Francisco dedica el último evento del Año Santo a los socialmente excluidos y desea que este día quede dedicado ellos
Misa en el Jubileo de los socialmente excluidos |
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En la última semana antes
de la clausura del Año Santo de la Misericordia, el papa Francisco
presidió la misa en la basílica de San Pedro, en ocasión del “Jubileo de
las personas socialmente excluidas”, un evento que inició el viernes 11
con una catequesis del Papa en el Aula Pablo VI en el Vaticano.
El Santo Padre portando el palio, vestía junto a los
concelebrantes los paramentos verde del Tiempo ordinario, período
litúrgico que concluye el próximo domingo con la festividad de Cristo
Rey. Ellos entraron en la basílica mientras el coro entonaba el himno
del Jubileo, Misericordia sicut Pater, seguido por el Kyrie y el Gloria in Excelsis Deo,
entonado por el coro de la Capilla Sixtina. Las lecturas, la misa y la
homilía fueron en italiano, y las intenciones leídas en diviesos
idiomas. Una imagen de María y otra del Crucifijo presidían la
eucaristía a los lados del altar.
El día en que
El Papa quiso que este día –en el que las catedrales y santuarios del
mundo cierran la Puerta Santa, excepto la de San Pedro– quede dedicado a
las personas socialmente excluidas, sean llamados sin techo, pobres,
meninos da rua, mendigos, clochard u otras denomiaciones; pero también a
los que no encuentran trabajo o están privados de un techo, una familia
y principalmente de su dignidad.
El Santo Padre además recordó que los pobres y excluidos con su
presencia “nos ayudan a sintonizar con Dios”, a no quedarnos en las
apariencias, a ver lo que Él ve.
Y advirtió del mal “que nos hace fingir” de no ve al Lázaro que es
excluido y rechazado; y de la “trágica contradicción de nuestra época”
en la que crece el progreso y las posibilidades pero “aumentan las
personas que no pueden acceder a estos”.
El Papa recordó también que “la persona humana puesta en el culmen de
la creación muchas veces es descartada porque se prefieren las cosas
que pasan” y aseveró que “esto es inaceptable, porque el hombre es el
bien más precioso a los ojos de Dios” y “que es grave acostumbrarse a
este descarte” que no hace noticia y se vuelve solamente un ritornello en los telediarios.
El Santo Padre recordó también: “Jesús invita con fuerza a no tener
miedo ante las agitaciones de cada época, ni siquiera ante las pruebas
más severas e injustas que afligen a sus discípulos”, y que es necesario
no caer en “las representaciones engañosas y temibles, del dios de la
potencia y de los castigos, proyección del orgullo y el temor humano”.
Por el contrario es necesario que “miremos con confianza al Dios de la
misericordia”.
E invitó así: “Abramos nuestros ojos al prójimo, especialmente al
hermano olvidado y excluido”. Y pidió al Señor que “nos aparte de los
oropeles que distraen, de los intereses y los privilegios, del aferrarse
al poder y a la gloria, de la seducción del espíritu del mundo”.
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