Marco Fasol, historiador: el texto bíblico y la Sindone
El historiador Marco Fasol explica la base semítica de los Evangelios de la Iglesia y su ausencia en los apócrifos, tardíos y sin base en los apóstoles |
Actualizado 22 abril 2015
Profesor de historia y filosofía en un prestigioso instituto concertado de Verona, Marco Fasol estudia desde hace años la cuestión de la autenticidad de los Evangelios canónicos a la luz de los conocimientos filológicos y documentales más modernos.
Un argumento que estalló en los tiempos de El código da Vinci de Dan Brown, cuando millones de personas tuvieron conocimiento por primera vez de la existencia de los denominados Evangelios apócrifos y, con el clásico gusto por las cosas prohibidas, se dejaron guiar por un narrador estadounidense a través de una recorrido novelado y repleto de imágenes que no tiene ninguna conexión con los hechos.
La idea de que los verdaderos Evangelios son los apócrifos (o algunos de ellos) no es nueva: Dan Brown, notoriamente cercano a ambientes esotéricos, podía encontrar huellas de esto en otros pasajes de la historia.
Varios jerarcas nazis, por ejemplo, estaban convencidos de la existencia de un quinto Evangelio, ocultado por la Iglesia, que contendría verdades coherentes con la ideología nacionalsocialista y en conflicto, en cambio, con la doctrina católica.
Precisamente con el fin de proporcionar a los lectores conocimientos científicos sobre los Evangelios canónicos y apócrifos, Fasol escribió un pequeño libro, Il codice svelato (El código desvelado, ndt), que fue un auténtico éxito de ventas. Ahora vuelve sobre este argumento, en un contexto muy distinto: de hecho, su ensayo sobre la autenticidad de los Evangelios, publicado por Fede & Cultura, sale junto a un ensayo sobre la Sindone de la científica Emanuela Marinelli.
Un argumento que estalló en los tiempos de El código da Vinci de Dan Brown, cuando millones de personas tuvieron conocimiento por primera vez de la existencia de los denominados Evangelios apócrifos y, con el clásico gusto por las cosas prohibidas, se dejaron guiar por un narrador estadounidense a través de una recorrido novelado y repleto de imágenes que no tiene ninguna conexión con los hechos.
La idea de que los verdaderos Evangelios son los apócrifos (o algunos de ellos) no es nueva: Dan Brown, notoriamente cercano a ambientes esotéricos, podía encontrar huellas de esto en otros pasajes de la historia.
Varios jerarcas nazis, por ejemplo, estaban convencidos de la existencia de un quinto Evangelio, ocultado por la Iglesia, que contendría verdades coherentes con la ideología nacionalsocialista y en conflicto, en cambio, con la doctrina católica.
Precisamente con el fin de proporcionar a los lectores conocimientos científicos sobre los Evangelios canónicos y apócrifos, Fasol escribió un pequeño libro, Il codice svelato (El código desvelado, ndt), que fue un auténtico éxito de ventas. Ahora vuelve sobre este argumento, en un contexto muy distinto: de hecho, su ensayo sobre la autenticidad de los Evangelios, publicado por Fede & Cultura, sale junto a un ensayo sobre la Sindone de la científica Emanuela Marinelli.
El título: Luce dal sepolcro. Indagine sull’autenticità della Sindone e dei Vangeli (Luz del sepulcro. Investigación sobre la autenticidad de la Sindone y de los Evangelios).
Fasol y Marinelli ofrecen a los lectores un panorama completo sobre los estudios de los Evangelios y las investigaciones científicas llevadas a cabo, durante decenios, sobre la Sindone. Hemos entrevistado a Marco Fasol para entender mejor qué hay detrás del estudio de los Evangelios.
-Profesor Fasol, primero de todo, díganos algo sobre la lengua de los Evangelios.
-Los estudios más recientes sobre los Evangelios han evidenciado que el griego, en el que había sido escrito todo el Nuevo Testamento, tiene unas referencias clarísimas a una predicación original en arameo, la lengua madre de Jesús de Nazaret. Al menos 26 palabras de los Evangelios han quedado en arameo porque los evangelistas no quisieron traducirlas al griego: querían que resonaran a los lectores precisamente con la máxima fidelidad a la voz del Maestro.
»Entre estas palabras podemos recordar la importantísima palabra aramea “Abbà”, un vocativo muy particular con el que el Maestro se dirigía al Padre, llamándolo “papà” (Abbà, efectivamente), con la máxima confianza y familiaridad filial. Pensemos también que los Evangelios repiten cincuenta veces el término hebreo “amén”, que significa “en verdad”, otro uso singular del Maestro, que introducía habitualmente su discurso repitiendo dos veces “en verdad, en verdad”. Otros ejemplos celebérrimos son las últimas palabras en la cruz “Eloì, Eloì, lama sabactani?”, “Talita qum”, “rabbì”, “effatà”. Todos signos de máxima fidelidad histórica.
-¿Cuándo se empezaron a aplicar los principios de la filología al texto sagrado?
-Fue sobre todo en el siglo XX cuando se profundizó la investigación sobre las “formas lingüísticas”, los “géneros literarios” y el “contexto histórico” que están en la base de los textos evangélicos. Haciendo una referencia concreta, podemos recordar el documento de la Pontificia Comisión Bíblica De historica Evangeliorum veritate, (LEV, Ciudad del Vaticano, 1964). En este texto se reconoce la legitimidad del método histórico-crítico en el estudio de los Evangelios. También el Concilio Vaticano II, en la Dei Verbum (1965), en el n. 19, afirma sin dudarlo la historicidad de los cuatro Evangelios, como demostración del hecho de que los estudios filológicos han confirmado la fidelidad histórica de los textos.
-¿Cuáles han sido los resultados?
-La filología ha profundizado en el estudio de las “formas lingüísticas” antiguas , individuando algunas estructuras típicas del arameo (lengua oral, el dialecto de Galilea) y del hebreo (lengua escrita, utilizada por los escribas de Judea), las lenguas originales hablados por Jesús. Estas estructuras lingüísticas son ajenas a la literatura griega y, por lo tanto, son un signo evidente del origen semítico de los Evangelios. Podemos decir que los evangelios fueron pensados en arameo y después traducidos al griego. El cuerpo es griego, pero el alma es semítica.
»En el texto Luce dal sepolcro se citan, por ejemplo, los paralelismos que son una repetición de la frase, para que se imprima mejor en la memoria, técnica utilizada precisamente por los rabinos en las escuelas de la antigua Israel. Hay más de cien paralelismos en los cuatro Evangelios. Distinguimos entre paralelismos antitéticos, donde la repetición de la frase ve una primera forma negativa y luego una positiva (por ejemplo, “no he venido para ser servido, sino para servir”, “los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”).
»Hay, además, paralelismos sintéticos donde la repetición de la frase se presenta con la misma forma (“no deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos”). Otro rasgo semítico es la repetición de términos similares, para facilitar su memorización: “perdona … nuestras ofensas … como nosotros las perdonamos a los que nos ofenden”. “El sembrador salió para sembrar la semilla, una parte de la semilla…”.
»Otra novedad lingüística, y no sólo de contenido, es el uso sistemático de las parábolas. Son relatos concretos, tomados de la vida cotidiana, únicos en todas las literaturas antiguas y de gran eficacia para comunicar un mensaje moral increíble: el amor misericordioso, el perdón, el cuidado de los débiles y los enfermos, la ayuda a los pobres… En resumen, gracias a la filología se ha visto que los Evangelios no son ciertamente elaboraciones realizadas por comunidades helenísticas durante dos siglos, como había pensado Bultmann en la primera mitad del siglo XX, sino fieles transmisiones orales de la predicación originaria del Maestro.
-¿Qué son los Evangelios apócrifos?
-“Apócrifo” en griego significa “escondido” y efectivamente son por lo menos una veintena los evangelios “apócrifos” que permanecieron escondidos hasta el siglo XIX. La Iglesia o el Vaticano no tienen nada que ver con presuntas operaciones de “encubrimiento” o de “censura” de estos textos. Sencillamente, los escasísimos manuscritos apócrifos habían permanecido enterrados en pueblos aislados, sobre todo del antiguo Egipto, donde a partir del siglo II se fue difundiendo la gnosis, una doctrina filosófica neoplatónica con infiltraciones cristianas, coptas, persas…
»Es importante saber que estos apócrifos no desmienten los acontecimientos principales de la vida de Jesús; por ejemplo, el Evangelio apócrifo de Pedro describe en términos espectaculares el momento de la resurrección. Otros evangelios apócrifos relatan a menudo algunos milagros.
-¿Cómo podemos distinguir los Evangelios auténticos de los apócrifos?
-Las primeras comunidades cristianas adoptaron algunos criterios de autenticidad que son aceptados también por los historiadores laicos. Ante todo, el criterio de la antigüedad. Estamos seguros de que los cuatro evangelios fueron escritos en el primer siglo y los recientes descubrimientos papirológicos (Papiro Rylands, Papiros Bodmer) nos confirman esto. Al contrario, los apócrifos son todos ellos de redacción tardía.
»Otro criterio es la catolicidad, es decir, el hecho de que los evangelios canónicos estaban difundidos en todo el mundo antiguo, por lo tanto en las comunidades de Roma, Atenas, Damasco, Antioquía, Jerusalén, Alejandría de Egipto, Efeso, etc. Al contrario, los apócrifos tenían un uso local, restringido al círculo elitista de pocos filósofos gnósticos.
»Otro criterio es la apostolicidad, es decir, la enseñanza conforme a la predicación original de los apóstoles. Y es en la aplicación de este criterio que el análisis lingüístico se convierte en decisivo. Mientras los Evangelios auténticos o canónicos (= conforme al canon o regla apostólica) tienen referencias continuas y evidentes al arameo y al hebreo, los apócrifos no las tienen. Más bien al contrario, presentan un léxico típico de la filosofía neoplatónica y gnóstica helenística, que nada tiene que ver con el hebreo. El Evangelio de Judas, por ejemplo, habla de “Barbelo, Saclas, arcontes, sizigia…”, toda ella terminología gnóstica absolutamente ajena a la cultura hebrea.
-¿Puede darnos un ejemplo?
Mientras los evangelios apostólicos hacen referencias continuas a las Escrituras del Antiguo Testamento, que tenían un valor fundamental para cada hebreo, en los apócrifos, en cambio, no hay ninguna referencia a las Escrituras antiguas. Dando cifras concretas, en los evangelios canónicos el patriarca Abraham es citado 33 veces, Moisés 37 y David 38. En los evangelios apócrifos no encontramos ninguna cita a estos patriarcas, importantísimos para los israelitas.
»Además, el mensaje de los evangelios apócrifos gnósticos se resiente de la filosofía platónica dualista que desprecia e incluso considera malvada la materia y, por lo tanto, la corporeidad, - despreciando también, por consiguiente, la feminidad -, y en la que la salvación es reservada a unos pocos privilegiados según un criterio discriminatorio entre sabios e ignorantes.
»En resumen, los apócrifos podrán ser útiles para conocer la filosofía gnóstica del siglo II o III, pero no ciertamente para conocer el mensaje original de Jesús de Nazaret, que es el que ha cambiado el mundo. De hecho, ha traído la revolución ética más importante de la historia, ha dado dignidad a cada ser humano en un mundo donde había millones de esclavos, donde las mujeres y los niños eran discriminados y donde los enfermos no eran cuidados con amor fraterno.
-¿Por qué un estudio filológico sobre los Evangelios junto a un estudio sobre la Sindone?
-Emanuela Marinelli y yo hemos pensado en valorar la ostensión de la Sindone que se realizará en Turín del 19 de abril al 24 de junio de este año ofreciendo en un único libro, a todo honesto investigador de la verdad histórica, los conocimientos más importantes sobre Jesús de Nazaret. De hecho, está claro que la Sindone sin los relatos evangélicos sigue siendo un enigma indescifrable. Sólo los relatos evangélicos constituyen la clave de lectura capaz de decodificar e interpretar la Sindone. Por lo tanto, se convierte en algo indispensable una investigación científica y documentada no sólo sobre la Sindone, sino también sobre la autenticidad de los Evangelios.
»En otras palabras, con este texto hemos querido responder a las exigencias del hombre moderno, en especial de los jóvenes que crecen con una cultura científica e ilustrada. Una docente de historia de la Universidad "La Sapienza" de Roma, Lucetta Scaraffia, ha dicho que dos tercios de sus estudiantes creen que entre Jesús y Jupiter no hay diferencia alguna en cuanto a documentación histórica.
»Se convierte entonces en indispensable para el mundo contemporáneo ofrecer al lector una investigación actualizada sobre la inmensa documentación de los Evangelios, que son el texto histórico más documentado del mundo antiguo en lo que respecta a número de manuscritos y su antigüedad. Basta pensar que tenemos más de quince mil manuscritos del Nuevo Testamento, mientras que sólo tenemos unas pocas decenas de manuscritos de los autores clásicos más célebres, como César, Platón, Tácito. Si falta esta competencia histórica, las jóvenes generaciones corren el riesgo de seguir siendo analfabetas precisamente sobre los temas más importantes que dan un sentido a nuestra vida.
(Publicado originariamente en La Nuova Bussola Quotidiana; traducción del italiano por Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Lea también: La abundancia de graffiti antiguos descubiertos en Israel refuerza la fiabilidad de los Evangelios
-Profesor Fasol, primero de todo, díganos algo sobre la lengua de los Evangelios.
-Los estudios más recientes sobre los Evangelios han evidenciado que el griego, en el que había sido escrito todo el Nuevo Testamento, tiene unas referencias clarísimas a una predicación original en arameo, la lengua madre de Jesús de Nazaret. Al menos 26 palabras de los Evangelios han quedado en arameo porque los evangelistas no quisieron traducirlas al griego: querían que resonaran a los lectores precisamente con la máxima fidelidad a la voz del Maestro.
»Entre estas palabras podemos recordar la importantísima palabra aramea “Abbà”, un vocativo muy particular con el que el Maestro se dirigía al Padre, llamándolo “papà” (Abbà, efectivamente), con la máxima confianza y familiaridad filial. Pensemos también que los Evangelios repiten cincuenta veces el término hebreo “amén”, que significa “en verdad”, otro uso singular del Maestro, que introducía habitualmente su discurso repitiendo dos veces “en verdad, en verdad”. Otros ejemplos celebérrimos son las últimas palabras en la cruz “Eloì, Eloì, lama sabactani?”, “Talita qum”, “rabbì”, “effatà”. Todos signos de máxima fidelidad histórica.
-¿Cuándo se empezaron a aplicar los principios de la filología al texto sagrado?
-Fue sobre todo en el siglo XX cuando se profundizó la investigación sobre las “formas lingüísticas”, los “géneros literarios” y el “contexto histórico” que están en la base de los textos evangélicos. Haciendo una referencia concreta, podemos recordar el documento de la Pontificia Comisión Bíblica De historica Evangeliorum veritate, (LEV, Ciudad del Vaticano, 1964). En este texto se reconoce la legitimidad del método histórico-crítico en el estudio de los Evangelios. También el Concilio Vaticano II, en la Dei Verbum (1965), en el n. 19, afirma sin dudarlo la historicidad de los cuatro Evangelios, como demostración del hecho de que los estudios filológicos han confirmado la fidelidad histórica de los textos.
-¿Cuáles han sido los resultados?
-La filología ha profundizado en el estudio de las “formas lingüísticas” antiguas , individuando algunas estructuras típicas del arameo (lengua oral, el dialecto de Galilea) y del hebreo (lengua escrita, utilizada por los escribas de Judea), las lenguas originales hablados por Jesús. Estas estructuras lingüísticas son ajenas a la literatura griega y, por lo tanto, son un signo evidente del origen semítico de los Evangelios. Podemos decir que los evangelios fueron pensados en arameo y después traducidos al griego. El cuerpo es griego, pero el alma es semítica.
»En el texto Luce dal sepolcro se citan, por ejemplo, los paralelismos que son una repetición de la frase, para que se imprima mejor en la memoria, técnica utilizada precisamente por los rabinos en las escuelas de la antigua Israel. Hay más de cien paralelismos en los cuatro Evangelios. Distinguimos entre paralelismos antitéticos, donde la repetición de la frase ve una primera forma negativa y luego una positiva (por ejemplo, “no he venido para ser servido, sino para servir”, “los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”).
»Hay, además, paralelismos sintéticos donde la repetición de la frase se presenta con la misma forma (“no deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos”). Otro rasgo semítico es la repetición de términos similares, para facilitar su memorización: “perdona … nuestras ofensas … como nosotros las perdonamos a los que nos ofenden”. “El sembrador salió para sembrar la semilla, una parte de la semilla…”.
»Otra novedad lingüística, y no sólo de contenido, es el uso sistemático de las parábolas. Son relatos concretos, tomados de la vida cotidiana, únicos en todas las literaturas antiguas y de gran eficacia para comunicar un mensaje moral increíble: el amor misericordioso, el perdón, el cuidado de los débiles y los enfermos, la ayuda a los pobres… En resumen, gracias a la filología se ha visto que los Evangelios no son ciertamente elaboraciones realizadas por comunidades helenísticas durante dos siglos, como había pensado Bultmann en la primera mitad del siglo XX, sino fieles transmisiones orales de la predicación originaria del Maestro.
-¿Qué son los Evangelios apócrifos?
-“Apócrifo” en griego significa “escondido” y efectivamente son por lo menos una veintena los evangelios “apócrifos” que permanecieron escondidos hasta el siglo XIX. La Iglesia o el Vaticano no tienen nada que ver con presuntas operaciones de “encubrimiento” o de “censura” de estos textos. Sencillamente, los escasísimos manuscritos apócrifos habían permanecido enterrados en pueblos aislados, sobre todo del antiguo Egipto, donde a partir del siglo II se fue difundiendo la gnosis, una doctrina filosófica neoplatónica con infiltraciones cristianas, coptas, persas…
»Es importante saber que estos apócrifos no desmienten los acontecimientos principales de la vida de Jesús; por ejemplo, el Evangelio apócrifo de Pedro describe en términos espectaculares el momento de la resurrección. Otros evangelios apócrifos relatan a menudo algunos milagros.
-¿Cómo podemos distinguir los Evangelios auténticos de los apócrifos?
-Las primeras comunidades cristianas adoptaron algunos criterios de autenticidad que son aceptados también por los historiadores laicos. Ante todo, el criterio de la antigüedad. Estamos seguros de que los cuatro evangelios fueron escritos en el primer siglo y los recientes descubrimientos papirológicos (Papiro Rylands, Papiros Bodmer) nos confirman esto. Al contrario, los apócrifos son todos ellos de redacción tardía.
»Otro criterio es la catolicidad, es decir, el hecho de que los evangelios canónicos estaban difundidos en todo el mundo antiguo, por lo tanto en las comunidades de Roma, Atenas, Damasco, Antioquía, Jerusalén, Alejandría de Egipto, Efeso, etc. Al contrario, los apócrifos tenían un uso local, restringido al círculo elitista de pocos filósofos gnósticos.
»Otro criterio es la apostolicidad, es decir, la enseñanza conforme a la predicación original de los apóstoles. Y es en la aplicación de este criterio que el análisis lingüístico se convierte en decisivo. Mientras los Evangelios auténticos o canónicos (= conforme al canon o regla apostólica) tienen referencias continuas y evidentes al arameo y al hebreo, los apócrifos no las tienen. Más bien al contrario, presentan un léxico típico de la filosofía neoplatónica y gnóstica helenística, que nada tiene que ver con el hebreo. El Evangelio de Judas, por ejemplo, habla de “Barbelo, Saclas, arcontes, sizigia…”, toda ella terminología gnóstica absolutamente ajena a la cultura hebrea.
-¿Puede darnos un ejemplo?
Mientras los evangelios apostólicos hacen referencias continuas a las Escrituras del Antiguo Testamento, que tenían un valor fundamental para cada hebreo, en los apócrifos, en cambio, no hay ninguna referencia a las Escrituras antiguas. Dando cifras concretas, en los evangelios canónicos el patriarca Abraham es citado 33 veces, Moisés 37 y David 38. En los evangelios apócrifos no encontramos ninguna cita a estos patriarcas, importantísimos para los israelitas.
»Además, el mensaje de los evangelios apócrifos gnósticos se resiente de la filosofía platónica dualista que desprecia e incluso considera malvada la materia y, por lo tanto, la corporeidad, - despreciando también, por consiguiente, la feminidad -, y en la que la salvación es reservada a unos pocos privilegiados según un criterio discriminatorio entre sabios e ignorantes.
»En resumen, los apócrifos podrán ser útiles para conocer la filosofía gnóstica del siglo II o III, pero no ciertamente para conocer el mensaje original de Jesús de Nazaret, que es el que ha cambiado el mundo. De hecho, ha traído la revolución ética más importante de la historia, ha dado dignidad a cada ser humano en un mundo donde había millones de esclavos, donde las mujeres y los niños eran discriminados y donde los enfermos no eran cuidados con amor fraterno.
-¿Por qué un estudio filológico sobre los Evangelios junto a un estudio sobre la Sindone?
-Emanuela Marinelli y yo hemos pensado en valorar la ostensión de la Sindone que se realizará en Turín del 19 de abril al 24 de junio de este año ofreciendo en un único libro, a todo honesto investigador de la verdad histórica, los conocimientos más importantes sobre Jesús de Nazaret. De hecho, está claro que la Sindone sin los relatos evangélicos sigue siendo un enigma indescifrable. Sólo los relatos evangélicos constituyen la clave de lectura capaz de decodificar e interpretar la Sindone. Por lo tanto, se convierte en algo indispensable una investigación científica y documentada no sólo sobre la Sindone, sino también sobre la autenticidad de los Evangelios.
»En otras palabras, con este texto hemos querido responder a las exigencias del hombre moderno, en especial de los jóvenes que crecen con una cultura científica e ilustrada. Una docente de historia de la Universidad "La Sapienza" de Roma, Lucetta Scaraffia, ha dicho que dos tercios de sus estudiantes creen que entre Jesús y Jupiter no hay diferencia alguna en cuanto a documentación histórica.
»Se convierte entonces en indispensable para el mundo contemporáneo ofrecer al lector una investigación actualizada sobre la inmensa documentación de los Evangelios, que son el texto histórico más documentado del mundo antiguo en lo que respecta a número de manuscritos y su antigüedad. Basta pensar que tenemos más de quince mil manuscritos del Nuevo Testamento, mientras que sólo tenemos unas pocas decenas de manuscritos de los autores clásicos más célebres, como César, Platón, Tácito. Si falta esta competencia histórica, las jóvenes generaciones corren el riesgo de seguir siendo analfabetas precisamente sobre los temas más importantes que dan un sentido a nuestra vida.
(Publicado originariamente en La Nuova Bussola Quotidiana; traducción del italiano por Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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