La conversión de una joven de Madrid que llevaba una doble vida
Natalia Peinado ha contado su testimonio en Cambio de Agujas, el programa de testimonios de HM Televisión |
3 agosto 2017
Natalia Peinado, de Madrid, ha contado, con 20 años, su testimonio de transformación gracias a la Virgen María en el programa “Cambio de Agujas” en HM Televisión (www.eukmamie.org/es/). Es la historia de cómo en cierto momento sintió que podía ver su vida y su pecado con los ojos de la Virgen… y eso cambió sus hábitos y su vida.
Unos padres, entonces, alejados de la fe
Natalia explica que en su infancia acudió a misa alguna vez con su padre o sus abuelos pero que en general era una familia sin interés por la religión. Sus padres no estaban casados y en su casa había bastantes discusiones. Pero ella y su hermana pasaban mucho tiempo con sus abuelos y considera que fue una infancia en general muy feliz.
Una abuela que amaba a la Virgen
Su abuela se esforzó en enseñar la fe a las niñas: la abuela les hablaba de la Virgen, les enseñaba a rezar el Rosario, les contaba historias de santos... Ella las apuntó a catequesis. En la adolescencia seguía acudiendo a catequesis y grupos de postconfirmación. Además, a Natalia le gustaba estudiar y en el instituto no le iba mal.
Natalia, enfocada en la foto, cuando salía con sus amigos en ambientes con droga y exceso de alcohol y de relaciones tóxicas |
Una herida y de fiesta en fiesta
Cuando ella tenía 12 años murió su abuela. Y quedó en su corazón una herida que en los años siguientes, de adolescencia, en parte la separó de Dios y en parte la llevó a buscar “algo”, yendo de fiestas a escondidas, engañando a sus padres.
En esta época sus padres habían encontrado la fe y no sabían en qué estaba metida su hija.
“Nos movíamos con mis amigas en ambientes de mucho alcohol, mucha droga y mucha impureza. Volvía muy tarde de fiesta el sábado y mi madre me decía: ‘mañana a las nueve de la mañana te recojo para ir a misa’. Y yo iba, no nos saltábamos nunca la misa de domingo”.
Una doble vida mal gestionada
Después entró en la Universidad para estudiar Magisterio: ella siempre había querido ser maestra. Fue entonces cuando conoció a religiosos y de Siervos del Hogar de la Madre. “Me impresionaba su autenticidad, nunca había visto sacerdotes así”.También acudió a algunos encuentros con las Siervas del Hogar de la Madre, pero no le gustaron porque sentía que lo que ellas enseñaban cuestionaba su estilo de vida.
De hecho, ella sentía que llevaba una doble vida y no era capaz de gestionarla. Era buena estudiante, se trataba bien con sus padres, pero las noches salía con las amistades malas (“también tenía buenas, pero con ellas no iba de fiesta”). Hoy, dice, “veo esos años como perdidos, veo que no he sabido disfrutar bien mi adolescencia”.
Una experiencia de la Virgen, ante el espejo
Una noche estaba en casa de unas amigas, maquillándose en el cuarto de baño, preparándose para salir de fiesta, se miró al espejo… “y de repente experimenté muy fuerte que la Virgen María era la que me estaba mirando, directamente al alma”.
“Sufrí tantísimo… porque estaba viendo lo que iba a hacer luego, con qué intenciones salía, lo que iba a ver, oír, toda mi miseria… Era como ver mi alma con los ojos de la Virgen. Me sentí tan asquerosa… Pero eso para mí fue una gracia enorme. Tomé mis cosas, salí corriendo, era la una de la mañana, llamé a mi madre… le dije ¿puedes venir a por mí? Y con una dulzura, como de la Virgen, me dijo: ahora voy. Ya no volví a salir de fiesta.”
La nueva vida, y la misa diaria
Ya a partir de entonces empezó a crecer en la fe en serio. Le costaba haber dejado la vieja vida pero un grupo de jóvenes con fe y un matrimonio que los acompañaba le ayudaron.
– ¿Tú vas a misa cada día? -le preguntaron. Ella iba los domingos y pensaba que ¿para qué ir diariamente?
– Es que el Señor quiere hablarte cada día, en cada eucaristía. Es alimento para tu alma, eso te sostiene -le explicaron.
Y empezó a ir a misa diaria y ya sentía que Dios le acompañaba y le guiaba, era más fácil escuchar su voz. “Experimentaba mucho su misericordia. Que Él me decía que me amaba, que estaba dispuesto a perdonarme todo. Pero me costaba dejarme cambiar por Él”. Solo por cambiar de amistades ya pensaba que se le iba a acabar el mundo. Pero poco a poco fue creciendo en la fe, aprendió a estar más cercana a su familia, dar ejemplo a su hermana, etc…
A una chica volcada en la fiesta y en la búsqueda de hombres Natalia le diría: “¿Qué tienes que no te haya dado Dios? Él te ha dado la vida, ¿cómo la usas? Serás examinada en el amor…”
Vocación, Rosario y la Virgen como Madre
Hoy es candidata en las Siervas del Hogar de la Madre. “No voy a encontrar a nadie mejor que el Señor, hay una seguridad en que Él me va a cuidar y sostener”, afirma. Ya no busca la felicidad “en las cosas y en las personas” sino en la voluntad de Dios. “Cuando dices que sí al Señor, a su plan para tu vida, vida religiosa, o matrimonio, ganas su libertad, la de los hijos de Dios”.
Recuerda que de niña, con la abuela, rezaba mucho el Rosario, a veces cada día. “Hoy el Rosario es lo que más me cuesta pero también lo que más me ayuda. Siento que la Virgen quiere derramar muchas gracias a través del Rosario.”
En Fátima sintió que “la Virgen me quiere como una madre“. Antes ella la veía como “la Madre de Jesús”, y en Fátima entendió que era también su madre. Allí retomó el Rosario y se confesó tras muchos meses lejos de la Reconciliación.
“Siento que si alejo la vista del Señor ella me toma de la mano y me lleva corriendo a Él”, explica.
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