Entre 1924 y 1934 tener un abeto era un signo de fe militante
Unos niños contemplan un abeto navideño... algo prohibido durante años en la URSS, y aceptado luego si se adornaba con signos comunistas |
P.J. Ginés / T. Fedótova / ReL 15 diciembre 2015
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En la España del s.XXI hay activistas laicistas que quieren sustituir los belenes por abetos. Desconocen que en la Rusia soviética del s.XX el abeto era un poderoso símbolo cristiano y que las autoridades ateas lucharon contra ellos con ferocidad. Con todo, la persecución tuvo fases y contradicciones.
Lo cierto es que el abeto navideño en la Rusia del siglo XX sobrevivió a todo tipo de vicisitudes y los ateos rusos militantes fueron oscilando en sus fobias respecto a este símbolo y sus fiestas.
El "Ded Moroz" (el Abuelo Frío) siempre había traído regalos a los niños en la Navidad ortodoxa, pero dejarlos en un abeto decorado e iluminado era una incorporación relativamente reciente a principios del siglo XX, recibida desde Alemania.
Por ese origen alemán, durante la Primera Guerra Mundial, que enfrentaba a rusos y alemanes, el Gobierno ruso prohibió el Árbol de Navidad en 1916 por considerarlo "de la cultura enemiga". Incluso el Santísimo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, reunido ese año, lleno de fervor patriótico o docilidad estatal, emitió una resolución apoyando la prohibición.
Al año siguiente, llegó la Revolución y el poder bolchevique. Los ateos bolcheviques, como los ateos actuales, fueron oscilando entre distintas posturas contradictorias respecto a la Navidad, la fiesta que celebra el Nacimiento del Hijo de Dios.
Los ateos contra el calendario cristiano
En los primeros años del poder soviético, hasta 1929, los bolcheviques mataban curas y deportaban cristianos, pero aún conservaban el calendario cristiano.
Mantenían, por ejemplo, como festivos no laborables, las fiestas tradicionales cristianas de Rusia: 2 días para la Navidad, 3 días para la Pascua y un día para Pentecostés, Trinidad, Asunción y Transfiguración.
Se sabe -y se difundió- que el mismísimo Lenin asistió a dos fiestas infantiles con abetos de Navidad en 1919 y 1923.
Pero Lenin murió en 1924 y entonces alguien decidió que era momento de eliminar la Navidad.
En un texto titulado con desarmante obviedad “Materiales para la propaganda antirreligiosa en los días navideños” de 1927, leemos lo siguiente: “Mienten a los niños diciendo que los regalos los trae Ded Moroz (el Abuelo Frío). Precisamente con un abeto comienza la religiosidad de los niños. Además, las clases gobernantes explotadoras utilizan un tierno abeto y un bonachón Ded Moroz para convertir a los trabajadores en sirvientes dóciles y obedientes del capital”.
El abeto, los regalos y el Ded Moroz eran símbolos, pues, de religiosidad, oscurantismo y capitalismo.
Manifestaciones anti-abetos
Los años 27, 28 y 29 fueron años de recrudecimiento en la lucha antirreligiosa y eso implicó una serie de cruzadas anti-navideñas y anti-abetos.
Se organizaron manifestaciones antirreligiosas como la de la foto bajo estas líneas, de 1928, con lemas como estos:
"Padres, no nos liéis, no montéis abeto y fiesta de Navidad"
"Educad a los niños con la ayuda del pedagogo y no de dios”
“En vez de abeto, trineo, patines y toboganes”
La semana de 5 y 6 días y el calendario caótico
Otra forma de intentar eliminar la Navidad fue la reforma del calendario: en octubre de 1929 se sustituyó la semana judeocristiana de 7 días, con su festivo semanal, por una de 5 días. Era un lío y en diciembre de 1931 se sustituyó por una semana de 6 días. Se incorporó como festivo un "Día de Lenin", que era el día posterior al 30 de enero.
En teoría, los trabajadores podían elegir sus festivos... pero para evitar que eligiesen los días navideños que supuestamente debían desaparecer se intentaron distintas técnicas que nunca acabaron de funcionar bien.
La periodista rusa Yulia Perelomova da más detalles de la campaña gubernamental contra la celebración de Navidad en la ciudad siberiana de Irkutsk.
“Entre las fábricas de la ciudad se organizó una competición premiando a quienes menos días faltasen al trabajo por Navidad" (era el primer año en que la Navidad dejó de ser festiva). “El primer premio se concedió a las fábricas de Usolie por no faltar en los días de la antigua Navidad”, escribía el periódico local. El galardón consistió en que un grupo teatral se desplazó a la fábrica para presentar un espectáculo. El segundo premio fue para la fábrica Telminskaya: consistía en 6 pares de esquís, un rifle de caza y una película de cine”.
La lucha de las autoridades era ardua, porque la gente, a pesar de la propaganda masiva antinavideña, seguía montando abetos. Y no solamente en casas, también en aquellos templos que aún seguían abiertos.
Según un artículo en enero de 1929 en el oficialísimo diario Pravda, los pro-navideños en cierta escuela eran violentos y pegaban a los antinavidad. Es razonable dudar de que así fuera. Hay que tener en cuenta que desde la Revolución Rusa en 1917 a la muerte de Lenin en 1924, unos 25.000 eclesiásticos ortodoxos fueron encarcelados y 16.000 ejecutados, según un estudio de 2004 del doctor en Ciencias Matemáticas Nikolay Yemelianov, de la Universidad Humanitaria San Tijon. Por supuesto, los contemporáneos no conocían todo el alcance de la represión que hoy miden los historiadores, pero sí sabían que no era prudente desafiar a las autoridades.
El mismo artículo de 1929 señala que los popes cometían el horrible delito de invitar a los niños a jugar con el abeto y que una maestra organizó una fiesta navideña en su casa.
El texto lo escribía Alexey Okládnikov, que entonces era el líder del Consejo Municipal de los Sin Dios Militantes (asociación atea estatal en su época más potente por entonces) y luego sería académico y famosísimo arqueólogo. Describía así el frustrante entusiasmo popular por la Navidad: “En una de las escuelas secundarias soviéticas, durante una velada antinavideña, un grupo de alumnos de clases superiores montaron una barricada que estorbaba el acceso y pegaban a todos los escolares que intentaban pasar a la velada antirreligiosa.[...] "Los popes de la Iglesia de la Entrada en Jerusalén montaron en el templo un abeto natural, y desde un tobogán invitaban a los niños a festejar con el árbol. La maestra N-ko, al mismo tiempo, organizó en su domicilio “una fiesta privada con abeto” a donde invitó a sus alumnos”. Eso fue después de que en la escuela se desarrollara la campaña contra los abetos”.
Este texto es un ejemplo del odio oficial soviético contra el abeto navideño... hasta 1935, cuando cambiaron las consignas.
El comunismo recicla la Navidad
La Navidad se celebraba así en la clandestinidad, o al menos contra el calendario y las autoridades, hasta el 23 de diciembre de 1935, cuando “Pravda” publicó una peculiar carta de Pável Póstyshev, secretario general del comité central del Partido Comunista de Ucrania. Esta carta declaraba que la Fiesta Soviética del Abeto ya no era burguesa y que los niños tenían derecho a ella. La carta decía lo siguiente:
“Se dejó de celebrar la Navidad y se prohibió montar el abeto en casa. En los tiempos pre-revolucionarios, la burguesía y sus funcionarios siempre organizaban a sus hijos una fiesta de fin de año con un abeto. Los hijos de los obreros con envidia miraban, a través de las ventanas, a los abetos centelleantes con luces de colores y a los hijos de los ricachones, festejando con alegría. ¿Por qué nuestras escuelas, casas de cultura, orfanatos, guarderías, casas de pioneros privan a los hijos de los trabajadores del País de los Soviets de esa preciosa fiesta? Unos, seguro que extremistas “de izquierdas” pusieron una etiqueta “de burgueses” a esa diversión infantil. Es necesario poner fin a esa condena injusta de la fiesta del abeto que es una bonita celebración infantil. Por todas partes hemos de montar los abetos festivos para los niños. Los consejos municipales, rurales, órganos de educación popular han de ayudar a organizar las fiestas de abeto soviéticos para los niños de nuestra gran patria socialista”.
Marcaba una nueva tendencia... y se colocó un bonito abeto en ese año 1935 en la Plaza Roja de Moscú (con la inscripción "Gracias, querido Stalin, por la infancia feliz").
Así la URSS rehabilitó el abeto, aunque con matices. Se colocaba para el Fin de Año, y no para la Navidad. Y la estrella de Belén, de ocho puntas, fue sustituida por la estrella comunista, roja de cinco puntas.
Los pedagogos se pusieron a redactar guiones para los festivales infantiles. Ahora los niños soviéticos tenían que interpretar a copos de nieve, zorros y ositos políticamente correctos (compárense con los osos de la publicidad navideña del Ayuntamiento de Madrid en 2015; el oso no tiene nada de navideño, y duerme en invierno, pero figura en el escudo madrileño).
En 1936 tuvo lugar la primera fiesta con abeto en el Kremlin para los niños con las mejores notas del país: ”Los niños verán al precioso abeto adornado con todos los colores de arcoíris, las bengalas que derraman chispas de lluvia de plata, oirán a Volodia Schenikov, del Cuarto Curso de Primaria, recitando un poema sobre el gran creador de la Constitución, el camarada Stalin”, informaba el periódico “Vostochno-Sibirskiy Put” de aquellas fechas.
Un texto que explica cómo debía celebrarse la nueva fiesta es el folleto “Fiesta con Abeto en una Guardería” del Comisariado Popular de Educación de 1937. “Antes que nada, es imprescindible adornar la punta más alta con una estrella brillantes, roja o plateada, de cinco puntas, de tamaño según la altura del abeto”.
Cuando Póstyshev “había permitido” el abeto, surgió la pregunta: ¿qué adornos ponerle? ¿Los angelitos de antaño? Entonces se elaboró una nueva concepción de adorno político que inundó el mercado y hasta hoy en día pervive en el fondo de la caja de tantas familias rusas…
Las bolas de cristal con retratos de Lenin y Stalin, con hoz y martillos y estrellas de cinco puntas, paracaidistas, esquiadores con su traje banco de camuflaje, aviones…
Las páginas de los periódicos soviéticos de aquel año están llenas de publicidad: apoyo de palos cruzados para abetos, velas para abetos, mazapanes con cuerda para adornar el abeto, bombones y retratos de líderes…
Según el archivo de los grandes almacenes de Irkutsk, en 7 día de diciempre se vendieron adornos de abetos por el importe de 75.000 rublos.
Persecución bañada en sangre
Hay que tener en cuenta que la "despenalización" de la Navidad reinventada como "fiesta soviética" en 1935 no significó mejorar la libertad religiosa, sólo significó que se adoptaban los abetos descristianizados.
La Unión de los Sin Dios había preparado un "plan quinquenal" contra la religión (recuperado en el s.XXI por el historiador S.N. Savéliev y difundido por su colega Serguey Firsov). El plan consistía en cerrar todas las iglesias y centros de oración entre 1932 y 1933. En 1934, debían desaparecer las nociones religiosas inculcadas por la literatura y la familia. En 1936 ya no debía quedar ningún sacerdote. Y en 1937 debían eliminarse los últimos reductos de la religión.
De 1932 a 1936 fueron arrestadas unas 20.000 personas ligadas a actividades religiosas. Para 1936, desde la Revolución, la URSS había visto pasar por sus cárceles 112.000 presos ligados a la Iglesia ortodoxa, y 21.000 habían sido ejecutados.
Ese año, en España se iniciaba una persecución religiosa al grito de "viva Rusia", que entre agosto y septiembre implicó el asesinato de 3.400 religiosos: 57 al día.
Pero lo peor estaba por llegar: en 1937 y en 1938 la persecución religiosa contra los cristianos ortodoxos superó todo lo visto antes: 100.000 ejecuciones y 200.000 deportados o represaliados. Entre 1939 y 1942 ya no quedaban casi ortodoxos declarados para ejecutar: mataron sólo a unos 4.000 más.
Después Hitler invadió el territorio soviético y Stalin detuvo las actividades antireligiosas buscando unificar al pueblo contra el enemigo.
Aún hoy la gran fiesta con árbol y regalos de Ded Moroz es en Año Nuevo, como establecieron 6 décadas de práctica comunista. Después llega la fiesta de la Navidad ortodoxa el 7 de enero, que es una fiesta sólo religiosa, aunque popular y sentida.
Hay muchos que alargan los festejos con la excusa del Viejo Año Nuevo, hasta el 13 de enero, que se refiere al calendario civil antiguo (antes de la revolución Rusia aún usaba civilmente en calendario juliano; fueron los bolcheviques los que incorporaron el calendario que se usaba ya en toda Europa, el gregoriano, es decir, el establecido por el Papa Gregorio XIII en el siglo XVI).
El 24 y 25 de diciembre, en las televisiones de toda Rusia aparece el tradicional reportaje sobre "la Navidad católica" y las imágenes con el Papa en la Plaza de San Pedro, y los que tienen conocidos católicos los felicitan. Es el gran "momento católico" del año.
Lo cierto es que el abeto navideño en la Rusia del siglo XX sobrevivió a todo tipo de vicisitudes y los ateos rusos militantes fueron oscilando en sus fobias respecto a este símbolo y sus fiestas.
El "Ded Moroz" (el Abuelo Frío) siempre había traído regalos a los niños en la Navidad ortodoxa, pero dejarlos en un abeto decorado e iluminado era una incorporación relativamente reciente a principios del siglo XX, recibida desde Alemania.
Por ese origen alemán, durante la Primera Guerra Mundial, que enfrentaba a rusos y alemanes, el Gobierno ruso prohibió el Árbol de Navidad en 1916 por considerarlo "de la cultura enemiga". Incluso el Santísimo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, reunido ese año, lleno de fervor patriótico o docilidad estatal, emitió una resolución apoyando la prohibición.
Al año siguiente, llegó la Revolución y el poder bolchevique. Los ateos bolcheviques, como los ateos actuales, fueron oscilando entre distintas posturas contradictorias respecto a la Navidad, la fiesta que celebra el Nacimiento del Hijo de Dios.
Los ateos contra el calendario cristiano
En los primeros años del poder soviético, hasta 1929, los bolcheviques mataban curas y deportaban cristianos, pero aún conservaban el calendario cristiano.
Mantenían, por ejemplo, como festivos no laborables, las fiestas tradicionales cristianas de Rusia: 2 días para la Navidad, 3 días para la Pascua y un día para Pentecostés, Trinidad, Asunción y Transfiguración.
Se sabe -y se difundió- que el mismísimo Lenin asistió a dos fiestas infantiles con abetos de Navidad en 1919 y 1923.
Pero Lenin murió en 1924 y entonces alguien decidió que era momento de eliminar la Navidad.
En un texto titulado con desarmante obviedad “Materiales para la propaganda antirreligiosa en los días navideños” de 1927, leemos lo siguiente: “Mienten a los niños diciendo que los regalos los trae Ded Moroz (el Abuelo Frío). Precisamente con un abeto comienza la religiosidad de los niños. Además, las clases gobernantes explotadoras utilizan un tierno abeto y un bonachón Ded Moroz para convertir a los trabajadores en sirvientes dóciles y obedientes del capital”.
El abeto, los regalos y el Ded Moroz eran símbolos, pues, de religiosidad, oscurantismo y capitalismo.
Manifestaciones anti-abetos
Los años 27, 28 y 29 fueron años de recrudecimiento en la lucha antirreligiosa y eso implicó una serie de cruzadas anti-navideñas y anti-abetos.
Se organizaron manifestaciones antirreligiosas como la de la foto bajo estas líneas, de 1928, con lemas como estos:
"Padres, no nos liéis, no montéis abeto y fiesta de Navidad"
"Educad a los niños con la ayuda del pedagogo y no de dios”
“En vez de abeto, trineo, patines y toboganes”
La semana de 5 y 6 días y el calendario caótico
Otra forma de intentar eliminar la Navidad fue la reforma del calendario: en octubre de 1929 se sustituyó la semana judeocristiana de 7 días, con su festivo semanal, por una de 5 días. Era un lío y en diciembre de 1931 se sustituyó por una semana de 6 días. Se incorporó como festivo un "Día de Lenin", que era el día posterior al 30 de enero.
En teoría, los trabajadores podían elegir sus festivos... pero para evitar que eligiesen los días navideños que supuestamente debían desaparecer se intentaron distintas técnicas que nunca acabaron de funcionar bien.
La periodista rusa Yulia Perelomova da más detalles de la campaña gubernamental contra la celebración de Navidad en la ciudad siberiana de Irkutsk.
“Entre las fábricas de la ciudad se organizó una competición premiando a quienes menos días faltasen al trabajo por Navidad" (era el primer año en que la Navidad dejó de ser festiva). “El primer premio se concedió a las fábricas de Usolie por no faltar en los días de la antigua Navidad”, escribía el periódico local. El galardón consistió en que un grupo teatral se desplazó a la fábrica para presentar un espectáculo. El segundo premio fue para la fábrica Telminskaya: consistía en 6 pares de esquís, un rifle de caza y una película de cine”.
La lucha de las autoridades era ardua, porque la gente, a pesar de la propaganda masiva antinavideña, seguía montando abetos. Y no solamente en casas, también en aquellos templos que aún seguían abiertos.
Según un artículo en enero de 1929 en el oficialísimo diario Pravda, los pro-navideños en cierta escuela eran violentos y pegaban a los antinavidad. Es razonable dudar de que así fuera. Hay que tener en cuenta que desde la Revolución Rusa en 1917 a la muerte de Lenin en 1924, unos 25.000 eclesiásticos ortodoxos fueron encarcelados y 16.000 ejecutados, según un estudio de 2004 del doctor en Ciencias Matemáticas Nikolay Yemelianov, de la Universidad Humanitaria San Tijon. Por supuesto, los contemporáneos no conocían todo el alcance de la represión que hoy miden los historiadores, pero sí sabían que no era prudente desafiar a las autoridades.
El mismo artículo de 1929 señala que los popes cometían el horrible delito de invitar a los niños a jugar con el abeto y que una maestra organizó una fiesta navideña en su casa.
El texto lo escribía Alexey Okládnikov, que entonces era el líder del Consejo Municipal de los Sin Dios Militantes (asociación atea estatal en su época más potente por entonces) y luego sería académico y famosísimo arqueólogo. Describía así el frustrante entusiasmo popular por la Navidad: “En una de las escuelas secundarias soviéticas, durante una velada antinavideña, un grupo de alumnos de clases superiores montaron una barricada que estorbaba el acceso y pegaban a todos los escolares que intentaban pasar a la velada antirreligiosa.[...] "Los popes de la Iglesia de la Entrada en Jerusalén montaron en el templo un abeto natural, y desde un tobogán invitaban a los niños a festejar con el árbol. La maestra N-ko, al mismo tiempo, organizó en su domicilio “una fiesta privada con abeto” a donde invitó a sus alumnos”. Eso fue después de que en la escuela se desarrollara la campaña contra los abetos”.
Este texto es un ejemplo del odio oficial soviético contra el abeto navideño... hasta 1935, cuando cambiaron las consignas.
El comunismo recicla la Navidad
La Navidad se celebraba así en la clandestinidad, o al menos contra el calendario y las autoridades, hasta el 23 de diciembre de 1935, cuando “Pravda” publicó una peculiar carta de Pável Póstyshev, secretario general del comité central del Partido Comunista de Ucrania. Esta carta declaraba que la Fiesta Soviética del Abeto ya no era burguesa y que los niños tenían derecho a ella. La carta decía lo siguiente:
“Se dejó de celebrar la Navidad y se prohibió montar el abeto en casa. En los tiempos pre-revolucionarios, la burguesía y sus funcionarios siempre organizaban a sus hijos una fiesta de fin de año con un abeto. Los hijos de los obreros con envidia miraban, a través de las ventanas, a los abetos centelleantes con luces de colores y a los hijos de los ricachones, festejando con alegría. ¿Por qué nuestras escuelas, casas de cultura, orfanatos, guarderías, casas de pioneros privan a los hijos de los trabajadores del País de los Soviets de esa preciosa fiesta? Unos, seguro que extremistas “de izquierdas” pusieron una etiqueta “de burgueses” a esa diversión infantil. Es necesario poner fin a esa condena injusta de la fiesta del abeto que es una bonita celebración infantil. Por todas partes hemos de montar los abetos festivos para los niños. Los consejos municipales, rurales, órganos de educación popular han de ayudar a organizar las fiestas de abeto soviéticos para los niños de nuestra gran patria socialista”.
Marcaba una nueva tendencia... y se colocó un bonito abeto en ese año 1935 en la Plaza Roja de Moscú (con la inscripción "Gracias, querido Stalin, por la infancia feliz").
Así la URSS rehabilitó el abeto, aunque con matices. Se colocaba para el Fin de Año, y no para la Navidad. Y la estrella de Belén, de ocho puntas, fue sustituida por la estrella comunista, roja de cinco puntas.
Los pedagogos se pusieron a redactar guiones para los festivales infantiles. Ahora los niños soviéticos tenían que interpretar a copos de nieve, zorros y ositos políticamente correctos (compárense con los osos de la publicidad navideña del Ayuntamiento de Madrid en 2015; el oso no tiene nada de navideño, y duerme en invierno, pero figura en el escudo madrileño).
En 1936 tuvo lugar la primera fiesta con abeto en el Kremlin para los niños con las mejores notas del país: ”Los niños verán al precioso abeto adornado con todos los colores de arcoíris, las bengalas que derraman chispas de lluvia de plata, oirán a Volodia Schenikov, del Cuarto Curso de Primaria, recitando un poema sobre el gran creador de la Constitución, el camarada Stalin”, informaba el periódico “Vostochno-Sibirskiy Put” de aquellas fechas.
Un texto que explica cómo debía celebrarse la nueva fiesta es el folleto “Fiesta con Abeto en una Guardería” del Comisariado Popular de Educación de 1937. “Antes que nada, es imprescindible adornar la punta más alta con una estrella brillantes, roja o plateada, de cinco puntas, de tamaño según la altura del abeto”.
Cuando Póstyshev “había permitido” el abeto, surgió la pregunta: ¿qué adornos ponerle? ¿Los angelitos de antaño? Entonces se elaboró una nueva concepción de adorno político que inundó el mercado y hasta hoy en día pervive en el fondo de la caja de tantas familias rusas…
Las bolas de cristal con retratos de Lenin y Stalin, con hoz y martillos y estrellas de cinco puntas, paracaidistas, esquiadores con su traje banco de camuflaje, aviones…
Las páginas de los periódicos soviéticos de aquel año están llenas de publicidad: apoyo de palos cruzados para abetos, velas para abetos, mazapanes con cuerda para adornar el abeto, bombones y retratos de líderes…
Según el archivo de los grandes almacenes de Irkutsk, en 7 día de diciempre se vendieron adornos de abetos por el importe de 75.000 rublos.
Persecución bañada en sangre
Hay que tener en cuenta que la "despenalización" de la Navidad reinventada como "fiesta soviética" en 1935 no significó mejorar la libertad religiosa, sólo significó que se adoptaban los abetos descristianizados.
La Unión de los Sin Dios había preparado un "plan quinquenal" contra la religión (recuperado en el s.XXI por el historiador S.N. Savéliev y difundido por su colega Serguey Firsov). El plan consistía en cerrar todas las iglesias y centros de oración entre 1932 y 1933. En 1934, debían desaparecer las nociones religiosas inculcadas por la literatura y la familia. En 1936 ya no debía quedar ningún sacerdote. Y en 1937 debían eliminarse los últimos reductos de la religión.
De 1932 a 1936 fueron arrestadas unas 20.000 personas ligadas a actividades religiosas. Para 1936, desde la Revolución, la URSS había visto pasar por sus cárceles 112.000 presos ligados a la Iglesia ortodoxa, y 21.000 habían sido ejecutados.
Ese año, en España se iniciaba una persecución religiosa al grito de "viva Rusia", que entre agosto y septiembre implicó el asesinato de 3.400 religiosos: 57 al día.
Pero lo peor estaba por llegar: en 1937 y en 1938 la persecución religiosa contra los cristianos ortodoxos superó todo lo visto antes: 100.000 ejecuciones y 200.000 deportados o represaliados. Entre 1939 y 1942 ya no quedaban casi ortodoxos declarados para ejecutar: mataron sólo a unos 4.000 más.
Después Hitler invadió el territorio soviético y Stalin detuvo las actividades antireligiosas buscando unificar al pueblo contra el enemigo.
Aún hoy la gran fiesta con árbol y regalos de Ded Moroz es en Año Nuevo, como establecieron 6 décadas de práctica comunista. Después llega la fiesta de la Navidad ortodoxa el 7 de enero, que es una fiesta sólo religiosa, aunque popular y sentida.
Hay muchos que alargan los festejos con la excusa del Viejo Año Nuevo, hasta el 13 de enero, que se refiere al calendario civil antiguo (antes de la revolución Rusia aún usaba civilmente en calendario juliano; fueron los bolcheviques los que incorporaron el calendario que se usaba ya en toda Europa, el gregoriano, es decir, el establecido por el Papa Gregorio XIII en el siglo XVI).
El 24 y 25 de diciembre, en las televisiones de toda Rusia aparece el tradicional reportaje sobre "la Navidad católica" y las imágenes con el Papa en la Plaza de San Pedro, y los que tienen conocidos católicos los felicitan. Es el gran "momento católico" del año.
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