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sábado, 31 de janeiro de 2015

«El rugby me enseñó a superarme, comer golpes y levantarme, pero el seminario me dio paz y alegría»

La vocación de Juan Andrés Verde, seminarista de 25 años

Juan Andrés Verde aplazó todo lo que pudo su entrada en el seminario,
pero el llamado de Dios era insistente
«El rugby me enseñó a superarme, comer un golpe y levantarme, pero el seminario me dio paz y una alegría inmensa» 

Actualizado 12 enero 2015


Juan Andrés Verde, "Gordo" para sus amigos, es un seminarista uruguayo de 25 años que ha escrito ya tres libros hablando de la fe, siempre intentando llegar a más gente.

Compartir la fe escribiendo
"Tenía un gran amigo que sabía que yo rezaba e iba a misa pero él no. Nada que ver. Un día me lo encuentro en misa y le digo: ¿Qué hacés acá? ¡Qué alegría verte!, y me responde: Si. Es el único lugar donde vengo y encuentro paz. Lástima que no entiendo nada. Pero eso se soluciona, le dije".

Fue así que Verde comenzó a escribir "Cartas a mis amigos", una serie de cuentos cortos para entender "esa realidad de Dios porque él sentía paz, pero no sabía por donde venía", explica.

Esa anécdota con su amigo llevó a Verde a publicar el libro ampliado y dirigido a jóvenes. "Cartas a mis amigos" ya va por su quinta edición, y luego arremetió con una segunda parte que también fue un éxito. También acostumbra a escribir en su Facebook una reflexión.

Verde nació y se crió en El Prado, Uruguay y se formó en colegios católicos.

Cuando tuvo que elegir un deporte, se inclinó por el rugby que luego se transformó en su gran pasión.

Su equipo era el Carrasco Polo pero integró la selección uruguaya en dos mundiales juveniles, varios sudamericanos y otros partidos. También estudiaba Veterinaria y estuvo de novio durante tres años.

El llamado.
"Sentía que tenía muchas cosas, pero a la vez me sentía vacío", dice Verde al recordar la etapa en que comenzó a cuestionarse seriamente la posibilidad de ser cura.

Entonces tenía 19 años. Estaba convencido de que necesitaba un tiempo para pensar en su futuro, pisar y afirmarse. Por eso partió de misión al instituto Paiva, una obra salesiana en Sarandí del Yí (Durazno), y durante un año, Verde vivió en una estancia con 70 jóvenes, hijos de peones rurales.

"Allí aprenden de todo: carpintería, huerta, granja, mecánica... Y allí estuve tratando de saber si esto era para mí o no. Me costó, pero me fui dando cuenta de que encontraba una cierta paz y una felicidad distinta al no tener nada de todo lo que tenía antes y dedicándome a estar al servicio de los gurises [niños, muchachos, en Argentina y Uruguay]", dice el seminarista.

Asegura que entre todas las actividades que desarrolla, su preferida es la pastoral entre jóvenes.

Reticente a entrar en el seminario
Verde dejó a su novia pero seguía estudiando Veterinaria. Reconoce que no le gustaba la idea de ser sacerdote.

"Quería escaparle a esto como fuera", dice y comenzó a estudiar "Recursos humanos y relaciones laborales" en la Universidad Católica. Pensó que desde esa profesión podía servir a los demás sin llegar a ser cura.

Cuenta que ese año hizo muchas cosas. Estudiaba, trabajaba, integró el movimiento Lucero, trabajó en Los Pinos, en Casavalle.

"Terminó ese año y yo terminé con la sensación de que había hecho un montón de cosas pero que no había avanzado. Y pasando raya, me di cuenta de que todavía me faltaba algo", recuerda Verde y fue entonces que tomó la decisión de entrar al
seminario.

"Eso me dio una paz y una alegría inmensa", dice ahora mientras cursa su segundo año de Teología en el seminario y está dedicado de lleno a la actividad pastoral entre jóvenes.

El rugby, para educar
Cuenta que el rugby ha sido un medio para transmitir valores a jóvenes del Comcar y de la Colonia Berro, entre otros.

"Para mi el rugby ha sido un bastión importante porque con él yo aprendí una filosofía de vida: superarte, comerte un golpe y levantarte e ir a buscarla, no quedarme haciendo la plancha, el respeto. Es una herramienta, una filosofía de vida".



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