«En los umbrales del Carmelo se halla la figura de este beato que
defendió la fe en Tierra Santa y cinceló con su vida una hermosa ofrenda
de amor a la Virgen María»
Beato Bertoldo del Monte Carmelo - Wikipedia |
(ZENIT – Madrid).- No es fácil reconstruir los hechos de
instituciones religiosas tan vetustas como la del Carmelo, identificando
los pilares que sostuvieron su primera andadura. Sin embargo, siempre
hay alguna pista que merece la pena rastrear, indicios que esta insigne
orden primitiva, que tanta gloria viene dando a la Iglesia, consigna en
sus anales puntualizando aspectos que han de tenerse en cuenta. El beato
Bertoldo, cuya su vida aparece envuelta en cierta neblina, fue uno de
los artífices de la misma.
Se sabe que era francés, que pudo venir al mundo en el seno de una
noble familia, y que su existencia discurrió a lo largo del siglo XII,
ya que habría nacido a finales del siglo XI. Mientras que algunos le han
atribuido la fundación de la orden carmelita, la voz autorizada de
estos religiosos solo reconocen en él a su primer maestro general.
Cuando Bertoldo –de nombre de pila Bartolomé– llegó a Monte Carmelo, los
primeros integrantes hacía un tiempo que gozaban de la vida eremítica.
Un flujo incesante de cruzados dispuestos a dar su vida para defender la
fe fue una de las características de la época. Muchos jóvenes
aguerridos se sumaban a la contienda con este único fin. Era un alto
honor que no quisieron eludir. Bertoldo, que se había formado
teológicamente en la universidad de París y había sido ordenado
sacerdote, se sintió llamado a empuñar las armas contra los infieles.
Jerusalén era el objetivo. Allí se dirigía junto a su tío Aimerico,
luego primer patriarca de Antioquia, cuando esta ciudad fue tomada por
aquéllos. Posiblemente en el fragor de la batalla, es un hecho que no
está comprobado, se le pudo dar a entender por revelación que la
enconada lucha que se libraba había sido desencadenada por la
impenitencia de los soldados cristianos. Bertoldo hizo entonces solemne
promesa de consagrarse a la vida religiosa, dedicándola a la Virgen
María, si salían sanos y salvos. Obtuvieron el triunfo y emitió los
votos.
La cuestión es que pudo llegar a Monte Carmelo, y seducido por la
vida eremítica se estableció allí junto a un nutrido grupo de compañeros
configurando en 1154 una comunidad cenobítica. Gozaban del favor
eclesiástico ya que en 1141 el patriarca de Jerusalén había reformado
las órdenes monásticas. Era un momento propicio para ellas. Abrió una
veda fértil que dio incontables vocaciones. La capilla que erigieron en
las proximidades de la «fuente de Elías», poblada por anacoretas, fue
dedicada inicialmente a Nuestra Señora del Monte Carmelo. Su presencia
revitalizó el espíritu de oración, meditación y ayuno característico de
los primeros integrantes de la orden carmelita que tenían su origen en
el profeta Elías. Por esa razón, también se le ha considerado
«restaurador» de la misma. El grupo tomó el nombre de Hermanos de Santa
María del Monte Carmelo. Siendo Aimerico patriarca de Antioquia visitó
el lugar. Iba como legado ad latere de la Santa Sede para Tierra Santa, y
designó a Bertoldo de Malefaida primer prior general de los carmelitas.
Éste impulsó la creación y reconstrucción de monasterios. De hecho, se
le atribuye la expansión de la Orden por otros rincones de Palestina,
que luego se extendería por Europa. Es lo que se desprende de la
información que Pedro Emiliano proporcionó al monarca Eduardo I de
Inglaterra en una carta que le remitió en 1281.
Dios pudo querer consolar el afligido corazón de Bertoldo por las
feroces luchas que no tenían tregua y que iban diezmando la comunidad.
Le permitió ver cómo entraban en la gloria escoltados por ángeles un
importante número de hermanos que habían derramado su sangre en defensa
de la fe cristiana sucumbiendo a manos de los sarracenos. De este favor
dio cuenta el historiador de la Orden, Paleonidoro. Bertoldo murió el 29
de marzo de 1195. Durante cuarenta y cinco años había dirigido
sabiamente a las comunidades manteniendo vivo el amor a la Virgen. Y las
huellas del carisma carmelitano se hallaban presentes en las obras que
habían emprendido: monasterios en Acre, Tiro y el de Beaulieu en Líbano,
una capilla en Sarepta, un hospicio en Jerusalén, etc., además de haber
sembrado de comunidades el entorno del Jordán. Tras el deceso de
Bertoldo, Alberto, patriarca de Jerusalén, entregó la regla a sus
seguidores basada en la contemplación, la meditación sobre las Sagradas
Escrituras y el trabajo. Tomando el testigo, Brocardo sustituyó al beato
como segundo prior general. Era uno de los carmelitas que había sido
formado por aquél gozando de su confianza. El culto dedicado a Bertoldo
se fijó en 1564 por el capítulo general de la Orden. Y tras el periodo
comprendido entre 1585, fecha en la que su nombre se extrajo del
breviario que había sido reformado, en 1609 volvió a consignarse en él.
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