El Papa, en su encuentro con la Plenaria del Pontificio Consejo
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, recuerda que las
distintas comunidades cristianas están llamadas a no “competir” sino a
colaborar
PHOTO.VA - OSSERVATORE ROMANO |
(ZENIT – Ciudad del
Vaticano).- El papa Francisco ha asegurado que “la unidad de los
cristianos” es una de sus principales preocupaciones y reza para que
“sea cada vez más compartida por cada bautizado”. Lo
ha indicado él mismo en su encuentro de hoy jueves con los
participantes de la sesión plenaria del Pontificio Consejo para la
Promoción de la Unidad de los Cristianos. El tema que han abordado es
“Unidad de los cristianos: ¿qué modelo de plena comunión?”.
Durante su discurso, el Santo Padre
ha recordado que este año ha tenido oportunidad de vivir muchos
encuentro ecuménicos significativos, tanto en Roma como durante los
viajes. Así, ha asegurado que cada uno de estos encuentros ha sido para
él fuente de “consolación” porque ha podido constatar que “el deseo de
comunión es vivo e intenso”.
De este modo, ha recordado que “la
unidad de los cristianos es una exigencia esencial de nuestra fe”. Una
exigencia que fluye de la intimidad de nuestro ser creyentes en
Jesucristo. Así, ha explicado que “invocamos la unidad porque invocamos a
Cristo”. Y queremos vivir la unidad “porque queremos seguir a Cristo,
vivir su amor, gozar del misterio de su ser uno con el Padre, que es la
esencia del amor divino”.
No basta estar de acuerdo en la
comprensión del Evangelio, sino que es necesario que todos los creyentes
estén unidos a Cristo y en Cristo, ha subrayado el Papa. Asimismo, ha
precisado que “es nuestra conversión personal y comunitaria” la que
permite “crecer en la comunión entre nosotros”. Es “el alma” que
sostiene también las sesiones de estudio y todo tipo de esfuerzo para
“alcanzar puntos de vista más cercanos”.
Teniendo en cuenta esto, “es posible
desenmascarar algunos falsos modelos de comunión que en realidad no
llevan a la unidad sino que la contradicen en su verdadera esencia”, ha
señalado.
En primer lugar, el Santo Padre ha
asegurado que la “unidad no es el fruto de nuestros esfuerzos humanos” o
el producto construido de diplomacias eclesiásticas, sino “un don que
viene de lo Alto”. Nuestra tarea –ha añadido– es la de acoger este don y
hacerlo visible a todos.
Desde este punto de vista, la unidad “
este es camino con su hoja de ruta y sus ritmos, sus frenos y sus
aceleraciones, y también con sus paradas”. La unidad como camino
“requiere esperas pacientes, tenacidad, cansancio y compromiso”. Del
mismo modo ha precisado que la unidad “no anula los conflictos y no
cancela los contrastes”, es más, “ a veces puede mostrar nuevas
incomprensiones”.
La unidad –ha asegurado el Santo
Padre– puede ser acogida solo por quien decide ponerse en camino hacia
una meta que hoy podría aparecer más bien lejana. Asimismo, ha añadido
que la unidad de amor es ya realidad cuando los que Dios ha elegido y
llamado a formar su pueblo anuncian juntos las maravillas que Él ha
realizado por ellos, sobre todo ofreciendo un testimonio de vida plena
de caridad hacia todos.
El Pontífice ha subrayado que “la
unidad se hace caminando”. Caminando juntos “nos encontramos como
hermanos, rezamos juntos, colaboramos juntos en el anuncio del Evangelio
y en el servicio a los últimos estamos ya unidos”. Las divergencias teológicas y eclesiológicas –ha precisado– serán superadas solo en este camino.
En segundo lugar, el Santo Padre ha
afirmado que “la unidad no es uniformidad”. Por eso ha observado que
“las diferentes tradiciones teológicas, litúrgicas, espirituales y
canónicas” cuando están genuinamente enraizadas en la tradición
apostólica, “son una riqueza y no una amenazada para la unidad de la
Iglesia”. Así ha advertido de que “tratar de suprimir tal diversidad es
ir contra el Espíritu Santo”. La tarea ecuménica es “respetar la
diversidad legítima y llevar a superar las divergencias inconciliables
con la unidad que Dios pide”.
Finalmente, el Santo Padre ha
señalado que “la unidad no es absorción”. La unidad de los cristianos
–ha explicado– no conlleva a una ecumenismo ‘en marcha atrás’, por lo
que alguno debería renegar de la propia historia de fe; ni tampoco
tolera el proselitismo, que es un veneno para el camino ecuménico. Antes
de ver lo que nos separa, “es necesario percibir también de forma
existencial la riqueza de lo que nos reúne, como la Sagrada Escritura y
las grandes profesiones de fe de los primeros Concilios ecuménicos”.
Así, el Santo Padre ha concluido su
discurso recordando que las distintas comunidades cristianas están
llamadas a no “competir”, sino a colaborar.
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