Anton Asfar, director de Cáritas Jerusalén.
Tras el inicio de los ataques israelíes contra Irán el viernes 13 de junio, Cáritas Jerusalén suspendió sus actividades para evaluar los riesgos de continuar su acción humanitaria.
Sin embargo, ante las "enormes necesidades", su director, Anton Asfar, organizó la reanudación de las operaciones al día siguiente. "Estamos en primera línea para llevar ayuda a la población y, como gran organización y 'brazo social' de la Iglesia, teníamos que continuar con nuestro trabajo", explica a Vatican News.
Ni alimentos ni agua potable
En la Franja de Gaza, 122 miembros de los equipos de Cáritas Jerusalén están distribuidos en diez unidades médicas para garantizar la ayuda de emergencia. Labor que se lleva a cabo bajo bombardeos, con muertos cada día, especialmente en el norte, como informó el miércoles 18 de junio el Hospital Al-Ahli, uno de los socios de la organización católica.
"La situación es catastrófica", resume Anton Asfar, citando la grave escasez de medicamentos, alimentos e incluso agua potable. "Trajimos todo el equipo que pudimos durante el reciente alto el fuego, pero ahora nuestros suministros se están agotando". Los equipos a veces reciben medicamentos de la OMS o de otros socios.
En la Franja de Gaza, las escenas de la vida cotidiana son indescriptibles. Niños descalzos hurgando en los cubos de basura en busca de restos de comida, insectos transmisores de enfermedades infecciosas...
Dentro de la parroquia latina de Gaza, los cristianos también sufren una asfixia lenta y progresiva. Algunos viven dentro de la iglesia, alrededor de la cual no cesan los bombardeos. Cáritas Jerusalén está en estrecho contacto con el padre Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia, cuando es posible llamarlo: recientemente el sacerdote tuvo que subir al tejado de la iglesia para tener señal.
Para el director de Cáritas Jerusalén, tener equipos sobre el terreno es una fuente de angustia constante. Seguimos evaluando la situación porque no queremos poner en riesgo a nuestros equipos: es muy peligroso operar en Gaza, que se ha convertido en una auténtica zona sin ley.
Al mismo tiempo, Cáritas Jerusalén también lanza la alarma sobre la dramática situación en Cisjordania. Al regresar de una visita al norte, Anton Asfar fue testigo de la construcción de nuevos muros y puestos de control.
"He visto cambios significativos sobre el terreno", dice con preocupación, como en el pueblo de Sinjil, a 50 kilómetros al norte de Jerusalén, ahora rodeado por muros de alambre de púas de varios metros de altura. "Cisjordania está paralizada, hay muy poca libertad de movimiento", continúa Anton Asfar, quien habla de no menos de 900 puestos de control o barreras en toda Cisjordania.
La agricultura, la educación y toda la economía están sufriendo gravemente estas restricciones, que se suman a un contexto ya de por sí difícil. Además, con la suspensión de las peregrinaciones a Tierra Santa, muchas ciudades como Belén viven "en cámara lenta".
Cáritas Jerusalén también trabaja para los 40.000 refugiados que viven en los campos de Jenin, Nour Shams y Tulkarem. «Estas personas desplazadas dentro del país no tienen nada: necesitan comida, kits de higiene y artículos de primera necesidad. "Estamos haciendo todo lo posible para ayudarlos y lanzaremos jornadas médicas y programas de apoyo psicosocial en el norte de Cisjordania", explica Anton Asfar.
Puedes colaborar con Cáritas Tierra Santa en este enlace.
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