Manuel Fariña fue seminarista y es amigo de Francisco
Manuel Fariña Bernal ha hecho realidad un sueño que acarició por primera vez en su juventud. |
Aciprensa / ReL 2 julio 2015
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El 30 de mayo, el obispo de Misiones (Argentina), Mario Melanio Medina, ordenó sacerdote a un viudo paraguayo de 72 años, Manuel Fariña Bernal,
quien tras 45 años de matrimonio decidió entregar su vida a Cristo
respondiendo a un antiguo llamado que Dios le hizo durante su juventud.
La ceremonia tuvo lugar en la parroquia Virgen de los Milagros de
Caacupé, ubicada en la localidad de Caballito (Capital Federal).
Manuel Fariña nació en Caacupé el 17 de junio de 1942. Luego de asistir a una campaña vocacional en los años sesenta decidió ser sacerdote e ingresó al seminario de Asunción.
Mientras proseguía con sus estudios, su padre se exilió a Argentina. Eran los tiempos del régimen del general Alfredo Stroessner, y aunque inicialmente Manuel se quedó en Asunción con su madre y sus tres hermanos, luego se fueron también: “Vimos que la situación en Paraguay se hacía más difícil. Entonces decidimos huir a Argentina junto a mi padre para vivir como una familia”, declaró a ACI Prensa.
Se instalaron en Corrientes, provincia argentina cerca de la frontera paraguaya, y él retomó sus estudios de humanidades en el seminario de la zona. Después se trasladó al seminario de Paraná, donde permaneció un año. En 1966, después de un intenso discernimiento vocacional, dejó los estudios sacerdotales y se mudó a Buenos Aires.
Intensa militancia cristiana
En la capital federal se inscribió en la facultad de Teología de Villa Devoto: “Seguí completando mis estudios teológicos porque me apasionaba el tema”, contó.
Forjó amistad con los trabajadores inmigrantes paraguayos y fue militante de la Juventud Obrera Cristiana (JOC).
Tenían como ideal defender a las organizaciones de inmigrantes y fomentar entre ellos la unidad religiosa y la identidad cultural: “Nosotros, como paraguayos, formamos parte de la Comisión Pastoral Migratoria de Argentina. Ahora es la Fundación o Misión Católica Argentina de Migración, que trabaja con todos los migrantes de todos los países. Ahí trabajé treinta años, fue toda una vida de militancia. Nuestro proyecto en el EPPA (Equipo Pastoral Paraguayo en la Argentina) era unir a los compatriotas a partir de los valores religiosos, culturales, sociales, mantener nuestra identidad y animar a las organizaciones civiles paraguayas. Todos soñábamos con volver a nuestra patria”, explicó.
Una familia feliz
En los años 70, mientras estudiaba y trabajaba, conoció a Juanita Romero García, una compatriota paraguaya: “La conocí en el círculo de amistades migrantes. Ella trabajaba como empleada doméstica y estudiaba acá, según las posibilidades de la época. En nuestro matrimonio éramos una sola persona. Mi señora era una persona de fe grande, auténtica y ejemplar. Era muy sencilla, piadosa, humilde y natural. La querían mucho en nuestro barrio, regalaba rosarios, le gustaba cuidar las plantas y era muy sabia”, recordó.
Posteriormente, a Juanita le diagnosticaron un cáncer y experimentó largos sufrimientos. Sin embargo, “ella lo llevaba con una sonrisa”. Juanita falleció el 19 de setiembre en el año 2013. Su muerte impactó mucho a la familia, a su única hija y a sus dos nietos.
“Cuando mi esposa falleció, el dolor me provocó un infarto. Al recuperarme decidí entregar mi vida a Jesucristo. Así como ella fue llamada para ir a la casa del Padre, yo sentí un llamado para dedicar mi vida al servicio de Cristo", explica: "En ese momento escuchaba la frase: Ven y sígueme. Jesús me mostró que Él era el verdadero camino, la verdad y la verdadera vida. Su amor era grande, era el fundamento de toda existencia. Esa certeza me motivó a seguirlo”.
El P. Fariña pidió permiso para retomar sus estudios de sacerdote a su hija, que estaba en medio de un tratamiento de esclerosis múltiple. Ella aceptó.
Amigo del obispo Bergoglio
Durante su labor apostólica en el EPA, el padre Fariña entabló amistad con varios obispos de Buenos Aires y estas relaciones, junto con su reconocida trayectoria pastoral, ayudaron a que se aprobase su ordenación.
Es amigo del hoy Papa Francisco: “Trabajé con Bergoglio tres años, cuando él era obispo auxiliar en Buenos Aires, en la pastoral migratoria. Somos buenos amigos”.
En fecha señalada
El día de la ordenación, 30 de mayor, era el cumpleaños de su esposa. Y en la iglesia de la Virgen de los Milagros de Caacupé donde recibió el sacramento están las cenizas de Juanita.
“Fue muy emotivo", recuerda, "porque hubo mucha gente que nos conoció como matrimonio. Todos lloramos. Pero supe que todas estas coincidencias tienen una fuerte trascendencia. Es como la reafirmación de mi vocación. Y pide "hacer un análisis sobre lo podemos hacer en nuestra vida aquí en la tierra, sobre la importancia de la fe y nuestras devociones”.
A su ordenación asistieron cinco obispos, diez sacerdotes y miembros de varias organizaciones políticas, sociales y culturales. Entre los asistentes estuvieron Adolfo Pérez Esquivel, el activista argentino ganador en 1980 del Premio Nobel de la Paz, y Carlos Custer, ex embajador argentino en el Vaticano.
Al día siguiente de su ordenación, el padre Fariña celebró su primera misa, a la espera de trasladarse a su nuevo detino en la diócesis de San Juan Bautista de las Misiones, en Paraguay: “¡Tantas cosas han pasado, que todavía las sigo asimilando! La ordenación fue una alegría en medio del dolor por la muerte mi esposa”, para quien va su permanente recuerdo.
Manuel Fariña nació en Caacupé el 17 de junio de 1942. Luego de asistir a una campaña vocacional en los años sesenta decidió ser sacerdote e ingresó al seminario de Asunción.
Mientras proseguía con sus estudios, su padre se exilió a Argentina. Eran los tiempos del régimen del general Alfredo Stroessner, y aunque inicialmente Manuel se quedó en Asunción con su madre y sus tres hermanos, luego se fueron también: “Vimos que la situación en Paraguay se hacía más difícil. Entonces decidimos huir a Argentina junto a mi padre para vivir como una familia”, declaró a ACI Prensa.
Se instalaron en Corrientes, provincia argentina cerca de la frontera paraguaya, y él retomó sus estudios de humanidades en el seminario de la zona. Después se trasladó al seminario de Paraná, donde permaneció un año. En 1966, después de un intenso discernimiento vocacional, dejó los estudios sacerdotales y se mudó a Buenos Aires.
Intensa militancia cristiana
En la capital federal se inscribió en la facultad de Teología de Villa Devoto: “Seguí completando mis estudios teológicos porque me apasionaba el tema”, contó.
Forjó amistad con los trabajadores inmigrantes paraguayos y fue militante de la Juventud Obrera Cristiana (JOC).
Tenían como ideal defender a las organizaciones de inmigrantes y fomentar entre ellos la unidad religiosa y la identidad cultural: “Nosotros, como paraguayos, formamos parte de la Comisión Pastoral Migratoria de Argentina. Ahora es la Fundación o Misión Católica Argentina de Migración, que trabaja con todos los migrantes de todos los países. Ahí trabajé treinta años, fue toda una vida de militancia. Nuestro proyecto en el EPPA (Equipo Pastoral Paraguayo en la Argentina) era unir a los compatriotas a partir de los valores religiosos, culturales, sociales, mantener nuestra identidad y animar a las organizaciones civiles paraguayas. Todos soñábamos con volver a nuestra patria”, explicó.
Una familia feliz
En los años 70, mientras estudiaba y trabajaba, conoció a Juanita Romero García, una compatriota paraguaya: “La conocí en el círculo de amistades migrantes. Ella trabajaba como empleada doméstica y estudiaba acá, según las posibilidades de la época. En nuestro matrimonio éramos una sola persona. Mi señora era una persona de fe grande, auténtica y ejemplar. Era muy sencilla, piadosa, humilde y natural. La querían mucho en nuestro barrio, regalaba rosarios, le gustaba cuidar las plantas y era muy sabia”, recordó.
Posteriormente, a Juanita le diagnosticaron un cáncer y experimentó largos sufrimientos. Sin embargo, “ella lo llevaba con una sonrisa”. Juanita falleció el 19 de setiembre en el año 2013. Su muerte impactó mucho a la familia, a su única hija y a sus dos nietos.
“Cuando mi esposa falleció, el dolor me provocó un infarto. Al recuperarme decidí entregar mi vida a Jesucristo. Así como ella fue llamada para ir a la casa del Padre, yo sentí un llamado para dedicar mi vida al servicio de Cristo", explica: "En ese momento escuchaba la frase: Ven y sígueme. Jesús me mostró que Él era el verdadero camino, la verdad y la verdadera vida. Su amor era grande, era el fundamento de toda existencia. Esa certeza me motivó a seguirlo”.
El P. Fariña pidió permiso para retomar sus estudios de sacerdote a su hija, que estaba en medio de un tratamiento de esclerosis múltiple. Ella aceptó.
Amigo del obispo Bergoglio
Durante su labor apostólica en el EPA, el padre Fariña entabló amistad con varios obispos de Buenos Aires y estas relaciones, junto con su reconocida trayectoria pastoral, ayudaron a que se aprobase su ordenación.
Es amigo del hoy Papa Francisco: “Trabajé con Bergoglio tres años, cuando él era obispo auxiliar en Buenos Aires, en la pastoral migratoria. Somos buenos amigos”.
En fecha señalada
El día de la ordenación, 30 de mayor, era el cumpleaños de su esposa. Y en la iglesia de la Virgen de los Milagros de Caacupé donde recibió el sacramento están las cenizas de Juanita.
“Fue muy emotivo", recuerda, "porque hubo mucha gente que nos conoció como matrimonio. Todos lloramos. Pero supe que todas estas coincidencias tienen una fuerte trascendencia. Es como la reafirmación de mi vocación. Y pide "hacer un análisis sobre lo podemos hacer en nuestra vida aquí en la tierra, sobre la importancia de la fe y nuestras devociones”.
A su ordenación asistieron cinco obispos, diez sacerdotes y miembros de varias organizaciones políticas, sociales y culturales. Entre los asistentes estuvieron Adolfo Pérez Esquivel, el activista argentino ganador en 1980 del Premio Nobel de la Paz, y Carlos Custer, ex embajador argentino en el Vaticano.
Al día siguiente de su ordenación, el padre Fariña celebró su primera misa, a la espera de trasladarse a su nuevo detino en la diócesis de San Juan Bautista de las Misiones, en Paraguay: “¡Tantas cosas han pasado, que todavía las sigo asimilando! La ordenación fue una alegría en medio del dolor por la muerte mi esposa”, para quien va su permanente recuerdo.
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