Babe Ruth es considerado como el mejor jugador de béisbol de todos los tiempos. En sus 22 años como jugador de las grandes ligas fue fundamental tanto en los Boston Red Sox como en los New York Yankees. Pese a que murió en 1948, todavía hoy registra una de las mejores marcas históricas de bateo, algo que los jugadores modernos todavía no le han podido arrebatar.
Babe era una estrella dentro y fuera del campo de juego. Jugando llamaba la atención por su calidad, y en el exterior por su vida en ocasiones poco ordenada. Le encantaba comer, beber alcohol y las fiestas. Pero también era católico, una fe que recibió en un reformatorio llevado por religiosos, y en la que uno de ellos, el Hermano Matthias, tendría una influencia que nunca habría imaginado años después.
En este vaivén religioso, en el que estuvo muchos años alejado de la Iglesia, fue en la enfermedad que le causaría la muerte donde realmente conoció a Dios, y donde la Virgen María a través de la Medalla Milagrosa tuvo mucho que ver a la hora de hallar la paz que le llevase a la eternidad.
Un “incorregible” que se convirtió
Nació en 1895 en Baltimore y se crió en la taberna que regentaban sus padres. Allí aprendió el peor lado de la vida, motivo por el cual sus padres acabaron enviándole con 7 años a una escuela reformatorio regida por los religiosos. Todos pensaban que era “incorregible” menos el prefecto de disciplina, el hermano Matthias. Él vio el lado bueno que tenía y también su talento natural para el béisbol. Estuvo en este reformatorio 12 años, y de ahí salió directamente a las ligas.
“El chico malo era tuyo, tuve un mal comienzo, y no creo que supiera entonces lo que era correcto e incorrecto. Me llevaron al reformatorio Santa María, era ‘incorregible’, y me hubiera quedado así si no fuera por el hermano Matthias, el mejor hombre que he conocido”.
Aquí recibió los sacramentos y se empapó de la fe, y aunque en sus años de profesional tuvo querencia por algunos vicios, nunca se alejó del todo. Aseguraba que los niños como él que recibieron esta base religiosa la tendrían toda su vida y permanecería en el fondo del corazón aun cuando no estuvieran cerca de la Iglesia.
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