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terça-feira, 7 de maio de 2024

Del Washington Post al convento: una caricatura contra el Papa, y a favor del aborto, lo cambió todo

Marla se sintió «cómplice» de atacar a Juan Pablo II: «Quise ser periodista para difundir la verdad»

Sor Marla
Lo que más le dolió a Marla fue haber participado en la creación de las caricaturas. Por entonces, la religiosa era asistente del caricaturista que la dibujó, tres veces ganador del Pulitzer, el fallecido Herbert Block, conocido como "Herblock".


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Corría el año 1983 y a la joven Marla Lucas, de 21 años, se le llenaron los ojos de lágrimas al ver una caricatura, lista para imprimir, en el periódico estadounidense The Washington Post, que criticaba al Papa Juan Pablo II por su lucha contra el comunismo en Polonia.

Lucas, conocida ahora como Madre Marla, acababa de terminar la universidad y había experimentado una fuerte conversión: estaba "en llamas" por Cristo, recoge Joe Bukuras en el portal National Catholic Register

Descubriendo sus raíces maronitas

Lo que más le dolió a Marla fue haber participado en la creación de la caricatura. Por entonces, la religiosa era asistente del caricaturista que la dibujó, tres veces ganador del Premio Pulitzer y "liberal impenitente", el fallecido Herbert Block, conocido como "Herblock".

"Me sentía cómplice", apunta. Sin embargo, no fueron sólo las críticas de Block al Papa Juan Pablo II lo que le dolió a Marla, sino también sus caricaturas en apoyo del aborto. "Quería ser periodista para difundir la verdad. Block era una persona amable y afable, pero sentía que esto iba en contra de mi fe", apunta.

Antes de las caricatura, Madre Marla ya había estado discerniendo su vocación en las Hijas de San Pablo, en su convento en Alexandria, Virginia. Había tomado la decisión de presentar su solicitud. Pero, poco tiempo después, recibió la noticia de que las Hijas de San Pablo no la admitían porque es sorda de un oído.

"El motivo era que no querían poner en peligro mi oído bueno con el trabajo que me tocaría hacer", comenta Marla. Entonces, una amiga le sugirió que buscara en la Parroquia de María Inmaculada, desde donde, meses después, entraría en la vida religiosa en diciembre de 1983.

Maronitas

Madre Marla, la segunda por la derecha, junto a sus hermanas maronitas.

Pero, todavía faltaba un pequeño trámite, que no sería nada fácil. Al recordar sus últimos días en el periódico, la Madre Marla comenta que fue a ver a su jefe, Block, y a su asistente y les dijo que tenía algunas noticias que darles. "¿Te vas a casar?", le dijeron ellos. "Bueno, algo así, me caso con Jesús", contestó ella.

Ambos "se quedaron boquiabiertos" y la miraron con "horror e incredulidad". "Y ese último mes en el periódico fue una auténtica agonía, de repente, todo lo que tenían en contra de la Iglesia, me tocaba hacerlo a mí. No me hicieron ni una fiesta de despedida", recuerda con una sonrisa.

Hizo sus primeros votos en 1986 y los votos perpetuos en 1993. Marla "amaba la vida" de su comunidad y tuvo varios destinos en la costa este: Nueva York, Pensilvania, Connecticut y Washington, DC. La orden a la que pertenecía era los Visitadores Parroquiales, una congregación contemplativa, a la par que misionera, con sede en Nueva York.

Sin embargo, durante su estancia en Pensilvania comenzó a profundizar en su herencia libanesa. Ya que su madre era del Líbano y sus abuelos paternos también. Como no había una iglesia maronita cerca casa, cuando ella era pequeña, su familia asistía a una parroquia de rito latino.

En Pensilvania, la Madre Marla asistió a una serie de charlas de Cuaresma en una iglesia maronita. El predicador fue el sacerdote maronita Gregory Mansour. "Me impresionaron mucho sus enseñanzas y dije: 'Este es un hombre de oración. Un hombre que realmente practica su sacerdocio'. Y entablamos una amistad que Dios usó", dice la religiosa.

Llevaba veinticuatro años como monja en ese momento, cuando volvió a cruzarse con el ya obispo Mansour. "Él simplemente me dijo: 'Hola, es un placer verte. ¿Cómo estás?'. Y, luego, lo siguiente fue: '¿Fundarías una comunidad religiosa?'", recuerda. La Madre Marla estaba "sobresaltada", pero al mismo tiempo sintió "una paz profunda y duradera".  

Llevó esta petición a la oración y solicitó permiso a su congregación para seguir esta vocación. El 1 de junio de 2008, Sor Marla se convirtió en Madre Marla Marie, fundadora de las Siervas Maronitas de Cristo Luz. Las hermanas fueron fundadas para "irradiar el amor y la luz de Cristo a nuestro pueblo", dijo la Madre Marla.

Las hermanas participan en una variedad de ministerios que incluyen las conferencias y misiones parroquiales, enseñar clases de catecismo, liderar el ministerio de jóvenes y adultos, llevar consuelo y oración a los que sufren y acompañar a los moribundos. Sirven a más de 1.000 personas cada año, incluidos cientos de niños y adultos.

Los Siervos Maronitas están ubicados en los suburbios de Dartmouth, Massachusetts, muy cerca de varias parroquias maronitas y católicas de rito latino. "Sigo mirando mi vida y pensando: 'Vaya, ¿eso me pasó a mí?' ¿No es sorprendente cómo obra Dios? Y lo hace también en tu vida y en la vida de todos. Si la gente se detiene a mirar y está atenta, podemos ver que el Espíritu Santo está siempre actuando. Sólo tenemos que darle espacio", concluye la Madre Marla.

Hijas de San Marón

Los maronitas deben su nombre a Mar (san) Marón, muerto en el año 423, un anacoreta que vivió en Apamea, Siria. Nacida en el siglo V, esta Iglesia autónoma patriarcal se fue constituyendo progresivamente.

Fue la conquista árabe-musulmana la que obligó a los maronitas a emigrar hacia las montañas del Líbano, que se convirtieron en su país y su centro. Se instalaron en el valle de Qadisha (término siríaco que significa "santa"), en el norte del país, en una zona llena de cuevas. Rápidamente se expandieron por otras regiones. En el siglo IX, muchos se refugiaron en Chipre, donde aún son muy activos.

A diferencia de otras comunidades cristianas orientales, los maronitas consiguieron evitar la separación entre Iglesia autocéfala e Iglesia unida a Roma. A pesar de ser una Iglesia muy autónoma, desde el siglo XIII siempre ha permanecido en comunión con la Santa Sede. En la liturgia hoy se utiliza el árabe, a diferencia del pasado, cuando la lengua utilizada era el siríaco occidental. Pero las palabras de la consagración se siguen diciendo en siríaco.



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