Procesión del Nazareno Negro en Manila |
Una marea de fieles se lanza a venerar a la imagen, pese al riesgo de atentados
"He aquí el testimonio fenomenal de la fe de millones de fieles", afirma Rodrigo Duterte
C. Doody/Agencias, 10 de enero de 2017 a las 12:48
El Nazareno Negro, por las calles de Manila
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(C. Doody/Agencias).- Descalzos, amontonados, abrasados por el
calor y amenzados por el riesgo de atentado terrorista, pero con una
gran fe en una tradición centenaria. Así asistieron este lunes más de un millón de peregrinos a la procesión del Nazareno Negro en Manila, romería que el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, ha calificado como un "testimonio fenomenal de la fe".
Los fieles están convencidos de que la efigie de Jesucristo, que carga sobre sus hombros una gran cruz negra, posee poderes milagrosos y puede curar enfermedades y aportar buena fortuna.
"Si usted tiene deseos, serán escuchados si reza mucho", explica
Lolit Gonzales, de 45 años, sentada en la acera tras cumplir su turno
tirando del carro que transporta las figuras.
Alrededor, la multitud intenta acercarse lo más posible, para luego
encaramarse en los hombros del vecino más cercano y abrazar al icono y
frotarlo con un trapo blanco.
Gonzales, una esteticista de 45 años, está convencida de que el haber
participado hace dos años en la procesión fue lo que la curó de un
problema en una rodilla que, según los médicos, era necesario operar
además de medicar, cosas que su economía no le permitían.
Este lunes participó nuevamente en el paso para estar segura de que
su enfermedad no volverá a afectarla, puesto que no cuenta con cobertura
sanitaria y su salario es el único ingreso familiar.
Muchos de los fieles hicieron la procesión descalzos, en tanto los termómetros superaban los 30ºC. Una muestra de penitencia para recrear los sufrimientos de Jesús de Nazaret en su camino de la cruz.
La estatua es llamada el Nazareno Negro por su color oscuro, debido,
según la leyenda, al incendio del navío que la transportó desde México a
comienzos del siglo XVII.
"Dios está con nosotros"
La creencia en sus virtudes milagrosas se ha reforzado al cabo de los
siglos tras sobrevivir a varios incendios y terremotos, así como al
bombardeo de Manila en 1945. Todos los años es sacada durante una
jornada de la basílica del Nazareno Negro, en el barrio de Quiapo.
Detrás del carro, réplicas de la cruz siguen al cortejo en su lenta
procesión. Un pequeño camión transporta monjas de hábito blanco que
rocían a los peregrinos con agua bendita mientras recitan plegarias en
español.
Los católicos filipinos, el 80% de la población del archipiélago, viven su piedad de manera apasionada.
El presidente del país, Rodrigo Duterte, quien nunca ha sido
claro en cuanto a sus convicciones religiosas y que no duda en criticar a
la Iglesia filipina, no obstante, envió un mensaje de aliento a todos
los fieles.
"Los rezos tienen toda posibilidad de ser escuchados, puesto que
jamás renunciamos a pedirle a Dios que realice nuestros deseos", declaró
el presidente.
"He aquí el testimonio fenomenal de la fe de millones de fieles, que
expresan cada 9 de enero su gratitud, sus súplicas y sacrificios al
Nazareno Negro", añadió.
El jefe de la policía nacional, Ronald de la Rosa, ha manifestado
varias veces su temor a que miembros del grupo yihadista Estado Islámico
(EI) aprovechen esta colosal concentración para cometer atentados.
El domingo fueron detenidas varias decenas de personas durante el registro de un centro islámico en Manila.
"Nuestro mensaje a los millones de fieles que siguen al Nazareno
Negro es: 'No tengan miedo, Dios está con nosotros'", declaró al
respecto De la Rosa.
En Filipinas hay una importante minoría musulmana, sobre todo en el
sur del archipiélago. Una rebelión separatista en la región ha provocado
más de 120.000 muertos desde los años setenta.
Las principales organizaciones rebeldes han mantenido conversaciones de paz con el Gobierno y respetan el cese el fuego.
Sin embargo, facciones disidentes siguen perpetrando ataques,
particularmente contra católicos. El último de importancia ocurrió en
septiembre, al explotar una bomba en un mercado de Davao (sur), ciudad
natural de Duterte, en que murieron 15 personas.
Las fuerzas de seguridad temen sobre todo represalias por la muerte
de Mohamad Jaafar Maguid, fundador y jefe de Ansarul Jilafa Filipinas,
un grupo armado fiel al grupo EI.
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