El prejuicio deforma la realidad (traducción íntegra del ángelus)
Angelus, 19/03/2017, captura CTV |
(ZENIT- Ciudad del Vaticano, 26 de marzo de 2017).- Para el tiempo
de cuaresma, el papa Francisco ha exhortado a redescubrir la “luz” del
bautismo y adoptar “un cambio radical de mentalidad”. Lo hizo en el
ángelus del 26 de marzo del 2017.
Ante 25.000 personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el
Pontífice ha prevenido contra la tentación de confiar “en las pequeñas
luces” que hacen tantear en la oscuridad, en particular las “falsas
luces” de los prejuicios que “deforman la realidad” y el interés
personal que evalúa según la propia conveniencia.
Desde una ventana del palacio apostólico que da a la plaza San Pedro,
el papa ha introducido el ángelus meditando sobre el Evangelio del día
(jn 9, 1-41), la curación del ciego de nacimiento. El ciego “representa a
cada uno de nosotros”, ha explicado, ciegos por el pecado.
Los bautizados al contrario, ha continuado el Santo Padre, deben
“comportarse como hijos de la luz”. Esto exige “un cambio radical de
mentalidad, una capacidad de juzgar a los hombres y las cosas según una
nueva escala de valores, que vienen de Dios”. Y de animarnos a
“abandonar las falsas luces”, comenzando por el “prejuicio contra los
otros, porque el prejuicio deforma la realidad y nos llena de aversión
hacia aquellos que juzgamos sin misericordia y condenamos sin sentido.
Cuando meditamos sobre los otros, no caminamos en la luz, caminamos en
la oscuridad”.
El papa Francisco ha evocado otra “falsa luz”: “el interés personal,
que evalúa “a los hombres y las cosas según la base del criterio de
nuestra utilidad, de nuestro placer, de nuestro prestigio”.
El Pontífice también ha invitado a un examen de conciencia: “Creen
que Jesús es el Hijo de Dios.? Creen que él puede cambiarles el
corazón.? Creen que él puede haceros ver la realidad como él la ve, no
como la vemos nosotros? Creen que él es la luz, que nos da la verdadera
luz?
A continuación la traducción íntegra de las palabras que le papa Francisco ha pronunciado antes del ángelus.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En el centro del Evangelio de este cuarto domingo de cuaresma se
encuentran Jesús y un ciego de nacimiento (cf. Jn 9,1-41). Cristo le da
la vista y se cumple este milagro con una clase de rito simbólico:
primero mezcla la tierra con saliva y lo aplica sobre los ojos del
ciego; después le ordena que vaya a lavarse a la piscina de Siloé. Este
hombre va, se lava y recupera la vista. Era un ciego de nacimiento. Con
este milagro Jesús se manifiesta y se manifiesta a nosotros como luz del
mundo; y el ciego de nacimiento representa a cada uno de nosotros, que
hemos sido creados para conocer a Dios, pero que a causa del pecado
somos como ciegos, tenemos necesidad de una luz nueva: la luz de la fe,
que Jesús nos ha dado. En efecto este ciego del Evangelio recobrando la
vista se abre al misterio de Cristo .Jesús le pide ” «Crees tú en el
Hijo del hombre?”( v.35). “Y quién es el Señor, para que crea en él?”
responde el ciego curado (v.36) “Tú lo ves Es el que te habla “ “Yo creo
Señor” y se postra delante de Jesús.
Este episodio nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe en Cristo, el
Hijo de Dios, y al mismo tiempo hace referencia también al bautismo, que
es el primer Sacramento de la fe; el sacramento que nos hace “volver a
la luz”, por el renacer del agua y del Espíritu Santo; como sucede con
el ciego de nacimiento al que se le abren los ojos después de lavarse en
el agua de la piscina de Siloé.
El ciego de nacimiento curado nos representa cuando no nos damos
cuenta de que Jesús es la luz “la luz del mundo”, cuando miramos hacía
otros lados, cuando preferimos confiarnos a pequeñas luces, cuando
tanteamos en la oscuridad. El hecho de que este ciego no tenga nombre,
nos ayuda a reflejarnos con nuestro rostro y nuestro nombre en su
historia. Nosotros también hemos sido “iluminados” por Cristo en el
bautismo de manera que somos llamados a comportarnos como hijos de la
luz.
Esto exige un cambio radical de mentalidad, una capacidad de juzgar a
los hombres y a las cosas según una nueva escala de valores, que vienen
de Dios. El sacramento del bautismo, exige una elección firme y
decisiva de vivir como hijos de la luz y de caminar en la luz.
Si ahora les digo: “¿Creen que Jesús es el Hijo de Dios”? “¿Creen
que él puede cambiar vuestro corazón? ¿Creen que él puede haceros ver la
realidad como él la ve y no como la vemos nosotros? ¿Creen que él es
la luz, que él nos da la verdadera luz? Qué responderían ustedes? Que
cada uno responda en su corazón.
¿Qué significa tener la luz verdadera, caminar en la luz?. Significa
primero abandonar las falsas luces: la luz débil y sutil del prejuicio
contra los otros porque el prejuicio deforma la realidad y nos llena de
aversión contra aquellos que juzgan sin misericordia y condenan sin
sentido. Esto pasa siempre cuando meditamos sobre los otros, no
caminamos en la luz, caminamos en la sombra.
Otra luz falsa que seduce y es ambigua es la del interés personal:
si evaluamos a los hombres y las cosas sobre la base del criterio de
nuestra utilidad, de nuestro placer, de nuestro prestigio, no hacemos la
verdad en las relaciones y en las situaciones. Si tomamos el camino de
la búsqueda del interés personal, caminamos en las tinieblas.
Que la Santa Virgen que ha recibido en primer lugar a Jesús, luz del
mundo, nos obtenga la gracia de acoger de nuevo en esta cuaresma la luz
de la fe, redescubriendo el don inestimable del bautismo que todos hemos
recibido. Y que esta nueva luz nos transforme nuestras actitudes y
acciones para ser nosotros también, a partir de nuestra pobreza, de
nuestras insuficiencias, portadores de un rayo de la luz de Cristo.
in
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