ReL 22 enero 2017
Muhammad Akram es un musulmán que va
cambiando el radicalismo islámico por el diálogo y el respeto hacia
otras religiones. Así lo cuenta la Asianews,
que señala que se trata de una de las 2.000 personas que asaltaron un
pueblo cristiano en el año 2005 invocando falsamente, una vez más, la
ley de la blasfemia. Sin embargo, algo le llevó a cambiar de actitud en
2010 creó junto a otros un grupo juvenil inter-religioso.
Pasó de ser asaltante a una iglesia católica a transformase en sponsor del diálogo inter-religioso, construido a partir de los jóvenes. Es la historia de Muhammad Akram, un estudiante universitario que cuando tenía tan solo 15 años, vandalizó la iglesia del Espíritu Santo de Sangla Hill, en Punjab, empujado por una multitud enardecida por algunos musulmanes que querían castigar la presunta desacralización del Corán llevada a cabo por un cristiano. “Hoy pido disculpas a todos –afirma a AsiaNews – lo hice sólo porque mis amigos y otras personas que conozco estaban dañando la iglesia”.
Akram intervino hace unos días, en Lahore, Pakistán, durante la cena anual de la Youth Development Foundation (YDF), creada en el año 2010 y de la cual él es miembro. Él figura entre los 1600 muchachos formados por la asociación a lo largo del año pasado, que busca implementar un cambio en la sociedad pakistaní a través de los jóvenes de todas las confesiones.
El estudiante fue cómplice de la destrucción de la iglesia del Espíritu Santo en el pueblo cristiano de Sangla Hill. El 12 de noviembre de 2005, cerca de 2.000 personas primero saquearon y luego incendiaron algunas propiedades cristianas del pueblo: tres iglesias, un convento de monjas, dos escuelas católicas, las viviendas de un pastor protestante y de un párroco, una residencia para jovencitas, un dispensario gestionado por religiosas, y algunas viviendas de particulares. El ataque estuvo motivado por el rumor falso de que Yousaf Masih, un cristiano del lugar, había quemado páginas del Corán, un acto que en Pakistán es castigado con la pena de muerte, de acuerdo con la ley sobre blasfemia.
Akram recordó la triste suerte del cristiano, un jornalero semi-analfabeto que fue exonerado de todas las acusaciones y que, por miedo a las represalias, fue obligado a abandonar el pueblo. Murió en soledad, y oculto en algún lugar, pocos años después.
El estudiante musulmán se arrepintió de sus actos y está comprometido en diversos caminos orientados a sensibilizar al público acerca de la tolerancia y de la acción social. Él culpa a las proclamas de las mezquitas, las cuales sólo servirían para encender el enfrentamiento. Considera que las “personas han transformado el antagonismo religioso en un comercio. Se obtienen grandes beneficios, y se logra atraer a muchos sostenedores en corto tiempo”.
Shahid Rehmat, fundador y director ejecutivo del YDF, reconoce la presencia de numerosos desafíos en su área de trabajo. “Cuando invitamos a las personas a las reuniones –refiere- al principio, muchos piensas que queremos convertirlos. Incluso los estudiantes cristianos miran con temor a los colegas musulmanes. Los medios sociales y los canales de televisión están plagados de historias que muestran una agudización de la fractura entre las comunidades. Pero nosotros no discutimos sobre teología”.
El director explica que “tras crear vínculos de amistad, los jóvenes discuten con entusiasmo sobre las leyes discriminatorias vigentes en el país”. Él agrega que “muchos representantes musulmanes, incluyendo a líderes de gobierno, tienen un aprecio por nuestro grupo juvenil inter-religioso”. “Pido perdón a los jóvenes –concluye- porque no hemos logrado hacer mucho para poner fin a la intolerancia en la sociedad. Hay muchas diferencias entre nuestras corrientes islámicas. Las conductas violentas están en contra de lo que enseñaba el profeta Mahoma. Tenemos una necesidad desesperante de nuevos modelos, a ser tomados como ejemplo”.
Pasó de ser asaltante a una iglesia católica a transformase en sponsor del diálogo inter-religioso, construido a partir de los jóvenes. Es la historia de Muhammad Akram, un estudiante universitario que cuando tenía tan solo 15 años, vandalizó la iglesia del Espíritu Santo de Sangla Hill, en Punjab, empujado por una multitud enardecida por algunos musulmanes que querían castigar la presunta desacralización del Corán llevada a cabo por un cristiano. “Hoy pido disculpas a todos –afirma a AsiaNews – lo hice sólo porque mis amigos y otras personas que conozco estaban dañando la iglesia”.
Akram intervino hace unos días, en Lahore, Pakistán, durante la cena anual de la Youth Development Foundation (YDF), creada en el año 2010 y de la cual él es miembro. Él figura entre los 1600 muchachos formados por la asociación a lo largo del año pasado, que busca implementar un cambio en la sociedad pakistaní a través de los jóvenes de todas las confesiones.
El estudiante fue cómplice de la destrucción de la iglesia del Espíritu Santo en el pueblo cristiano de Sangla Hill. El 12 de noviembre de 2005, cerca de 2.000 personas primero saquearon y luego incendiaron algunas propiedades cristianas del pueblo: tres iglesias, un convento de monjas, dos escuelas católicas, las viviendas de un pastor protestante y de un párroco, una residencia para jovencitas, un dispensario gestionado por religiosas, y algunas viviendas de particulares. El ataque estuvo motivado por el rumor falso de que Yousaf Masih, un cristiano del lugar, había quemado páginas del Corán, un acto que en Pakistán es castigado con la pena de muerte, de acuerdo con la ley sobre blasfemia.
Akram recordó la triste suerte del cristiano, un jornalero semi-analfabeto que fue exonerado de todas las acusaciones y que, por miedo a las represalias, fue obligado a abandonar el pueblo. Murió en soledad, y oculto en algún lugar, pocos años después.
El estudiante musulmán se arrepintió de sus actos y está comprometido en diversos caminos orientados a sensibilizar al público acerca de la tolerancia y de la acción social. Él culpa a las proclamas de las mezquitas, las cuales sólo servirían para encender el enfrentamiento. Considera que las “personas han transformado el antagonismo religioso en un comercio. Se obtienen grandes beneficios, y se logra atraer a muchos sostenedores en corto tiempo”.
Shahid Rehmat, fundador y director ejecutivo del YDF, reconoce la presencia de numerosos desafíos en su área de trabajo. “Cuando invitamos a las personas a las reuniones –refiere- al principio, muchos piensas que queremos convertirlos. Incluso los estudiantes cristianos miran con temor a los colegas musulmanes. Los medios sociales y los canales de televisión están plagados de historias que muestran una agudización de la fractura entre las comunidades. Pero nosotros no discutimos sobre teología”.
El director explica que “tras crear vínculos de amistad, los jóvenes discuten con entusiasmo sobre las leyes discriminatorias vigentes en el país”. Él agrega que “muchos representantes musulmanes, incluyendo a líderes de gobierno, tienen un aprecio por nuestro grupo juvenil inter-religioso”. “Pido perdón a los jóvenes –concluye- porque no hemos logrado hacer mucho para poner fin a la intolerancia en la sociedad. Hay muchas diferencias entre nuestras corrientes islámicas. Las conductas violentas están en contra de lo que enseñaba el profeta Mahoma. Tenemos una necesidad desesperante de nuevos modelos, a ser tomados como ejemplo”.
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