Francisco, en la JMJ de Cracovia |
En una carta, el Papa les invita a armar lío y hacerse oír para cambiar el mundo
Documento confiesa que la juventud percibe a la Iglesia como una institución "poco cercana"
José Manuel Vidal, 13 de enero de 2017 a las 15:23
Selfie del Papa con jóvenes
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La Iglesia católica reconoce que los jóvenes la perciben como una institución poco "atenta" a los problemas sociales y poco "cercana a la gente", y cree que se les debería dar más "espacio" en todos los ámbitos.
Así lo expresa en el documento preparativo del próximo Sínodo de los
Obispos, que se celebrará en octubre de 2018 y cuyo tema será la
juventud. "Los jóvenes a menudo nutren desconfianza, indiferencia o
indignación hacia las instituciones. Esto se refiere no sólo a la
política, sino que afecta cada vez más a las instituciones formativas y a
la Iglesia, en su aspecto institucional. La querrían más cercana a la gente, más atenta a los problemas sociales, pero no dan por sentado que esto ocurra de inmediato", dice el texto.
Los jóvenes y el discernimiento vocacional, lema del Sínodo 2018
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Por eso mismo, pide "espacio" para ellos, un espacio que les tienen
que dar "en la sociedad o en la comunidad cristiana". Se les tiene que
dejar "experimentar un nuevo modelo de desarrollo", dice la
Iglesia, aunque sea algo complicado en países "en los que la edad de
quienes ocupan puestos de responsabilidad es elevada".
Asegura el documento que los jóvenes no están en contra de la religión, pero que "están aprendiendo a vivir "sin" el Dios presentado por el Evangelio y "sin" la Iglesia".
La Iglesia lanza también una encuesta on line dirigida a jóvenes entre 16 y 29 años,
creyentes o no, en la que les pregunta sobre sus expectativas y su vida
y que servirá para preparar el Documento de trabajo definitivo para el
Sínodo. Con epígrafes como 'Los jóvenes y la sociedad', la pastoral
juvenil, los acompañantes, asi como preguntas específicas por áreas
geográficas. (Al final del documento, pueden ver el cuestionario
completo).
El secretario General del Sínodo de los Obispos, Lorenzo Baldisseri,
ha explicado en ruedad de prensa que se pondrá especial atención en el
uso de las "tecnologías" por parte de los jóvenes, sus ventajas y
peligros, pero también en la necesidad de que la Iglesia "y los viejos
obispos y cardenales" se acerquen a los nuevos medios de comunicar.
El Papa les invita a armar lío
Por su parte, el papa Francisco invitó hoy a los jóvenes a que se hagan oír para cambiar el mundo,
en una carta escrita con motivo de la publicación hoy del documento
preparatorio del Sínodo que se celebrará en octubre de 2018 y que
tratará de la juventud.
El Papa, y los jóvenes
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Francisco destacó cómo los jóvenes se enfrentan en el mundo de hoy "a la prevaricación, la injusticia y la guerra" y que "muchos jóvenes entre ustedes están sometidos al chantaje de la violencia y se ven obligados a huir de la tierra natal".
Recordó que durante la apertura de la última Jornada Mundial de la
Juventud del pasado julio en Cracovia preguntó a los jóvenes si "Las cosas, ¿se pueden cambiar?" y que ellos respondieron con un fuerte "sí".
"Esa es una respuesta que nace de un corazón joven que no soporta la injusticia y no puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder ante la globalización de la indiferencia".
Jorge Bergoglio explicó que "un mundo mejor se construye también gracias a los jóvenes, que siempre desean cambiar y ser generosos".
"No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro", les invitó.
Al respecto, señaló que también "la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de los jóvenes, así como también de las dudas y las críticas".
"Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores", reiteró.
Les instó además a dejarse acompañar "de guías expertos, sabrán emprender un itinerario de discernimiento para descubrir el proyecto de Dios en la propia vida".
Texto completo de la Carta del Papa:
«Queridos jóvenes,
Tengo el agrado de anunciarles que en el mes de octubre del 2018
se celebrará el Sínodo de los Obispos sobre el tema «Los jóvenes, la fe y
el discernimiento vocacional». He querido que ustedes ocupen el centro
de la atención porque los llevo en el corazón. Precisamente hoy se
presenta el Documento Preparatorio, que les ofrezco como una "guía" para
este camino.
Me vienen a la memoria las palabras que Dios dirigió a Abrahán:
«Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra
que yo te mostraré» (Gen 12,1). Estas palabras están dirigidas hoy
también a ustedes: son las palabras de un Padre que los invita a "salir"
para lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de seguras
realizaciones, a cuyo encuentro Él mismo los acompaña. Los invito a
escuchar la voz de Dios que resuena en el corazón de cada uno a través
del soplo vital del Espíritu Santo.
Cuando Dios le dice a Abrahán «Vete», ¿qué quería decirle?
Ciertamente no le pedía huir los suyos o del mundo. Su invitación fue
una fuerte provocación para que dejase todo y se encaminase hacia una
tierra nueva. Dicha tierra, ¿no es acaso para ustedes aquella sociedad
más justa y fraterna que desean profundamente y que quieren construir
hasta las periferias del mundo?
Sin embargo, hoy, la expresión «Vete» asume un significado
diverso: el de la prevaricación, de la injusticia y de la guerra. Muchos
jóvenes entre ustedes están sometidos al chantaje de la violencia y se
ven obligados a huir de la tierra natal. El grito de ellos sube a Dios,
como el de Israel esclavo de la opresión del Faraón (cfr. Es 2, 23).
Deseo también recordarles las palabras que Jesús dijo un día a
los discípulos que le preguntaban: «Rabbí [...] ¿dónde vives?». Él les
respondió: «Venid y lo veréis» (Jn 1,38). También a ustedes Jesús dirige
su mirada y los invita a ir hacia Él. ¿Han encontrado esta mirada,
queridos jóvenes? ¿Han escuchado esta voz? ¿Han sentido este impulso a
ponerse en camino? Estoy seguro que, si bien el ruido y el aturdimiento
parecen reinar en el mundo, esta llamada continua a resonar en el
corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena. Esto será posible
en la medida en que, a través del acompañamiento de guías expertos,
sabrán emprender un itinerario de discernimiento para descubrir el
proyecto de Dios en la propia vida. Incluso cuando el camino se
encuentre marcado por la precariedad y la caída, Dios, que es rico en
misericordia, tenderá su mano para levantarlos.
En Cracovia, durante la apertura de la última Jornada Mundial de
la Juventud, les pregunté varias veces: «Las cosas, ¿se pueden
cambiar?». Y ustedes exclamaron juntos a gran voz «¡sí»". Esa es una
respuesta que nace de un corazón joven que no soporta la injusticia y no
puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder ante la
globalización de la indiferencia. ¡Escuchen ese grito que viene de lo
más íntimo! También cuando adviertan, como el profeta Jeremías, la
inexperiencia propia de la joven edad, Dios los estimula a ir donde Él
los envía: «No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte» (Jer
1,8).
Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que
siempre desean cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al
Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la
conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro. También la Iglesia
desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de
cada uno; así como también de las dudas y las críticas. Hagan sentir a
todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo
llegar a los pastores. San Benito recomendaba a los abades consultar
también a los jóvenes antes de cada decisión importante, porque «muchas
veces el Señor revela al más joven lo que es mejor» (Regla de San Benito
III, 3).
Así, también a través del camino de este Sínodo, yo y mis
hermanos Obispos queremos contribuir cada vez más a vuestro gozo (cfr. 2
Cor 1,24). Los proteja María de Nazaret, una joven como ustedes a quien
Dios ha dirigido su mirada amorosa, para que los tome de la mano y los
guíe a la alegría de un ¡heme aquí! pleno y generoso (cfr. Lc 1,38).
Con paternal afecto,
FRANCISCO
Vaticano, 13 de enero de 2017»
Texto íntegro del documento vaticano vaticano sobre el Sínodo de los jóvenes
Introducción
«Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo
sea perfecto» (Jn 15,11): este es el proyecto de Dios para los hombres y
mujeres de todos los tiempos y, por tanto, también para todos los
jóvenes y las jóvenes del tercer milenio, sin excepción.
Anunciar la alegría del Evangelio es la misión que el Señor ha
confiado a su Iglesia. El Sínodo sobre la nueva evangelización y la
Exhortación Apostólica Evangelii gaudium han afrontado cómo llevar a
cabo esta misión en el mundo de hoy; en cambio, los dos Sínodos sobre la
familia y la Exhortación Apostólica Post-sinodal Amoris laetitia se han
dedicado al acompañamiento de las familias hacia esta alegría.
Como continuación de este camino, a través de un nuevo camino sinodal
sobre el tema: «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», la
Iglesia ha decidido interrogarse sobre cómo acompañar a los jóvenes para
que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y
también pedir a los mismos jóvenes que la ayuden a identificar las
modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia. A través
de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor que resuena
también hoy. Como en otro tiempo Samuel (cfr. 1Sam 3,1-21) y Jeremías
(cfr. Jer 1,4-10), hay jóvenes que saben distinguir los signos de
nuestro tiempo que el Espíritu señala. Escuchando sus aspiraciones
podemos entrever el mundo del mañana que se aproxima y las vías que la
Iglesia está llamada a recorrer.
La vocación al amor asume para cada uno una forma concreta en la vida
cotidiana a través de una serie de opciones que articulan estado de
vida (matrimonio, ministerio ordenado, vida consagrada, etc.),
profesión, modalidad de compromiso social y político, estilo de vida,
gestión del tiempo y del dinero, etc. Asumidas o padecidas, conscientes o
inconscientes, se trata de elecciones de las que nadie puede eximirse.
El propósito del discernimiento vocacional es descubrir cómo
transformarlas, a la luz de la fe, en pasos hacia la plenitud de la
alegría a la que todos estamos llamados.
La Iglesia es consciente de poseer «lo que hace la fuerza y el
encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de
darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas
conquistas» (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes, 8 de
diciembre de 1965); las riquezas de su tradición espiritual ofrecen
muchos instrumentos con los que acompañar la maduración de la conciencia
y de una auténtica libertad.
Desde esta perspectiva, con el presente Documento Preparatorio, se da
inicio a la fase de consulta de todo el Pueblo de Dios. El Documento -
dirigido a los Sínodos de los Obispos y a los Consejos de los Jerarcas
de las Iglesias Orientales Católicas, a las Conferencias Episcopales, a
los Dicasterios de la Curia Romana y a la Unión de Superiores Generales -
termina con un cuestionario. Además está prevista una consulta de todos
los jóvenes a través de un sitio web, con un cuestionario sobre sus
expectativas y su vida. Las respuestas a los dos cuestionarios
constituirán la base para la redacción del Documento de trabajo o
Instrumentum laboris, que será el punto de referencia para la discusión
de los Padres sinodales.
Este Documento Preparatorio propone una reflexión articulada en tres
pasos. Se comienza delineando brevemente algunas dinámicas sociales y
culturales del mundo en el que los jóvenes crecen y toman sus
decisiones, para proponer una lectura de fe. Posteriormente se abordan
los pasos fundamentales del proceso de discernimiento, que es el
instrumento principal que la Iglesia desea ofrecer a los jóvenes para
que descubran, a la luz de la fe, la propia vocación. Por último, se
ponen de relieve los componentes fundamentales de una pastoral juvenil
vocacional. Por lo tanto, no se trata de un documento completo, sino de
una especie de mapa que pretende fomentar una investigación cuyos frutos
sólo estarán disponibles al término del camino sinodal.
Tras las huellas del discípulo amado
Ofrecemos como inspiración para el camino que inicia un icono
evangélico: Juan, el apóstol. En la lectura del Cuarto Evangelio él no
sólo es la figura ejemplar del joven que elige seguir a Jesús sino
también «el discípulo a quien Jesús amaba» (Jn 13,23; 19,26; 21,7).
«Fijándose en Jesús que pasaba, [Juan el Bautista] dijo: "He ahí el
Cordero de Dios". Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a
Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: "¿Qué
buscáis?". Ellos le respondieron: "Rabbí - que quiere decir ‘Maestro' -,
¿dónde vives?". Les respondió: "Venid y lo veréis". Fueron, pues,
vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la
hora décima» (Jn 1,36-39).
En búsqueda de un sentido que dar a la propia vida, dos discípulos
del Bautista son interpelados por Jesús con la pregunta penetrante:
«¿Qué buscáis?». A su contestación «Rabbí - que quiere decir ‘Maestro'
-, ¿dónde vives?», le sigue la respuesta-invitación del Señor: «Venid y
lo veréis» (vv. 38-39). Jesús los llama al mismo tiempo a un camino
interior y a una disponibilidad de ponerse concretamente en movimiento,
sin saber bien a dónde esto los llevará. Será un encuentro memorable,
hasta el punto de recordar incluso la hora (v. 39).
Gracias a la valentía de ir y ver, los discípulos experimentarán la
amistad fiel de Cristo y podrán vivir diariamente con Él, dejarse
interrogar e inspirar por sus palabras, dejarse impresionar y conmover
por sus gestos.
Juan, en particular, será llamado a ser testigo de la Pasión y
Resurrección de su Maestro. En la última cena (cfr. Jn 13,21-29), su
intimidad con Él lo llevará a reclinar la cabeza sobre el pecho de Jesús
y a confiar en Su palabra. Mientras conduce a Simón Pedro a la casa del
sumo sacerdote, se enfrentará a la noche de la prueba y de la soledad
(cfr. Jn 18,13-27). Junto a la cruz acogerá el profundo dolor de la
Madre, a quien es confiado, asumiendo la responsabilidad de cuidar de
ella (cfr. Jn 19,25-27). En la mañana de Pascua compartirá con Pedro la
carrera agitada y llena de esperanza hacia el sepulcro vacío (cfr. Jn
20,1-10). Por último, durante la extraordinaria pesca en el lago de
Tiberíades (cfr. Jn 21,1-14), reconocerá al Resucitado y dará testimonio
de Él a la comunidad.
La figura de Juan nos puede ayudar a comprender la experiencia
vocacional como un proceso progresivo de discernimiento interior y de
maduración de la fe, que conduce a descubrir la alegría del amor y la
vida en plenitud en la entrega y en la participación en el anuncio de la
Buena Noticia.
I LOS JÓVENES EN EL MUNDO DE HOY
Este capítulo no ofrece un análisis completo de la sociedad y del
mundo, sino que tiene presente algunos resultados de la investigación en
el ámbito social útiles para abordar el tema del discernimiento
vocacional, a fin de «dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar
una base concreta al itinerario ético y espiritual» (Laudato sì, 15).
La descripción, elaborada a nivel mundial, exigirá ser adaptada a la
realidad de las circunstancias específicas de cada región: a pesar de la
presencia de tendencias globales, las diferencias entre las diversas
áreas del planeta siguen siendo relevantes. En muchos aspectos es
correcto afirmar que existe una pluralidad de mundos juveniles, no sólo
uno. Entre las muchas diferencias, algunas resultan particularmente
evidentes. La primera es el efecto de las dinámicas geográficas y separa
a los países con alta natalidad, donde los jóvenes representan una
proporción significativa y creciente de la población, de aquellos cuyo
peso demográfico se va reduciendo. Una segunda diferencia deriva de la
historia, que hace diferentes a los países y a los continentes de
antigua tradición cristiana cuya cultura es portadora de una memoria que
no se debe disgregar, de los países y continentes cuya cultura en
cambio está marcada por otras tradiciones religiosas y en los que el
cristianismo tiene una presencia minoritaria y a menudo reciente. Por
último, no podemos olvidar la diferencia entre el género masculino y el
femenino: por una parte ésta determina una sensibilidad diferente, por
otra es origen de formas de dominio, exclusión y discriminación de las
que todas las sociedades necesitan liberarse.
En las páginas que siguen el término "jóvenes" se refiere a las
personas de edad comprendida aproximadamente entre 16 y 29 años, siendo
conscientes de que también este elemento exige ser adaptado a las
circunstancias locales. En cualquier caso, es bueno recordar que la
juventud más que identificar a una categoría de personas, es una fase de
la vida que cada generación reinterpreta de un modo único e
irrepetible.
1. Un mundo que cambia rápidamente
La rapidez de los procesos de cambio y de transformación es la nota
principal que caracteriza a las sociedades y a las culturas
contemporáneas (cfr. Laudato sì, 18). La combinación entre complejidad
elevada y cambio rápido provoca que nos encontremos en un contexto de
fluidez e incertidumbre nunca antes experimentado: es un hecho que debe
asumirse sin juzgar a priori si se trata de un problema o de una
oportunidad. Esta situación exige adoptar una mirada integral y adquirir
la capacidad de programar a largo plazo, prestando atención a la
sostenibilidad y a las consecuencias de las opciones de hoy en tiempos y
lugares remotos.
El crecimiento de la incertidumbre incide en las condiciones de
vulnerabilidad, es decir, la combinación de malestar social y dificultad
económica, y en las experiencias de inseguridad de grandes sectores de
la población. En lo que se refiere al mundo del trabajo, podemos pensar
en los fenómenos de la desocupación, del aumento de la flexibilidad y de
la explotación sobre todo infantil, o en el conjunto de causas
políticas, económicas, sociales e incluso ambientales que explican el
aumento exponencial del número de refugiados y migrantes. Frente a pocos
privilegiados que pueden disfrutar de las oportunidades ofrecidas por
los procesos de globalización económica, muchos viven en situaciones de
vulnerabilidad y de inseguridad, lo cual tiene un impacto sobre sus
itinerarios de vida y sobre sus elecciones.
A nivel mundial el mundo contemporáneo se caracteriza por una cultura
"cientificista", a menudo dominada por la técnica y por las infinitas
posibilidades que ésta promete abrir, en cuyo interior no obstante «se
multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las
personas, entre ellas muchos jóvenes» (Misericordia et misera, 3). Como
enseña la encíclica Laudato si', la íntima relación entre paradigma
tecnocrático y búsqueda frenética del beneficio a corto plazo están en
el origen de esa cultura del descarte que excluye a millones de
personas, entre ellas muchos jóvenes, y que conduce a la explotación
indiscriminada de los recursos naturales y a la degradación del
ambiente, amenazando el futuro de las próximas generaciones (cfr.
20-22).
Asimismo, no hay que olvidar que muchas sociedades son cada vez más
multiculturales y multirreligiosas. En particular, la coexistencia de
varias tradiciones religiosas representa un desafío y una oportunidad:
puede crecer la desorientación y la tentación del relativismo, pero
conjuntamente aumentan las posibilidades de debate fecundo y
enriquecimiento recíproco. A los ojos de la fe esto se ve como un signo
de nuestro tiempo que requiere un crecimiento en la cultura de la
escucha, del respeto y del diálogo.
2. Las nuevas generaciones
Quien es joven hoy vive la propia condición en un mundo diferente al
de la generación de sus padres y de sus educadores. No sólo el sistema
de obligaciones y oportunidades cambia con las transformaciones
económicas y sociales, sino que mudan también, subyacentemente, deseos,
necesidades, sensibilidades y el modo de relacionarse con los demás. Por
otra parte, si desde un cierto punto de vista es verdad que con la
globalización los jóvenes tienden a ser cada vez más homogéneos en todas
las partes del mundo, se mantienen sin embargo, en los contextos
locales, peculiaridades culturales e institucionales que tienen
repercusiones en el proceso de socialización y de construcción de la
identidad.
El desafío de la multiculturalidad atraviesa particularmente el mundo
juvenil, por ejemplo, con las peculiaridades de las "segundas
generaciones" (es decir, de aquellos jóvenes que crecen en una sociedad y
en una cultura diferentes de las de sus padres, como resultado de los
fenómenos migratorios) o de los hijos de parejas de algún modo "mixtas"
(desde el punto de vista étnico, cultural y/o religioso).
En muchas partes del mundo los jóvenes experimentan condiciones de
particular dureza, en las que se hace difícil abrir el espacio para
auténticas opciones de vida, en ausencia de márgenes, aunque sean
mínimos, de ejercicio de la libertad. Pensemos en los jóvenes en
situación de pobreza y exclusión; en los que crecen sin padres o
familia, o no tienen la posibilidad de ir a la escuela; en los niños y
chichos de la calle de tantas periferias; en los jóvenes desempleados,
abandonados y migrantes; en los que son víctimas de explotación, trata y
esclavitud; en los niños y chicos reclutados a la fuerza en bandas
criminales o en milicias irregulares; en las niñas esposas o chicas
obligadas a casarse contra su voluntad. Son demasiados en el mundo los
que pasan directamente de la infancia a la edad adulta y a una carga de
responsabilidad que no han podido elegir. A menudo, las niñas, las
chicas y las mujeres jóvenes deben hacer frente a dificultades aún
mayores en comparación con sus coetáneos.
Estudios conducidos a nivel internacional permiten identificar algunos rasgos característicos de los jóvenes de nuestro tiempo.
Pertenencia y participación
Los jóvenes no se perciben así mismos como una categoría
desfavorecida o un grupo social que se debe proteger y, en consecuencia,
como destinatarios pasivos de programas pastorales o de opciones
políticas. No pocos de ellos desean ser parte activa en los procesos de
cambio del presente, como confirman las experiencias de activación e
innovación desde abajo que tienen a los jóvenes como principales, aunque
no únicos, protagonistas.
La disponibilidad a la participación y a la movilización en acciones
concretas, en las que el aporte personal de cada uno es ocasión de
reconocimiento de identidad, se articula con la intolerancia hacia
ambientes en los que los jóvenes sienten, con razón o sin ella, que no
encuentran espacio y no reciben estímulos; esto puede llevar a la
renuncia o al cansancio para desear, soñar y proyectar, como demuestra
la difusión del fenómeno de los NEET (not in education, employment or
training, es decir, jóvenes que no se dedican a una actividad de estudio
ni de trabajo ni de formación profesional). La discrepancia entre los
jóvenes pasivos y desanimados y los emprendedores y vitales es el fruto
de las oportunidades ofrecidas concretamente a cada uno en el contexto
social y familiar en el que crece, además de las experiencias de
sentido, relación y valor adquiridas incluso antes del inicio de la
juventud. La falta de confianza en sí mismos y en sus capacidades puede
manifestarse, además de en la pasividad, en una excesiva preocupación
por la propia imagen y en un dócil conformismo a las modas del momento.
Puntos de referencia personales e institucionales
Varias investigaciones muestran que los jóvenes sienten la necesidad
de figuras de referencia cercanas, creíbles, coherentes y honestas, así
como de lugares y ocasiones en los que poner a prueba la capacidad de
relación con los demás (tanto adultos como coetáneos) y afrontar las
dinámicas afectivas. Buscan figuras capaces de expresar sintonía y
ofrecer apoyo, estímulo y ayuda para reconocer los límites, sin hacer
pesar el juicio.
Desde este punto de vista, el rol de padres y familias sigue siendo
crucial y a veces problemático. Las generaciones más maduras a menudo
tienden a subestimar las potencialidades, enfatizan las fragilidades y
tienen dificultad para entender las exigencias de los más jóvenes. Los
padres y los educadores adultos pueden tener presente sus errores y lo
que no les gustaría que los jóvenes hiciesen, pero a menudo no tienen
igualmente claro cómo ayudarles a orientar su mirada hacia el futuro.
Las dos reacciones más comunes son la renuncia a hacerse escuchar y la
imposición de sus propias elecciones. Padres ausentes o hiperprotectores
hacen a los hijos más frágiles y tienden a subestimar los riesgos o a
estar obsesionados con el miedo a equivocarse.
Los jóvenes sin embargo no buscan sólo figuras de referencia adultas:
tienen un fuerte deseo de diálogo abierto entre pares. En este sentido
son muy necesarias las ocasiones de interacción libre, de expresión
afectiva, de aprendizaje informal, de experimentación de roles y
habilidades sin tensión ni ansiedad.
Tendencialmente cautos respecto a quienes están más allá del círculo
de las relaciones personales, los jóvenes a menudo nutren desconfianza,
indiferencia o indignación hacia las instituciones. Esto se refiere no
sólo a la política, sino que afecta cada vez más a las instituciones
formativas y a la Iglesia, en su aspecto institucional. La querrían más
cercana a la gente, más atenta a los problemas sociales, pero no dan por
sentado que esto ocurra de inmediato.
Todo esto tiene lugar en un contexto donde la pertenencia confesional
y la práctica religiosa se vuelven, cada vez más, rasgos de una minoría
y los jóvenes no se ponen "contra", sino que están aprendiendo a vivir
"sin" el Dios presentado por el Evangelio y "sin" la Iglesia, apoyándose
en formas de religiosidad y espiritualidad alternativas y poco
institucionalizadas o refugiándose en sectas o experiencias religiosas
con una fuerte matriz de identidad. En muchos lugares la presencia de la
Iglesia se va haciendo menos capilar y por tanto resulta más difícil
encontrarla, mientras que la cultura dominante es portadora de
instancias a menudo en contraste con los valores evangélicos, ya se
trate de elementos de la propia tradición o de la declinación local de
una globalización de modelo consumista e individualista.
Hacia una generación (híper)conectada
Las jóvenes generaciones se caracterizan hoy por la relación con las
tecnologías modernas de la comunicación y con lo que normalmente se
llama "mundo virtual", no obstante también tenga efectos muy reales.
Todo esto ofrece posibilidades de acceso a una serie de oportunidades
que las generaciones precedentes no tenían, y al mismo tiempo presenta
riesgos. Sin embargo, es de gran importancia poner de relieve cómo la
experiencia de relaciones a través de la tecnología estructura la
concepción del mundo, de la realidad y de las relaciones personales. A
esto debería responder la acción pastoral, que tiene necesidad de
desarrollar una cultura adecuada.
3. Los jóvenes y las opciones
En el contexto de fluidez y precariedad que hemos esbozado, la
transición a la vida adulta y la construcción de la identidad exigen
cada vez más un itinerario "reflexivo". Las personas se ven obligadas a
readaptar sus trayectorias de vida y a retomar continuamente el control
de sus opciones. Además, junto con la cultura occidental se difunde una
concepción de la libertad entendida como posibilidad de acceder a nuevas
oportunidades. Se niega que construir un itinerario personal de vida
signifique renunciar a recorrer en el futuro caminos diferentes: «Hoy
elijo esto, mañana ya veremos». Tanto en las relaciones afectivas como
en el mundo del trabajo el horizonte se compone de opciones siempre
reversibles más que de elecciones definitivas.
En este contexto los viejos enfoques ya no funcionan y la experiencia
transmitida por las generaciones precedentes se vuelve obsoleta
rápidamente. Valiosas oportunidades y riesgos insidiosos se entrelazan
en una maraña que no es fácil de desenredar. Adecuados instrumentos
culturales, sociales y espirituales se convierten en indispensables para
que los mecanismos del proceso decisional no se bloqueen y se termine,
tal vez por miedo a equivocarse, sufriendo el cambio en lugar de
guiarlo. Lo ha dicho el Papa Francisco: «"¿Cómo podemos despertar la
grandeza y la valentía de elecciones de gran calado, de impulsos del
corazón para afrontar desafíos educativos y afectivos?". La palabra la
he dicho tantas veces: ¡arriesga! Arriesga. Quien no arriesga no camina.
"¿Y si me equivoco?".¡Bendito sea el Señor! Más te equivocarás si te
quedas quieto» (Discurso en Villa Nazaret, 18 de junio de 2016).
En la búsqueda de caminos capaces de despertar la valentía y los
impulsos del corazón no se puede dejar de tener en cuenta que la persona
de Jesús y la Buena Noticia por Él proclamada siguen fascinando a
muchos jóvenes.
La capacidad de elegir de los jóvenes se ve obstaculizada por las
dificultades relacionadas con la condición de precariedad: la dificultad
para encontrar trabajo o su dramática falta; los obstáculos en la
construcción de una autonomía económica; la imposibilidad de estabilizar
la propia trayectoria profesional. Para las mujeres jóvenes estos
obstáculos son normalmente aún más difíciles de superar.
El malestar económico y social de las familias, la forma en que los
jóvenes asumen algunos rasgos de la cultura contemporánea y el impacto
de las nuevas tecnologías exigen una mayor capacidad de respuesta al
desafío educativo en su acepción más amplia: esta es la emergencia
educativa señalada por Benedicto XVI en el Mensaje a la Ciudad y a la
Diócesis de Roma sobre la urgencia de la educación (21 de enero de
2008). A nivel mundial también hay que tener en cuenta las desigualdades
entre países y su efecto sobre las oportunidades ofrecidas a los
jóvenes en las diferentes sociedades en términos de inclusión. También
factores culturales y religiosos pueden generar exclusión, por ejemplo
lo referente a las diferencias de género o a la discriminación de las
minorías étnicas o religiosas, hasta empujar a los jóvenes más
emprendedores hacia la emigración.
En este contexto resulta particularmente urgente promover las
capacidades personales poniéndolas al servicio de un sólido proyecto de
crecimiento común. Los jóvenes valoran la posibilidad de combinar la
acción en proyectos concretos en los que medir su capacidad de obtener
resultados, el ejercicio de un protagonismo dirigido a mejorar el
contexto en el que viven, la oportunidad de adquirir y perfeccionar
sobre el terreno competencias útiles para la vida y el trabajo.
La innovación social expresa un protagonismo positivo que invierte la
condición de las nuevas generaciones: de perdedores que solicitan
protección frente a los riesgos del cambio, a sujetos del cambio capaces
de crear nuevas oportunidades. Es significativo que precisamente los
jóvenes - a menudo encasillados en el estereotipo de la pasividad y de
la inexperiencia - propongan y practiquen alternativas que muestran cómo
el mundo o la Iglesia podrían ser. Si queremos que en la sociedad o en
la comunidad cristiana suceda algo nuevo, debemos dejar espacio para que
nuevas personas puedan actuar. En otras palabras, proyectar el cambio
según los principios de la sostenibilidad exige que se consienta a las
nuevas generaciones experimentar un nuevo modelo de desarrollo. Esto
resulta particularmente problemático en los países y contextos
institucionales en los que la edad de quienes ocupan puestos de
responsabilidad es elevada y los ritmos de cambio generacional se hacen
más lentos.
II FE, DISCERNIMIENTO, VOCACIÓN
A través del camino de este Sínodo, la Iglesia quiere reiterar su
deseo de encontrar, acompañar y cuidar de todos los jóvenes, sin
excepción. No podemos ni queremos abandonarlos a las soledades y a las
exclusiones a las que el mundo les expone. Que su vida sea experiencia
buena, que no se pierdan en los caminos de la violencia o de la muerte,
que la desilusión no los aprisione en la alienación: todo esto no puede
dejar de ser motivo de gran preocupación para quien ha sido generado a
la vida y a la fe y sabe que ha recibido un gran don.
Es en virtud de este don que sabemos que venir al mundo significa
encontrar la promesa de una vida buena y que ser acogido y custodiado es
la experiencia original que inscribe en cada uno la confianza de no ser
abandonado a la falta de sentido y a la oscuridad de la muerte y la
esperanza de poder expresar la propia originalidad en un camino hacia la
plenitud de vida.
La sabiduría de la Iglesia oriental nos ayuda a descubrir cómo esta
confianza está arraigada en la experiencia de "tres nacimientos": el
nacimiento natural como mujer o como hombre en un mundo capaz de acoger y
sostener la vida; el nacimiento del bautismo «cuando alguien se
convierte en hijo de Dios por la gracia»; y luego, un tercer nacimiento,
cuando tiene lugar el paso «del modo de vida corporal al espiritual»,
que abre al ejercicio maduro de la libertad (cfr. Discursos de Filoxeno
de Mabbug, obispo sirio del siglo V, n. 9).
Ofrecer a los demás el don que nosotros mismos hemos recibido
significa acompañarlos a lo largo de este camino, ayudándoles a afrontar
sus debilidades y las dificultades de la vida, pero sobre todo
sosteniendo las libertades que aún se están constituyendo. Por todo ello
la Iglesia, comenzando por sus Pastores, está llamada a interrogarse y a
redescubrir su vocación a la custodia con el estilo que el Papa
Francisco recordó al inicio de su pontificado: «el preocuparse, el
custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los
Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente,
trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la
virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza
de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura
al otro, de amor» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 19 de
marzo de 2013).
En esta perspectiva se presentarán ahora algunas ideas con vistas a
un acompañamiento de los jóvenes a partir de la fe, escuchando a la
tradición de la Iglesia y con el claro objetivo de sostenerlos en su
discernimiento vocacional y en la toma de decisiones fundamentales de la
vida, desde la conciencia del carácter irreversible de algunas de
ellas.
1. Fe y vocación
La fe, en cuanto participación en el modo de ver de Jesús (cfr. Lumen
fidei, 18), es la fuente de discernimiento vocacional, porque ofrece
sus contenidos fundamentales, sus articulaciones específicas, el estilo
singular y la pedagogía propia. Acoger con alegría y disponibilidad este
don de la gracia exige hacerlo fecundo a través de elecciones de vida
concretas y coherentes.
«No me habéis elegido vosotros a mí; sino que yo os he elegido yo a
vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro
fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre
os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros» (Jn
15,16-17). Si la vocación a la alegría del amor es el llamado
fundamental que Dios pone en el corazón de cada joven para que su
existencia pueda dar fruto, la fe es al mismo tiempo don que viene de lo
alto y respuesta al sentirse elegidos y amados.
La fe «no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la
vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura
que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos,
porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas
nuestras debilidades» (Lumen fidei, 53). Esta fe «ilumina todas las
relaciones sociales», contribuyendo a «construir la fraternidad
universal» entre los hombres y mujeres de todos los tiempos (ibíd., 54).
La Biblia presenta numerosos relatos de vocación y de respuesta de
jóvenes. A la luz de la fe, estos gradualmente toman conciencia del
proyecto de amor apasionado que Dios tiene para cada uno. Esta es la
intención de toda acción de Dios, desde la creación del mundo como lugar
«bueno», capaz de acoger la vida, y ofrecido como un don como la
urdimbre de relaciones en las que confiar.
Creer significa ponerse a la escucha del Espíritu y en diálogo con la
Palabra que es camino, verdad y vida (cfr. Jn 14,6) con toda la propia
inteligencia y afectividad, aprender a confiar en ella "encarnándola" en
lo concreto de la vida cotidiana, en los momentos en los que la cruz
está cerca y en aquellos en los que se experimenta la alegría ante los
signos de resurrección, tal y como hizo el "discípulo amado". Este es el
desafío que interpela a la comunidad cristiana y a cada creyente
individual.
El espacio de este diálogo es la conciencia. Como enseña el Concilio
Vaticano II, esta es «el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en
el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto
más íntimo de aquélla» (Gaudium et spes, 16). Por lo tanto, la
conciencia es un espacio inviolable en el que se manifiesta la
invitación a acoger una promesa. Discernir la voz del Espíritu de otras
llamadas y decidir qué respuesta dar es una tarea que corresponde a cada
uno: los demás lo pueden acompañar y confirmar, pero nunca sustituir.
La vida y la historia nos enseñan que para el ser humano no siempre
es fácil reconocer la forma concreta de la alegría a la que Dios lo
llama y a la cual tiende su deseo, y mucho menos ahora en un contexto de
cambio e incertidumbre generalizada. Otras veces, la persona tiene que
enfrentarse al desánimo o a la fuerza de otros apegos que la detienen en
su camino hacia la plenitud: es la experiencia de muchos, por ejemplo
la del joven que tenía demasiadas riquezas para ser libre de acoger la
llamada de Jesús y por esto se fue triste en lugar de lleno de alegría
(cfr. Mc 10,17-22). La libertad humana, aun necesitando ser siempre
purificada y liberada, sin embargo, no pierde nunca del todo la
capacidad radical de reconocer el bien y de hacerlo: «Los seres humanos,
capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse,
volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los
condicionamientos mentales y sociales que les impongan» (Laudato si',
205).
2. El don del discernimiento
Tomar decisiones y orientar las propias acciones en situaciones de
incertidumbre y frente a impulsos internos contradictorios es el ámbito
del ejercicio del discernimiento. Se trata de un término clásico de la
tradición de la Iglesia, que se aplica a una pluralidad de situaciones.
En efecto, existe un discernimiento de los signos de los tiempos, que
apunta a reconocer la presencia y la acción del Espíritu en la historia;
un discernimiento moral, que distingue lo que es bueno de lo que es
malo; un discernimiento espiritual, que tiene como objetivo reconocer la
tentación para rechazarla y, en su lugar, seguir el camino de la
plenitud de vida. Las conexiones entre estas diferentes acepciones son
evidentes y no se pueden nunca separar completamente.
Teniendo presente esto, nos centramos aquí en el discernimiento
vocacional, es decir, en el proceso por el cual la persona llega a
realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu,
las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida. Si el
interrogante de cómo no desperdiciar las oportunidades de realización
de sí mismo afecta a todos los hombres y mujeres, para el creyente la
pregunta se hace aún más intensa y profunda. ¿Cómo vivir la buena
noticia del Evangelio y responder a la llamada que el Señor dirige a
todos aquellos a quienes les sale al encuentro: a través del matrimonio,
del ministerio ordenado, de la vida consagrada? Y cuál es el campo en
el que se pueden utilizar los propios talentos: ¿la vida profesional, el
voluntariado, el servicio a los últimos, la participación en la
política?
El Espíritu habla y actúa a través de los acontecimientos de la vida
de cada uno, pero los eventos en sí mismos son mudos o ambiguos, ya que
se pueden dar diferentes interpretaciones. Iluminar el significado en lo
concerniente a una decisión requiere un camino de discernimiento. Los
tres verbos con los que esto se describe en la Evangelii gaudium, 51 -
reconocer, interpretar y elegir - pueden ayudarnos a delinear un
itinerario adecuado tanto para los individuos como para los grupos y las
comunidades, sabiendo que en la práctica los límites entre las
diferentes fases no son nunca tan claros.
Reconocer
El reconocimiento se refiere, en primer lugar, a los efectos que los
acontecimientos de mi vida, las personas que encuentro, las palabras que
escucho o que leo producen en mi interioridad: una variedad de «deseos,
sentimientos, emociones» (Amoris laetitia, 143) de muy distinto signo:
tristeza, oscuridad, plenitud, miedo, alegría, paz, sensación de vacío,
ternura, rabia, esperanza, tibieza, etc. Me siento atraído o empujado
hacia una pluralidad de direcciones, sin que ninguna me parezca la que
claramente se debe seguir; es el momento de los altos y bajos y en
algunos casos de una auténtica lucha interior. Reconocer exige hacer
aflorar esta riqueza emotiva y nombrar estas pasiones sin juzgarlas.
Exige igualmente percibir el "sabor" que dejan, es decir, la consonancia
o disonancia entre lo que experimento y lo más profundo que hay en mí.
En esta fase, la Palabra de Dios reviste una gran importancia:
meditarla, de hecho, pone en movimiento las pasiones como todas las
experiencias de contacto con la propia interioridad, pero al mismo
tiempo ofrece una posibilidad de hacerlas emerger identificándose con
los acontecimientos que ella narra. La fase del reconocimiento sitúa en
el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de la persona, sin
eludir por temor la fatiga de silencio. Se trata de un paso fundamental
en el camino de maduración personal, en particular para los jóvenes que
experimentan con mayor intensidad la fuerza de los deseos y pueden
también permanecer asustados, renunciando incluso a los grandes pasos a
los que sin embargo se sienten impulsados.
Interpretar
No basta reconocer lo que se ha experimentado: hay que
"interpretarlo", o, en otras palabras, comprender a qué el Espíritu está
llamando a través de lo que suscita en cada uno. Muchas veces nos
detenemos a contar una experiencia, subrayando que "me ha impresionado
mucho". Más difícil es entender el origen y el sentido de los deseos y
de las emociones experimentadas y evaluar si nos están orientando en una
dirección constructiva o si por el contrario nos están llevando a
replegarnos sobre nosotros mismos.
Esta fase de interpretación es muy delicada: se requiere paciencia,
vigilancia y también un cierto aprendizaje. Hemos de ser capaces de
darnos cuenta de los efectos de los condicionamientos sociales y
psicológicos. También exige poner en práctica las propias facultades
intelectuales, sin caer sin embargo en el peligro de construir teorías
abstractas sobre lo que sería bueno o bonito hacer: también en el
discernimiento«la realidad es superior a la idea» (Evangelii gaudium,
231). En la interpretación tampoco se puede dejar de enfrentarse con la
realidad y de tomar en consideración las posibilidades que realmente se
tienen a disposición.
Para interpretar los deseos y los movimientos interiores es necesario
confrontarse honestamente, a la luz de la Palabra de Dios, también con
las exigencias morales de la vida cristiana, siempre tratando de
ponerlas en la situación concreta que se está viviendo. Este esfuerzo
obliga a quien lo realiza a no contentarse con la lógica legalista del
mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar el mayor
provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto
resulta una propuesta atractiva y estimulante para los jóvenes.
Este trabajo de interpretación se desarrolla en un diálogo interior
con el Señor, con la activación de todas las capacidades de la persona;
la ayuda de una persona experta en la escucha del Espíritu es, sin
embargo, un valioso apoyo que la Iglesia ofrece, y del que sería poco
sensato no hacer uso.
Elegir
Una vez reconocido e interpretado el mundo de los deseos y de las
pasiones, el acto de decidir se convierte en ejercicio de auténtica
libertad humana y de responsabilidad personal, siempre claramente
situadas y por lo tanto limitadas. Entonces, la elección escapa a la
fuerza ciega de las pulsiones, a las que un cierto relativismo
contemporáneo termina por asignar el rol de criterio último,
aprisionando a la persona en la volubilidad. Al mismo tiempo se libera
de la sujeción a instancias externas a la persona y, por tanto,
heterónomas, exigiendo asimismo una coherencia de vida.
Durante mucho tiempo en la historia, las decisiones fundamentales de
la vida no fueron tomadas por los interesados directos; en algunas
partes del mundo todavía es así, tal como se ha apuntado también en el
capítulo I. Promover elecciones verdaderamente libres y responsables,
despojándose de toda connivencia con legados de otros tiempos, sigue
siendo el objetivo de toda pastoral vocacional seria. El discernimiento
es en la pastoral vocacional el instrumento fundamental, que permite
salvaguardar el espacio inviolable de la conciencia, sin pretender
sustituirla (cfr. Amoris laetitia, 37).
La decisión debe ser sometida a la prueba de los hechos en vista de
su confirmación. La elección no puede quedar aprisionada en una
interioridad que corre el riesgo de mantenerse virtual o poco realista -
se trata de un peligro acentuado en la cultura contemporánea -, sino
que está llamada a traducirse en acción, a tomar cuerpo, a iniciar un
camino, aceptando el riesgo de confrontarse con la realidad que había
puesto en movimiento deseos y emociones. Otros movimientos interiores
nacerán en esta fase: reconocerlos e interpretarlos permitirá confirmar
la bondad de la decisión tomada o aconsejará revisarla. Por esto es
importante "salir", incluso del miedo de equivocarse que, como hemos
visto, puede llegar a ser paralizante.
3. Caminos de vocación y misión
El discernimiento vocacional no se realiza en un acto puntual, aun
cuando en la historia de cada vocación es posible identificar momentos o
encuentros decisivos. Como todas las cosas importantes de la vida,
también el discernimiento vocacional es un proceso largo, que se
desarrolla en el tiempo, durante el cual es necesario mantener la
atención a las indicaciones con las que el Señor precisa y específica
una vocación que es exclusivamente personal e irrepetible. El Señor les
pidió a Abraham y a Sara que partieran, pero sólo en un camino
progresivo y no sin pasos en falso se aclaró cuál era la inicialmente
misteriosa «tierra que yo te mostraré» (Gén 12,1). María misma progresa
en la conciencia de su vocación a través de la meditación de las
palabras que escucha y los eventos que le suceden, también los que no
comprende (cfr. Lc 2,50-51).
El tiempo es fundamental para verificar la orientación efectiva de la
decisión tomada. Como enseña cada página del texto bíblico, no hay
vocación que no se ordene a una misión acogida con temor o con
entusiasmo.
Acoger la misión implica la disponibilidad de arriesgar la propia
vida y recorrer la vía de la cruz, siguiendo las huellas de Jesús, que
con decisión se puso en camino hacia Jerusalén (cfr. Lc 9,51) para
ofrecer su vida por la humanidad. Sólo si la persona renuncia a ocupar
el centro de la escena con sus necesidades se abre el espacio para
acoger el proyecto de Dios a la vida familiar, al ministerio ordenado o a
la vida consagrada, así como para llevar a cabo con rigor su profesión y
buscar sinceramente el bien común. En particular en los lugares donde
la cultura está más profundamente marcada por el individualismo, es
necesario verificar hasta qué punto las elecciones son dictadas por la
búsqueda de la propia autorrealización narcisista y en qué grado, por el
contrario, incluyen la disponibilidad a vivir la propia existencia en
la lógica de la generosa entrega. Por esto, el contacto con la pobreza,
la vulnerabilidad y la necesidad revisten gran importancia en los
caminos de discernimiento vocacional. En lo que respecta a los futuros
pastores, es oportuno examinar y promover el crecimiento de la
disponibilidad a dejarse impregnar del "olor de las ovejas".
4. El acompañamiento
En la base de discernimiento podemos identificar tres convicciones,
muy arraigadas en la experiencia de cada ser humano releída a la luz de
la fe y de la tradición cristiana. La primera es que el Espíritu de Dios
actúa en el corazón de cada hombre y de cada mujer a través de
sentimientos y deseos que se conectan a ideas, imágenes y proyectos.
Escuchando con atención, el ser humano tiene la posibilidad de
interpretar estas señales. La segunda convicción es que el corazón
humano debido a su debilidad y al pecado, se presenta normalmente divido
a causa de la atracción de reclamos diferentes, o incluso opuestos. La
tercera convicción es que, en cualquier caso, el camino de la vida
impone decidir, porque no se puede permanecer indefinidamente en la
indeterminación. Pero es necesario dotarse de los instrumentos para
reconocer la llamada del Señor a la alegría del amor y elegir responder a
ella.
Entre estos instrumentos, la tradición espiritual destaca la
importancia del acompañamiento personal. Para acompañar a otra persona
no basta estudiar la teoría del discernimiento; es necesario tener la
experiencia personal en interpretar los movimientos del corazón para
reconocer la acción del Espíritu, cuya voz sabe hablar a la singularidad
de cada uno. El acompañamiento personal exige refinar continuamente la
propia sensibilidad a la voz del Espíritu y conduce a descubrir en las
peculiaridades personales un recurso y una riqueza.
Se trata de favorecer la relación entre la persona y el Señor,
colaborando a eliminar lo que la obstaculiza. He aquí la diferencia
entre el acompañamiento al discernimiento y el apoyo psicológico, que
también, si está abierto a la trascendencia, se revela a menudo de
fundamental importancia. El psicólogo sostiene a una persona en las
dificultades y la ayuda a tomar conciencia de sus fragilidades y su
potencial; el guía espiritual remite la persona al Señor y prepara el
terreno para el encuentro con Él (cfr. Jn 3,29-30).
Los pasajes evangélicos que narran el encuentro de Jesús con las
personas de su tiempo resaltan algunos elementos que nos ayudan a trazar
el perfil ideal de quien acompaña a un joven en el discernimiento
vocacional: la mirada amorosa (la vocación de los primeros discípulos,
cfr. Jn 1,35-51); la palabra con autoridad (la enseñanza en la sinagoga
de Cafarnaúm, cfr. Lc 4,32); la capacidad de "hacerse prójimo" (la
parábola del buen samaritano, cfr. Lc 10,25-37); la opción de "caminar
al lado" (los discípulos de Emaús, cfr. Lc 24,13-35); el testimonio de
autenticidad, sin miedo a ir en contra de los prejuicios más
generalizados (el lavatorio de los pies en la última cena, cfr. Jn
13,1-20).
En el compromiso de acompañar a las nuevas generaciones la Iglesia
acoge su llamada a colaborar en la alegría de los jóvenes, más que
intentar apoderarse de su fe (cfr. 2Cor 1,24). Dicho servicio se arraiga
en última instancia en la oración y en la petición del don del Espíritu
que guía e ilumina a todos y a cada uno.
III LA ACCIÓN PASTORAL
¿Qué significa para la Iglesia acompañar a los jóvenes a acoger la
llamada a la alegría del Evangelio, sobre todo en un tiempo marcado por
la incertidumbre, por la precariedad y por la inseguridad?
El propósito de este capítulo es concentrar la atención en lo que
implica tomar en serio el desafío del cuidado pastoral y del
discernimiento vocacional, teniendo en consideración cuáles son los
sujetos, los lugares y los instrumentos a disposición. En este sentido,
reconocemos una inclusión recíproca entre pastoral juvenil y pastoral
vocacional, aun siendo conscientes de las diferencias. No se tratará de
una panorámica exhaustiva, sino de indicaciones que se deben completar
sobre la base de las experiencias de cada Iglesia local.
1. Caminar con los jóvenes
Acompañar a los jóvenes exige salir de los propios esquemas
preconfeccionados, encontrándolos allí donde están, adecuándose a sus
tiempos y a sus ritmos; significa también tomarlos en serio en su
dificultad para descifrar la realidad en la que viven y para transformar
un anuncio recibido en gestos y palabras, en el esfuerzo cotidiano por
construir la propia historia y en la búsqueda más o menos consciente de
un sentido para sus vidas.
Cada domingo los cristianos mantienen viva la memoria de Jesús muerto
y resucitado, encontrándolo en la celebración de la Eucaristía. Muchos
niños son bautizados en la fe de la Iglesia y continúan el camino de la
iniciación cristiana. Esto, sin embargo, no equivale aún a una elección
madura de una vida de fe. Para ello es necesario un camino, que a veces
también pasa a través de vías imprevisibles y alejadas de los lugares
habituales de las comunidades eclesiales. Por esto, como ha recordado el
Papa Francisco, «la pastoral vocacional es aprender el estilo de Jesús,
que pasa por los lugares de la vida cotidiana, se detiene sin prisa y,
mirando a los hermanos con misericordia, les lleva a encontrarse con
Dios Padre» (Discurso a los participantes en el Congreso de pastoral
vocacional, 21 de octubre de 2016). Caminando con los jóvenes se edifica
la entera comunidad cristiana.
Precisamente porque se trata de interpelar la libertad de los
jóvenes, hay que valorizar la creatividad de cada comunidad para
construir propuestas capaces de captar la originalidad de cada uno y
secundar su desarrollo. En muchos casos se tratará también de aprender a
dar espacio real a la novedad, sin sofocarla en el intento de
encasillarla en esquemas predefinidos: no puede haber una siembra
fructífera de vocaciones si nos quedamos simplemente cerrados en el
«cómodo criterio pastoral del "siempre se ha hecho así"», sin «ser
audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las
estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias
comunidades» (Evangelii gaudium, 33). Tres verbos, que en los Evangelios
connotan el modo en el que Jesús encuentra a las personas de su tiempo,
nos ayudan a estructurar este estilo pastoral: salir, ver y llamar.
Salir
Pastoral vocacional en este sentido significa acoger la invitación
del Papa Francisco a salir, en primer lugar, de esas rigideces que hacen
que sea menos creíble el anuncio de la alegría del Evangelio, de los
esquemas en los que las personas se sienten encasilladas y de un modo de
ser Iglesia que a veces resulta anacrónico. Salir es también signo de
libertad interior respecto a las actividades y a las preocupaciones
habituales, a fin de permitir a los jóvenes ser protagonistas.
Encontrarán atractiva a la comunidad cristiana cuanto más la
experimenten acogedora hacia la contribución concreta y original que
pueden aportar.
Ver
Salir hacia el mundo de los jóvenes requiere la disponibilidad para
pasar tiempo con ellos, para escuchar sus historias, sus alegrías y
esperanzas, sus tristezas y angustias, compartiéndolas: esta es la vía
para inculturar el Evangelio y evangelizar toda cultura, también la
juvenil. Cuando los Evangelios narran los encuentros de Jesús con los
hombres y las mujeres de su tiempo, destacan precisamente su capacidad
de detenerse con ellos y el atractivo que percibe quien cruza su mirada.
Esta es la mirada de todo auténtico pastor, capaz de ver en la
profundidad del corazón sin resultar intruso o amenazador; es la
verdadera mirada del discernimiento, que no quiere apoderarse de la
conciencia ajena ni predeterminar el camino de la gracia de Dios a
partir de los propios esquemas.
Llamar
En los relatos evangélicos la mirada de amor de Jesús se transforma
en una palabra, que es una llamada a una novedad que se debe acoger,
explorar y construir. Llamar quiere decir, en primer lugar, despertar el
deseo, mover a las personas de lo que las tiene bloqueadas o de las
comodidades en las que descansan. Llamar quiere decir hacer preguntas a
las que no hay respuestas preconfeccionadas. Es esto, y no la
prescripción de normas que se deben respetar, lo que estimula a las
personas a ponerse en camino y encontrar la alegría del Evangelio.
2. Sujetos
Todos los jóvenes, sin excepción
Para la pastoral los jóvenes son sujetos y no objetos. A menudo, de
hecho, son tratados por la sociedad como una presencia inútil o
incómoda: la Iglesia no puede reproducir esta actitud, porque todos los
jóvenes, sin excepción, tienen el derecho a ser acompañados en su
camino.
Además, cada comunidad está llamada a prestar atención especial sobre
todo a los jóvenes pobres, marginados y excluidos, y a convertirlos en
protagonistas. Ser cercanos a los jóvenes que viven en condiciones de
mayor pobreza y dificultad, violencia y guerra, enfermedad, discapacidad
y sufrimiento es un don especial del Espíritu, capaz de hacer
resplandecer el estilo de una Iglesia en salida. La misma Iglesia está
llamada a aprender de los jóvenes: de ello dan un testimonio luminoso
muchos jóvenes santos que continúan siendo fuente de inspiración para
todos.
Una comunidad responsable
Toda la comunidad cristiana debe sentirse responsable de la tarea de
educar a las nuevas generaciones y debemos reconocer que son muchas las
figuras de cristianos que la asumen, empezando por quienes se
comprometen dentro de la vida eclesial. También deben apreciarse los
esfuerzos de quien testimonia la vida buena del Evangelio y la alegría
que de ella brota en los lugares de la vida cotidiana. Por último, deben
valorizarse las oportunidades de implicación de los jóvenes en los
organismos de participación de las comunidades diocesanas y
parroquiales, empezando por los consejos pastorales, invitándoles a
contribuir con su creatividad y acogiendo sus ideas aunque parezcan
provocadoras.
En todas las partes del mundo existen parroquias, congregaciones
religiosas, asociaciones, movimientos y realidades eclesiales capaces de
proyectar y ofrecer a los jóvenes experiencias de crecimiento y de
discernimiento realmente significativas. A veces esta dimensión
proyectiva deja espacio a la improvisación y a la incompetencia: es un
riesgo del cual defenderse tomando cada vez más en serio la tarea de
pensar, concretizar, coordinar y realizar la pastoral juvenil de modo
correcto, coherente y eficaz. Aquí también se impone la necesidad de una
preparación específica y continua de los formadores.
Las figuras de referencia
El rol de adultos dignos de confianza, con quienes entrar en alianza
positiva, es fundamental en todo camino de maduración humana y de
discernimiento vocacional. Se necesitan creyentes con autoridad, con una
clara identidad humana, una sólida pertenencia eclesial, una visible
cualidad espiritual, una vigorosa pasión educativa y una profunda
capacidad de discernimiento. A veces, por el contrario, adultos sin
preparación e inmaduros tienden a actuar de manera posesiva y
manipuladora, creando dependencias negativas, fuertes malestares y
graves contratestimonios, que pueden llegar hasta el abuso.
Para que haya figuras creíbles, debemos formarlas y sostenerlas,
proporcionándoles también mayores competencias pedagógicas. Esto vale en
particular para quienes tienen confiada la tarea de acompañantes del
discernimiento vocacional en vista del ministerio ordenado y de la vida
consagrada.
Padres y familia: dentro de cada comunidad cristiana se debe
reconocer el insustituible rol educativo desempeñado por los padres y
por otros familiares. Son en primer lugar los padres, dentro de la
familia, quienes expresan cada día en el amor que los une entre sí y con
sus hijos el cuidado de Dios por cada ser humano. En este sentido son
valiosas las indicaciones ofrecidas por el Papa Francisco en un
específico capítulo de Amoris laetitia (cfr. 259-290).
Pastores: el encuentro con figuras ministeriales, capaces de
implicarse realmente en el mundo juvenil dedicándole tiempo y recursos,
gracias también al generoso testimonio de mujeres y hombres consagrados,
es decisivo para el crecimiento de las nuevas generaciones. Lo recordó
también el Papa Francisco: «Se lo pido especialmente a los pastores de
la Iglesia, a los obispos y a los sacerdotes: sois los responsables
principales de la vocación sacerdotal y cristiana, y esta tarea no puede
ser relegada a una oficina burocrática. Vosotros también habéis
experimentado un encuentro que cambió vuestra vida, cuando otro
sacerdote... hizo sentir la belleza del amor de Dios.Haced lo mismo
vosotros, saliendo,escuchando a los jóvenes - hace falta paciencia
-podéis orientar sus pasos» (Discurso a los participantes en el Congreso
de pastoral vocacional, 21 de octubre de 2016).
Docentes y otras figuras educativas: muchos docentes católicos están
comprometidos como testigos en las universidades y en las escuelas de
todo orden y grado; en el mundo del trabajo muchos están presentes con
competencia y pasión; en la política muchos creyentes tratan de ser
fermento de una sociedad más justa; en el voluntariado civil muchos se
dedican a trabajar por el bien común y por el cuidado de la creación; en
la animación del tiempo libre y del deporte muchos están comprometidos
con entusiasmo y generosidad. Todos ellos dan testimonio de vocaciones
humanas y cristianas acogidas y vividas con fidelidad y compromiso,
suscitando en quien los ve el deseo de hacer lo mismo: responder con
generosidad a la propia vocación es el primer modo de hacer pastoral
vocacional.
3. Lugares
La vida cotidiana y el compromiso social
Convertirse en adultos significa aprender a gestionar con autonomía
dimensiones de la vida que son al mismo tiempo fundamentales y
cotidianas: la utilización del tiempo y del dinero, el estilo de vida y
de consumo, el estudio y el tiempo libre, el vestido y la comida, y la
vida afectiva y la sexualidad. Este aprendizaje, al que los jóvenes se
enfrentan inevitablemente, es la ocasión para poner orden en la propia
vida y en las propias prioridades, experimentando caminos de elección
que pueden convertirse en una escuela de discernimiento y consolidar la
propia orientación con vistas a las decisiones más importantes: la fe,
cuanto más auténtica es, tanto más interpela a la vida cotidiana y se
deja interpelar por ella. Merecen una mención particular las
experiencias, a menudo difíciles o problemáticas, de la vida laboral o a
las de falta de trabajo: estas también son ocasión para acoger o
profundizar la propia vocación.
Los pobres gritan y junto con ellos la tierra: el compromiso de
escuchar puede ser una ocasión concreta de encuentro con el Señor y con
la Iglesia y de descubrimiento de la propia vocación. Como enseña el
Papa Francisco, las acciones comunitarias con las que se cuida de la
casa común y de la calidad de vida de los pobres «cuando expresan un
amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias
espirituales» (Laudato si', 232) y, por lo tanto, también en ocasión de
caminos y de discernimiento vocacional.
Los ámbitos específicos de la pastoral
La Iglesia ofrece a los jóvenes lugares específicos de encuentro y de
formación cultural, de educación y de evangelización, de celebración y
de servicio, colocándose en primera línea para dar una acogida abierta a
todos y a cada uno. El desafío para estos lugares y para quienes los
animan es proceder cada vez más en la lógica de la construcción de una
red integrada de propuestas, y asumir en el proprio modo de obrar el
estilo de salir, ver y llamar.
- A nivel mundial destacan las Jornadas Mundiales de la Juventud.
También Conferencias Episcopales y Diócesis sienten cada vez más su
deber de ofrecer eventos y experiencias específicas para los jóvenes.
- Las Parroquias ofrecen espacios, actividades, tiempo e itinerarios
para las jóvenes generaciones. La vida sacramental ofrece ocasiones
fundamentales para crecer en la capacidad de acoger el don de Dios en la
propia existencia e invita a la participación activa en la misión
eclesial. Un signo de la atención al mundo de los jóvenes son los
centros juveniles y los oratorios.
- Las universidades y las escuelas católicas, con su valioso servicio
cultural y formativo, son otro instrumento de presencia de la Iglesia
entre los jóvenes.
- Las actividades sociales y de voluntariado ofrecen la oportunidad
de implicarse en el servicio generoso; el encuentro con personas que
experimentan pobreza y exclusión puede ser una ocasión favorable de
crecimiento espiritual y de discernimiento vocacional: también desde
este punto de vista los pobres son maestros, mejor dicho, portadores de
la buena noticia de que la fragilidad es el lugar donde se vive la
experiencia de la salvación.
- Las asociaciones y los movimientos eclesiales, pero también muchos
lugares de espiritualidad, ofrecen a los jóvenes serios itinerarios de
discernimiento; las experiencias misioneras se convierten en momentos de
servicio generoso y de intercambio fecundo; el redescubrimiento de la
peregrinación como forma y estilo de camino resulta válido y prometedor;
en muchos contextos la experiencia de la piedad popular sostiene y
nutre la fe de los jóvenes.
- Ocupan un lugar de importancia estratégica los seminarios y las
casas de formación, que también a través de una intensa vida
comunitaria, deben permitir a los jóvenes que acogen vivir la
experiencia que les hará a su vez ser capaces de acompañar a otros.
El mundo digital
Por las razones ya recordadas, merece una mención particular el mundo
de los new media, que sobre todo para las jóvenes generaciones se ha
convertido realmente en un lugar de vida; ofrece muchas oportunidades
inéditas, especialmente en lo que se refiere al acceso a la información y
a la construcción de relaciones a distancia, pero también presenta
riesgos (por ejemplo el ciberacoso, los juegos de azar, la pornografía,
las insidias de los chat room, la manipulación ideológica, etc.). Pese a
las muchas diferencias entre las distintas regiones, la comunidad
cristiana continúa construyendo su presencia en este nuevo areópago,
donde los jóvenes tienen sin duda algo que enseñarle.
4. Instrumentos
Los lenguajes de la pastoral
A veces nos damos cuenta que entre el lenguaje eclesial y el de los
jóvenes se abre un espacio difícil de colmar, aunque hay muchas
experiencias de encuentro fecundo entre las sensibilidades de los
jóvenes y las propuestas de la Iglesia en ámbito bíblico, litúrgico,
artístico, catequético y mediático. Soñamos con una Iglesia que sepa
dejar espacios al mundo juvenil y a sus lenguajes, apreciando y
valorando la creatividad y los talentos.
En particular, reconocemos en el deporte un recurso educativo con
grandes oportunidades, y en la música y en las otras expresiones
artísticas un lenguaje expresivo privilegiado que acompaña el camino de
crecimiento de los jóvenes.
El cuidado educativo y los itinerarios de evangelización
En la acción pastoral con los jóvenes, donde es necesario poner en
marcha procesos más que ocupar espacios, descubrimos, en primer lugar,
la importancia del servicio al crecimiento humano de cada uno y de los
instrumentos pedagógicos y formativos que pueden sostenerlo. Entre
evangelización y educación se constata una fecunda relación genética
que, en la realidad contemporánea, debe tener en cuenta la gradualidad
de los caminos de maduración de la libertad.
Respecto al pasado, debemos acostumbrarnos a itinerarios de
acercamiento a la fe cada vez menos estandarizados y más atentos a las
características personales de cada uno: junto a los que continúan
siguiendo las etapas tradicionales de la iniciación cristiana, muchos
llegan al encuentro con el Señor y con la comunidad de los creyentes por
otra vía y en edad más avanzada, por ejemplo a partir de la práctica de
un compromiso con la justicia, o del encuentro en ámbitos
extraeclesiales con alguien capaz de ser testigo creíble. El desafío
para las comunidades es resultar acogedoras para todos, siguiendo a
Jesús que sabía hablar con judíos y samaritanos, con paganos de cultura
griega y ocupantes romanos, comprendiendo el deseo profundo de cada uno
de ellos.
Silencio, contemplación y oración
Por último, y sobre todo, no hay discernimiento sin cultivar la
familiaridad con el Señor y el diálogo con su Palabra. En particular, la
Lectio Divina es un método valioso que la tradición de la Iglesia nos
ofrece.
En una sociedad cada vez más ruidosa, que propone una superabundancia
de estímulos, un objetivo fundamental de la pastoral juvenil vocacional
es ofrecer ocasiones para saborear el valor del silencio y de la
contemplación y formar en la relectura de las propias experiencias y en
la escucha de la conciencia.
5. María de Nazaret
Encomendemos a María este camino en el que la Iglesia se interroga
sobre cómo acompañar a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría del
amor y a la vida en plenitud. Ella, joven mujer de Nazaret, que en cada
etapa de su existencia acoge la Palabra y la conserva, meditándola en su
corazón (cfr. Lc 2,19), fue la primera en recorrer este camino.
Cada joven puede descubrir en la vida de María el estilo de la
escucha, la valentía de la fe, la profundidad del discernimiento y la
dedicación al servicio (cfr. Lc 1,39-45). En su "pequeñez", la Virgen
esposa prometida a José, experimenta la debilidad y la dificultad para
comprender la misteriosa voluntad de Dios (cfr. Lc 1,34). Ella también
está llamada a vivir el éxodo de sí misma y de sus proyectos,
aprendiendo a entregarse y a confiar.
Haciendo memoria de las «cosas grandes» que el Todopoderoso ha
realizado en Ella (cfr. Lc 1,49), la Virgen no se siente sola, sino
plenamente amada y sostenida por el "No temas" del ángel (cfr. Lc 1,30).
Consciente de que Dios está con ella, María abre su corazón al "Heme
aquí" y así inaugura el camino del Evangelio (cfr. Lc 1,38). Mujer de la
intercesión (cfr. Jn 2,3), frente a la cruz del Hijo, unida al
"discípulo amado", acoge nuevamente la llamada a ser fecunda y a generar
vida en la historia de los hombres. En sus ojos cada joven puede
redescubrir la belleza del discernimiento, en su corazón puede
experimentar la ternura de la intimidad y la valentía del testimonio y
de la misión.
CUESTIONARIO
El objetivo del cuestionario es ayudar a los Organismos a quienes
corresponde responder a expresar su comprensión del mundo juvenil y a
leer su experiencia de acompañamiento vocacional, a efectos de la
recopilación de elementos para la redacción del Documento de trabajo o
Instrumentum laboris.
Con el fin de tener en cuenta las diferentes situaciones
continentales, se han inserido, después de la pregunta n. 15, tres
preguntas específicas para cada área geográfica, a las que están
invitados a responder los Organismos interesados.
Para hacer este trabajo más fácil y sostenible, se ruega a los
respectivos Organismos que respondan, indicativamente, con una página
para los datos, siete u ocho páginas para la lectura de la situación y
una página para cada una de las tres experiencias que se quiere
compartir. Si es necesario y se desea, se podrán adjuntar otros textos
para apoyar o completar este dossier sintético.
1. Recoger los datos
Por favor, indíquense si es posible las fuentes y los años de
referencia. Pueden anexarse otros datos sintéticos a disposición que
parezcan relevantes para comprender mejor la situación de los diferentes
países.
- Número de habitantes en el país/en los países y la tasa de natalidad.
- Número y porcentaje de jóvenes (16-29 años) en el país/en los países.
- Número y porcentaje de católicos en el país/en los países.
- Edad media (en los últimos cinco años) para contraer matrimonio
(distinguiendo entre hombres y mujeres), para ingresar en el seminario y
para entrar en la vida consagrada (distinguiendo entre hombres y
mujeres).
- En el grupo de edad de 16-29 años, el porcentaje de: estudiantes,
trabajadores (si es posible especificar los ámbitos), desempleados y
NEET (not in education, employment or training).
2. Leer la situación
a) Jóvenes, Iglesia y sociedad
Estas preguntas se refieren tanto a los jóvenes que frecuentan los
ambientes eclesiales, como a los que están más alejados o ajenos.
46. ¿De qué modo escucháis la realidad de los jóvenes?
47. ¿Cuáles son hoy los principales desafíos y cuáles son las
oportunidades más significativas para los jóvenes de vuestro país/de
vuestros países?
48. ¿Qué tipos y lugares de agregación juvenil, institucionales y no
institucionales, tienen más éxito en ámbito eclesial, y por qué?
49. ¿Qué tipos y lugares de agregación juvenil, institucionales y no
institucionales, tienen más éxito fuera del ámbito eclesial, y por qué?
50. ¿Qué piden concretamente hoy los jóvenes de vuestro país/es a la Iglesia?
51. En vuestro país/es, ¿qué espacios de participación tienen los jóvenes en la vida de la comunidad eclesial?
52. ¿Cómo y dónde podéis encontrar jóvenes que no frecuentan vuestros ambientes eclesiales?
b) La pastoral juvenil vocacional
53. ¿Cuál es la implicación de las familias y las comunidades en el discernimiento vocacional de los jóvenes?
54. ¿Cuáles son las contribuciones a la formación en el
discernimiento vocacional por parte de escuelas y universidades o de
otras instituciones formativas (civiles o eclesiales)?
55. ¿De qué modo tenéis en cuenta el cambio cultural causado por el desarrollo del mundo digital?
56. ¿De qué modo las Jornadas Mundiales de la Juventud u otros
eventos nacionales o internacionales pueden entrar en la práctica
pastoral ordinaria?
57. ¿De qué modo en vuestras Diócesis se proyectan experiencias y caminos de pastoral juvenil vocacional?
c) Los acompañantes
58. ¿Cuánto tiempo y espacio dedican los pastores y los otros educadores al acompañamiento espiritual personal?
59. ¿Qué iniciativas y caminos de formación son puestos en marcha por los acompañantes vocacionales?
60. ¿Qué acompañamiento personal se propone en los seminarios?
d) Preguntas específicas por áreas geográficas
ÁFRICA
j. ¿Qué visiones y estructuras de pastoral juvenil vocacional responden mejor a las necesidades de vuestro continente?
k. ¿Cómo interpretáis la "paternidad espiritual" en contextos donde se crece sin la figura paterna? ¿Qué formación ofrecéis?
l. ¿Cómo conseguís comunicar a los jóvenes que son necesarios para construir el futuro de la Iglesia?
AMÉRICA
j. ¿De qué modo vuestras comunidades se hacen cargo de los jóvenes
que experimentan situaciones de violencia extrema (guerrillas, bandas,
cárcel, drogodependencia, matrimonios forzados) y los acompañan a lo
largo de trayectorias de vida?
k. ¿Qué formación ofrecéis para sostener el compromiso de los jóvenes en el ámbito sociopolítico con vistas al bien común?
l. En contextos de fuerte secularización, ¿qué acciones pastorales
resultan más eficaces para proseguir un camino de fe tras el camino de
la iniciación cristiana?
ASIA Y OCEANÍA
j. ¿Por qué y cómo ejercen atractivo sobre los jóvenes las propuestas
religiosas de agregación ofrecidas por realidades externas a la
Iglesia?
k. ¿Cómo conjugar los valores de la cultura local con la propuesta cristiana, valorando también la piedad popular?
l. ¿Cómo utilizáis en la pastoral los lenguajes juveniles, sobre todo los medios de comunicación, el deporte y la música?
EUROPA
- ¿Cómo ayudáis a los jóvenes a mirar hacia el futuro con confianza y
esperanza a partir de la riqueza de la memoria cristiana de Europa?
- Los jóvenes a menudo se sienten descartados y rechazados por el
sistema político, económico y social en el que viven. ¿Cómo escucháis
este potencial de protesta para que se transforme en propuesta y
colaboración?
- ¿En qué niveles la relación intergeneracional todavía funciona? ¿cómo reactivarlo donde no funciona?
3. Compartir las prácticas
1. Enumerad los principales tipos de prácticas pastorales de
acompañamiento y discernimiento vocacional presentes en vuestras
realidades.
2. Elegid tres prácticas que consideráis más interesantes y
pertinente para compartir con la Iglesia universal, y presentadlas según
el siguiente esquema (máximo una página por experiencia).
j) Descripción: Describid en pocas líneas la experiencia. ¿Quiénes
son los protagonistas? ¿Cómo se desarrolla la actividad? ¿Dónde? Etc.
k) Análisis: Evaluad, también en forma narrativa, la experiencia,
para comprender mejor los elementos significativos: ¿cuáles son los
objetivos? ¿Cuáles son las premisas teóricas? ¿Cuáles son las
intuiciones más interesantes? ¿Cómo han evolucionado? Etc.
l) Evaluación: ¿Cuáles son los objetivos alcanzados y los no
alcanzados? ¿Los puntos fuertes y los débiles? ¿Cuáles son las
consecuencias a nivel social, cultural y eclesial? ¿Por qué y en qué la
experiencia es significativa / formativa? Etc.
in
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