Políticos, religiosos y pensadores que marcaron un país
Incluso desde la época de las 13 Colonias hubo católicos influyentes, pese a las leyes y sentimientos anticatólicos en EEUU - escena de Sons of Liberty |
ReL 11 septiembre 2015
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El Papa Francisco visitará los Estados
Unidos a partir del próximo 22 de septiembre, un país en el que los
católicos han pasado de ser una minoría perseguida y con derechos
limitados a constituir el grupo religioso más numeroso.
Jorge Soley, en su reciente libro La historia de los Estados Unidos como jamás te la habían contado, presta atención a ese camino y a alguno de sus protagonistas. De entre sus páginas extraemos a diez de ellos que marcaron época.
1. George Calvert y la colonia fundada por católicos en Maryland
George Calvert, primer Lord Baltimore y miembro de la nobleza irlandesa, fue quien pidió autorización al rey inglés Carlos I para crear lo que luego sería Maryland.
Calvert tenía intereses más allá de los meramente crematísticos, pues buscaba también establecer un refugio en el Nuevo Mundo para los católicos ingleses, con quienes compartía la misma fe, que estaban sufriendo una dura persecución.
Aunque Calvert moría en 1632, ese mismo año el rey autorizaba a su hijo Cecil a establecer la colonia de Maryland, la tierra de María. Los primeros colonos llegaron a Maryland en 1634 y pronto floreció la colonia, principalmente gracias al muy rentable cultivo del tabaco.
Pero la Revolución Gloriosa de 1688 y la llegada de Guillermo de Orange al trono ingles supuso que el protestantismo pasaba a ser la fe establecida en el reino y, en consecuencia, el catolicismo quedaba fuera de la ley, también en Maryland.
El gobierno de la colonia pasó a manos protestantes y el culto católico se mantuvo a duras penas en capillas particulares de algunos terratenientes católicos. No fue hasta la independencia que los católicos pudieron practicar abiertamente su fe y ejercer todos sus derechos civiles y políticos en la colonia que habían fundado.
2. Charles y John Carroll, dos católicos por la independencia
En la época del esfuerzo por lograr la independencia, los católicos eran ciudadanos de segunda en la mayor parte de las colonias y el sentimiento popular era marcadamente antipapista.
En este contexto, los dos primos Carroll tendrán un protagonismo que anunciaba que los católicos no se iban a conformar con la situación en la que vivían. Ambos formaron parte de la misión diplomática que buscó el apoyo del católico Quebec a las pretensiones independentistas de los colonos.
La misión no logró su objetivo, pero mostró a unos católicos representando a los embrionarios Estados Unidos, algo impensable no mucho tiempo antes.
John, más adelante, sería el primer obispo católico de los Estados Unidos, al ser nombrado para ocupar la sede episcopal de Baltimore, y el fundador de la universidad de Georgetown, mientras que Charles fue el único firmante católico de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos (y además, el último en morir de todos ellos, en 1832, cuando ya había cumplido los 95 años)
Jorge Soley, en su reciente libro La historia de los Estados Unidos como jamás te la habían contado, presta atención a ese camino y a alguno de sus protagonistas. De entre sus páginas extraemos a diez de ellos que marcaron época.
1. George Calvert y la colonia fundada por católicos en Maryland
George Calvert, primer Lord Baltimore y miembro de la nobleza irlandesa, fue quien pidió autorización al rey inglés Carlos I para crear lo que luego sería Maryland.
Calvert tenía intereses más allá de los meramente crematísticos, pues buscaba también establecer un refugio en el Nuevo Mundo para los católicos ingleses, con quienes compartía la misma fe, que estaban sufriendo una dura persecución.
Aunque Calvert moría en 1632, ese mismo año el rey autorizaba a su hijo Cecil a establecer la colonia de Maryland, la tierra de María. Los primeros colonos llegaron a Maryland en 1634 y pronto floreció la colonia, principalmente gracias al muy rentable cultivo del tabaco.
Pero la Revolución Gloriosa de 1688 y la llegada de Guillermo de Orange al trono ingles supuso que el protestantismo pasaba a ser la fe establecida en el reino y, en consecuencia, el catolicismo quedaba fuera de la ley, también en Maryland.
El gobierno de la colonia pasó a manos protestantes y el culto católico se mantuvo a duras penas en capillas particulares de algunos terratenientes católicos. No fue hasta la independencia que los católicos pudieron practicar abiertamente su fe y ejercer todos sus derechos civiles y políticos en la colonia que habían fundado.
2. Charles y John Carroll, dos católicos por la independencia
En la época del esfuerzo por lograr la independencia, los católicos eran ciudadanos de segunda en la mayor parte de las colonias y el sentimiento popular era marcadamente antipapista.
En este contexto, los dos primos Carroll tendrán un protagonismo que anunciaba que los católicos no se iban a conformar con la situación en la que vivían. Ambos formaron parte de la misión diplomática que buscó el apoyo del católico Quebec a las pretensiones independentistas de los colonos.
La misión no logró su objetivo, pero mostró a unos católicos representando a los embrionarios Estados Unidos, algo impensable no mucho tiempo antes.
John, más adelante, sería el primer obispo católico de los Estados Unidos, al ser nombrado para ocupar la sede episcopal de Baltimore, y el fundador de la universidad de Georgetown, mientras que Charles fue el único firmante católico de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos (y además, el último en morir de todos ellos, en 1832, cuando ya había cumplido los 95 años)
3. Francis Cooper, el diputado que se negó a realizar el juramento antipapista... y se salió con la suya
Las restricciones que pesaban sobre los católicos no desaparecieron de la noche a la mañana. Por ejemplo, para ostentar un cargo en la ciudad de Nueva York se exigía un juramento en el que se declaraba que se renunciaba a “cualquier sujeción a todo estado, potestad, príncipe o rey extranjeros, en toda cuestión eclesiástica o civil”. Los católicos, fieles al Papa de Roma en materia eclesiástica, se veían así discriminados.
En este caso no fue hasta 1806 cuando la situación cambió: el católico Francis Cooper fue elegido para ocupar un escaño en el parlamento estatal y se negó a realizar dicho juramento, lo que le impidió sentarse en su escaño. Tras numerosas protestas, el parlamento retiró la alusión a las cuestiones eclesiásticas y Cooper pudo jurar sin traicionar su fe.
4. El padre O´Reilly, el cura que impidió que Atlanta fuera arrasada
El padre Tomas O´Reilly, un sacerdote irlandés, llegó a Atlanta cuatro años antes de que estallara la guerra de Secesión para hacerse cargo de la iglesia de la Inmaculada Concepción, la única parroquia católica de la ciudad en aquel tiempo.
Cuando los combates se acercaron a Atlanta, el padre O´Reilly decidió que su lugar estaba en el campo de batalla, atendiendo los cuerpos y las almas de los heridos de ambos bandos. Pronto fue conocido y apreciado tanto por los oficiales confederados como por los de la Unión, lo que le permitió moverse libremente, administrando los sacramentos a todos por igual.
Así, no es de extrañar que al ordenar el general Sherman que todos los no combatientes abandonasen Atlanta, hiciera una excepción con el padre O´Reilly: el sacerdote era demasiado importante para los soldados de ambos ejércitos como para alejarle del lugar.
Pero con lo que no había contado Sherman fue con la reacción del buen cura a sus planes de entregar al fuego la entera ciudad de Atlanta. Cuando tuvo noticia se estas intenciones, O´Reilly fue a ver a su amigo, el general de la Unión Henry Slocum, y le pidió que al menos se salvasen las iglesias de la ciudad, los tribunales y el ayuntamiento, llegando a amenazar con la excomunión a quien ordenara o participara en la quema de estos edificios. Slocum le hizo llegar el aviso a Sherman y éste cedió. Cuando la población de Atlanta regresó a su ciudad encontró que las iglesias y los edificios públicos se habían salvado de la quema.
5. El padre Edward Sorin, la Universidad de Notre Dame... y la caída del Ku Klux Klan
La Universidad de Notre Dame, en South Bend, Indiana, es una de las universidades católicas estadounidenses más antiguas, sólo superada por la universidad jesuita de Georgetown (cuyo origen data de 1789), en Washington D.C. Notre Dame fue fundada en 1842 por el padre Edward Sorin, de la Congregación de la Santa Cruz y se hizo famosa por sus equipos de fútbol americano, los apodados Irlandeses Luchadores (Fighting Irish) por el origen de muchos de sus alumnos.
Pues bien, en 1924 el Ku Klux Klan era la organización más poderosa e influyente de Indiana con 350.000 miembros, uno de cada tres blancos del estado. El 17 de mayo, miles de miembros del Klan se dirigieron hacia South Bend con el propósito de aterrorizar a los estudiantes de Notre Dame, odiada por ser una prestigiosa institución católica.
Se desataron terribles enfrentamientos entre los estudiantes católicos y los miembros del Klan que duraron dos días y requirieron la intervención del ejército para restablecer el orden en la ciudad.
Como consecuencia de estos disturbios, D. C. Stephenson, jefe del Klan en Indiana, fue condenado por asesinato. Una vez en la cárcel confesó los vínculos del Klan con numerosos cargos públicos, muchos de los cuales fueron procesados. Al año siguiente los miembros del Klan en Indiana habían descendido hasta 15.000.
6. El obispo Hughes que animaba a defender las parroquias con las armas
A mediados del siglo XIX y como reacción ante la numerosa llegada de irlandeses a las costas norteamericanas, el nativismo, un movimiento de orgullo de los nacidos en EEUU y desprecio a los recién llegados, teñido de un intenso anticatolicismo, se hizo muy intenso.
Los disturbios empezaron a ser frecuentes: en Filadelfia, en 1844, una serie de ataques nativistas contra iglesias católicas se saldó con varias víctimas mortales. Mientras que el obispo de Filadelfia, Francis Kenrick, había pedido a su grey que no respondiera a los ataques, cuando los disturbios se reprodujeron unos días después en Nueva York, el obispo John Hugues llamó a los católicos neoyorquinos a tomar las armas y proteger sus parroquias.
A continuación envió un aviso al alcalde de la ciudad y simpatizante nativista, James Harper, evocando la invasión francesa de Rusia en la que los rusos habían preferido incendiar Moscú antes que entregárselo a las tropas napoleónicas, añadiendo que “si una sola iglesia católica es pasto del fuego en Nueva York, la ciudad se convertirá en un nuevo Moscú”. El alcalde, haciendo gala de sensatez, convenció a los nativistas para que regresaran a sus casas.
7. El benedictino Martin Marty que bautizó a Toro Sentado con dos mil sioux
Cuando el monje benedictino Martin Marty recibió la orden de viajar a América para poner orden en el monasterio de San Meinrad, en Indiana, difícilmente podía imaginar lo que el destino le iba a deparar. Con solo 26 años abandonó su monasterio de Einsiedeln, en Suiza y pasó 16 años en el renovado monasterio de Indiana.
Pero en 1876 aceptó la propuesta de la Oficina de las Misiones católicas indias y se aventuró a evangelizar en territorio indio, donde llegó un mes después de la batalla de Little Big Horn. Pronto su rectitud y ascetismo le hicieron ganarse el respeto de los sioux.
Fue Marty quien convenció a Toro Sentado para que renunciase al camino de la guerra, no sin antes haberlo bautizado junto con 2.000 sioux en 1883. Su labor entre los sioux continuó toda su vida, más adelante como el primer obispo de la diócesis de Sioux Falls. Además, tuvo tiempo para escribir un diccionario de la lengua sioux y traducir numerosos textos católicos a la lengua de estos indios.
Las restricciones que pesaban sobre los católicos no desaparecieron de la noche a la mañana. Por ejemplo, para ostentar un cargo en la ciudad de Nueva York se exigía un juramento en el que se declaraba que se renunciaba a “cualquier sujeción a todo estado, potestad, príncipe o rey extranjeros, en toda cuestión eclesiástica o civil”. Los católicos, fieles al Papa de Roma en materia eclesiástica, se veían así discriminados.
En este caso no fue hasta 1806 cuando la situación cambió: el católico Francis Cooper fue elegido para ocupar un escaño en el parlamento estatal y se negó a realizar dicho juramento, lo que le impidió sentarse en su escaño. Tras numerosas protestas, el parlamento retiró la alusión a las cuestiones eclesiásticas y Cooper pudo jurar sin traicionar su fe.
4. El padre O´Reilly, el cura que impidió que Atlanta fuera arrasada
El padre Tomas O´Reilly, un sacerdote irlandés, llegó a Atlanta cuatro años antes de que estallara la guerra de Secesión para hacerse cargo de la iglesia de la Inmaculada Concepción, la única parroquia católica de la ciudad en aquel tiempo.
Cuando los combates se acercaron a Atlanta, el padre O´Reilly decidió que su lugar estaba en el campo de batalla, atendiendo los cuerpos y las almas de los heridos de ambos bandos. Pronto fue conocido y apreciado tanto por los oficiales confederados como por los de la Unión, lo que le permitió moverse libremente, administrando los sacramentos a todos por igual.
Así, no es de extrañar que al ordenar el general Sherman que todos los no combatientes abandonasen Atlanta, hiciera una excepción con el padre O´Reilly: el sacerdote era demasiado importante para los soldados de ambos ejércitos como para alejarle del lugar.
Pero con lo que no había contado Sherman fue con la reacción del buen cura a sus planes de entregar al fuego la entera ciudad de Atlanta. Cuando tuvo noticia se estas intenciones, O´Reilly fue a ver a su amigo, el general de la Unión Henry Slocum, y le pidió que al menos se salvasen las iglesias de la ciudad, los tribunales y el ayuntamiento, llegando a amenazar con la excomunión a quien ordenara o participara en la quema de estos edificios. Slocum le hizo llegar el aviso a Sherman y éste cedió. Cuando la población de Atlanta regresó a su ciudad encontró que las iglesias y los edificios públicos se habían salvado de la quema.
5. El padre Edward Sorin, la Universidad de Notre Dame... y la caída del Ku Klux Klan
La Universidad de Notre Dame, en South Bend, Indiana, es una de las universidades católicas estadounidenses más antiguas, sólo superada por la universidad jesuita de Georgetown (cuyo origen data de 1789), en Washington D.C. Notre Dame fue fundada en 1842 por el padre Edward Sorin, de la Congregación de la Santa Cruz y se hizo famosa por sus equipos de fútbol americano, los apodados Irlandeses Luchadores (Fighting Irish) por el origen de muchos de sus alumnos.
Pues bien, en 1924 el Ku Klux Klan era la organización más poderosa e influyente de Indiana con 350.000 miembros, uno de cada tres blancos del estado. El 17 de mayo, miles de miembros del Klan se dirigieron hacia South Bend con el propósito de aterrorizar a los estudiantes de Notre Dame, odiada por ser una prestigiosa institución católica.
Se desataron terribles enfrentamientos entre los estudiantes católicos y los miembros del Klan que duraron dos días y requirieron la intervención del ejército para restablecer el orden en la ciudad.
Como consecuencia de estos disturbios, D. C. Stephenson, jefe del Klan en Indiana, fue condenado por asesinato. Una vez en la cárcel confesó los vínculos del Klan con numerosos cargos públicos, muchos de los cuales fueron procesados. Al año siguiente los miembros del Klan en Indiana habían descendido hasta 15.000.
6. El obispo Hughes que animaba a defender las parroquias con las armas
A mediados del siglo XIX y como reacción ante la numerosa llegada de irlandeses a las costas norteamericanas, el nativismo, un movimiento de orgullo de los nacidos en EEUU y desprecio a los recién llegados, teñido de un intenso anticatolicismo, se hizo muy intenso.
Los disturbios empezaron a ser frecuentes: en Filadelfia, en 1844, una serie de ataques nativistas contra iglesias católicas se saldó con varias víctimas mortales. Mientras que el obispo de Filadelfia, Francis Kenrick, había pedido a su grey que no respondiera a los ataques, cuando los disturbios se reprodujeron unos días después en Nueva York, el obispo John Hugues llamó a los católicos neoyorquinos a tomar las armas y proteger sus parroquias.
A continuación envió un aviso al alcalde de la ciudad y simpatizante nativista, James Harper, evocando la invasión francesa de Rusia en la que los rusos habían preferido incendiar Moscú antes que entregárselo a las tropas napoleónicas, añadiendo que “si una sola iglesia católica es pasto del fuego en Nueva York, la ciudad se convertirá en un nuevo Moscú”. El alcalde, haciendo gala de sensatez, convenció a los nativistas para que regresaran a sus casas.
7. El benedictino Martin Marty que bautizó a Toro Sentado con dos mil sioux
Cuando el monje benedictino Martin Marty recibió la orden de viajar a América para poner orden en el monasterio de San Meinrad, en Indiana, difícilmente podía imaginar lo que el destino le iba a deparar. Con solo 26 años abandonó su monasterio de Einsiedeln, en Suiza y pasó 16 años en el renovado monasterio de Indiana.
Pero en 1876 aceptó la propuesta de la Oficina de las Misiones católicas indias y se aventuró a evangelizar en territorio indio, donde llegó un mes después de la batalla de Little Big Horn. Pronto su rectitud y ascetismo le hicieron ganarse el respeto de los sioux.
Fue Marty quien convenció a Toro Sentado para que renunciase al camino de la guerra, no sin antes haberlo bautizado junto con 2.000 sioux en 1883. Su labor entre los sioux continuó toda su vida, más adelante como el primer obispo de la diócesis de Sioux Falls. Además, tuvo tiempo para escribir un diccionario de la lengua sioux y traducir numerosos textos católicos a la lengua de estos indios.
Toro Sentado, con el gran crucifijo que llevaba tras su bautismo |
8. El obispo John Noll y el periodismo católico de Our Sunday Visitor
A finales del siglo XIX rebrotó con fuerza el nativismo con la fundación en Clinton, Iowa, de la American Protective Association (APA), que alcanzaría la cifra de dos millones y medio de miembros y llegaría a publicar 70 periódicos. Su programa era muy claro: impedir que continuaran llegando inmigrantes católicos al país y hacerle la vida lo más difícil posible a los que ya vivían en él. Los católicos reaccionaron con la fundación por parte del arzobispo de Fort Wayne, John Noll, del periódico Our Sunday Visitor, que se sigue publicando hoy en día. Por fortuna, la APA sufrió un rápido declive.
9. Babe Ruth, una leyenda del béisbol, en el reformatorio del padre Mathias
Uno de los modos de conseguir respetabilidad y reconocimiento en Estados Unidos fue (y sigue siendo) el deporte, que los católicos también han utilizado para reivindicarse como ciudadanos de pleno derecho en un país muy marcado por sus orígenes puritanos y sus prejuicios anticatólicos.
Es lo que consiguió Notre Dame con su exitoso equipo de fútbol americano, y lo que también consiguió un joven conflictivo de Baltimore que ha pasado a la historia como una leyenda del béisbol: Babe Ruth, educado en un reformatorio católico. Fue el padre Mathias quien encauzaría a Ruth en la vida y conseguiría convertirlo en estrella del deporte. Una placa en la iglesia del campus de Notre Dame con su nombre recuerda su generoso donativo a esa universidad católica tan volcada con el deporte.
10. Russell Kirk, el gran pensador conservador contra la bomba de Hiroshima
Russell Kirk es sin duda el patriarca del renacimiento conservador de la segunda mitad del siglo XX que culminaría con la presidencia de Ronald Reagan y que fue clave para la caída del comunismo y la liberación de los pueblos sometidos por ese perverso régimen.
Kirk fue un académico, nacido en el seno de una familia de origen escocés, que logró un considerable impacto con sus obras de pensamiento político. Menos, no obstante, que los libros que publicó en su otra faceta de novelista de obras de misterio góticas. Quizás ese gusto le viniera del ambiente cercano al ocultismo de su familia y que abandonaría tras su conversión y admisión en la Iglesia católica.
Lo que quizás sorprenda a algunos fue su oposición al lanzamiento de bombas nucleares sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que le llevaron a escribir: “Ahora que poseemos poder hemos hecho con él lo que los hombres siempre han hecho con él: lo hemos empleado abominablemente. Nosotros hemos sido los primeros en conseguir esas herramientas de masacre masiva y las hemos usado como los romanos usaron las suyas contra Cartago. Un puñado de individuos tomaron la determinación de extirpar las poblaciones de Nagasaki e Hiroshima; nosotros debemos tomar la determinación de impedir la posibilidad de estas decisiones”.
A finales del siglo XIX rebrotó con fuerza el nativismo con la fundación en Clinton, Iowa, de la American Protective Association (APA), que alcanzaría la cifra de dos millones y medio de miembros y llegaría a publicar 70 periódicos. Su programa era muy claro: impedir que continuaran llegando inmigrantes católicos al país y hacerle la vida lo más difícil posible a los que ya vivían en él. Los católicos reaccionaron con la fundación por parte del arzobispo de Fort Wayne, John Noll, del periódico Our Sunday Visitor, que se sigue publicando hoy en día. Por fortuna, la APA sufrió un rápido declive.
9. Babe Ruth, una leyenda del béisbol, en el reformatorio del padre Mathias
Uno de los modos de conseguir respetabilidad y reconocimiento en Estados Unidos fue (y sigue siendo) el deporte, que los católicos también han utilizado para reivindicarse como ciudadanos de pleno derecho en un país muy marcado por sus orígenes puritanos y sus prejuicios anticatólicos.
Es lo que consiguió Notre Dame con su exitoso equipo de fútbol americano, y lo que también consiguió un joven conflictivo de Baltimore que ha pasado a la historia como una leyenda del béisbol: Babe Ruth, educado en un reformatorio católico. Fue el padre Mathias quien encauzaría a Ruth en la vida y conseguiría convertirlo en estrella del deporte. Una placa en la iglesia del campus de Notre Dame con su nombre recuerda su generoso donativo a esa universidad católica tan volcada con el deporte.
10. Russell Kirk, el gran pensador conservador contra la bomba de Hiroshima
Russell Kirk es sin duda el patriarca del renacimiento conservador de la segunda mitad del siglo XX que culminaría con la presidencia de Ronald Reagan y que fue clave para la caída del comunismo y la liberación de los pueblos sometidos por ese perverso régimen.
Kirk fue un académico, nacido en el seno de una familia de origen escocés, que logró un considerable impacto con sus obras de pensamiento político. Menos, no obstante, que los libros que publicó en su otra faceta de novelista de obras de misterio góticas. Quizás ese gusto le viniera del ambiente cercano al ocultismo de su familia y que abandonaría tras su conversión y admisión en la Iglesia católica.
Lo que quizás sorprenda a algunos fue su oposición al lanzamiento de bombas nucleares sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que le llevaron a escribir: “Ahora que poseemos poder hemos hecho con él lo que los hombres siempre han hecho con él: lo hemos empleado abominablemente. Nosotros hemos sido los primeros en conseguir esas herramientas de masacre masiva y las hemos usado como los romanos usaron las suyas contra Cartago. Un puñado de individuos tomaron la determinación de extirpar las poblaciones de Nagasaki e Hiroshima; nosotros debemos tomar la determinación de impedir la posibilidad de estas decisiones”.
(Hay más historias asombrosas e interesantes como estas en La historia de los Estados Unidos como jamás te la habían contado)
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