Mensaje del Santo Padre por la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: Empujados por el Espíritu para la misión
El Papa en Santa María la Mayor durante la predicación en el Jubileo de los Sacerdotes (Foto ©Osservatore Romano) |
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El
papa Francisco asegura que aunque experimentemos muchas fragilidades y
tal vez podamos sentirnos desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios,
sin dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad o ceder al
pesimismo, que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada
y rutinaria. No hay lugar para el temor: Dios mismo “viene a purificar
nuestros labios impuros, haciéndonos idóneos para la misión” de la
evangelización.
Así lo explica en el mensaje para la
54º Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 7
de mayo de 2017 y lleva por tema: “Empujados por el Espíritu para la
misión”. En preparación para dicha jornada, ha sido publicado hoy el
mensaje del Santo Padre dirigido a obispos, sacerdotes, consagrados y
fieles de todo el mundo.
De este modo, este año el Papa ha
querido centrarse en la “dimensión misionera de la llamada cristiana”.
Todos los cristianos –asegura– han sido constituidos misioneros del
Evangelio. Es más, el compromiso misionero no es algo que se añade a la
vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que “está en el corazón
mismo de la fe”. La relación con el Señor, asegura Francisco, implica
ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor.
Todo cristiano, en virtud de su
Bautismo, es un “cristóforo”, es decir, “portador de Cristo” para los
hermanos. Al respecto ha asegurado que esto vale “para los que han sido
llamados a una vida de especial consagración y también para los
sacerdotes”.
Ciertamente, señala el Papa en su
mensaje, son muchas las preguntas que se plantean cuando hablamos de la
misión cristiana: ¿Qué significa ser misionero del Evangelio? ¿Quién nos
da la fuerza y el valor para anunciar? ¿Cuál es la lógica evangélica
que inspira la misión? De este modo, Francisco explica que a estos
interrogantes podemos responder contemplando tres escenas evangélicas:
el comienzo de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret, el camino
junto a los discípulos de Emaús y la parábola de la semilla.
El Pontífice precisa que ser
discípulo misionero significa participar activamente en la misión de
Cristo: “ser ungidos por el Espíritu e ir hacia los hermanos para
anunciar la Palabra, siendo para ellos un instrumento de salvación”.
Existe el peligro –advierte– de que
veamos la misión cristiana como una mera utopía irrealizable o, en
cualquier caso, como una realidad que supera nuestras fuerzas. Pero si
contemplamos a Jesús Resucitado, “nuestra confianza puede reavivarse”.
Jesús no juzga a los discípulos de
Emaús, “lentamente comienza a trasformar su desánimo, hace que arda su
corazón y les abre sus ojos, anunciándoles la Palabra y partiendo el
Pan”, explica el Santo Padre. Del mismo modo, “el cristiano no lleva
adelante él solo la tarea de la misión”, sino que experimenta, también
en las fatigas y en las incomprensiones, “que Jesús camina con él”.
Por otro lado, insiste en que es
importante aprender del Evangelio el estilo del anuncio. Muchas veces
sucede que, también con la mejor intención, “se acabe cediendo a un
cierto afán de poder, al proselitismo o al fanatismo intolerante”,
reconoce el Papa. Sin embargo, recuerda, “el Evangelio nos invita a
rechazar la idolatría del éxito y del poder”, “la preocupación excesiva
por las estructuras”, y “una cierta ansia que responde más a un espíritu
de conquista que de servicio”.
Nuestra principal confianza –recuerda
el Pontífice– es saber que Dios supera nuestras expectativas y nos
sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro
trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana.
Además, asegura que nunca podrá haber
pastoral vocacional, ni misión cristiana, “sin la oración asidua y
contemplativa”. En este sentido, “es necesario alimentar la vida
cristiana con la escucha de la Palabra de Dios” y, sobre todo, “cuidar
la relación personal con el Señor en la adoración eucarística”, lugar
privilegiado del encuentro con Dios.
Por esta razón, el Santo Padre anima
con fuerza a vivir “esta profunda amistad con el Señor”, sobre todo
“para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada”. El Pueblo de Dios –afirma Francisco– necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio.
Finalmente, el Papa pide a las
comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de
oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del
desánimo, “sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies” y “nos
dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de
los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios”.
in
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