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domingo, 2 de dezembro de 2018

«Los rusos han hecho verdaderamente mucho por nosotros», dice el obispo sirio vicario en Beirut

Advierte de que «Oriente Medio sin cristianos es un peligro»


Catedral católica melquita de Damasco: Misa del Gallo de 2016.




Han pasado siete años desde el inicio de la página más oscura de la historia de Siria. La difusión de la llamada "primavera árabe" desde el Norte de África dio inicio a unos años sangrientos que han costado la vida a más de 400.000 personas. El estallido de la crisis ha causado un verdadero éxodo: once millones de personas desplazadas que, de repente, se encontraron sin casa, buscando un arreglo provisional. Un drama que hemos conocido con la llegada de un millón de refugiados que han pedido asilo en Europa.
Sin embargo, el peso mayor recae, aún hoy, en el Líbano. De hecho, desde 2011 y hasta la fecha, el país de los cedros ha abierto sus puertas a un millón y medio de refugiados sirios. Después de que Assad retomara el control de la mayor parte del territorio nacional han empezado las repatriaciones acordadas de centenares de prófugos. La perspectiva de una nueva estabilidad interna tras una masacre que ha durado siete años vuelve a dar esperanza a estas personas, decididas como nunca antes a reconstruir su patria.
Con demasiada frecuencia la crónica de los hechos que han sucedido en Siria ha llegado al público italiano de manera fragmentada y superficial, filtrada por organismos que pecaban, con frecuencia, de parcialidad. Para escuchar un testimonio directo de lo que ha sucedido y sigue sucediendo en este país, In Terris ha entrevistado a monseñor Youhanna Jihad Battah, vicario general de Beirut de la Iglesia siro-católica, que está en Italia en estos días con motivo de una conferencia. ¿Quién mejor que un obispo nacido en Damasco y que desarrolla su actividad pastoral en Líbano para proporcionarnos un retrato objetivo y realista de la situación siria?
Monseñor Youhanna Jihad Battah, nacido en Siria, de 62 años, fue ordenado sacerdote en 1991 y consagrado obispo en 2011, justo en el inicio de la guerra.
-Excelencia, ¿cuánto ha cambiado su país desde 2011?
-Antes de la crisis, Siria era uno de los lugares más seguros del mundo, la educación y la sanidad eran gratuitas y la mayor parte de la población vivía dignamente. Tras la llamada "primavera árabe", nos empobrecimos. Quisiera aclarar una cosa: se habla a menudo de guerra "en" Siria, pero sería más correcto definirla guerra "contra" Siria. En nuestro caso concreto, la comunidad cristiana nunca se ha sentido en peligro con Assad. El miedo lo ha traído el ISIS, que no acepta a quien es diferente.
Qusair, Siria: una escena habitual en 2013: iglesias destruidas y cristianos recogiendo sus pertenencias para escapar. Foto: CNS/Reuters/Rami Bleibel.
»El de estos terroristas no es el islam, y lo demuestra el hecho de que no tienen ningún problema en matar también a los musulmanes que no piensan como ellos. Los sirios no han aceptado su Estado islámico. Lo que hemos vivido no es en absoluto un choque entre religiones: en Oriente Medio vige el principio de que la religión pertenece a Dios, pero la patria a todos. De hecho, nosotros, los cristianos, hemos convivido durante muchos años en paz con los islámicos, respetándonos mutuamente y hablando también de cuestiones espirituales. Queremos que esta convivencia pacífica continúe porque el Estado, en Siria, no es ni cristiano, ni musulmán. Tanto los unos como los otros somos sus ciudadanos y no tiene ningún sentido que luchemos entre nosotros.
-Sus compatriotas, a los que acoge y ayuda en Líbano, ¿qué piensan de Assad?
-Los refugiados sirios en Líbano no son contrarios en absoluto al presidente, y lo han demostrado participando en las elecciones y votándole. Nosotros, los obispos, hemos estado en Siria y hemos hablado con Assad, que nos ha dicho que necesita a estas personas para reconstruir el país. El problema es que hay individuos que tienen grandes intereses en el sistema de acogida libanés. No es casualidad que los cristianos sean tratados mal porque se refugian en las iglesias y no en los campos gestionados por estos negociantes.
Campamento de refugiados sirios en el Líbano.
»A pesar de todo, la mayoría de nuestros jóvenes connacionales ha tenido que expatriarse, pero no por culpa del gobierno. La guerra dentro de nuestras fronteras la han traído los terroristas, que son casi todos extranjeros; hay algún sirio entre ellos, pero le han pagado para que combatiera. Si el pueblo cristiano, como han contado los medios de comunicación estadounidenses, hubiera estado todo él contra el presidente, Assad no habría permanecido en el poder ni siquiera un mes. Su gobierno ha establecido una buena relación con los cristianos: siempre hemos tenido nuestra libertad. El nuestro no es un Estado islámico y en términos de libertad religiosa somos los segundos en Oriente Medio, después del Líbano. Si vosotros, occidentales, queréis saber de verdad cómo van las cosas allí, en nuestro país, tenéis que hablar directamente con el pueblo sirio y visitar nuestro país. Con demasiada frecuencia los medios de comunicación hablan de la situación sin conocerla bien. Por desgracia, la verdad es la primera víctima del conflicto sirio.
-¿Cuál es la opinión más difundida entre los sirios sobre el papel crucial que ha desarrollado Rusia en estos años de crisis?
-Los rusos han hecho verdaderamente mucho por nosotros. Por este motivo les tenemos afecto y los consideramos un gran pueblo, lleno de cultura. Estoy convencido de que Rusia ha intervenido en Siria intentando conseguir la paz y lo ha demostrado, por ejemplo, en Sochi y en Ginebra, donde sus representantes han luchado para conseguir un verdadero diálogo. Además, el Patriarcado de Moscú, que mantiene una buena relación con la Iglesia ortodoxa de Antioquía, ha ayudado de manera concreta a nuestras comunidades cristianas, y no se ha olvidado de sus hermanos en dificultad.
La dispersión de los refugiados sirios por Europa en los peores años de la crisis migratoria.
-La guerra ha implicado un verdadero éxodo desde su país de origen. Los Estados europeos son, después del Líbano, el principal punto de llegada de los refugiados sirios. ¿Cómo debería comportarse Europa ante estos flujos migratorios?
-El de la inmigración es el problema que más angustia me causa. Nuestro pueblo ha sufrido mucho, ¿por qué tenemos que abandonar la tierra en la que hemos nacido? Si Europa quiere de verdad ayudar a los sirios, que lo haga convenciéndoles de que se queden en su país. Este sí que sería un acto humano y cristiano. Además, si ayudara a nuestra gente directamente en territorio sirio, Europa misma se beneficiaria, porque evitaría el gasto que comportan los cursos de idiomas, el alojamiento y la comida. Para nosotros es mucho más importante que los Estados europeos vuelvan a abrir los canales diplomáticos y se comprometan a dialogar, terreno en el que han estado bastante ausentes hasta ahora.
-¿No teme que los refugiados cristianos puedan sufrir una crisis de identidad al entrar en contacto con una sociedad tan secularizada como la europea?
-Muchos fundamentalistas islámicos que han venido a combatir a Siria proceden, precisamente, de la Europa cristiana que, al contrario, sigue teniendo una inexorable crisis de vocaciones sacerdotales. ¿Por qué? Porque habéis arrinconado a Dios. Por el contrario, nuestra pequeña comunidad está creciendo visiblemente en el "viejo continente", y hoy cuenta con más de 4000 familias de fieles.
»Antes de 2011, la Iglesia siro-católica tenía dos sacerdotes en Europa, hoy tiene 25. También por esto queremos mantener una buena relación con los Estados, Italia el primero. Pero tienen que insistir en el diálogo y convencer a nuestros jóvenes de no dejar su país y permanecer en su tierra natal. Esto nos interesa a todos, porque Oriente Medio sin cristianos es un peligro: nosotros administramos con éxito escuelas y universidades a las que asisten estudiantes de todos los credos. El ejemplo mejor es el del Líbano, que San Juan Pablo II definió una "misión", porque su realidad demuestra que es posible una convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes, ya sean chiíes o suníes.
Traducido por Elena Faccia Serrano.


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