La hermana Téllez lleva 25 años como cisterciense en Armenteira
"La primera vez fue un helicóptero muy pequeño y un incendio muy grande. Aterrizaron rápido, fui agachada para no darme con las hélices… Y perdí las llaves del Land Rover".
Concluido el mes de agosto, se da también por cerrada una de las peores oleadas de incendios en la historia de España. El balance, aunque con alguna mejoría respecto a las previsiones iniciales, es desolador: cuatro víctimas mortales, unos 50 heridos y más de 336.000 hectáreas quemadas, la mayoría de ellas en Castilla y León, Extremadura y Galicia. Precisamente desde el monasterio gallego de Armenteira nos atiende la hermana Paula Téllez, cisterciense con 25 años de vida religiosa con un poderoso mensaje de paz, consuelo y esperanza a todos los afectados por las llamas.
Habrá quien pueda considerar vacío hablar del fuego sin conocerlo. No es el caso de la religiosa. Antes de la media vida que lleva en la clausura de Armenteira, Téllez enfrentó los fuegos y combatió las llamas en in situ, desde cielo y tierra, como ingeniero de montes desde la Xunta de Galicia.
La hermana Paula sabe lo que es acompañar a las víctimas, coordinar operativos de extinción y repoblación, y también rezar por los afectados. No son muchas las voces que pueden aunar ambas experiencias vitales, y su mensaje es tan optimista como consolador: “La naturaleza, como los hombres, es un símbolo de Dios. Cristo resucitó, la naturaleza se regenera de forma increíble, y las personas, apoyadas en Cristo, también”.
Criada en una familia del Camino Neocatecumenal, la religiosa afirma agradecida contar con una arraigada fe inculcada desde la infancia. Como también agradece el profundo amor que desde entonces le llevaron a profesar por las Escrituras. Una fe en la Iglesia que describe como “viva y transmitida de padres a hijos” y que le llevaría a responder y seguir la llamada a la vocación monástica.
Desde entonces, como religiosa, un salmo ha marcado especialmente su vida, el 4, 8 -pero tú Señor has puesto en mi corazón más alegría, que si abundara en trigo y en vino- así como las palabras de San Pablo a Timoteo en su carta: “Desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, que te guiarán a la salvación por medio de la fe en Jesucristo”.

La hermana Paula Téllez -en el centro, de blanco y bajo la cruz-, durante la celebración de los 25 años de su profesión religiosa.
- ¿Quién era Paula Téllez antes de ser religiosa cisterciense?
- Estudié ingeniería de montes en Madrid. Después trabajé cinco años en la Xunta de Galicia, tres en repoblaciones y dos en incendios.
-Entonces conoce bien lo que son las llamas
-He estado en muchos incendios, pero mi labor no era estar en las mangueras, sino coordinando los medios. Fue hace 28 años.
- En 1985, más de 480.000 hectáreas fueron arrasadas por el fuego, 1989 pasó a la historia por sufrir el mayor número de incendios registrados y 1994 por la concentración de los mayores fuegos registrados en España. ¿Cómo vivió las crisis de incendios que le tocaron en el terreno y en el espíritu?
-Con muchísimo dolor. Recuerdo que la gente con la que trabajaba daba todo lo que tenía y todo lo que era. Si había que doblar turnos, ahí estaban: cansadísimos, “pero no se preocupe que aquí estamos hasta que esté bien apagado”. No tengo más que palabras de agradecimiento porque mi trabajo dependía de ellos. Eran personas muy responsables. Fueron años muy bonitos.
-Este agosto se ha incidido en que la mejor lucha contra el fuego es la prevención. ¿Qué opina?
-La parte de hacer tareas de limpieza de montes, de pistas forestales, es muy importante. Si no hay acceso de puntos de agua para las motobombas, por ejemplo, es imposible hacer nada. Y también las labores de concienciación.
-No fueron pocos los que se fijaron en las palabras del Evangelio de Lucas el 17 de agosto, “he venido a prender fuego a la tierra”… ¿Qué resonó en su interior?
-Recuerdo como chirriaron esas palabras en esos días. El fuego del que habla Jesús es el fuego del amor, de que arda y se consuma todo daño, mal e injusticia. Así lo viví yo, concienciando a las personas de que estamos en un nivel infrahumano.
- ¿A qué se refiere?
-A que, cuando se pierde la perspectiva de Dios y solo se queda en lo humano, no hay nada del escalón de lo humano a lo infrahumano. Empieza la violencia, la crueldad y nos volvemos animales.
- ¿Y tiene solución? ¿Podemos volver a ser humanos?
- Una solución es despertar ese deseo espiritual en la persona. Un deseo que forma parte de nosotros mismos. El deseo de belleza, de la naturaleza y de todo lo que pueda desembocar en Dios. Cultivar los sentidos interiores espirituales. Hay más que WhatsApp, las adicciones o el entretenimiento. Tenemos la capacidad de reflexionar.
- El mismo 17 falleció un bombero forestal en León y en otros focos resultaron heridos otros compañeros. ¿Cómo se afronta el dolor y el peligro en primera línea de fuego? ¿Qué recursos espirituales eran esenciales en esos momentos límite?
- El recurso, para mí, era la oración y estar al lado de las personas y familias que lloraban. Recuerdo las llamas cerca de una casa y la señora [la dueña] con un ataque de nervios. Impresiona.
-¿Qué sintió la primera vez que enfrentó el fuego?
-La primera vez entré en estado de shock. Luego te acostumbras.
[Las religiosas cistercienses de Armenteira han hecho de los jabones su especialidad, pero sus aceites no pasan desapercibidas: todo ello se puede adquirir desde su tienda online]
-También ha visto las llamas desde el cielo… ¿Cómo fue? ¿Qué pensó?
- La primera vez que subí era un helicóptero muy pequeño en un incendio muy grande. Me ofrecieron subir para hacerme una idea, porque se veía bien. Aterrizaron rápido, fui agachada para no darme con las hélices… Y perdí las llaves del Land Rover. Luego aparecieron.
- ¿Y qué le movía, o qué le ayudaba, a sobreponerse a aquel miedo y sufrimiento?
- Estaba cerca de quienes trabajaban. Conocía a más de cien personas por sus nombres. Lo que más me movía era lo humano, el estar cerca de la persona con la base de Dios, de ser buena noticia, de estar al lado, de que hay esperanza y de llevar la oración.
- ¿Conservó relación con el personal?
- Cuando entré en el monasterio me vinieron a ver las cuadrillas. Las hermanas se quedaron alucinadas de cuánto me querían. Hace poco estuvo uno de ellos.
- El pasado 3 de septiembre comenzó el Capítulo General de los cistercienses. ¿Cuál es el estado vocacional de la orden?
-La orden está derivando hacia América y Asia. En Europa son comunidades pequeñas y envejecidas, también en Norteamérica. Se cierran monasterios emblemáticos como Nuestra Señora del Desierto en Francia, de las primeras fundaciones…
-Se habla mucho de la crisis de vocaciones. ¿Cree que existe como tal? ¿Cómo lo explica?
-Todo el mundo está cambiando y en la Iglesia pasa lo mismo. Francisco fue rompedor en muchas cosas, y hay que seguir por ahí. Estoy convencida de que esto está “para vino nuevo en odres nuevos”. Hemos heredado una tradición maravillosa, el Císter y la vida monástica tiene unos valores maravillosos, pero que hay que actualizar.
- ¿Cuáles?
-El lenguaje, formas, estructuras… Es una renovación en el espíritu que cuesta mucho. Un cambio de mentalidad. Y es muy difícil de transmitir, por el lenguaje o los parámetros en que se mueve la sociedad hoy. Vocaciones jóvenes hay poquísimas. La gente entra muy mayor… estamos expectantes.
-La presencia de su orden en Armenteira se remonta al siglo XII. ¿Qué queda hoy de esos ocho siglos?
-Todo está en la vida monástica, dirigido a la experiencia de Dios. El silencio, la soledad, el contacto con la Palabra… Es una experiencia muy real. En comunidad te tienes que conocer a ti misma, los roces comunitarios, la reconciliación… También el contacto con la Biblia, la Palabra cada día, la entrega en el trabajo o el trabajo manual. Vivimos según la regla de san Benito, que es del siglo VI. Ahora estamos en otra fase en que habría que dar un giro, quizá más apertura.
- ¿Qué significado espiritual tenía para usted la contemplación mientras el mundo ardía a su alrededor?
-Hay una frase q me gusta mucho, “Somos misteriosamente escuchados”. Yo se que ahora mi puesto está en la retaguardia, en la oración, no en el monte. Pero nos acordamos de la gente que está ahí, que sufre, que está apagando… [Me gustaría] enviarles esa fuerza a través de la oración y la comunión. Somos misteriosamente escuchados… Y estoy convencida del poder de la oración.
- Dice que su puesto ahora está “en la retaguardia”, como cisterciense. ¿Cuáles son los fuegos que enfrenta como religiosa?
-Los fuegos... o el combate. Un combate interior. Enfrento el fuego de la ira, de cuando me enfado y las cosas no son como me gustaría, cuando no puedo tenerlo todo bajo control… Es un combate espiritual.
-Supongo que la convivencia comunitaria puede tener aparejados en ocasiones otros de esos fuegos a apagar… ¿Cómo es cuando esa convivencia se vuelve difícil?
- Una vez que llegas al límite de lo humano, que se llega pronto, hay que pedir la ayuda de Dios para que nos ayude a trascenderlo y resistir desde la bondad. A no tener en cuenta malentendidos o salidas de tono. Si contesto mal a una hermana, hay una segunda oportunidad para vivir reconciliadas, con una misma y con las hermanas. Sin perdón, es imposible, y ese perdón viene de Dios. A veces no te apetece nada ir a pedirlo. Hay que hacer un trabajo interior de armonía, de saber gestionar emociones, sanar heridas que vienen de la infancia y que reproducimos, llevarlas a la oración y pedir fuerzas… Ese es el camino.
- ¿Qué supone para usted la comunidad?
- Es una riqueza. Yo, conmigo misma, no puedo. Jesús es hijo de Dios y lo primero que hizo fue buscar un grupo para anunciar. Podía hacerlo solo, pero no lo hizo. La fe no se puede vivir solitariamente.
- ¿Hay motivos para observar el presente con esperanza?
-Hoy parece que lo que más hay en el mundo es oscuridad, horror y maldad. No es verdad. Hay quien, desde pequeños, no han conocido otra vida, pero pueden acercarse a un monasterio o una iglesia donde ven luz, acogida y paz. Parece que no existe, pero acercándose a un monasterio, con un mínimo de sensibilidad, esas cosas afloran. Porque están dentro de nosotros.
- ¿Cuál es la reacción de quienes les visitan?
- Cuando la gente viene, se va encantada. Y dicen “Es que aquí…”. No. Aquí no. Tú lo tienes dentro, el monasterio ha hecho de espejo, pero como fuera es un horror, ¿en qué espejo te vas a mirar?
- ¿Lo achaca a la vida de gracia?
- Cristo está vivo. Viene gente de todo el mundo y, sin entender castellano, se ponen a llorar. Es Cristo, que está llamando. La gente tiene mucha sed.
- Si pudiese dirigirse a los afectados por los incendios de este verano, ¿cuál sería su voz y mensaje de esperanza desde este monasterio, desde la fe, desde el servicio y desde la Iglesia?
- No vamos a cambiar el mundo, pero hay que ir granito a granito. En este caso limpiar montes, concienciar niños, y no juzgar. Perdonar. Y volver a construir. La naturaleza tiene una capacidad increíble de regeneración. Increíble. El mar, los montes o el volcán de la Palma… La naturaleza es un símbolo de Dios. Cristo resucitó, la naturaleza se regenera de forma increíble, y las personas, apoyadas en Cristo, también. Esa es mi voz.
Sem comentários:
Enviar um comentário