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domingo, 12 de março de 2017

La hermana Marta lleva la esperanza a los enfermos de sida en Birmania: nadie ha hecho lo que ella

ReL  11 marzo 2017

La hermana Marta ha llevado la esperanza a cientos de
enfermos de sida, buena parte de ellos, niños.
En Birmania (hoy Myanmar), todos los enfermos de sida conocen a la hermana Marta Mya Thwe, de las Hermanas de San José de la Aparición, congregación misionera fundada por la religiosa francesa Santa Emilia de Vialar (1797-1856). La llaman "la Madre Teresa de Myanmar", por su entrega a los marginados entre los marginados, a quienes muchos tienen miedo incluso de tocar: los afectados por el VIH.

Su trabajo ha cambiado radicalmente en tres lustros las expectativas de vida de los enfermos en el estado de Mon, que no recibían cuidados apropiados y vivían expulsados de sus familias y apartados por la sociedad.

En declaraciones a la Agencia Fides, la hermana Marta explica que "mucha gente tiene miedo de tocar a las personas que han contraído el sida. He visto que muchos enfermos se ven obligados a abandonar sus hogares debido a esta enfermedad. He encontrado algunos enfermos terminales tendidos en la carretera o incluso ya muertos. En los últimos años se ha producido un aumento dramático del número de personas que mueren de esta enfermedad, en el abandono total del gobierno y de las instituciones”.

En 2001, movida por el impulso de hacer algo, pidió ayuda a una monja budista y así, gracias a la ayuda de algunos benefactores y estudiantes fundó el centro de salud Espejo de la Caridad, que proporciona refugio, alimentos, medicinas y medios educativos para los huérfanos y las personas con sida.

La hermana Marta, junto con huérfanos del sida o niños que nacen con la enfermedad: otra faceta de su ayuda a esta comunidad marginada.
El primer centro nació en Kyeikkami, una pequeña ciudad rural en el estado de Mon, y comenzó a acoger y cuidar de los enfermos de Sida de los estados de Kachin, Shan y Karen, con dos religiosas y un equipo de 10 laicos.

Se trata de una obra marcada por la compasión. “He visto a muchos morir, casi todos los días, sobre todo por la dificultad de conseguir los fármacos anti-retrovirales. A muchos de ellos sólo les hemos podido acompañar en los últimos momentos de vida”, recuerda. Después de muchos esfuerzos la religiosa pudo conseguir medicinas y comenzó el tratamiento de 20 pacientes; luego, gracias a otros benefactores extranjeros, ha podido aplicar la terapia a 103 personas entre niños y adultos. El centro, que comenzó en una sencilla casa de madera en 2002, ahora se ha expandido a un complejo de varios edificios, financiado por las embajadas de Australia, Japón y Alemania.

El complejo incluye una pequeña parcela de tierra agrícola y un rebaño de animales, una instalación para cursos de formación profesional, con un enfoque “holístico”, para acompañar a los enfermos en sus vidas. Hoy también está equipado con una pequeña clínica para proporcionar atención sanitaria general y donde se pueden hacer pruebas para detectar enfermedades como la malaria o la hepatitis.

En 2014, nació un nuevo centro de salud en Kawthaungnel, al sur de Myanmar, área donde el sida está muy extendido. Otros centros de atención y apoyo están ubicados en las ciudades de Kyaikkami y Thanbyuzayat y asisten aproximadamente a 104 pacientes, incluidos 24 niños menores de 15 años.

“Estamos tratando de abordar el problema de los niños enfermos con una asistencia integral para su crecimiento, que proporciona atención pero también una trayectoria educativa”, explica la hermana Marta, señalando que a menudo los padres y miembros de la familia no están dispuestos a aceptar que los niños vuelvan a sus respectivas familias.
 
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