Timothé Landry sabía que Dios era el responsable del «fracaso» de su suicidio y segunda oportunidad
Timothé Landry vivió años de libertinaje, adicción e intentos de suicidio.
“Un exfiestero resucitado” es posiblemente el mejor resumen de la vida de Timothé Landry. Nacido en Montreal (Canadá) en 1995, el joven criado en una familia católica es cocinero en el Centro Diocesano de Formación en Quebec. Un puesto que, aunque encaja con su educación y familia, sorprende al conocer una trayectoria de vida dedicada al “verdadero mundo de la fiesta” del que, como cuenta al canadiense Le Verbe, no debería haber salido con vida.
Entrevistado por Frédérique Bérubé, recuerda su niñez muy cerca de la fe que le habían enseñado. Rezaba sin que nadie se lo recordase, hablaba de su fe y vestía bien, buscando sobrellevar un acoso y dificultad para socializar en la escuela que, en un principio, no parecía afectarle.
“Pensé que era bueno para mi humildad. Pero en un momento dado, me cansé y empecé a rebelarme”, cuenta el chef de 29 años.
Escapando de su realidad: drogas, peleas y sexo
Tenía 14 años cuando, buscando ganarse el respeto, alejó su mirada de la fe y empezó a consumir drogas y a pelearse.
Empezó a hacer amigos fuera del colegio, con los que iba a sus primeras fiestas, “bebiendo y fumando hasta la madrugada” y admitiendo que el sexo y las drogas duras empezaron a ser pronto una rutina.
“Buscaba formas de conectar con la gente y escapar de mi angustiante realidad causada por mi dificultad para socializar”, cuenta el joven. Pronto, en el Colegio de Enseñanza General y Profesional -similar a los centros de formación de secundaria- descubriría “el verdadero mundo de la fiesta”.
La fiesta hasta el amanecer, beber incluso durante las clases y volver a salir era su agenda de buena parte de la semana y no tardó en tener problemas para conciliar los estudios con el libertinaje. Y ante la tesitura, no dudó: abandonó su formación y se fue a trabajar como chef en el acogedor y pintoresco barrio de Petit Champlain.
Primer intento de suicidio
“Mi madre me enseñó a cocinar a los 9 años”, cuenta el joven, entonces contento por su nuevo trabajo. Pronto empezó a notar el “ambiente tóxico” del trabajo durante la noche.
“Al terminar el turno, un compañero siempre te propone salir a tomar algo y no termina hasta las 6 o 7 de la mañana”, cuenta el joven.
Su vida se parecía cada vez más a la de muchos que se dedicaban a la restauración nocturna, muchos de ellos “que habían tenido dificultades en su vida y buscaban ahogar su sufrimiento en alcohol, drogas y sexo”.
"Dios me dio una segunda oportunidad"
A los 21 años, ya insensibilizado a las fiestas extremas, decidió acabar con su vida ahorcándose… Pero algo salió mal. Cuenta que, en el fondo, sabía que Dios era el responsable de ese “fracaso”, de esa segunda oportunidad.
Timothé dejó su empleo y vida libertina y volvió a vivir con sus padres.
Buscó reavivar la fe que le quedaba de su infancia y en 2016 se fue a la Jornada Mundial de la Juventud en Polonia, donde pensó en el sacerdocio “para agradecer a Dios por salvarme y sacarme de la pobreza”.
Aceptado en el Centro Diocesano de Formación de Quebec, comenzó a estudiar teología en la Universidad Laval, feliz con su nueva realidad de oración, cocina y deporte y lejos del alcohol y las drogas.
De vuelta al libertinaje
Pero tras un año y medio, Timothé dejó el seminario, convencido de que su camino sería el de casarse y formar una familia. De vuelta en el mundo, todo iba bien hasta que, de nuevo en un trabajo como auxiliar de cocina, volvió a beber con sus compañeros. Los fantasmas de Timothé regresaron con más virulencia que nunca.
"Esta vez, bebía durante el trabajo, en las fiestas por la noche y a primera hora de la mañana. Volví a consumir marihuana y con chicas”, cuenta el joven, que por aquel entonces lidiaba con 90 horas semanales de trabajo, muchas de ellas borracho.
En el segundo intento, la cuerda se rompió
Entonces, la desesperación volvió a apoderarse de él.
“El 30 de noviembre de 2021, volví a casa, me enganché en una cuerda y me dejé caer. Pero el Señor me dijo una vez más: ‘Te amo’. La cuerda se rompió”, relata el joven, salvado por segunda vez.
Timothé sabía que Dios quería ayudarlo, él continuó su carrera, pero también entregándose al alcohol, ahora también en plena noche, sufriendo desmayos y ataques de llanto, psicosis o pensamientos suicidas a causa de la abstinencia.
“Timothé, no tienes otra opción. Tienes que ir a rehabilitación”, le dijo su madre. Tenía 27 años cuando ingresó en la el Maison d'entraide l'Arc-en-ciel, el último centro de desintoxicación cristiano de Quebec. Una señal más de la llamada de Dios en su vida, y también el lugar en el que se reencontraría con su fe como nunca antes desde los 14 años.
"Por primera vez estoy en paz"
Al concluir la terapia, Timothé se ofreció como cocinero voluntario en el Seminario Redemptoris Mater de la ciudad de Quebec.
“Al principio, estaba seguro de que el patrón que había conocido toda mi vida se repetiría, pero por primera vez desde mi infancia, estoy en paz”, concluye.
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