthony (una importante organización provida americana) para educar a la gente en cuestiones de aborto, y responder al presidente Obama sobre su apoyo al aborto, incluso en niños que sobreviven a abortos fallidos. Este anuncio resultó ser muy influyente en la campaña y, aunque finalmente Obama fue reelegido, muchas personas quedaron impactadas y se animaron a fomentar la causa de la vida con mayor empeño.
Un cambio social
- ¿Cree usted que la sociedad americana está cambiando en relación al no nacido?
- Hay abundantes estudios que muestran que hoy existen más americanos que nunca que se identifican como partidarios de la vida. Muchos de ellos creen que es necesario que existan mayores restricciones en el acceso al aborto. Personalmente, a raíz de mi experiencia, puedo confirmar lo que estos estudios reflejan y lo que veo es que, cuanto más se eduque a la sociedad en el conocimiento de la realidad del aborto, en mayor medida esa misma gente verá la necesidad de transmitir este conocimiento a otras personas.
- ¿Qué recomendaría a quienes mantienen una actitud apática ante el aborto?
- Estos últimos años se ha hablado mucho sobre la apatía de muchos en relación a este tema, incluso dentro de un ambiente creyente. Me parece que en la raíz de esta actitud, a nivel individual se encuentra la percepción de que el asunto del aborto no les incumbe o no les afecta: que se interesen aquellos a quienes les importe, parecen decir. Sin embargo, en primer lugar, todos nos vemos afectados por la realidad del aborto, nos demos cuenta o no. Un estudio bien documentado indica que cada aborto impacta entre treinta y cuarenta personas.
En mi experiencia particular, he constatado que este número puede ser incluso mucho más elevado, y que esa cifra sigue incrementándose con el tiempo. Un aborto tiene un impacto que puede abarcar generaciones enteras. En segundo lugar, en lo relativo a personas religiosas que no se involucran activamente en la causa de la vida, creo que es uno de los asuntos que deberíamos tener más en cuenta. Las diferentes confesiones religiosas deben dar un paso al frente más decidido y emplearse con mayor energía.
- Los abortistas argumentan que esta cuestión es un tema religioso. ¿Cuál es su opinión?
- Soy una persona religiosa, cierto. Cuando me doy cuenta de que no hay razón médica alguna por la que he sobrevivido y que estoy perfectamente sana, cuando veo todas las cosas que Dios ha obrado en mi vida, le estoy profundamente agradecida y doy gracias a diario por todo lo que me regala continuamente. Aunque la fe es parte fundamental de mi vida, no es la fe la que me dice que aquel aborto al que me sometieron fuera incorrecto: Lo es por sí mismo. Ciertamente, desde una perspectiva religiosa, entendemos que es Dios quien nos da la vida y no somos quiénes para decidir si una vida merece o no ser vivida; aun así, terminar con la vida de un ser humano debería ser un motivo de preocupación para cualquier persona, sea religiosa o no.
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