Las cuatro columnas de la formación del seminarista: vida espiritual y
oración, vida comunitaria, vida de estudio, y vida apostólica
Seminaristas del Pio XI de Puglia (web del seminario) |
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El
papa Francisco recibió este sábado a la comunidad del Pontificio
Seminario ‘Pio XI’ de la región italiana Puglia, a quienes les recordó
que “un sacerdote que no es un padre, no sirve” exhortándolos así a ser
“padres en la propia comunidad”.
En la audiencia en la Sala Clementina
del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre les indicó que hay
“una historia llena de buenos párrocos” que y ellos “nos dan coraje para
proseguir hacia adelante”. Y les contó que conocía a un buen párroco de
un pueblo, que sabía el nombre de cada persona que visitaba e
incluso el nombre de los perro de ellos.
“Cercanía” por lo tanto es la palabra
clave: “No se puede ser sacerdotes estando lejos del pueblo”,
contrariamente “no se es capaz de dar el mensaje de Jesús”. Lo que
significa “quemar la vida” porque el servicio al pueblo de Dios “cansa”.
Y añadió que “es hermoso cuando un sacerdote que concluye el día
cansado dueme y sin necesidad de somníferos”.
Subrayó además que “la Iglesia no es
una Ong y la pastoral no es un plan “sino “un coloquio continuo con la
gente”. Porque “la pastoral va adelante por el Espíritu Santo y no por
el Consejo pastoral”. Exhortando así a los seminaristas a preguntarse
cuál relación tienen con el Espíritu Santo y a saber discernir la obra
del Espíritu Santo en el propio corazón.
Les invitó por ello a poner en primer
lugar la oración a “no dejar solo al Señor en el tabernáculo” y a no
temer incluso si alguna vez uno se duerme allí delante.
Indicó a este punto que hay cuatro
columnas igualmente necesarias para la formación del seminarista: “La
vida espiritual y la oración; la vida comunitaria; la vida de estudio; y
la vida apostólica.
Sobre el estudio indicó que la gente
no tolera el papelón de un cura que no entiende, que no conoce los
fundamentos. Pero que todas las columnas son igualmente importantes.
Recordó cuando era joven y veía “el
teléfono en la mesa de luz del párroco” esos “buenos párrocos que se
levantaban a cualquier hora de la noche para ir a la casa de un enfermo a
dar los sacramentos. Eso es celo apostólico: emplear la propia vida
para los otros”. Francisco concluyó preguntándose: “¿Y al final que nos
queda?”, para responder: “la alegría del servicio del Señor”.
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