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quarta-feira, 10 de outubro de 2018

Fichado por Pasolini para el cine, y por un sacerdote mártir para la Iglesia: de actor a diácono

Luigi Barbini explica cómo Andrea Santoro, asesinado por yihadistas, cambió su vida


Luigi Barbini interpretó al apóstol Santiago en la película de Pasolini. Ahora es diácono permanente en Roma




Luigi Barbini tenía una prometedora carrera como actor, y se lo rifaban por su “atractivo”, pero como él mismo cuenta dejar el mundo de la actuación muy pronto a cambio de cosas “serias”, momento en el cual conoció a su mujer, se casó, tuvo una conversión profunda hasta el punto de que a día de hoy es diácono permanente.
Dos personas marcaron su vida, primero para dedicarse al mundo del cine y después para acercarse a la Iglesia. Siendo muy joven le marcó el famoso director Pier Paolo Pasolini, que lo descubrió como actor y le ofreció el papel de apóstol Santiago en el filme El Evangelio según San Mateo. Bastantes años después fue el sacerdote Andrea Santoro, que fue asesinado en 2006 por odio a la fe por un islamista en Turquía, el que le llevó a tener un profundo encuentro con Cristo y le animó a ser diácono permanente.
En una entrevista en el programa Cambio de Agujas de Euk Mamie, Luigi Barbini cuenta que nació en una familia católica y se educó con grandes sacerdotes de los que guarda un gran recuerdo. Sin embargo, su fe estaba apagada.
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Pasolini le descubrió con actor para la película de El Evangelio según San Mateo
Fichado por Pasolini
Lo que sí tenía claro desde los cinco años era que quería ser actor. Por ello, explica que nunca se le olvidará aquel día de 1964 cuando justamente en la puerta de la iglesia de Quo Vadis de Roma, situada en la Via Appica Antica, se topó yendo a su centro escolar con Pier Paolo Pasolini, al que reconoció enseguida gracias a su afición al cine.
Le siguió hasta llegar a los estudios donde se preparaba la que es una de las grandes obras del director italiano. Allí Luigi conoció a Pasolini, y éste le presentó a todo el equipo. “Después vi a Jesús, un universitario español Enrique Irazoqui. Estaban haciendo las pruebas y el director me dijo: ‘me faltan dos personajes, Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo’. Al principio iba a hacer de Juan pero al final Pasolini me dijo que hiciera de Santiago”.
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Luigi (a la izquierda) interpretando el papel de Santiago en El Evangelio según San Mateo
El abandono del cine
El éxito de la película y su rostro impresionaron a otros directores. Poco después le ofrecieron interpretar al hijo de Hércules y también en Julieta de los Espíritus de Federico Fellini. Participó en varias películas más hasta que conoció a la que hoy es su mujer.
“Mi fe entonces era normal. Iba a misa el domingo y ya está. No hacía nada más que eso. Y fue en el 68 cuando conocí a mi mujer en la playa”, recuerda Luigi. Empezaron a salir, pero ella marcó una línea roja: no se casaría nunca con alguien del mundo del cine. “Por amor uno hace de todo y lo dejé. Nos casamos en el 71”, explica este italiano.
El día que conoció al sacerdote Andrea Santoro
Como había estudiado Derecho empezó a ejercer como abogado, y años más tarde dejaron su pequeño piso de recién casados por uno más grande en otro barrio de Roma. Fue entonces cuando entró en escena el verdadero personaje que transformó su vida.
Inspeccionando el barrio en búsqueda de una iglesia conoció a Andrea Santoro, elegido nuevo párroco del barrio. Pero el problema es que no había templo. “Nosotros somos la parroquia”, dijo el sacerdote a Luigi.
Se presentaron mutuamente y el religioso sacó un libro con los Evangelios y le dijo: “Esta es mi tarjeta de visita”. Pero Luigi le comentó que su intención era ir a misa. “Me dijo de celebrarla en mi casa. Llamaron a todos los de la urbanización y empezamos así. Lo bonito fue que poco a poco nos hicimos amigos de todos, y muchos de los que son nuestros amigos formamos la primera comunidad con don Andrea Santoro”.
Entre el intrépido sacerdote y el exactor se fraguó pronto una estrecha relación de amistad y ayuda, que le llevó a ser ministro extraordinario de la Eucaristía. Su fe se avivó de tal manera que su servicio a la Iglesia le llevó a estudiar Teología, siendo incluso doctor.
"Tienes que ensuciarte las manos"
Pero nunca olvidará una cosa que le dijo Andrea Santoro: “¿Qué es un doctorado? Tienes que ensuciarte las manos…”. Y fue así como decidió finalmente formarse para ser diácono permanente, siendo ordenado en 1996 por el cardenal Ruini.

Este servicio a la Iglesia se tradujo gracias a la paternidad espiritual del padre Santoro en la atención a los más desfavorecidos. “Empezamos a ir con él a la cárcel. Los niños escribían cartas a los reclusos. Un domingo íbamos a misa con Andrea y allí los niños, con el permiso de sus padres, les dieron esas cartas. Empezamos después a acoger a los detenidos en nuestra parroquia”, explica.
Su camino junto al padre Santoro se separó cuando a Luigi le pidieron que atendiera un hospital y el sacerdote partió a la misión a Turquía para iniciar un proyecto de diálogo y reconciliación entre cristianos y musulmanes. Fue precisamente aquí donde Andrea fue asesinado.
Sin embargo, en cuanto ha podido este diácono ha querido seguir donde lo dejó con el sacerdote que tanto le ayudó y ha vuelto a centrarse en la pastoral penitenciaria,  donde escucha los sufrimientos de los presos, les confortan y les preparan para recibir los sacramentos.
Doy gracias al Señor por haberme hecho vivir una vida distinta, no monótona. No es mérito mío, no soy nada”, asegura Luigi.
El martirio de Andrea Santoro
Andrea Santoro tenía 60 años cuando el 5 de febrero de 2006 moría tiroteado en su iglesia de Trebisonda, ciudad portuario de Turquía, país en el que estaba desde hacía unos años.
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Tras recibir las amenazas de unos islamistas, el padre Santoro se puso a rezar cuando de repente volvieron armados y le dispararon dos veces en el pecho. Murió tras haber celebrado la Santa Misa,  a manos de un joven de unos 17 años que gritó "Allah Akbar" (Alá es grande).
Santoro ya había recibido algunas amenazas por su labor de acercamiento entre cristianos y musulmanes. En una carta enviada a la Diócesis de Roma antes de que fuese aseunadi confesaba su deseo de crear un puente entre Oriente Medio y Occidente, “hacer de ventana entre mundos lejanos, entre el Medio Oriente y Occidente; entre el islam, el judaísmo y las iglesias cristianas”.
Explicaba que “ser ventana significa ser lugar de comunicación y de encuentro”. En otro mensaje a su parroquia el sacerdote aseguraba que había escuchado “cuan importante y posible de realizar es un intercambio de dones espirituales entre Oriente y Occidente”. Y luego agregaba: “Oriente Medio, la Tierra Santa donde Dios decidió comunicarse de modo especial con el hombre, tiene sus riquezas y su capacidad gracias a la luz que Dios ha puesto allí siempre para iluminar nuestro mundo occidental”.
Sin embargo, también aseguraba que “Oriente Medio tiene su oscuridad, sus problemas trágicos, y sus rostros. Por ello, tiene necesidad a su vez de que el Evangelio que de allí ha partido sea de nuevo sembrado. Es una recíproca reevangelización y enriquecimiento que los dos mundos se puede intercambiar”.

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