El Santo Padre, en su encuentro con la Plenaria de la Pontificia
Academia de las Ciencias, advierte que en la modernidad hemos crecido
pensando “ser los propietarios y los dueños de la naturaleza”
El Papa con la Pontificia Academia de las Ciencias - © Osservatore Romano |
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Nunca
como en nuestra época ha sido tan evidente la misión de la ciencia al
servicio de un nuevo equilibrio ecológico global. Así lo indicado el
papa Francisco en su encuentro con los participantes de la Asamblea
Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, que se está
celebrado en el Vaticano del 25 al 29 de noviembre, sobre el tema: “Ciencia y sostenibilidad. Impacto de los conocimientos científicos y de la tecnología sobre la sociedad humana y el ambiente”.
De este modo, ha reconocido que al
mismo tiempo “se está manifestando una renovada alianza entre la
comunidad científica y la comunidad cristiana”, que ven converger sus
distintos enfoques de la realidad “hacia esta finalidad compartida de
proteger la casa común, amenazada por el colapso ecológico y del
consecuente aumento de la pobreza y la exclusión social”.
El Santo Padre ha indicado que
corresponde a los científicos, que trabajan libres de intereses
políticos, económicos o ideológicos, “construir un modelo cultural para
afrontar la crisis del cambio climático y de sus consecuencias sociales”
para que las enormes potencialidades productivas no se reserven solo a
unos pocos”.
La comunidad científica, ha
considerado el Papa, está llamada a construir un liderazgo que indique
soluciones a temas que son afrontados en esta plenaria: el agua, las
energías renovables y la seguridad alimentaria.
Así, Francisco ha manifestado su
alegría por el hecho de que esta Academia Pontificia siente
“profundamente la solidaridad” que les une a la humanidad de hoy y del
mañana “en el signo de tal preocupación por la madre tierra”.
Un compromiso muy digno de estima —
ha añadido– en cuanto que está plenamente orientado a la promoción del
desarrollo humano integral, de la paz, de la justicia, de la dignidad y
de la libertad del ser humano.
Por otro lado, ha afirmado que en la
modernidad hemos crecido pensando “ser los propietarios y los dueños de
la naturaleza” autorizados a “saquearla sin ninguna consideración de sus
potencialidades secretas y leyes evolutivas, como si se tratara de un
material inerte a nuestra disposición”.
Asimismo, el Pontífice ha subrayado
que “no somos guardianes de un museo y de sus obras maestras que tenemos
que desempolvar cada mañana” sino “colaboradores de la conservación y
del desarrollo del ser y de la biodiversidad del planeta, y de la vida
humana presente en él”.
La conversión ecológica capaz de
apoyar el desarrollo sostenible –ha observado– comprende de forma
inseparable tanto la asunción plena de nuestra responsabilidad humana en
lo relacionado con la creación y sus recursos, tanto la búsqueda de la
justicia social y la superación de un sistema inicuo que produce
miseria, desigualdad y exclusión.
También ha llamado la atención sobre
la débil reacción de la política internacional –aunque también hay
honrosas excepciones — sobre la concreta voluntad de buscar el bien
común y los bienes universales, y la facilidad con que se tienen en
cuenta los consejos de la ciencia basada en la situación del planeta.
Es así como el Pontífice ha advertido
que “la sumisión de la política a la tecnología y a las finanzas que
buscan sobre todo el provecho” está demostrada por la “distracción” o
del retraso en la “aplicación de los acuerdos mundiales sobre el
ambiente” y a la “riqueza moral y cultural de los pueblos”.
Finalmente, el Santo Padre ha invitado a no perder la esperanza, y tratar de “aprovechar el tiempo que el Señor nos da”.
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