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quinta-feira, 6 de março de 2025

La influencer Casilda Finat halló el sentido en un retiro para pobres: «Fue como estar en el Cielo»

La aristócrata transmite su fe desde Instagram a 300.000 seguidores... y no teme perderlos por ello

Casilda Finat.

"Sentí que la Virgen me decía: `Ponme ponme en tu vida, que este va a ser el primero de los milagros que veas´".

Redacción ReL  06.03.2025 | 15:29  Actualizado: 

Era una tarde cualquiera de 2022 y la aristócrata e influencer Casilda Finat se disponía a “parchear” con Netflix y azúcar lo que ella definía como “una vida miserable” cuando sonó el teléfono. Era su amigo Tomás, para proponerle apuntarse al recién convocado Seminario de vida en el espíritu. En cualquier otro momento, Casilda se habría negado a pasar un fin de semana rezando. Pero su vacío era cada vez más grande y Álvaro, su marido, y sus tres hijos, la necesitaban. “Me falta algo en la vida. No pierdo nada por ir un fin de semana”, pensó al aceptar la propuesta.

Pero como ha contado al canal El rosario de las 11, Casilda no siempre tuvo esa sensación de vacío. Criada en una familia aristócrata en una gran finca de Toledo, la joven heredó el vizcondado de Rías y nunca le faltó nada. Tampoco la fe, que le fue transmitida desde la infancia, especialmente por su madre.

Desde sus primeros años, su hermana melliza, Ani, se convertiría en su amiga y aliada incondicional.

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Ana Finat: conversión al Dios Amor

Las dos hermanas fueron juntas al colegio, primero en Inglaterra y luego en Toledo. Conforme crecían, su devoción se apagaba, empezaron a ir a misa por su familia y a distanciarse de la fe. Concluido el colegio, las mellizas se fueron a estudiar a Madrid, alojándose en una residencia de monjas que se convirtió en su único nexo con la fe.

Un año sin fe y en Nueva York: "Revolución absoluta"

“Las monjas nos daban bastante igual. Lo importante era que cerraban las puertas a las 23:00 y no abrían hasta las 7:00. Si llegabas tarde, dormías en la calle”, cuenta Casilda.

Los roles eran claros: desde el principio, Casilda “era responsable, estudiosa y sacaba buenas notas” y su hermana “la más rebelde”. Pronto Ani quedó embarazada, se casó y comenzó “el drama” para Casilda, sola y distanciada de su melliza.

“Me fui un año a Nueva York y París. Durante ese año no pisé una iglesia, no recé nada y estaba rebotada. Echaba mucho de menos a mi hermana y me torturaba muchísimo. Aquel año fue una revolución absoluta, pasé de ser súper buena a la libertad total en un piso donde hacía lo que me daba la gana”, recuerda la influencer.

Ani Finat en Toledo, la diócesis con la que colabora a través de Anawim y Pueblo de Alabanza y sus Instacatequesis

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Aunque durante aquellos meses no encontró la felicidad, Finat aprendió a definirse a sí misma y cobrar entidad propia al margen de su hermana. Tras un primer trabajo de oficina, Casilda dio sin saberlo sus primeros pasos para convertirse en influencer cuando empezó a vender bisutería entre su círculo social y familiar, a lo que también favorecieron los emergentes Facebook y Pop up stores.

Triunfando como "vendedora ambulante" de joyas

Su proyecto trascendió y empezó a llegar a directivos y empleados de grandes empresas sin tener prácticamente competencia. “Estaba realmente sorprendida del éxito”, cuenta ella, “no lo podía creer”.

Ya asentada en su nueva dedicación, Casilda conoció al sevillano Álvaro Martínez-Conradi, miembro de una histórica saga de ganaderos, con el que se casaría en 2014.

Aunque seguía alejada de la fe, Casilda valoró los elementos religiosos de su boda sobre todo lo demás: “Lo más bonito fue tener a mi marido al lado y saber que estaba diciendo un sí para toda la vida ante Dios. No estaba cerca [de la fe], pero Dios estaba ahí y en el fondo recuerdo ese momento, la misa, como algo muy especial”.

Con su primer hijo prácticamente recién nacido, apostó por su negocio y alquiló un pequeño local, sin sospechar que su primera tienda de bisutería se convertiría en un éxito total con colas de espera infinitas.

Influencer de éxito

El negocio parecía imparable. Tras su primera tienda en Sevilla abrieron un nuevo local en Madrid, el segundo de los nueve espacios Casilda Finat MC repartidos por todo España. Y a más crecía su afán comercial y círculo social, más se alejaba de la fe. Pero por alguna razón, el elemento religioso siempre estaría presente en sus tiendas y productos, como lo muestran sus pulseras marianas, charms y escapularios, entre otros.

Casilda se mudó con su familia al completo a Madrid, donde llegó su primer contrato formal como influencer de Multiópticas mientras su empresa se convertía en algo parecido a “un segundo hijo”. A esa primera colaboración le siguieron un sinfín de llamadas de otras marcas e invitaciones a eventos mientras los encargos de bisutería se multiplicaban y la cámara de fotos para Instagram se convertía en un apéndice de si misma.

El ritmo empezó a afectar incluso a su propia salud.

“Era un no parar. Me daban bajones brutales, no podía moverme de la cama y entraba en algo parecido a depresión. Me decía: si soy famosa, gano mucho dinero, tres hijos maravillosos y un marido al que quiero… ¿cuál es el truco? No entiendo el sentido de mi vida”, pensaba.

Pero Casilda siempre se recuperaba y retomaba su vida frenética alternando diversión y popularidad con un vacío que se agrandaba.

Empoderada y viviendo "sin sentido"

“La gente no podía más de mí. Todo el día mendigaba por una foto. Me había convertido en alguien que vivía a través de la cámara y una pantalla y vendía mi felicidad e intimidad por tener más ventas y subir de seguidores. Era muy triste, una obsesión horrible”, relata.

Pero era en esos momentos cuando se “autoconvencía” de que ella representaba los ideales del “empoderamiento femenino” y de haber logrado “lo que toda mujer quería, ser independiente, ganar dinero e ir guapísima. Eso era mi vida”.

La introspección era lo último en lo que pensaba Casilda cuando recibió una invitación para ir a un Seminario de vida en el espíritu.

“Eso es una secta”, respondió al principio, aún sin cerrar la puerta a una segunda convocatoria.

La siguiente ocasión llegó unos meses después.

“Estaba en uno de esos bajones, tirada en la cama viendo Netflix mientras me pegaba un atracón de chocolate y sintiéndome miserable cuando llegó un mensaje de mi amigo Tomás”, recuerda.

La siguiente convocatoria para el seminario de vida en el Espíritu estaba abierta y también ella quería recuperar el sentido y sentir la presencia de Dios en su vida. Y sobre todo, buscaba respuestas a preguntas cada vez más insistentes: "¿Existirá Dios? ¿Será una invención de gente que está mal y busca algo en que apoyarse? ¿Por qué hay tanto sufrimiento si Dios existe?"

“No pierdo nada. Será un retiro divertido”, pensó al rellenar su inscripción, la de su hermana y de sendos maridos.

Test de Covid, "un sacerdote plasta"... y una súplica a Dios

La primera experiencia no era como había imaginado, en parte debido a la pandemia.

“Empezó fatal: nos metieron un palo por la nariz -los desagradables test de Covid-, el sacerdote me parecía un plasta y me dormía en las charlas y no sentía nada delante del Santísimo mientras pensaba en `el modelito´ que usaría el lunes”, cuenta ella.

Pero todo cambió al dirigir una súplica desesperada: “Jesús, por favor, haz que te sienta”. En ese momento, una de las chicas del retiro se acercó y le dijo al oído que “era como una princesa encerrada en una torre” y que el Señor le enseñaría “el amor de Dios y la libertad verdadera”.

“Yo tenía dinero, me invitaban a los sitios, la gente se moría por conocerme… ¿Qué libertad me iba a enseñar? ¿Si no puedo ser más libre?”, pensó ella.

Cautivada por la alabanza: "Cantar cosas bonitas a Dios"

Pero lo que cautivó a la joven en un principio no fueron aquellas misteriosas palabras, sino la alabanza, que ella define como “decir cosas bonitas a Dios cantando”. “Yo no era capaz de rezar, se me iba la mente. Pero ahí estaba como rezando, diciendo cosas bonitas a Dios y eso me iba calando”, agrega.

Cuando acabó el retiro, su hermana Ani salió “flotando, transformada”. Pero lo que obtuvo Casilda no fue una reconversión, sino seguridad: “Me sirvió para confirmarme que Dios existía en un momento en que yo creía que no le necesitaba para nada”.

Concluido el retiro, su vida volvió a la normalidad, al principio con algo de oración, pero después con un rechazo acrecentado a la fe, viendo a su hermana como “una monja” y “la marioneta de la curia”.

Impactada por un sacerdote que bailaba y alababa

Sus resistencias cayeron de la forma menos esperada, cuando “por tener tema de conversación”, le contó a un sacerdote su experiencia.

“¿En serio? En Toledo alabamos muchísimo. Justo la parroquia va a organizar un seminario de vida en el Espíritu para pobres o personas que no se lo pueden pagar y estamos recaudando dinero. Podrías ayudarme a recaudar por Instagram”, respondió él.

La suma se consiguió. Aquel retiro fue un punto de inflexión, especialmente cuando la joven percibió que la providencia no dejaría de llamar a su puerta. Cansada de resistirse, Casilda se rindió y planteó un cambio de vida para recuperar su felicidad y a su matrimonio. Se confesó, empezó a buscar la comunión “como si fuese medicina” y finalmente “ir a misa se convirtió en una necesidad”.

"A más me acercaba a Dios, más libre me sentía"

Casilda empezó a percibir los cambios. Ahora tenía “necesidad de hablar de Dios”, su fe empezó a cobrar protagonismo en sus cuentas de redes sociales y entronizó al Sagrado Corazón de Jesús en su hogar, mientras se alejaba de una vida de continua frivolidad, eventos y plataformas que le ofrecían la ruptura familiar como solución a sus problemas.

“Quería llenarme de Dios, no de cosas que me alejasen de Dios. Se acabaron las series y los anuncios de cosas que me parecía que iban a ser negativas. Empecé a leer vidas de santos, a rezar el rosario en redes y organizar seminarios de vida en el Espíritu en el que quien tenía más dinero le pagaba el retiro a quien no podía ir. Empecé a necesitar llevar a Dios al resto de la gente y me di cuenta de que cuanto más me acercaba a Dios, más libre me sentía”, cuenta al hablar de su transformación.

Hoy, Casilda Finat es conocida por su vida, por su trayectoria profesional y por su propia influencia. Pero también lo es por las llamadas “Instacatequesis” que hace con otros sacerdotes, por sus comentarios religiosos y su intento de “acercar a Dios a todo el que quiera” ver sus redes.

Admite que en ocasiones puede sufrir “linchamientos” y “ataques brutales”; que sus seguidores han bajado en muchos aspectos y que no pocos de sus contratos con marcas “han desaparecido por completo”.

Para ella no es importante. “Gloria a Dios, porque me bajan de mí misma, de mi endiosamiento. Esa fuente de ingresos, que era bastante buena, ha desaparecido, pero no me importa porque ese dinero no suple la paz que tengo. Por fin he encontrado un sentido a mi vida, que es ir al Cielo y ayudar a llevar a mis hijos y a mi marido al Cielo y acercar a Dios a la gente”, concluye. 



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