Francisco celebró en la tarde de este sábado siete de septiembre un encuentro en Papúa Nueva Guinea con los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas del país, en el Santuario María Auxiliadora, en Port Moresby.
Hablando sobre el santuario, Francisco recordó que en cuando 1844, la Virgen inspiró a don Bosco la construcción de una iglesia en su honor, en Turín, le hizo esta promesa: "Aquí está mi casa, desde aquí saldrá mi gloria". "La Virgen le prometió que, si tenía el arrojo de empezar a construir aquel santuario, le sobrevendrían gracias abundantes. Y así sucedió: la iglesia se construyó —y es estupenda— y se ha convertido en un centro de irradiación del Evangelio, de formación de los jóvenes y de caridad; un punto de referencia para muchas personas".
La historia del santuario, dijo, puede ser un símbolo si se habla de tres aspectos del camino cristiano y misionero, siguiendo la línea de los testimonios escuchados: la valentía de empezar, la belleza de existir y la esperanza de crecer.
"Los constructores de esta iglesia comenzaron la obra haciendo un gran acto de fe, que dio sus frutos, pero que sólo fue posible gracias a otros muchos inicios valientes de sus predecesores. Los misioneros llegaron a este país a mediados del siglo XIX y los primeros pasos de su labor no fueron fáciles; de hecho, algunos intentos fracasaron. A pesar de eso no se rindieron, sino que con gran fe y celo apostólico continuaron predicando el Evangelio y sirviendo a sus hermanos y hermanas, recomenzando muchas veces a partir de los fracasos y pasando por muchos sacrificios", comentó sobre el origen del cristianismo en Papúa.
Gracias a cada uno de estos santos: Pedro Chanel; Juan Mazzucconi y Pedro To Rot, mártires de Nueva Guinea; y luego Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, María de la Cruz MacKillop, María Goretti, Laura Vicuña, Ceferino Namuncurá, Francisco de Sales, Juan Bosco y María Dominga Mazzarello, gracias a ellos, afirmó, es que "estamos aquí y, aun a pesar de los desafíos que no faltan hoy en día, seguimos adelante, sin miedo, sabiendo que no estamos solos, porque es el Señor quien actúa en nosotros y con nosotros, haciéndonos —como a ellos— instrumentos de su gracia".
El Papa se reúne con la Iglesia local.
Francisco también tuvo unas palabras para los que más sufren. "Pienso también en las personas marginadas y heridas, tanto moral como físicamente, a causa de los prejuicios y las supersticiones, en ocasiones, hasta el punto de arriesgar la propia vida, como nos lo recordaban James y sor Lorena. La Iglesia quiere estar particularmente cercana a estos hermanos y hermanas, porque en ellos, Jesús está presente de un modo especial", dijo.
Y, sobre la misión de los cristianos, el Papa animó a perseverar. "Confiar en la fecundidad de nuestro apostolado, a seguir sembrando pequeñas semillas de bien en los surcos del mundo (...). Parecen acciones minúsculas, como un granito de mostaza, pero si tenemos confianza y no nos cansamos de esparcirlas, brotarán por la gracia de Dios, darán una cosecha abundante", expresó.
Encuentro con las autoridades
A primera hora de la mañana, hora local, y tras la visita de cortesía al Gobernador general y firma del Libro de honor en la Casa de Gobierno, el Papa se dirigió a la Casa APEC, el principal centro de conferencias de la ciudad. Allí, ante más de 300 personas, entre autoridades, representantes de la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático, agradeció la acogida recibida.
El Papa destacó la riqueza cultural de las centenares de islas papuanas, más de 800 lenguas, tantas como las etnias que componen el archipiélago. Pero, también, habló de la plaga de la violencia tribal, el estatus de la isla de Bougainville y la explotación desaforada de los recursos naturales.
En este sentido, el Papa dijo que "estos bienes están destinados por Dios a toda la colectividad" y, por lo tanto, aunque su explotación exija la participación de grandes empresas multinacionales, "es justo que se tengan debidamente en cuenta, en la distribución de los ingresos y la utilización de la mano de obra, las necesidades de las poblaciones locales" y la mejora de sus condiciones de vida.
Sobre la violencia tribal, el Papa apeló a la responsabilidad. "Hago votos, en particular, por el cese de las agresiones tribales, que desgraciadamente causan muchas víctimas, no permiten vivir en paz y obstaculizan el desarrollo (...). Por ello, apelo al sentido de responsabilidad de todos para que se detenga la espiral de violencia y se emprenda decididamente el camino que conduce a una cooperación fructífera, en beneficio de todos los habitantes del país", dijo Francisco.
En este contexto, el Santo Padre invitó también a crear un clima de concordia que logre encaminar "la cuestión del status de la isla de Bougainville" con una "solución definitiva, evitando el resurgimiento de antiguas tensiones". Bougainville es la mayor de las islas del archipiélago de las islas Salomón, pero administrativamente pertenece a Papúa Nueva Guinea, junto con la isla de Buka y las islas Carteret. La voluntad independentista de esta isla sigue siendo motivo de graves conflictos.
A los cristianos, que son la mayoría en Papúa Nueva Guinea, el Papa los exhortó a no reducir la fe a una observancia de ritos y preceptos, sino a que ésta consista en amar y seguir a Jesucristo, inspirando las mentes y las acciones, porque "la fe podrá ayudar a la sociedad entera a crecer y encontrar soluciones, buenas y eficaces, a sus grandes desafíos".
Aquí puedes ver el recibimiento al Papa de las autoridades locales.
Por último, el Papa recordó el "luminoso testimonio del beato Pedro To Rot", beatificado por san Juan Pablo II. "Que san Miguel Arcángel, patrono de Papúa Nueva Guinea, vele siempre por ustedes y los defienda de todo peligro, proteja a las autoridades y a todos los ciudadanos de este país", concluyó Francisco, agradeciendo la acogida de ese "hermoso país, tan lejos de Roma y, sin embargo, tan cerca del corazón de la Iglesia católica".
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