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segunda-feira, 9 de junho de 2025

León XIV: «Somos la Iglesia del Resucitado sólo si entre nosotros no hay ni fronteras ni divisiones»

León XIV, con el rojo litúrgico propio de la festividad de Pentecostés.

León XIV, con el rojo litúrgico propio de la festividad de Pentecostés.Vatican Media

08.06.2025 | 14:01  Actualizado: 

    El Domingo de Pentecostés se festejó en la Plaza de San Pedro con el Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades, con quienes el Papa celebró la víspera una vigilia en el mismo lugar y a cuyos responsables recibió en audiencia el viernes.

    Más de 70.000 peregrinos habían acudido para ello, a los que sumar los romanos y los fieles y turistas venidos por otras causas a la Urbe, por lo que no solo el recinto de la columnata estaba lleno, sino también la Via Conciliazione.

    León XIV recorrió la Via Conciliazione, también flanqueada por numerosos peregrinos.

    León XIV recorrió la Via Conciliazione, también flanqueada por numerosos peregrinos.Vatican Media.

    León XIV ha aprovechado todas esas ocasiones para referirse al Espíritu Santo como fundamento de la unidad, y a la unidad como fundamento de la Iglesia.

    Lo mismo hizo en la homilía, al recordar la escena del Cenáculo, donde "el Espíritu Santo obra "algo extraordinario" en la vida de los apóstoles: reciben "una mirada nueva y una inteligencia del corazón que les ayuda a interpretar los eventos que han sucedido y a tener una íntima experiencia de la presencia del Resucitado". De esta forma el Espíritu Santo "vence su miedo, rompe las cadenas interiores, alivia las heridas, los unge con fortaleza y les da el valor de salir al encuentro de todos para anunciar las obras de Dios".

    Benedicto XVI y las "fronteras"

    Dicho de otra forma, continuó León XIV, "en Pentecostés las puertas del cenáculo se abren porque el Espíritu abre las fronteras", una expresión de Benedicto XVI recuperada por el Papa para la ocasión y sobre la que centró su homilía.

    Esas "fronteras" que abre el Espíritu son, sobre todo, "dentro de nosotros": "Disuelve nuestras durezas, nuestras cerrazones, los egoísmos, los miedos que nos paralizan, los narcisismos que nos hacen girar sólo en torno a nosotros mismos".

    Insistiendo en una idea que ha reiterado en los últimos días, el Papa apuntó al Espíritu Santo como antídoto contra los riesgos de nuestro tiempo, como "una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo" o la soledad que, a pesar de estar "siempre conectados", nos hace "incapaces de establecer vínculos”.

    El Espíritu de Dios, en cambio, "abre las fronteras en nuestro interior, para que nuestra vida se convierta en un espacio hospitalario", y "abre también las fronteras en nuestras relaciones".

    La misa de Pentecostés completó un fin de semana intenso centrado en esta festividad y en las realidades eclesiásticas más vinculadas a ella.

    La misa de Pentecostés completó un fin de semana intenso centrado en esta festividad y en las realidades eclesiásticas más vinculadas a ella.Vatican Media

    "Cuando el amor de Dios mora en nosotros", prosiguió León XIV, "somos capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces, de superar el miedo hacia el que es distinto, de educar las pasiones que se sublevan dentro de nosotros". 

    Además "el Espíritu transforma aquellos peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como los malentendidos, los prejuicios, las instrumentalizaciones. Pienso también -con mucho dolor- en los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia, como desgraciadamente demuestran los numerosos y recientes casos de feminicidio".

    La unidad que nos identifica

    "El Espíritu Santo, en cambio, hace madurar en nosotros los frutos que ayudan a vivir relaciones auténticas y sanas... y nos abre a la alegría de la fraternidad", señaló. 

    E hizo una lectura en clave eclesiástica, pues estamos ante "un criterio decisivo para la Iglesia": "Somos verdaderamente la Iglesia del Resucitado y los discípulos de Pentecostés sólo si entre nosotros no hay ni fronteras ni divisiones, si en la Iglesia sabemos dialogar y acogernos mutuamente integrando nuestras diferencias, si como Iglesia nos convertimos en un espacio acogedor y hospitalario para todos".

    Por último, "el Espíritu abre las fronteras también entre los pueblos" porque "nos hace ver en el otro el rostro de un hermano" y "abate los muros de la indiferencia y del odio" o "la lógica de la exclusión que vemos surgir desgraciadamente también en los nacionalismos políticos".

    Por ello pidió "Que el viento vigoroso del Espíritu... sostenga nuestros esfuerzos para la construcción de un mundo donde reine la paz".



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