Walt Heyer vivió varios años como mujer y ha apoyado a miles de trans arrepentidos
En la infancia, Walt Heyer fue confundido sobre su identidad sexual y además sufrió abusos sexuales. A los 42 años, orientado por uno de los pioneros en las "transiciones" hormonales y quirúrgicas, se sometió a una operación y durante ocho años vivió como Laura, hasta comprender que sus insatisfacciones no tenían que ver con su sexo, sino con sus traumas infantiles.
Hizo la "de-transición" en la medida que pudo, y desde entonces lucha por que se sepa la verdad sobre la "disforia de género" y para ayudar a miles de personas que la sufren, en particular menores de edad, con quienes se están cebando tanto el lobby ideológico LGTBI como el negocio que gira en torno a intervenciones físicas y químicas tan agresivas.
Heyer ha escrito un artículo sobre todo ello en Public Discourse.
Disforia de género y experiencias infantiles adversas
Hace siete años, en mi primer artículo para Public Discourse, "Yo fui una mujer transgénero", compartí que el alivio que me proporcionaron la cirugía y la vida como mujer fue solo temporal, y que los acontecimientos traumáticos de mi infancia explicaban mi deseo de identificarme como mujer. Según mi experiencia, y la de muchos otros testimonios personales y estudios académicos, no tener en cuenta los acontecimientos traumáticos de la infancia y otros problemas de salud mental lleva a centrarse excesivamente en el género y a precipitarse de forma potencialmente peligrosa en las intervenciones médicas y quirúrgicas.
Los profesionales de la medicina han acuñado el término Experiencias Adversas en la Infancia (EAI; en inglés, ACE, Adverse Childhood Events) para referirse a una serie de situaciones negativas a las que un niño puede enfrentarse o de las que puede ser testigo mientras crece, como el abandono físico, la separación o el divorcio de los padres, vivir en un hogar en el que se produce violencia doméstica o vivir en un hogar con un alcohólico. Estas experiencias alteran negativamente el cerebro a un nivel muy profundo, donde se forman las necesidades fundamentales y la identidad de la persona.
Según el doctor Andre Van Mol, co-presidente del Comité de Sexualidad Adolescente del Colegio Americano de Pediatras y colaborador de Public Discourse en cuestiones de transexualidad, en la inmensa mayoría de los casos, el deseo de cambiar de identidad de género está estrechamente relacionado con experiencias adversas en la infancia. Más ampliamente, los estudios han informado de una alta frecuencia de negligencia y abuso emocional y físico en la infancia entre las personas que se identifican como transgénero.
En mi caso, mi anhelo de identificarme como mujer se debió a un trauma infantil temprano que fracturó mi identidad masculina. Mi abuela me hizo un vestido de noche de gasa púrpura y me identificó como niña desde los cuatro hasta los seis años y mi tío abusó sexualmente de mí antes de que cumpliera los diez años. En mi desesperación por afrontar los abusos, mi mente infantil inventó la creencia de que debería haber sido una niña.
Miles de personas que antes se identificaban como transgénero se han puesto en contacto conmigo en los últimos doce años y sus historias siempre incluyen hechos de la infancia que nunca fueron abordados. Fueron las EAI -una pérdida o un trauma como un divorcio, un padre alcohólico o un abuso sexual- las que iniciaron el deseo de convertirse en otra persona.
Más recientemente, estoy escuchando a padres cuyos adolescentes anuncian repentinamente que son transgénero. Tras unos cuantos correos electrónicos de ida y vuelta, los padres identifican lo que puede haber ocurrido para precipitar la crisis del niño. Algunos dicen que sus adolescentes tienen ansiedad por los cambios corporales de la pubertad, o que no tienen amistades y adoptan una identidad transgénero para obtener atención positiva en la escuela. Algunos padres revisaron el historial de internet del adolescente y descubrieron que unos desconocidos en la red se hicieron amigos de su vulnerable hijo adolescente y le instaron a hacer la transición.
He oído hablar de jóvenes adultos que han hecho la transición y quieren recuperar su vida. Me cuentan que tenían una enfermedad mental, o que eran adictos a la pornografía o a los juegos de anime, o que sufrían acoso escolar, o quizás no se sentían valorados en la familia.
El papel de las enfermedades mentales en la convicción y en la cirugía transgénero
Se sabe que los traumas en la infancia tienen un amplio impacto en el desarrollo infantil y en la aparición de problemas de salud mental más adelante en la vida, mientras que algunas investigaciones académicas muestran que las enfermedades mentales preceden a la aparición de la ideación transgénero en los jóvenes. Esto sugiere que el problema no es la angustia de género, sino la enfermedad mental.
Por ejemplo, un importante estudio de 2018 sobre la salud mental de los jóvenes que se identifican como transgénero encontró pruebas abrumadoras de que la enfermedad mental está presente antes del inicio de la creencia transgénero. Este estudio comparó a más de 1300 jóvenes con creencias transgénero con compañeros de la misma edad utilizando datos clínicos recogidos de tres grandes consultas pediátricas en California y Georgia. Los resultados fueron sorprendentes y alarmantes. Los trastornos psicológicos, como la ansiedad, la depresión y los trastornos de déficit de atención, eran varias veces mayores a los del grupo de iguales, la idea suicida era hasta 54 veces mayor y las autolesiones eran hasta 144 veces mayores.
Del mismo modo, el profesor John Whitehall, catedrático de Pediatría de la Western Sydney University, informa de que "numerosos estudios revelan que la mayoría de los niños confundidos con su género también sufren trastornos mentales diagnosticados, como depresión y ansiedad. Además, hay una extraordinaria representación de niños con trastorno del espectro autista cuya apreciación de la realidad ya se sabe que está cuestionada".
Teniendo en cuenta el papel de las EAI y de las enfermedades mentales en el desarrollo de las creencias sobre la identidad transgénero, es una locura sugerir que el primero y único paso para tratar el profundo daño y el trauma causado a la identidad de una persona en la infancia es alterar el cuerpo con hormonas cruzadas y cirugía.
Pero eso es exactamente lo que está ocurriendo hoy en día. Escucho a personas que se despiertan de la pesadilla de la cirugía transgénero, angustiadas y a veces suicidas por haber permitido algo tan destructivo e ineficaz.
Los llamados "especialistas en género" a menudo ignoran las pruebas de los problemas mentales coexistentes o las desestiman por considerarlas irrelevantes, diagnostican a los pacientes con "disforia de género" e inmediatamente prescriben hormonas cruzadas y cirugía en órganos sanos del cuerpo.
Por ejemplo, en un artículo de noviembre de 2021, el psicólogo clínico David Schwartz explica cómo se suelen ignorar los trastornos mentales existentes. Informa de que en un número significativo de casos de jóvenes en los que el género era la cuestión aparente, resultó que había afecciones psiquiátricas más graves pero que no fueron mencionadas por el niño, los padres o los profesionales de la educación o la salud.
Schwartz sostiene que "el uso de intervenciones farmacológicas y quirúrgicas en el tratamiento de los jóvenes con disforia de género, especialmente a la luz de lo que se sabe sobre la transitoriedad de la identificación de género cruzado en los niños, es un error tanto clínico como ético". Recomienda la psicoterapia como la mejor opción de tratamiento para estos pacientes.
Prescindir de las condiciones mentales y apresurar la cirugía es lo que me sucedió a mí en 1983, aunque compartí con mi especialista en género la variedad de experiencias adversas en los primeros años de mi vida. Tal y como indican las investigaciones, ese protocolo continúa hoy en día, incluso en el caso de los jóvenes. Por ejemplo, dos estudios recientes informan de que las personas ex-transgénero sienten que han sido sometidas a intervenciones médicas apresuradas con efectos irreversibles, a menudo sin un tratamiento de salud mental adecuado (o ninguno).
Cuando la inglesa Keyra Bell tenía 17 años, le hicieron una doble mastectomía y fue sometida a tratamiento hormonal. Le creció barba, le cambió la voz... Luego quiso dar marcha atrás y denunció al centro donde la trataron, consiguiendo en diciembre de 2020 que una sentencia (que el sistema procuró rápidamente revertir) obligase a la autorización judicial para este tipo de intervenciones en menores.
Como concluyó el fiscal general de Texas, Ken Paxton, en un dictamen jurídico el mes pasado, infligir intervenciones irreversibles a niños inocentes que no pueden comprender las consecuencias a largo plazo constituye un abuso infantil.
La destructiva desviación de la "disforia de género"
¿Por qué los médicos pasan por alto las enfermedades mentales y se apresuran a tratarlas o a operarlas? Un factor es el diagnóstico de "disforia de género".
En 2013, la Asociación Americana de Psiquiatría cambió el diagnóstico de "trastorno de identidad de género" por el de "disforia de género" y declaró que el objetivo era reducir el estigma de la enfermedad mental para los pacientes (ya no es un "trastorno") y, al mismo tiempo, proporcionar un código de diagnóstico para satisfacer a las compañías de seguros. No se trataba de proporcionar una mejor atención basada en pruebas científicas, sino de permitir que los sentimientos y la percepción de los pacientes dictaran el diagnóstico y hacer que otros pagaran por el "tratamiento."
La hoja informativa de la APA aconseja enfáticamente: "A las personas cuyo género de nacimiento es contrario a aquel con el que se identifican se les diagnosticará disforia de género". No se dice nada sobre la psicoterapia o el tratamiento de las condiciones mentales previas.
El efecto desastroso es que una vez que los médicos hacen el diagnóstico de disforia de género, dejan de buscar factores que contribuyan a ello, como enfermedades mentales y EAI. Se saltan la evaluación psicológica y pasan directamente a recetar hormonas cruzadas y a extirpar partes del cuerpo sanas. La atención se centra exclusivamente en el "género", excluyendo todo lo demás.
Diagnosticarle a alguien "disforia de género" es una desviación destructiva en pacientes con trastornos mentales y confusión de identidad, como demuestra el caso de Richard, un joven que me suplicó ayuda.
Richard recibió atención psiquiátrica continua desde los trece años, y se le diagnosticó esquizofrenia y trastorno bipolar derivados de abusos físicos y sexuales. Su precario estado mental no impidió que en 2021, a la edad de 26 años, los médicos le diagnosticaran disforia de género, lo atiborraran de hormonas cruzadas y reformaran quirúrgicamente sus genitales masculinos, sanos y fértiles, para convertirlos en una tosca y estéril pseudovagina, destruyendo su sueño de tener algún día sus propios hijos.
Cinco meses después de la operación, en agosto de 2021, se puso en contacto conmigo para pedirme consejo, asombrado de que le hubieran hecho esto. "No tenía disforia de género", insiste.
El ejemplo extremo de Richard demuestra lo completamente insensibilizados que están los llamados "especialistas en género" ante las fechorías médicas que cometen. Por muy buenas intenciones que tengan, recomendar la cirugía genital o la extirpación de los pechos a alguien con graves trastornos mentales es una tortura que solo un científico loco consideraría apropiada.
Además, las enfermedades mentales no se disipan por arte de magia, sino que a menudo persisten después de la cirugía. En un estudio nacional de seguimiento a largo plazo de casos de transexuales adultos en Suecia, la morbilidad psiquiátrica, los intentos de suicidio y las muertes por suicidio fueron muy elevados tras la reasignación de sexo.
Resolver el trauma
Las personas necesitan primero un tratamiento adecuado para los condiciones psiquiátricas. En lugar de diagnosticar "disforia de género", hay que tachar la palabra "género" y centrarse en la disforia.
La disforia es un término psicológico clásico que describe la infelicidad generalizada, la inquietud, la insatisfacción o la frustración. La disforia es un síntoma asociado a una serie de trastornos mentales, como el estrés, la ansiedad, la depresión y los trastornos por consumo de sustancias, inducidos a su vez por experiencias infantiles. Por lo tanto, no se trata de un género "mal asignado" al nacer. La verdadera preocupación es una identidad central rota.
La forma de salir de este mala práctica médica consiste en reconocer que la identificación transgénero tiene profundas raíces en la psique y en evaluar la angustia de género a través de la lente de las Experiencias Adversas en la Infancia.
He tenido la suerte de aprender lo que sé de miles de personas que se identifican como transgénero y que se ponen en contacto conmigo para pedir ayuda para volver atrás. Lo que he visto es que las personas desilusionadas con la vida trans y que quieren curarse están dispuestas a revisar los acontecimientos dolorosos y enterrados de su pasado.
En 'Supervivientes de la vida trans', Walt Heyer recoge treinta testimonios de personas que lamentan haber hecho la 'transición', mal orientados por los 'especialistas de género'.
Los relatos personales son muy poderosos. Para concienciar a esta población tan dolida, he reunido treinta historias representativas de correos electrónicos reales en el libro Supervivientes de la vida trans. Las historias son desgarradoras, pero deben ser escuchadas como contrapunto a la narrativa predominante (y errónea) de que todos los que siguen el camino transgénero son felices y el arrepentimiento es raro.
La tarea de desvelar, reconocer y tratar lo sucedido es difícil y puede llevar tiempo, pero es el único camino hacia la verdadera curación y recuperación.
Las personas que sienten angustia por su género necesitan la experiencia de alguien con conocimientos y formación en el tratamiento de EAI: un terapeuta de traumas. Un terapeuta experto en traumas hará preguntas de sondeo para ayudar al paciente a identificar sus pensamientos desordenados y descubrir el vínculo con las experiencias de la infancia.
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