El Santo Padre explica el evangelio sobre la venida de Jesús ayer, hoy y al final de los tiempos
El papa Francisco después de la oración del ángelus (CTV ©) |
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco rezó este
domingo la oración del ángelus desde su estudio que da a la plaza de San
Pedro, donde le aguardaban miles de peregrinos.
Explicó el Tiempo de Adviento que inicia hoy, así como la primera
venida de Jesús en Belén, la actual venida en la Iglesia y cuando
llegará al final de los tiempos. Señaló que esto nos abre perspectivas
superiores incluso en nuestra vida cotidiana, y también una invitación a
la sobriedad, a no ser dominados por las cosas de este mundo, de las
realidades materiales, sino más bien a gobernarlas.
Después de rezar el ángelus señaló que reza por las poblaciones de
Centroamérica golpeadas por un huracán, en particular por Costa Rica y
Nicaragua, esta última que además sufrió un sismo. Saludó a los
peregrinos allí presentes y entre ellos a los de la comunidad
ecuatoriana en Roma y del movimiento Tra Noi.
Texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Hoy en la Iglesia inicia
un nuevo año litúrgico, o sea un nuevo camino de fe del pueblo de Dios. Y
como siempre iniciamos con el Adviento.
La página del evangelio (cfr Mt 24,37-44)
nos introduce a uno de los temas más sugestivos del tiempo de Adviento:
la visita del Señor a la humanidad. La primera visita se realizó con la
Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda es
en el presente: el Señor nos visita continuamente cada día, camina a
nuestro lado y es una presencia de consolación; y para concluir estará
la última visita, que profesamos cada vez que recitamos el Credo: “De
nuevo vendrá en la gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”. El
Señor hoy nos habla de esta última visita suya, la que sucederá al final
de los tiempos y nos dice dónde llegará nuestro camino.
La palabra de Dios subraya el contraste entre el desarrollarse normal
de las cosas y la rutina cotidiana y la venida repentina del Señor.
Dice Jesús: “Como en los días que precedieron el diluvio, comían,
bebían, tomaban esposa y tomaban marido, hasta el día en el que Noe
entró en el arca, y no se dieron cuenta de nada hasta que vino el
diluvio y embistió a todos”. (vv. 38-39).
Siempre nos impresiona pensar a las horas que preceden a una gran
calamidad: todos están tranquilos, hacen las cosas de siempre sin darse
cuenta que su vida está por ser alterada.
El evangelio no quiere inculcarnos miedo, sino abrir nuestro
horizonte a la dimensión ulterior, más grande, que de una parte
relativiza las cosas de cada día y al mismo tiempo las vuelve preciosas,
decisivas. La relación con el Dios que viene a visitarnos da a cada
gesto, a cada cosa una luz diversa, un espesor, un valor simbólico.
De esta perspectiva viene también una invitación a la sobriedad, a no
ser dominados por las cosas de este mundo, de las realidades
materiales, sino más bien a gobernarlas.
Si por el contrario nos dejamos condicionar y dominar por ellas, no
podemos percibir que hay algo mucho más importante: nuestro encuentro
final con el Señor que viene por nosotros. En aquel momento, como dice
el Evangelio, “dos hombres estarán en el campo: uno será llevado y el
otro dejado” (v. 40). Es una invitación a la vigilancia, porque no
sabiendo cuando Él vendrá, es necesario estar siempre listos para
partir.
En este tiempo de Adviento estamos llamados a ensanchar los
horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se
presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario
aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas
consolidados, porque el Señor viene en la hora en la que no nos
imaginamos. Viene para introducirnos en una dimensión más hermosa y más
grande.
Nuestra Señora, Virgen del Adviento, nos ayude a no considerarnos
propietarios de nuestra vida, a no hacer resistencia cuando el Señor
viene para cambiarla, pero a estar listos para dejarnos visitar por Él,
huésped esperado y grato, aunque desarticule nuestros planes”.
El Papa reza el ángelus y después dice:
“Queridos hermanos y hermanas,
quiero asegurar que rezo por las poblaciones de Centroamérica,
especialmente las de Costa Rica y Nicaragua, golpeadas por un huracán y
este último país también por un fuerte sismo. Y rezo también por las del
norte de Italia, que están sufriendo debido a los aluviones.
Saludo a los peregrinos aquí presentes, que han venido de Italia y de
diversos países: a las familias, los grupos parroquiales, las
asociaciones. En particular saludo a los fieles que vienen de Egipto,
Eslovaquia y al coro de Limburg (Alemania).
Saludo con afecto a la comunidad ecuatoriana de Roma, a las familias
del Movimiento “Tra Noi”; a los grupos de Altamura, Rieti, San Casciano
en Val di Pesa; a la UNITALSI de Capaccio y a los alumnos de Bagheria.
A todos les deseo un buen domingo y un buen camino de Adviento. ¡Que
sea tiempo de esperanza! La esperanza verdadera fundada sobre la
fidelidad de Dios y sobre nuestra responsabilidad. Y por favor no se
olviden de rezar por mi. ¡Buon pranzo e arrivederci!
in
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