El concepto de persona, nacido y madurado en el cristianismo, contribuye a perseguir un desarrollo plenamente humano
Papa al congreso por los 50 años de la Populorum progressio (Osservatore © Romano) |
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 4 Abr. 2017).- El Santo Padre Francisco
ha recibido este martes en audiencia a los participantes en el congreso
promovido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano
Integral, con motivo del 50 aniversario de la encíclica Populorum progressio, que ha tenido lugar en el Vaticano del 3 al 4 de abril.
Sigue el discurso que el Papa dirigió a los presentes en el encuentro:
Discurso del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas:
Gracias por la invitación y por el recibimiento. Doy las gracias
por vuestra presencia y vuestras actividades de promoción humana y del
bien común. Agradezco al cardenal Turkson sus palabras de saludo y el
haber puesto en marcha, no sin esfuerzo, el nuevo Consejo Pontificio
para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Ha sido un modelo de
camino, con paz, creatividad, consultas; realmente un modelo de
construcción eclesial: gracias, Eminencia.
Están reunido en este Congreso Internacional porque el nacimiento
del nuevo dicasterio coincide de manera significativa con el 50
aniversario de la Encíclica Populorum Progressio del beato
Pablo VI. Fue él quien precisó en detalle en aquella encíclica el
significado de “desarrollo integral” (cf. n. 21), y fue él quien propuso
aquella fórmula sintética y afortunada: “de todo hombre y de todo el
hombre” (n 14 ).
¿Qué significa hoy y en el futuro próximo, desarrollo integral, es
decir, el desarrollo de cada hombre y de todo el hombre? Siguiendo la
estela de Pablo VI, tal vez en el verbo integrar –tan querido por mí–
podemos individuar una orientación fundamental para el nuevo dicasterio.
Veamos algunos aspectos.
Se trata de integrar los diferentes pueblos de la tierra. El deber de
solidaridad nos obliga a buscar las maneras justas de reparto
equitativo, para que no haya esa dramática desigualdad entre los que
tienen mucho y los que nada tienen, entre el que descarta y el que es
descartado. Sólo el camino de la integración entre los pueblos hace
posible para la humanidad un futuro de paz y esperanza.
Se trata de ofrecer modelos viables de integración social. Todos
tienen que dar una contribución a la sociedad en su conjunto, todos
tienen una característica que puede servir para vivir juntos, nadie está
excluido de aportar algo por el bien de todos. Esto es a la vez un
derecho y un deber. Es el principio de subsidiariedad el que garantiza
la necesidad de la aportación de todos, sea como individuos que como
grupos, si queremos crear una convivencia humana abierta a todos.
Se trata, además, de integrar en el desarrollo todos aquellos
elementos que realmente hacen que sea así . Los diferentes sistemas:
la economía, las finanzas, el trabajo, la cultura, la vida familiar, la
religión son, cada uno en su especificidad, un momento irrenunciable de
este crecimiento. Ninguno de ellos puede ser absoluto y ninguno de ellos
puede ser excluido de un concepto de desarrollo humano integral, es
decir, que tenga en cuenta que la vida humana es como una orquesta que
suena bien, si los diferentes instrumentos se armonizan y siguen una
partitura compartida por todos.
Se trata, también, de integrar la dimensión individual y la
comunitaria. Es innegable que somos hijos de una cultura, al menos en
el mundo occidental, que ha exaltado al individuo hasta convertirlo en
una isla, como si se pudiera ser felices solos. Por otro lado, no faltan
puntos de vista ideológicos y poderes políticos que han aplastado a la
persona, la han masificado y privado de esa libertad sin la cual el
hombre ya no se siente hombre. En esta masificación están también
interesados poderes económicos que quieren explotar la globalización,
en lugar de fomentar un mayor intercambio entre los hombres,
simplemente para imponer un mercado global del que ellos mismos dictan
las reglas y cosechan los beneficios. El “yo” y la comunidad no compiten
entre sí, pero el “yo” puede madurar sólo en presencia de relaciones
interpersonales auténticas y la comunidad es generadora cuando lo son
todos y cada uno de sus componentes. Esto se aplica todavía más a la
familia, que es la primera célula de la sociedad y donde se aprende a
vivir juntos.
Se trata, por último, de integrar cuerpo y alma. Ya Pablo VI
escribió que el desarrollo no se reduce a un mero crecimiento económico
(cf. n. 14); el desarrollo no consiste en tener cada vez más bienes a
disposición para un bienestar puramente material. Integrar cuerpo y
alma también significa que ninguna obra de desarrollo puede lograr su
objetivo si no respeta el lugar donde Dios está presente para nosotros y
habla a nuestros corazones.
Dios se ha dado a conocer plenamente en Jesucristo: en Él, Dios y
hombre no están ni divididos ni separados. Dios se hizo hombre para
hacer de la vida humana, tanto personal como social, un camino concreto
de salvación. Así, la manifestación de Dios en Cristo –incluyendo sus
gestos de curación, de liberación y de reconciliación que hoy estamos
llamados a proponer de nuevo a los muchos heridos al borde del camino–
indica la senda y la manera del servicio que la Iglesia quiere ofrecer
al mundo: a su luz, se puede entender lo que significa un desarrollo
“integral”, que no sea contrario ni a Dios ni al hombre, porque asume la
entera consistencia de ambos.
En este sentido, el concepto de persona, nacido y madurado en el
cristianismo, contribuye a perseguir un desarrollo plenamente humano.
Porque persona siempre dice relación, no individualismo, afirma la
inclusión y no la exclusión, la dignidad única e inviolable y no la
explotación, la libertad y no la coacción.
La Iglesia no se cansa de ofrecer esta sabiduría, y su obra al mundo,
consciente de que el desarrollo integral es el camino del bien que la
familia humana está llamada a recorrer. Los invito a seguir adelante con
esta acción, con paciencia y constancia, confiados en que el Señor les
acompaña. ¡Que El los bendiga y la Virgen los proteja! Gracias.
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