El Papa preside la Vigilia Pascual en la basílica de San Pedro, con la ceremonia del ‘lucernario’
El Santo Padre en la basílica de San Pedro en la Vigilia Pascual |
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 15 Abr. 2017).- El papa Francisco
celebró en la noche de este sábado en la basílica de San Pedro, la
Vigilia Pascual.
La ceremonia litúrgica inició con el ‘lucernario’ en el atrio de la
basílica, en donde el Santo Padre a partir del fuego nuevo encendió el
cirio pascual, en el que incidió las letras alfa y omega.
Llevando el cirio pascual que simboliza a Cristo ‘luz del mundo’, a
medida que el Sucesor de Pedro entraba en la basílica que se encontraba
en penumbra, la misma se fue iluminando con las velas, hasta que se
encendieron las luces con gran intensidad, mientas el diácono cantaba
por tres veces ‘Lumen Christi‘ y la asamblea respondía ‘Deo Gratias‘. El Santo Padre vestía paramentos blancos con unos discretos bordados verdes y dorado.
Le siguió la liturgia de la palabra, con tres lecturas que comprendieron el libro del Éxodo, seguido por el ‘Gloria in Excelsis Deo’,
cantado por el Coro pontificio de la Capilla Sixtina, mientras las
campanas repicaban al viento y la basílica se iluminaba aún más.
Después de la lectura del Evangelio, el Papa en su homilía invitó a
imaginar los pasos de María Magdalena y de las mujeres que no se
convencen de que todo haya terminado de esa manera. Rostros, dijo, en
los que se pueden encontrar el de “tantas madres y abuelas, el rostro de
niños y jóvenes que resisten el peso y el dolor de tanta injusticia
inhumana”. De quienes sienten “el dolor por la explotación y la trata”.
El rostro “de aquellos que sufren el desprecio por ser inmigrantes,
huérfanos de tierra, de casa, de familia; el rostro de aquellos que su
mirada revela soledad y abandono por tener las manos demasiado
arrugadas”.
“Con el riego –precisó el Pontífice– de convencernos de que esa es la
ley de la vida, anestesiándonos con desahogos que lo único que logran
es apagar la esperanza que Dios puso en nuestras manos.
“De pronto, estas mujeres recibieron una sacudida”, recordó
Francisco. “Con la Resurrección, Cristo no ha movido solamente la piedra
del sepulcro, sino que quiere también hacer saltar todas las barreras
que nos encierran en nuestros estériles pesimismos”.
“Vayamos con ellas a anunciar la noticia, vayamos… donde parece que la muerte ha sido la única solución”, exhortó.
Porque “el Señor está Vivo. Vivo y queriendo resucitar en tantos
rostros que han sepultado la esperanza, que han sepultado los sueños,
que han sepultado la dignidad”. Y si no somos capaces de dejar que el
Espíritu nos conduzca por este camino, entonces no somos cristianos.
Concluyó el Papa.
La ceremonia prosigue con el bautismo de once personas y la santa misa.
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