El observador vaticano, monseñor Ivan Jurkovič, en su intervención
este lunes en Ginebra en la Conferencia de revisión de la Convención
sobre prohibición o limitación de algunas armas consideradas dañinas o
con efectos indiscriminado
Foto: UK Ministry Of Defence - Commons Wikimedia (Open Government Licence V1.0) |
(ZENIT – Roma).- Reducir los
terribles sufrimientos humanos causados por el uso de armas
convencionales cada vez más sofisticadas en los conflictos. Es el lema
de monseñor Ivan Jurkovič, observador permanente de la Santa Sede ante
la ONU en Ginebra, que intervino este lunes en la Conferencia de
revisión de la Convención sobre la prohibición o la limitación del uso
de algunas armas convencionales que pueden ser consideradas dañinas o
con efectos indiscriminados (Ccw). La Convención concluye el día 16 de
diciembre.
En su intervención –informa Radio
Vaticana– el prelado subrayó el hecho de que son siempre los civiles los
que pagan el precio más alto de las guerras, mientras que los que sacan
beneficio son las industrias bélicas. En 2015, recordó, cada minuto en
el mundo 24 personas se han visto obligadas a huir de sus propias casas
por culpa de la guerra y la violencia. Incluso más trágico aún es “el
hecho de que la conciencia pública parece haberse convertido en menos
sensibles a estas víctimas”, confirmando esa globalización de la
indiferencia denunciada por el papa Francisco.
Víctimas destinadas a aumentar,
vistas las potencialidades cada vez más destructivas de las nuevas armas
convencionales. Frente a esta realidad, subrayó el prelado, no hay
espacio para decisiones y compromisos débiles, no solo por obvias
razones éticas, sino también en virtud de las obligaciones legales
asumidas por los Estados contrayentes de la Ccw.
La observación permanente se ha
detenido en particular sobre tres cuestiones para afrontar con urgencia.
En primer lugar, el uso de armas incendiarias en los conflictos cuyos
efectos son particularmente destructivos para las poblaciones civiles:
por esto urge revisar el tercer protocolo de la Convención, que es de
hace 30 años y por lo tanto inadecuado. En segundo lugar, está la
cuestión del uso de artefactos explosivos en zonas habitadas: en 2015
estas armas han llegado a matar o herir al 92% de la población civil en
áreas densamente habitadas.
Se trata –observó– de “daños
colaterales” que deberían suscitar serios interrogantes éticos y
jurídicos, hasta el punto que estas cifras están destinadas a subir,
considerados los procesos de urbanización que tienen lugar en el mundo.
La tercera cuestión urgente para afrontar es el uso de las armas letales
autónomas –las llamadas Laws– que han contribuido a hacer aún más
“deshumana” la guerra.
Al respecto –dijo Jurkovič – la Santa
Sede reitera una vez más que la única opción es su completa
prohibición. “La seguridad internacional y la paz se pueden alcanzar a
través de la promoción de la cultura del diálogo y de la cooperación, no
a través de la carrera a los armamentos”, concluyó.
in
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