Acaba de realizar los votos perpetuos en Granada
Marta Dávila realizó sus votos perpetuos el pasado 29 de septiembre |
El pasado 29 de septiembre, la granadina de 35 años, Marta Dávila, realizó los votos perpetuos en la Congregación de las Hermanas de la Presentación de María. Antes de ingresar en la vida religiosa esta joven con grandes inquietudes religiosas desde niña estudió Magisterio, algo que le sirve enormemente en su misión actual.
En una entrevista con la web Jóvenes Católicos, esta religiosa cuenta cómo vivió este momento tan importante en su vida, y cómo descubrió la vocación que la ha llevado hasta aquí:
- Marta, acabas de hacer los votos perpetuos a la Congregación de las Hermanas de la Presentación de María, ¿Cómo es posible?
- Es posible porque para Dios no hay nada imposible. Si me pongo a pensar fríamente, tengo claro que mis propias fuerzas no bastarían, sin embargo, con Él las cosas se ven de otra manera. Con el tiempo me he ido dando cuenta de que mi vida es obra suya y eso me da fortaleza y seguridad. Yo tengo que poner mi respuesta, pero cuando veo mi limitación, me conforta la certeza de saber que Él es siempre fiel a sus promesas.
- ¿Cómo descubriste tu vocación?
- Yo crecí en una familia cristiana. Recuerdo como en casa mis padres desde pequeña me enseñaron que Dios es Alguien que nunca falla. Cada noche mi madre venía al cuarto para rezar con mi hermana y conmigo. La semilla que mis padres pusieron en mí cuando era pequeña fue creciendo, en el colegio también me ayudaron a cuidarla y a regarla. Con el e tiempo me fui apuntando a muchos grupos: Catequista de confirmación, grupo misionero, un grupo universitario, Cristianos Sin Fronteras… Intentaba llenar la inquietud que sentía con muchas actividades, hasta que me di cuenta que las actividades no saciaban esa inquietud y empecé a plantearme que lo mismo Dios me estaba llamando a la vida religiosa.
- No tuvo que ser fácil tomar la decisión ¿Cómo se lo tomó tu familia? ¿Y tus amigos?
- La verdad es que no fue una decisión nada fácil. Estuve varios años dándole vueltas, haciendo discernimiento con una hermana de la Congregación. Vivía una tensión interna, porque por una parte sentía que por muchos grupos a los que me apuntara, había algo en mí que no se terminaba de llenar, pero por otra, yo tenía mi grupo de amigos con los que me gustaba salir, quería formar una familia… Intenté dejarlo pasar, pero ese vacío permanecía en mí y comprendí que no perdía nada con intentarlo, aunque que tenía mucho miedo de la reacción de mi familia, pero sobre todo de mis amigos. Ahora lo pienso y me doy cuenta de lo tonta que fui. Estuve sufriendo 5 años por lo que pudieran pensar mi familia y amigos y después todos se lo tomaron fenomenal. Es verdad que hubo de todo; a algunos les costó más porque sentían que podían perderme, otros se sorprendieron, pero todos respetaron mi decisión y me apoyaron en mi vocación. Muchas veces es más el miedo que te paraliza por lo que te imaginas, que por lo que realmente después es.
- ¿Cómo es la vida en comunidad dentro de la Congregación?
- Para nosotras la vida fraterna es algo fundamental. Es algo en lo que nuestros fundadores insistieron mucho. Sobre todo la fundadora que era monja clarisa y lo que más le costaba era la vida particular que allí se vivía. Somos una Congregación pequeña y para mí eso es una suerte, porque somos una verdadera familia y se siente el calor del hogar.
- ¿Qué es lo que te llamó más la atención en un primer momento?
- No sé decir que es lo que más me llamó la atención en un primer momento, sobre todo porque soy antigua alumna y entré con cinco años. Pero si hay algo que me gustó y aprecié siendo adolescente, es la normalidad de las hermanas. Su sencillez, su alegría, su cercanía… Esa sensación de acogida y sentirte como en casa. Recuerdo como nos pasábamos las tardes de los viernes hasta las tantas hablando con las hermanas después de terminar las reuniones y no tener nunca prisa por irnos. La sensación de sentirte familia de la Presentación y creo que eso es algo que siente también la gente que trabaja con nosotros y nuestros alumnos.
- ¿Cómo es un día normal para ti?
- Comienzo el día en la capilla, eso sí, después de haberme tomado un café, rezando con la comunidad. Después desayuno y me voy a clase al colegio. Principalmente doy religión a los primeros cursos de primaria y apoyo al primer ciclo. La mañana me la paso entre niños y es verdaderamente un regalo, a veces pienso que me lo paso yo mejor que ellos, aunque es verdad que es un verdadero reto el tema de la educación hoy.
Después de comer estamos un rato las hermanas juntas y por la tarde voy a la facultad de teología, pues estoy estudiando Ciencias Religiosas. Hay un ambiente muy bonito y familiar entre los compañeros y profesores. Estamos diferentes congregaciones y también bastantes laicos. Es un momento del día bonito para compartir la fe y las inquietudes con otros.
Cuando llego, ceno y tenemos otro rato de compartir las hermanas nuestro día.
- Ahora que es el Sínodo de los jóvenes y del discernimiento vocacional ¿Qué le dirías a las jóvenes que les ronda por la cabeza la vocación religiosa?
- Que no tengan miedo a abrirse al Señor, porque Él nunca falla y siempre nos devuelve el 100×1. Mi experiencia me dice que los miedos que nos paralizan después se quedan en nada cuando somos capaces de ponerles nombre y dar el paso. Dios no se deja vencer en generosidad, aunque haya momentos de dificultades como en todos los estados de vida. Merece la pena intentarlo y entregar la vida por Jesús y por su Evangelio.
- ¿Qué esperas del Sínodo de los jóvenes? ¿Qué crees que necesitan los jóvenes de hoy?
- Espero que sea un tiempo de gracia en el que se escuche a los jóvenes y descubramos cuáles son sus necesidades, sus anhelos, sus preocupaciones, sus ilusiones… Espero que los jóvenes sientan que la Iglesia los valora y los necesita, igual que ellos necesitan de la Iglesia.
Creo que necesitan a Jesucristo. Veo juventudes sedientas de Dios y muchas veces ni siquiera saben ponerle nombre. Pienso que los jóvenes de hoy tienen muchos valores, pero necesitan ser escuchados y aceptados en su realidad. Ojalá que sepamos llevarle a Jesús y sepamos hacerles entender que su valía, no es por lo que tienen, sino por lo que son.
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