La serie ya está en el ranking de los diez títulos más vistos de la historia de la plataforma
Jamie Miller (Owen Cooper) y Briony (Erin Doherty), en el tercer capítulo del último éxito de Netflix, “Adolescencia”.
El drama “Adolescencia” ha sacudido al mundo. Desde su estreno el pasado 13 de marzo, la serie británica dirigida por Philip Barantini (Band of brothers, Chernobyl) y guionizada por Stephen Graham y Jack Thorne ya se encuentra en el listado de los diez títulos más vistos de la historia de Netflix -supera a la estelar Stranger things 3-, y se acerca a los 100 millones de visualizaciones hasta la fecha.
La serie es cruda, directa y absorbe por completo al espectador desde el primer minuto en el drama de Jamie Miller (Owen Cooper), un joven británico de trece años que es detenido y acusado por el asesinato de Katie, compañera de escuela del protagonista.
Adolescencia, "lo más cercano a la perfección"
Filmada en Inglaterra entre julio y octubre de 2024, la producción transcurre en cuatro capítulos que dirigen al espectador desde la detención Miller, cada uno de ellos desarrollados en las instituciones relacionadas con el crimen del que se le acusa: comisaría, colegio, atención psicológica y, en último lugar, la forma en que los sucesos impactan en la familia, formada por el padre Eddie, la madre, Manda y la hija mayor, Lisa.
La crítica ha tratado a Adolescencia como la propia audiencia. Rotten tomatoes le concede un 9,3 sobre 10, puntuación que roza la perfección con que la crítica Lucy Mangan valora la serie en The Guardian: “Lo más cercano a la perfección televisiva que se puede conseguir. A lo largo de los años, ha habido varios aspirantes a la corona, pero ninguno se ha acercado tanto”.
En lo técnico, uno de los aspectos más valorados de la serie es el uso del plano secuencia. Se trata de una compleja técnica sin cortes, rodando la película, o los capítulos en este caso, en una única toma, recordando así a hitos como La soga (Hitchcock, 1948) o la más reciente 1917 (Sam Mendes, 2020). En Adolescencia, el recurso ofrece algo más que admiración por la complejidad que conlleva. Lo que consigue en la serie es sobre todo captar y absorber la atención de un espectador al que le resultará realmente difícil despegarse del asiento. Todo un reto, teniendo en cuenta que la serie alterna momentos crudos y realmente incómodos con excesos de información a veces compleja de asimilar, una carga emocional desbordante, alguna frenética persecución a pie y traslados a comisaría o incómodas exploraciones médicas al protagonista.
También sorprenderá a los espectadores que crean que una cinta tiene que estar catalogada para mayores de 18 años para llegar a ser adictiva. En este caso no se recomienda a menores de 12 años, lo que quizá se haya determinado así pensando en que podría ser emitida con fines educativos en centros escolares. Algo que, de hecho, recomendó tras el estreno un “impactado” primer ministro británico, Keir Starmer, a lo que Netflix respondió poniendo la serie a disposición de los colegios.
Lo cierto es que quizá no sea la serie más apropiada para ver en familia un sábado por la noche, especialmente si los hijos son pequeños, por mensajes y contenidos nada recomendables para menores, aunque nada sexual explícito salvando comentarios y conversaciones.
Entre ellos destacan las conductas sexuales consideradas “normales” entre menores, flagrantes casos de acoso escolar o un discurso ideológico servil ante el wokismo, las doctrinas de género o el ecologismo, continuamente representados en colegio o en el mismo trasfondo del guion: mucho arcoíris, slogan como “Eres un arcoíris de posibilidades”, profesores con colgantes LGBT, un “ecomural” con llamados a la diversidad o a amar el planeta…
Las referencias religiosas destacan por su ausencia hablando del cristianismo, pareciendo más relevante para la dirección reflejar el “multiculturalismo” británico con la presencia de hiyabs en varias ocasiones, obviando las siempre presentes expresiones irreverentes con lo sagrado.
Pero si por algo destaca Adolescencia es sin duda por la compleja problemática incel. Se trata de un fenómeno muy presente en las guerras culturales de género y que, en resumidas cuentas, se refiere a personas que se consideran incapaces de mantener relaciones sexuales o afectivas no por voluntad propia sino por una negación del sexo opuesto -el mismo nombre es la abreviación de involuntary celibate, celibato involuntario-.
Y ese es el trasfondo que rodea la trama de la serie y que se manifiesta en toda su crudeza especialmente a partir del tercer capítulo. De hecho, Adolescencia tiene una “barrera de entrada” y es sin duda la de los conceptos que aborda, desconocidos para el público general: incel, manosfera, la regla del 80-20 o la red pill son solo algunos de los términos relativos al tan intrigante como tóxico fenómeno del celibato involuntario y que de forma cómica ilustra Machos alfa.
En este sentido, lo más probable es que jóvenes de 13 años puedan hablar mucho más de ello que sus padres, y este es otro punto a favor de que los adultos vean la serie: la plasmación al público de un problema que a los padres, por lo general, les queda realmente lejos.
Por qué los padres deben ver "Adolescencia"
[Atención: de aquí en adelante el artículo contiene 'spoiler']
De hecho, una de las principales denuncias que con acierto hace Adolescencia es el hecho de reflejar vidas disociadas entre padres, hijos y escuelas. Es de sobra conocida la independencia que los adolescentes buscan adquirir respecto de su familia, siendo frecuente el cliché del joven encerrado en su cuarto. Pero en Adolescencia, esta cuestión y esa rutina cobran un gran significado.
Por ejemplo, en el segundo capítulo, durante la investigación policial en el colegio, cuando el inspector Bascombe habla del caso con su hijo Adam. Es destacable que es el propio Adam el que ayuda al inspector a comprender por dónde debe orientar la investigación, le desvela la “jerga” incel y le ayuda a descubrir que lo que en realidad motivó el crimen fue el acoso de Katie a Jaime.
“Es vergonzoso ver cómo andas metiendo la pata”, reprocha Adam a su padre policía. Bascombe no tiene ni idea de lo que sucede tras las redes sociales, pero también está desconectado de Adam, que reprocha a su padre no llamarle nunca "hijo".
Y es algo que también refleja el último episodio, en el que los padres del acusado se torturan una y otra vez preguntándose: “¿Qué hemos hecho mal? ¿Debimos estar más pendientes? No pude imaginar que pudiese hacer algo así…”.
Es una de las escenas más dramáticas de la serie. Eddie y Manda, se abrazan y buscan verse reforzados el uno al otro en la convicción de haber sido buenos padres, pero lamentan no haber “estado encima” lo suficiente.
Él habla de su abundante trabajo, ella dice que podía haber estado más y ambos reconocen ser conscientes de que el pequeño pasaba con el ordenador hasta altas horas de la noche, reflejando su desconocimiento de que un Instagram o un teléfono mal usado puede tener terribles consecuencias.
“Debimos haberlo parado y darnos cuenta”, piensan, pero el padre responde resignado “es el mundo que hay hoy… Estaba en su habitación, creíamos que estaría a salvo, ¿qué podía pasarle ahí?”. Parece una llamada de atención, un recordatorio a las familias de que encerrarse en el cuarto tras el típico portazo no es igual de inocuo que podía ser dos generaciones atrás.
El mismo Thorne, guionista, ha asegurado en varias entrevistas que desde el principio no quiso una serie que culpase a los padres, pero tampoco oculta que no están exentos de toda responsabilidad.
La plaga digital, omnipresente
Adolescencia no oculta ningún tema por polémico o crudo que resulte. Y otro de ellos es la omnipresencia de móviles y redes sociales, que merece una reflexión propia por su importancia no solo en la serie, sino en la realidad cotidiana de los adolescentes y también en la difusión de contenidos ideológicos, incel, LGBT o de acoso.
La distinción es clara y apunta a los adolescentes como víctimas de la plaga digital: desde el principio, los policías y los padres apenas sacan sus teléfonos salvo para lo imprescindible, como pedir ayuda tras la detención de Jaime. Por el contrario, prácticamente todos los menores y adolescentes aparecen casi continuamente usando sus teléfonos, lo que es especialmente llamativo en el capítulo que se desarrolla en la escuela, desde la primera escena hasta la última:
“Dejad los móviles y pasad a clase”, les dice una profesora desconectada de lo que ocurre en las aulas a un grupo de chicos. Ellos responden: “Cállese”. No el único fragmento que parece denunciar reiteradamente una falta completa de control y autoridad en los centros.
"Si hubiera tenido un smartphone me habría hecho mucho daño"
Más que de una descripción se trata de una denuncia, pues el mismo Thorne ya declaró al Telegraph lo aliviado que se siente de no haber tenido teléfono en su juventud y de la precaución que la serie le ha llevado a adoptar con sus propios hijos.
“De niño no dormía, me quedaba despierto hasta muy tarde. Solo leía libros de fantasía. Si hubiera tenido un smartphone... los sitios a los que habría ido, es horrible. Me habría hecho mucho daño. Ahora mismo, [Elliott, su hijo] solo disfruta del sol y de leer El Hobbit. Las personas más importantes en la vida de Elliott son los gladiadores y Michael McIntyre, pero ¿qué pasa cuando eso deja de ser así?"
La familia, punto fuerte de Adolescencia
El modo de representar a la familia es uno de los puntos fuertes de la serie. Simplemente por su composición, un matrimonio que empieza a tener años -él cumple 50- fiel, unido, feliz, que recuerdan felices su pasado, afrontan con fortaleza y unidad su drama presente y miran con esperanza el futuro, que quieren pasar juntos. Podría parecer lo normal, pero los dramas familiares contemporáneos que afectan a los hijos suelen resolverse con el debilitamiento del núcleo matrimonial o incluso su ruptura, como refleja La caza.
Ambos se aprecian y admiran, y aunque Jamie elige a su padre como adulto responsable, más tarde él piensa que debería haber sido Manda –“Tú eres mejor”, le dice su marido-. También la comprensión: al final de la temporada, dos menores escriben “pederasta” en la furgoneta de Eddie, lo que no parece tener mucho sentido en el guion si no es para reflejar que, en un momento de semejante tensión, cualquier añadido puede ser motivo para estallar. Y en efecto, el padre estalla al comprar la pintura para taparlo, pero va junto a Manda, que en todo momento le apoya, le calma y le acompaña.
Ella, como también la hija Lisa, le consuela, anima y abraza, le invita a no reprocharse nada. Quizá el momento que mejor lo refleja es cuando, hablando de su hija Lisa, aparentemente modélica, él pregunta afligido: “¿Cómo lo hicimos con ella?”; y Manda le responde: “Como lo hicimos con él”.
Con todo, la dirección de Adolescencia se muestra absolutamente descarnada con Jaime, para quien la esperanza, el perdón, el consuelo o la reinserción no son una posibilidad. Para el joven no hay salvación posible ni redención, lo que recuerda al trasfondo woke de no pocas series de Netflix.
Como recoge el filósofo Jean-François Braunstein, lo woke es “una religión sin perdón en la que el hombre blanco siempre es culpable” y, en efecto, Jamie es culpable de asesinato, pero para él, el consuelo no es una opción. De hecho, la familia es el único lugar donde el joven halla apoyo, perdón y aceptación, incluso cuando admite que va a cambiar su declaración admitiendo su culpabilidad.
¿Violento incel, joven inseguro o paciente mental?
Representativo de ello son los últimos segundos del tercer capítulo, junto a la psicóloga Briony (Erin Doherty).
Es aquí donde las llamadas doctrinas de la manosfera -definida como la red de sitios web, blogs y foros que promueven la masculinidad y la oposición al feminismo- se muestran en el joven de una forma reveladora, pero la empatía invita a pensar que quizá, más allá de profesar la misoginia, el joven solo busca cariño y aceptación social: “Soy el más feo, no soy bueno en nada…”
Durante la conversación, salpicada de fogonazos de ira, Jamie también se muestra alegre, simpático y enternecedor en algunos momentos con Briony, a quien no duda en destacar por su inteligencia y belleza.
Por ello es sorprendente que, al finalizar el capítulo y tras decirle que no volverán a verse, el joven le hace una última pregunta: “¿Yo te caigo bien?”. No encuentra mayor respuesta que una fría mirada, quizá justificada por el miedo de Briony, pero aparentemente sorprendida por la actitud del menor, algo extraño teniendo en cuenta que es su trabajo. Más que un violento incel, Jaime parece un joven inseguro y, quizá, con dolencias psiquiátricas.
¿Qué es lo que le sorprende? ¿Por qué la conversación concluye tan fría y distante por su parte cuando comenzó con una cálida bienvenida con el chocolate favorito de Jamie? ¿Es mera distancia profesional o una toma de partido en contra del joven homicida?
“¿Qué he hecho mal?”: un llamado a los padres
Estas preguntas conducen a un último aspecto y es el de la responsabilidad indirecta en el crimen. Teniendo en cuenta el creciente rechazo a la figura paterna, no es raro ver cómo en otras producciones o relatos se presentan a padres violentos o desapegados como causantes de desequilibrios en sus hijos que más tardes incurrirán en actividades delictivas. Un fenómeno que, sin embargo, no es el reflejado por Adolescencia.
De hecho, se presenta a un padre bueno, también sensible, al que la situación parece afectar más que a la propia madre, y al que Jaime adora y defiende en todo momento. Afectado por las palizas de su propio padre durante la infancia, se juró que jamás maltrataría a su hijo Jaime. La pregunta del “¿Qué he hecho mal?” le persigue, pero también su mujer Manda le ayuda a seguir adelante: si es tarde para reaccionar y responder a esa pregunta, se debe continuar adelante.
Las preguntas que deja "Adolescencia"
Mientras, la acusación de criminal incel rodea la trama, pero tampoco se confirma en un juzgado ni informe. Adolescencia suscita no pocas preguntas, la mayoría polémicas, con respuestas que quizá puedan plantearse en el corto plazo:
- ¿Existe lo incel? ¿De verdad hay personas -incel pueden ser hombres y mujeres- que lleguen a asesinar a otras por considerarse excluidos del mercado sentimental y solo por ese motivo?
- De haber casos criminales más allá de los conocidos Alek Minassian o Elliot Rodger, y si estos los hubiesen cometido exclusivamente por odio real y no por cualquier trastorno, ¿es tan representativo como para abarcarlo con justicia en una producción de alcance mundial?
- ¿Se es incel por convicción, es consecuencia de un trastorno, o son un subproducto artificial de las guerras culturales en la que las tribus urbanas proliferan en torno al sexo y la identidad?
- ¿Y si el incel de hoy, encarnado hipotéticamente por Miller, en realidad no fuese más que el joven inseguro, acosado y carente de autoestima de siempre?
- ¿Son los padres conscientes del mundo en el que realmente viven sus hijos a través de los móviles y redes sociales?
- En un mundo donde toda masculinidad no deconstruida es susceptible de ser considerada tóxica, ¿qué alternativas se propone desde el sistema a los hombres? ¿Alguna más aparte de la toxicidad o la deconstrucción?
- ¿Hasta qué punto el feminismo del “machete al machote”, "la cultura de la violación" o del “son todos violadores” contribuye precisamente a esa deconstrucción… o a ese rechazo?
- ¿Cómo enfrentar socialmente la raíz de ser incel -frustración por ausencia de romances o relaciones- cuando se ha fomentado un modo de vida basado en la sexualidad como derecho y un sentimentalismo sin límite?
- ¿Son los incel un problema social real, o es una corriente impulsada hoy para resucitar al feminismo, en regresión precisamente entre los jóvenes?
- ¿Impulsará Adolescencia el fenómeno de los incel o lo acotará y doblegará? El tiempo lo dirá.
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