Es el primero que no preside durante el pontificado
El vía crucis en el Coliseo de Roma (Vatican Media).
La noche de este 18 de abril, Viernes Santo, se ha celebrado en el coliseo romano el primer vía crucis sin el Papa Francisco dirigiendo la oración, después de que el Vaticano confirmase que no presidiría ninguna celebración con motivo de su recuperación de la bronquitis y posterior neumonía bilateral.
En su lugar presidió la ceremonia el cardenal Baldassare Reina, vicario para la Diócesis de Roma, que portó la cruz en la primera y en la decimocuarta estación.
Durante toda la ceremonia, cerca de 20.000 fieles, sacerdotes, obispos y cardenales siguieron en el Coliseo las meditaciones redactadas por el pontífice para las catorce estaciones del vía crucis. Una oración que el pontífice destacó por ser la que guía a los fieles “del cansancio a la alegría”, de modo que “una ciudad dividida en facciones y lacerada por los conflictos se encamina hacia la reconciliación”, y “una religiosidad árida redescubre la fecundidad de las promesas de Dios”.
El cardenal Reina portó la cruz ante la primera estación, Jesús es condenado a muerte, en la que se reflexionó en el camino de la cruz como una posibilidad que la humanidad ha “dejado pasar demasiadas veces”, siendo “prisioneros de roles de los que no hemos querido salir” o con la preocupación “por las molestias de un cambio de dirección”.
Según el pontífice, existen “miles de razones” -“argumentos religiosos, objeciones jurídicas” o incluso “el aparente sentido común que no se involucra en la suerte de los demás”- que también ponen a los hombres de hoy “de la parte de Herodes, de los sacerdotes, de Pilato y de la multitud”. Sin embargo, agrega, “puede ser diferente. Jesús, tú no te lavas las manos. Sigues amando, en silencio. Has tomado tu decisión, y ahora nos toca a nosotros”.
"La economía de Dios no mata, no descarta, no aplasta"
En la segunda estación, en la que Jesús carga con la cruz, un grupo de jóvenes tomó el relevo para continuar un camino de la cruz que para Francisco “no es solo en subida”. “Es tu abajamiento hacia aquellos que has amado, hacia el mundo que Dios ama; es una respuesta, es asumir una responsabilidad”. En realidad, explicó el texto preparado por el pontífice, “somos nosotros los que tenemos dificultad para respirar, a fuerza de evitar responsabilidades. Sería suficiente con no escapar y permanecer junto a aquellos que nos has dado, en los contextos donde nos has puesto”.
La tercera estación, que recuerda la primera caída de Jesús, fue responsabilidad de voluntarios de Cáritas y desveló la consideración de que, aunque la “vía de la cruz ha sido trazada de manera profunda en la tierra, los grandes se apartan de ella, quisieran tocar el cielo”. Se hablaba así de unos “constructores de Babel” que aseguran “que no es posible equivocarse y que el que cae está perdido”. Frente a ellos, y por el contrario, “la economía de Dios no mata, no descarta, no aplasta, es humilde”, remarca el pontífice, que invita a seguir “el camino de las Bienaventuranzas: no destruye, sino que cultiva, repara y protege”.
"En Dios, las palabras son hechos"
Una familia fue la encargada de llevar la cruz durante la cuarta estación, momento en el que Jesús se encuentra con María. Un instante revelador de cómo la madre o los hermanos del Señor, “son aquellos que escuchan y se dejan cambiar”, los que “no hablan, sino que hacen”, pues “en Dios las palabras son hechos, las promesas son realidades”. “También nosotros hemos venido al mundo por la fe de tu madre y de innumerables testigos que generan vida incluso allí donde todo habla de muerte. Aquella vez, en Galilea, fueron ellos los que querían verte. Ahora, subiendo al Calvario, tú mismo buscas la mirada del que te escucha y lo pone en práctica”, menciona el texto.
En la quinta estación portó la cruz la organización asistencial UNITALSI, recientemente conocida por presenciar el último milagro confirmado del santuario de Lourdes.
Rememorando el instante en que el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz, la reflexión del pontífice remarca cómo también los hombres de hoy “necesitan a alguien que nos detenga a veces y ponga sobre nuestros hombros algún trozo de realidad que necesita ser cargado”. “Se puede trabajar el día entero, pero sin ti, se desperdicia. En vano se cansan los constructores, en vano vigila el centinela de la ciudad que Dios no construye (cf. Sal 127). Y nosotros, como Simón de Cirene, cambiamos rumbo y trabajamos contigo”.
"Caer y volver a levantarse, aventura de la vida humana"
Los religiosos hicieron su aparición para portar la cruz en la sexta estación, en la que la Verónica limpia el rostro de Jesús. Un instante evoca en el texto del pontífice cómo también el Señor se entrega “día tras día en el rostro de cada ser humano”. Cada vez que nos acercamos al más pequeño, rezaba el texto, “nos interesamos por tus miembros y tú permaneces con nosotros. De esta forma nos iluminas el corazón y la expresión de nuestro semblante. En vez de rechazar, ahora acogemos”.
La segunda caída de Jesús, séptima estación de la oración, fue acompañada por personal docente y del ámbito educativo, que siguió la enseñanza de Jesús de “caer y volver a levantarse” y que constituye a su vez “la aventura de la vida humana”. Frente unas máquinas que se pretenden “perfectas” y a las que no se permite equivocarse, el texto del vía crucis remarca que “las personas dudan, se distraen y se pierden y, sin embargo, conocen la alegría”. De este modo, con su segunda caída, Jesús muestra que al hacerse hombre “no tuvo temor de tropezar y caer” y que frente a un mundo “de cálculos, algoritmos, frías lógicas e intereses implacables, la economía divina es otra, conversión que devuelve alegría y nos lleva a casa”.
La octava estación, en la que Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén, estuvo presidida por mujeres del Ordo Viudarum -la orden de las viudas-, que portaron la cruz mientras se reflexionaba sobre unas mujeres que “por deber llevan a cabo el rito de la compasión” y que resultan también con el corazón “golpeado” por el Señor.
Ante Cristo "cae toda hipocresía"
La tercera caída de Jesús, novena estación, fue el momento en que varios sacerdotes confesores portaron la cruz en representación del sacramento de la confesión y penitencia. Un momento en el que el pontífice reflexiona desde su escrito sobre el “escándalo” que supone el acercamiento de Jesús a todo pecador frente a “quien vive dividido en dos, entre lo que debería ser y lo que realmente es. En tu misericordia, Jesús, cae toda hipocresía”.
La comparación de un Jesús despojado de sus vestiduras que se presenta en la décima estación y una Iglesia que “parece hoy como una vestidura rasgada” guio una nueva estación que fue protagonizada por personas con alguna discapacidad. Frente a esa Iglesia rasgada, el texto del pontífice rogaba por “recoser nuestra fraternidad, fundada sobre tu entrega” y reafirmando los buenos deseos de ser “cuerpo, túnica indivisible y Esposa” de Cristo.
Le siguieron algunos voluntarios del Jubileo, que llevaron la cruz mientras se reflexionaba sobre un Jesús que es clavado en la cruz: “Tú, Jesús, nos muestras que en cualquier circunstancia hay una decisión que tomar. Tú prestas atención tanto a uno como a otro de los que están crucificados contigo; dejas deslizar los insultos de uno y acoges la invocación del otro. Tú prestas atención a quien te crucifica y sabes leer el corazón de quien no sabe lo que hace. Clavado, de hecho, intercedes”.
"Aún muerto, sigue reinando"
La reflexión sobre la acogida marcó la duodécima estación, muerte de Jesús, en la que un grupo de inmigrantes dirigió el camino mientras se reflexionaba con las palabras del pontífice llamando a una acogida que se plasma en “templos que quieren permanecer definitivamente abiertos”.
La decimotercera estación reflexionaba en torno a un Jesús bajado de la cruz que “rompe los automatismos que destruyen la casa común y la fraternidad”. Ante unos operadores sanitarios que cargaban la cruz, el pontífice mencionaba como el Señor “habilita” y “hace audaces” a sus seguidores ante las grandes responsabilidades, a quienes llama a reconocer que, Jesús, “aún muerto, sigue reinando”.
En la decimocuarta estación, la cruz volvía al cardenal con quien empezó a peregrinar, Baldassare Reina, que la llevó a su destino final mientras se reflexionaba en la colocación del Señor en el sepulcro. “En un sistema que nunca se detiene, Jesús, tú vives tu sábado. Lo viven también las mujeres, a las que aromas y perfumes quisieran ya hablar de resurrección. Enséñanos a no hacer nada, cuando únicamente se nos pide esperar… Y habrá paz para tu pueblo y entre todas las naciones”, agregaba el texto.
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