El Papa, ante los líderes europeos en la entrega del Premio Carlomagno |
Crónica-ficción de algo que no pasó, pero, con Francisco, algún día pasará
"Queridos hermanos: Me disculpo por esta medida de fuerza o de no-violencia activa"
José Manuel Vidal, 08 de mayo de 2016 a las 07:07
(José Manuel Vidal).- Los tenía a todos allí, sentados en
frente suyo. A todos los grandes de Europa. Y les leyó la cartilla, con
un discurso, en el que conjugó lo programático (el nuevo humanismo
europeo) con lo sentimental (su sueño de una Europa "madre"). Un
excelente discurso del Papa ante los magnates europeos. Pero me supo a
poco. Esperaba más de Francisco. Esperaba ver al Papa-profeta y me encontré con el Papa-estadista con gotas de profetismo. Esperaba ver un Papa rompedor y me encontré con un Francisco previsible.
Estaban allí todos. Desde la troika europea (Jean-Claude
Juncker, Martin Schulz y Donald Tusk) a Angela Merkel, pasando por
nuestro Rey Felipe VI, el presidente del Banco Europeo, el primer
ministro italiano, Mateo Renzi, o el mismísimo Felipe González, que, al
final, departió un rato animadamente con Francisco.
Tenía delante a los 'culpables' o a los 'jefes' de los culpables (por acción u omisión) de la vergüenza europea
que le da con la puerta en las narices a los refugiados sirios
(iraquíes y afganos), que huyen de la guerra, del hambre y de la
miseria. Y les dejó ir de rositas. Eso sí, con una reprimenda y unas
cuantas claves de fondo, para que Europa vuelva a ser ella misma: la
abanderada de los derechos humanos. Y para que éstos no sean su última
utopía.
Esta vez, el Papa se quedó corto. Le faltó el gesto claro y rompedor.
No escenificó la ira del profeta ante el clamor de los desheredados que
la vieja y acomodada Europa no escucha. No rompió el jarrón, como el profeta bíblico. No aprovechó la ocasión. Y, por eso, en los telediarios y en la prensa, su discurso pasó sin pena ni gloria.
Primero, porque los grandes medios obvian y silencian
descaradamente los mensajes de fondo del Papa, especialmente los que
cuestionan el sistema económico. Por eso, nadie recogió la petición
de Francisco de pasar de una "economía líquida a una economía social".
Por eso, todos los grandes medios se quedaron, como siempre, en la
espuma del acto, en lo más superficial. En España, sólo destacaron que
Felipe VI le había entregado al Papa un facsímil con grabados del
Quijote. Eso fue todo.
Otro gallo le hubiera cantado al Papa, si hubiese optado por sacudir
clara y abiertamente las conciencias de los líderes europeos y de toda
la sociedad. Por eso, mientras el Papa hablaba, estaba pensando en otro posible discurso papal.
Pensaba en un Papa que, tras saludar a los presentes, les dijese algo así:
"Queridos hermanos. Ahí tienen mi discurso, con las líneas de
fondo que propongo para Europa. Después, los que quieran podrán
leérselo. Creo, sin falsa modestia, que hay cosas aprovechables en él
para que nuestra Europa (soy hijo de emigrantes europeos) vuelva a ser
'la madre' Europa.
Pero, ahora, permítanme que les hable desde el corazón. A
borbotones, como me vaya soplando el Espíritu. No tengan en cuenta, por
lo tanto, algunas inexactitudes que pueda cometer o los trazos gruesos
que pueda deslizar. Como si les estuviese hablando su padre o su anciano
abuelo. Con todo el cariño del mundo, pero con toda la libertad que dan
los muchos años vividos y el seguimiento (tropezando, a veces) de Jesús
de Nazaret, que da sentido pleno a mi vida.
Estamos en situación de emergencia. Miles de refugiados sirios
huyen de la guerra. Y ustedes no sólo no son capaces de parar la causa
de su huida, sino que, además, tienen la poca vergüenza de cerrarles las
puertas, estabularlos en los campos griegos o, incluso, devolverlos a
Turquía. ¿Ya han olvidado a los refugiados europeos de no hace tanto
tiempo que huían de la guerra, buscaron refugio y lo encontraron en
muchos países del mundo, muchos de ellos muy pobres?
He estado en Lesbos y lo he visto con mis propios ojos y tocado
con mis propias manos. He escuchado sus relatos de dolor, sus tragedias.
Me rompieron el alma. Lo han perdido todo. Muchos hasta la vida. Y los
que se salvan y cruzan a Lesbos están perdiendo lo último que se puede
perder: la esperanza. Saben que ustedes, la madrastra Europa, no los
quieren. Y, para rechazarlos, levantan muros y concertinas y alambradas y
campos de retención...y hasta subcontratan a Turquía, para que vuelva a
retener a los que han conseguido escapar. Tenían su esperanza puesta en
Europa. Ustedes les defraudaron. Les han fallado. Ya no creen en nadie.
Y lo que es peor, se sienten engañados y maltratados.
Porque ustedes les están tratando no como personas humanas, sino
como corderos llevados al matadero. Les niegan su dignidad primera: la
de personas humanas. Atentan, además, al no acogerlos en suelo europeo,
contra los más elementales derechos humanos y contra todas las
convenciones de la ONU. ¿Y ustedes se llaman los abanderados de los
derechos humanos y de las libertades? ¿Qué te ha pasado, vieja Europa?
¿En qué te has convertido? En la sombra de ti misma. En la Europa de los
mercaderes, que sólo piensa en su bienestar y ni siquiera es capaz de
repartir con los hambrientos las migajas que caen de su mesa.
Europa-Epulón.
El Papa está obligado (en conciencia y ante el Dios que amo) a
defender al pobre Lázaro. Es decir, a los refugiados sirios, iraquíes,
afganos y de otros muchos países, que huyen de las guerras. Y también a
los refugiados económicos de África, de Asia o de Latinoamérica, que
huyen del hambre. Son hijos de Dios. Son hermanos nuestros. Todos, sin
distinción alguna de raza, lengua o religión.
Ante este drama humanitario es la hora de pasar a la acción. Yo,
el primero. Pongo a disposición de los refugiados todas las estancias de
los cardenales del Vaticano que, mientras tanto, buscarán acomodo donde
puedan. Pongo a disposición de refugiados y emigrantes los palacios de
los obispos de todo el mundo, las casas de los curas y los colegios y
seminarios de frailes y monjas. Y, si es necesario, también las
iglesias.
Pero ustedes tienen que hacer el resto: abrir ya las fronteras y
acoger a los prófugos del hambre y de la guerra. Y como ya no valen las
palabras, pasemos a la acción: ¡Guardias, cierren las puertas de la sala
regia! ¡Y que de aquí no salga nadie, mientras los líderes europeos no
firmen un acuerdo para acabar con este drama humanitario!
Mejor dicho, que no salgan de aquí, mientras no ordenen que se
ponga en marcha un corredor humanitario desde Siria a Europa. Pueden
hacerlo y hacerlo ya. Pueden movilizar ya a la OTAN. Tienen medios más
que suficientes. Les sobran los medios y les falta voluntad. Les brindo
otra oportunidad.
Les pido, ante Dios y por Dios y en nombre de Dios (del que dicen
que soy Vicario, aunque los vicarios de Cristo con precisamente los
pobres), que tomen ya esas medidas urgentes y, entonces, saldrán del
aula regia.
Eso sí, quiero comprobar que se toman esas medidas en directo. A
través de las cámaras de televisión y a través de mis Nuncios. Yo,
tampoco me fío. Mientras tanto, aquí estarán. Les traerán comida y
podrán salir a los baños. Y utilizar sus móviles, para poner en marcha
toda la operación, que podría llamarse Moisés.
Cuando la operación Moisés esté en marcha, quedarán libres y los
que quieran vendrán conmigo a la Basílica de San Pedro a celebrar un 'Te
Deum' de acción de gracias. Porque, "fui forastero y me acogisteis" y
"tuve hambre y me disteis de comer..."
Queridos hermanos: Me disculpo por esta medida de fuerza o de
no-violencia activa. Pero mi conciencia y mi Dios me lo exigen. Y, por
supuesto, estoy dispuesto a pagar el precio de mi osadía. Cuando la
Moisés esté en marcha, pueden cogerme, juzgarme y condenarme. Ni yo ni
mi Iglesia opondremos resistencia. Porque mi misión es enjugar las
lágrimas de los que lloran. Sólo así sabré que he cumplido la voluntad
de mi Dios. Todo lo demás, sea lo que sea, se ma dará por añadidura.
Nuestros hermanos esperan sin esperanza y en sus manos están sus vidas.
Que Dios los bendiga y les dé fuerzas para actuar con rapidez. Amén"
Dicen los testigos que hasta el cardenal Müller aplaudió. A su lado,
el cardenal Kasper daba saltos de alegría y el cardenal Parolin,
Secretario de Estado, cruzaba las manos y asentía con la cabeza, al modo
diplomático.
También cuentan las crónicas que, a las pocas horas, la noticia daba
la vuelta al mundo: "El Papa encierra en el Vaticano a los dirigentes
europeos hasta que pongan en marcha corredores humanitarios para los
refugiados". Otros medios más sensacionalistas titularon: "Francisco secuestra en el Vaticano a los líderes europeos". Y de subtítulo: "Entre ellos, están la troika europea, Angela Merkel, Mateo Renzi y el Rey de España".
Y, a las pocas horas, los acorazados de la OTAN, apoyados por aviones
de carga, ponían en marcha la operación Moisés. Y la esperanza renació
en el corazón de los desheredados. Y una nueva primavera surgió en la vieja Europa y en la vieja Iglesia católica. Y Francisco cogió su viejo maletín de cuero negro y se fue a su amada Buenos Aires.
in
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