La «responsable» no volvió a verle hasta el día antes de la ordenación
El padre Ángel Miguel abraza a su madre (a su derecha) y a su madrina (a su izquierda) en el día de su ordenación. |
26 mayo 2018
El 19 de mayo, el arzobispo de Denver, Samuel Aquila, ordenó en la catedral de la Inmaculada Concepción a cinco vocaciones tardías, con una media de edad de 41 años y variopintos recorridos vitales. Tres se formaron en seminarios Redemptoris Mater del Camino Neocatecumenal, hay desde un ingeniero de software a un antiguo soldado, y proceden de Estados Unidos, Bosnia-Herzegovina y República Dominicana.
A todos ellos, monseñor Aquila les puso como modelo de sacerdote a San Juan María Vianney, cuyo único deseo era "la salvación de las almas", y les recordó que, cada vez que celebren misa, ofrecerán "el mismo sacrificio que Cristo ofreció en la cruz”, y que es ahí donde se encuentra “la alegría del Evangelio”: "Somos llamados a servir a Jesús y servir a la Iglesia y a dar nuestras vidas como Jesús dio su vida y a ir donde estemos llamados a servir a Cristo".
Monseñor Aquila, un bastión provida en la Iglesia estadounidense, con los nuevos sacerdotes.
En la biografía de uno de los dos dominicanos, Ángel Miguel Pérez Brown, de la iglesia de San Juan Bautista en Johnstown (Colorado), hay un elemento providencial, que cuenta Carmen Elena Villa en Denver Catholic:
Ángel Miguel, el día de su ordenación como diácono, en 2017.
Ángela y María eran dos grandes amigas cuando estudiaban en la escuela Estudios Espaillat de Santo Domingo, República Dominicana. Cuando cursaban 6º y 7º respectivamente quisieron hacerse una promesa mutua, algo así como un pacto de amistad: “Cuando tenga mi primer hijo, tú serás la madrina”.
Pasaron los años, se graduaron de secundaria, cada una tomó su rumbo y María pasaba la mayor parte del tiempo en los Estados Unidos. Era 1987 y Ángela esperaba su primer hijo. María se enteró del embarazo de Ángela y no olvidó su promesa. “¿Cuándo será el Bautizo?”, le preguntó. La pregunta tomó por sorpresa a Ángela. No tenía entre sus planes bautizarlo. Ni siquiera ella había recibido este sacramento. “Cuando pensé que María podía ser la madrina de mi hijo, lo veía más como un compromiso social”, confesó Ángela a Denver Catholic en español. Sin embargo, tras la insistencia de su amiga, esta mujer decidió bautizar a su hijo cuando tenía 17 días de nacido.
María regresó a los Estados Unidos y no volvió a saber nada de Ángela ni de su ahijado. Meses después se mudó definitivamente a este país.
Una vocación que floreció
Ángel creció alejado de la Iglesia pero aún así se veía en él un espíritu solidario y abnegado. “Cuando él tenía entre 3 y 5 años, noté que poseía una bondad poco usual a esa edad”, confiesa su madre. “Le encantaba compartir sus juguetes con otros niños, no para él jugar, sino para que ellos jugaran”.
Cuando Ángel tenía 14 años un grupo de misioneros tocó la puerta de su casa. Querían invitarle a él y a su familia a una catequesis del Camino Neocatecumenal. Así, tanto él como su madre comenzaron un itinerario de fe. Ángela fue bautizada después y se casó por la Iglesia.
En 2008, el joven participó en una peregrinación a Nicaragua y allí sintió que Dios lo llamaba a ser sacerdote. Le asignaron el seminario Redemptoris Mater de Denver como su lugar de formación. Llegó en enero de 2011, luego de haber estudiado dos años en el seminario de su ciudad natal.
Capilla del seminario Redemptoris Mater de Denver.
“El buen Dios, que ya lo había elegido, puso a María en mi vida para que con urgencia él recibiera el primer sacramento de iniciación cristiana”, reconoce la madre del hoy padre Ángel.
Y retomaron el contacto
María, su madrina, hasta el momento desconocía el paradero de Ángel. “No viajaba con frecuencia a Santo Domingo. Hace dos años estuve allí y fui a visitar a la madre de Ángela pero justo había salido. La esperé un rato pero no regresó. No tenía cómo retomar el contacto”, comparte.
Y cuando Ángel ya estaba terminando sus estudios en el seminario su madre se propuso buscar a María a través de las redes sociales hasta que la encontró. Meses antes de la ordenación sacerdotal Ángela le comunicó a María un deseo que su hijo tenía: “Él quiere que tú estés presente cuando reciba el sacramento del orden”. María se sintió un poco avergonzada, pues no lo acompañó como madrina durante todos estos años. Aún así decidió viajar con su esposo Julio desde Orlando (Florida), donde residen actualmente. “La noche anterior no dormí bien, estaba muy emocionada y nerviosa. La última vez que lo vi fue el día de su Bautizo, hace 31 años”, confiesa.
El día antes de su ordenación, ella llegó con su esposo al seminario Redemtporis Mater, “entré al comedor y ahí lo vi, junto con varios seminaristas, le dije: ‘Soy tu madrina’ y él me abrazó”, comparte María mientras dejaba escapar un par de lágrimas.
El padre Ángel Miguel Pérez-Brown se ordenó el pasado 19 de mayo en la catedral- basílica Inmaculada Concepción de Denver, Colorado junto con otros cuatro nuevos sacerdotes. “No recuerdo haberme sentido tan feliz como hoy”, dijo María horas después de la ceremonia.
“Él pensaba ser ingeniero”, recuerda su madre. “Si yo hubiera asistido a su graduación me sentiría muy complacida pero me complace doblemente verlo como sacerdote porque su misión es salvar almas y hacer que las personas intenten ganar el cielo”.
El nuevo sacerdote asegura que su madrina “ayudó a plantar esta semilla” por eso él quiso “que ella fuera testigo de los frutos que ha dado”. “Si ella no hubiese influenciado a mi madre quién sabe dónde estaría hoy”, confiesa.
Al despedirse de María cuando se marchó de regreso a Orlando, el padre Angel le dijo: “Ya tuviste como madrina 31 años de vacaciones. Ahora por favor acompáñame rezando por mí, porque solo con la oración podré ser un sacerdote fiel”.
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