“El nuevo encuentro de Dios con su pueblo se realizará en lugares que no esperamos”, dijo
Misa en Monza (CTV) |
(ZENIT – Roma, 25 Mar. 2017).- El Santo Padre ha señalado que cuando
todo se acelera para construir una sociedad mejor, “al final no hay
tiempo para nada y para nadie”, o sea una de las paradojas más evidentes
del mundo contemporáneo, porque “el ritmo vertiginoso al cual estamos
supeditados parecería robarnos la esperanza y la alegría”, dijo.
Lo ha señalado el Papa en la homilía de la misa en el parque de
Monza, en el que este sábado por la tarde estuvieron aproximadamente un
millón de personas.
El Papa invitó así a “saber ‘perder el tiempo’ para la familia, para
la comunidad, para la amistad, para la solidaridad y para la memoria”. Y
a preguntarnos ¿cómo es posible vivir la alegría del Evangelio hoy en
el interior de nuestras ciudades? ¿Es posible la esperanza cristiana en
esta situación aquí y ahora?
Dos preguntas que “tocan nuestra identidad, la vida de nuestras
familias, de nuestros pueblos y ciudades. Tocan a nuestros hijos, a
nuestros jóvenes”. Porque “no podemos y no queremos quedarnos delante de
tantas situaciones dolorosas como meros espectadores que miran al cielo
esperando que deje de llover”. O sea “con la audacia de quien sabe que
la alegría de la salvación toma forma en la vida cotidiana en la casa de
una joven de Nazaret”.
El Papa indicó también que “se especula sobre la vida, el trabajo, la
familia. Se especula sobre los pobres, migrantes; se especula sobre los
jóvenes y su futuro”. Y añadió que “todo parece reducirse a cifras,
dejando que la vida cotidiana de tantas familias se tiña de precariedad y
de inseguridad”.
Recordando a Nazaret, un pueblo perdido en Palestina, donde se
registró la anunciación del ángel a María, el Papa ha señalado que el
nuevo encuentro de Dios con su pueblo se realizará en lugares que no
esperamos, en los márgenes, en las periferias. “Dios toma la iniciativa y
decide insertarse, como hizo con María, en nuestras casas, en nuestras
luchas cotidianas”. O sea “en el interior de nuestras ciudades, plazas,
hospitales que se realiza el anuncio más bello que podemos escuchar:
‘¡Alégrate, el Señor está contigo’”. Una alegría “que se vuelve
solidaridad, hospitalidad, misericordia hacia todos”.
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